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[Historia]El Contrabandista

Estado
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Mariofan

Usuario mítico
Titulo: El Contrabandista
Autor: JV Lance (JV Works, Mariofan, o como quieran llamarme, soy yo...)
Capítulos: preveo que serán como 12
Persona gramatical: Tercera Persona.

Capítulos:

UNO

— ¿Entonces todo lo que veo me pertenece? —quiso saber Daniel, observando el pequeño pueblo desde la cima de la colina. Había cierta niebla que difuminaba ligeramente la visión.
—Nos pertenece a todos en general. Podemos estar orgullosos de ello— le respondió su amiga Trucy, que se encontraba a su lado. La chica le llevaba unos dos años de diferencia, pero era de su misma estatura.
— ¿Pero si eso es así, significa que puedo comerme la comida que le dan al vecino cuando se me acabe la que me dieron?
—No. Todo nos pertenece, pero es el Estado quien administra los recursos y bienes. De esa forma garantizamos que todos podamos disfrutar.
El viento movía los cabellos de ambos, aunque se notaba más en el largo cabello ondulado y castaño de Trucy. Por parte de Daniel, su cabello plateado mucho más corto ondeaba ligeramente tapando su frente.
—Entiendo, aunque… —El muchacho desvió la mirada hacia el gris cielo, poblado de los relieves tan típicos de un día nublado, aunque no aparentaba querer llover. Tras ello, bajó la mirada hasta sus manos, que mostraban una piel blanca, mucho más que la de Trucy que ya de por si era de piel clara. — ¿Qué hay de nuestros cuerpos?
— ¿A qué te refieres?
— ¿Mi cuerpo le pertenece a todos?, ¿Si el Estado lo decide, podrían dividir mi cuerpo y repartirlo entre todos?
—No te sabría responder. En teoría sí, pero es algo que nunca ha pasado y dudo que llegue a pasar.
—Pues no lo acepto.
Trucy le miró directamente a los ojos con cierta confusión. Daniel parecía observar al vacío.
— ¿Si el estado decretase el día de mañana que tu cuerpo es un saco de sexo para el pueblo y por ende, todos tienen derecho a abusar de ti al menos una vez por semana, estarías de acuerdo?
—Pues obviamente no. Eso sería horrible.
— ¿Lo ves?, en lo que respecta a nuestro cuerpo, nadie puede abusar de nosotros, no porque el estado administre nuestros cuerpos, sino porque son propiedad única y exclusiva de cada uno. No puedo violarte por que estaría atentando contra algo que no me pertenece.
—Bueno, en tu caso, tal vez si podría dejarte—Se rió.
—En ese caso no sería violación. La diferencia entre dos personas teniendo relaciones y un abuso sexual, es el hecho de que uno es un acto voluntario mientras que otro no lo es. En realidad, eso mismo es la diferencia entre regalar y robar.
—Andas muy filosofo últimamente, ¿No Daniel? —Abrazó su delgado cuerpo y le propinó un beso en la mejilla—Por eso quiero casarme contigo algún día, siempre tienes algo sobre lo que pensar.
—Oye, ayer fui por mi ración quincenal, ¿Y tú?
— ¡Por supuesto!, je, ¿Tan rápido te tomaste tus litros de leche?
—Sabes que soy adicto a ella.
—Bien, vamos a mi casa a buscarte los míos y luego pasamos por la tuya—. Le tomó de la mano y ambos empezaron a correr. Aunque tenían catorce y dieciséis años exactamente, para algunas cosas preferían actuar como niños.
Desde hacía bastante, era normal que Trucy le diese a Daniel los litros de leche quincenales tanto de ella como de su padre, debido que ni ella ni su progenitor toleraban la lactosa. En un principio se la regalaban, pero eso cambio hacía poco, cuando Daniel cumplió los catorce años, y con ello pudo registrarse en el sistema de racionamiento, con el cual, decidió darles a cambio de la leche el arroz que le tocaba quincenalmente. Eran dos kilos de arroz a cambio de cuatro litros de leche, algo que no parecía muy equitativo, pero que tanto Trucy como su padre consideraban mejor que el solo hecho de regalarle la leche sin más.
Luego de buscar los litros de leche en la casa de la chica, y mientras caminaban hacia casa de Daniel, el joven preguntó:
—Oye, ¿Y esto que hacemos está bien?
— ¿Qué cosa?
—Intercambiar nuestra comida asignada. Si se supone que es el Estado el que administra lo que es de todos, entonces en teoría, ¿No estaríamos desobedeciendo su administración?, ya que el Estado ya decidió cuanto recibimos de cada cosa.
—No lo creo, podemos hacer lo que queramos con nuestra comida asignada. Lo lógico es que nos la comamos, pero si a alguien no le gusta o no puede comer alguno de los alimentos, no creo que haya nada malo en que se lo cambie a alguien más por algo que si puede o quiere comer.
—Y me supongo que la otra persona no deseara comerse lo que entregara pero si lo que recibirá a cambio, ya que de otro modo no lo cambiaría. Es una situación donde ambas partes salen ganando. Sin embargo, eso me hace plantearme otra cosa.
— ¿Qué, mi querido pensador?
Daniel no respondió. Pasaban cerca de uno de los comandos comunales de la localidad, el cual estaba vigilado por dos militares de la revolución.
— ¿Daniel?
No fue hasta que se alejaron, que el joven respondió:
—Si podemos hacer lo que queramos con lo que el Estado nos da, eso significa que una vez en nuestras manos, la comida pasa a ser solo y solo del atribuido. Deja de ser “propiedad del pueblo”, y pasa a ser propiedad individual de cada quien. Lo mismo debería poder decirse de nuestras casas.
—No lo creo Daniel, el Estado puede cambiarte de casa si lo considera necesario.
—Lo sé, cuando mama murió, no me cambiaron a una casa de huérfano por nada…
La casa de Daniel era diminuta, estando formada por una sola habitación que hacía las veces de dormitorio y cocina, y un pequeño cuartucho como sanitario. Era el típico hogar que se le asignaba a las personas solteras y si familia. Si quería vivir en una más grande, debía esperar hasta casarse y tener hijos, mientras más tuviese, más grande sería la vivienda que el Estado le asignaría. Era una forma optimizada de distribuir los techos, habían dicho los miembros del consejo nacional cuando la revolución recién empezaba hacía poco más de cien años.
—Pensándolo bien, el Estado tal vez no pueda distribuir tu cuerpo a todos, pero sí que puede atentar contra el mismo si rompes la ley— aclaró Trucy mientras dejaba sobre la pequeña mesilla de madera los litros.
—Entonces nuevamente, caemos en el hecho de que nuestros cuerpos son propiedad Estatal… No lo acepto— zanjó Daniel entregándole los kilos de arroz.
—No veo el problema, es lógico pensar que si te portas mal, serás castigado.
— ¿Y qué definiríamos como portarnos mal?
—Pues cualquier forma de violación de la ley, como asesinar por ejemplo.
Daniel no emitió respuesta. Se sentó sobre la cama acolchada con plumas de gallina y le dedicó una larga mirada al suelo. Trucy se sentó a su lado y le sobó los plateados cabellos.
—Cuando cumplas dieciséis te violare justo sobre esta cama.
—Pero eso sería atentar contra mi cuerpo, ¿No es una violación a la ley?
— ¿Ósea que no te gustaría hacer el amor conmigo?
—Dijiste que me violarías, lo cual implica tener sexo contigo de forma involuntaria y obligatoria. Si acepto ya no es violación.
— ¿Tantas vueltas tienes que darle al asunto?
—Perdona… Es solo que…—Dedicó unos segundos a mirarse las manos antes de continuar. —Llevo días pensando ciertas cosas. Los alimentos que él estado nos brinda son fabricados con el esfuerzo de los trabajadores estatales, ¿Verdad?
—El esfuerzo de todos, mejor dicho. El año que viene me tocara a mí convertirme en otra trabajadora más, mientras que a ti te tocara en tres años. Ya sabes, el que no traba…
—Lo sé, lo sé, el principio “El que no trabaja no come” lo hemos visto ya bastantes veces en la escuela. Es solo que, pensar que lo que estoy comiendo es producto del sudor de otras personas en lugar del mío propio, me hace sentir como un parasito.
—Ya te tocara trabajar y con ello podrás pensar que estas comiendo de tu propio sudor.
—Sí tú lo dices…—Se recostó sobre la cama, de lado con la mirada a la pared. Trucy comenzó a sobarle la espalda.
—He escuchado que los chichos que como tú, piensan mucho, terminan siendo muy productivos. Yo espero dar lo mejor de mí por el bien de los demás.
«Muy productivo… Si, la pregunta es, ¿Podre ver los beneficios de ello?, la verdad no lo creo… De cada quien según su capacidad, a cada quien según su necesidad»

Unas horas después de que Trucy se retirase a su morada, Daniel se encontró sentado en la acera frente a su pequeña vivienda, bebiendo la leche directamente del cartón. Cada trago era como el ingresar del néctar de la vida en su sistema. Las nubes estaban pintadas con el típico naranja del crepúsculo y por la calle el tránsito de personas comenzaba a aminorar. Todo el mundo regresaba a su casa para estar metido en la cama justo antes de las siete, hora en que el servicio eléctrico era interrumpido. Sin importar si se era un trabajador o si eras un simple menor, todo el mundo incluyendo al mismo Daniel, lucía algo en común: ropas desgastadas, rasgadas y viejas. El chico más de una vez llegó a preguntarse si algunas de esas databan de la cuarta era.
—Lo que daría por tener un litro de eso…—Escuchó de cerca. Se trataba de un señor que iba de paso, de mediana edad, con unos ropajes que a pesar de estar igual de deteriorados que los demás, denotaban que no era del pueblo.
— ¿Ya se le acabó su ración quincenal?
—Oh no hijo, en Rio Losano la única forma de acceder a un litro de leche es que tengas un bebe.
Ya Daniel conocía el porqué de la cuestión. Cada región bajo el poder de la revolución se especializaba en la producción de ciertos insumos específicos, y estos se clasificaban en tres categorías de necesidad. Aquellos que ocupasen la primera necesidad debían ser estrictamente centralizados para luego ser distribuidos a todas las regiones de la revolución de forma uniforme, de manera que cada habitante pudiese acceder al menos a uno. Los de segunda necesidad sufrían algo parecido, pero esta vez más a nivel local, en cada región. Pero los de tercera necesidad, al no considerarse del todo necesarios, solían abundar en algunos sitios y escasear en otros. Y la leche por su parte era especial, pues si bien era considerada de primera necesidad, esto solo se aplicaba a infantes. Para el resto de la población, era un producto de tercera necesidad, y siendo San Fermin (Pueblo natal de Daniel) el principal productor lácteo de la región, era uno de los pocos lugares donde todo el mundo podía acceder a la misma.
La razón para la existencia de este sistema eran los altos costos de transporte de insumos entre unas zonas y otras. De esta forma se daba prioridad a los alimentos más esenciales en detrimento de aquellos no tan importantes. Esto ocasionaba que en algunos lugares un insumo fuese inconseguible, pero a cambio de ello, el sitio solía contar con algún otro producto que seguramente fuese escaso en otras zonas.
—Pero tengo entendido que en ese lugar hay más producción de pollo, algo que no nos distribuyen aquí.
—Créeme, nos meten el pollo hasta por las orejas, la verdad estoy algo arto.
A pesar de que Daniel apreciaba más que nada su bebida láctea, por una vez, sintió curiosidad por conocer el sabor del pollo, de manera que tuvo una idea:
— ¿No tendrá algún pollo consigo?, puedo cambiárselo por un litro de leche, si así lo desea.
— ¿Lo dices enserio? —Los ojos le brillaron como dos estrellas.
—Por supuesto, tengo tres litros más allí guardados.
— Pues ahora mismo no cargo ninguno encima, pero si esperas hasta el viernes a esta misma hora, podre traerte uno, ¿Te parece?
—Sera difícil no beberme la leche antes de eso, pero está bien, acepto.
El señor se retiró algo más alegre tras la proposición de Daniel, y este último no pudo evitar preguntarse: « ¿De verdad un pollo vale lo mismo que un litro de leche?», sin embargo, optó por no prestar atención a la cuestión.

La tarde del sábado estuvo bastante despejada. El roció llevaba horas de haberse evaporado de la hierba en los campos, y a Trucy esta le causaba cierta comezón en las piernas.
—Y bien Daniel, ¿Qué es lo que querías contarme?
—La verdad, no sé si he hecho mal o no pero… Creo que encontré una forma de multiplicar los alimentos a mi disposición.
—Explícate.
—Veras, precisamente ayer intercambie con un forastero un litro de leche por un pollo. Pensaba cocinarlo e invitarte para que ambos lo probásemos, pero poco después de que el sujeto se fuese, uno de los vecinos observó el pollo y quedó como hipnotizado. Se pasó un rato ofreciéndome opciones para cambiarlo, a las que rechazaba siempre, hasta que me ofreció leche…
— ¿Cambiaste el pollo por leche otra vez?, ¿No es un poco redundante?
—No… Ya que… Me ofreció tres de los litros que su familia recibe quincenalmente…
—Espera, ¿Me estás diciendo que diste un litro por un pollo y recibiste tres por él?
—En efecto.
—Daniel, eso no fue justo. Si diste un litro, un litro era lo que debías recibir.
—Pero entonces hubiera caído en la redundancia que mencionaste. Mira, yo di un litro porque quería comerme ese pollo, de verdad. No iba a cambiarlo por un litro otra vez, ¡Pero el tipo me ofreció tres!, ¿Cómo podía rechazar esa oferta?
Trucy hizo silencio por un rato mientras la hierba se movía con el viento. Emitió un suspiro y cuestionó:
—Bien, pero fue solo un golpe de suerte, no creo que puedas seguir multiplicando alimento así como así.
— ¿No lo entiendes verdad?, si vuelvo a ver a algún sujeto de Río Losano puedo ofrecerle uno de los litros de leche que gane por un pollo y luego este cambiarlo por otros tres.
— ¡Pero haciendo eso pronto dejaras sin leche a todo San Fermin!
—Sí, y a cambio de eso todo el pueblo podrá disfrutar de algo exótico a lo que no están acostumbrados. No veo donde está el problema, no he robado a nadie. Tu misma dijiste que podíamos hacer lo que quisiéramos con la comida que nos daba el Estado, y si la gente quiere intercambiar, ¿Por qué no puede hacerlo?, Pero no solo eso, aplícalo a cualquier alimento que no se consiga aquí pero si en otras partes, ¡Creando una red de intercambios puedo multiplicar cualquier alimento que se me ocurra!
—Bueno, tu planteamiento tiene sentido, ¿Pero eres consciente de que si acumulas mucha comida el Estado podría acusarte de acaparador?, Daniel, una de las premisas de la revolución es la igualdad. Me atrevería a decir que lo que planteas parece sacado directamente de la cuarta era.
— ¿Estás diciendo que estoy siendo capitalista?
—Pues, la idea de acumular mucho de algo es típica de la era del capitalismo.
—Pero desde los tiempos del supremo comandante se dice que los capitalistas eran unos ladrones que robaban a los pobres. Yo no he robado nada… No es mi culpa que ese sujeto considerase más valioso ese pollo que los tres litros de leche que me ofreció. De hecho, creo saber la razón de ello.
— ¿Y cual sería?
—La escasez. El pollo es un producto exótico aquí, y nadie puede acceder a uno por los medios estatales, eso lo convierte en un alimento que, para los habitantes del pueblo, es más valioso. Lo mismo se puede decir de la leche en Rio Losano y de cualquier producto que sea escaso en un determinado lugar. Solo piénsalo, ¿Qué hace tan costoso el oro?, ¿Qué es un metal bonito?, ¡No!, ¡Si el oro creciera en los arboles no valdría nada!, es el hecho de que es un metal muy escaso lo que lo hace muy valioso.
Conforme la conversación avanzaba, a Trucy comenzaba a dolerle la cabeza.
—Esto es muy confuso, lo admito. De lo que si estoy segura es de que si empiezas a acumular mucha comida podrías meterte en problemas, y eso es algo que no quiero. ¡Recuerda que eres mi prometido!
—En ese caso, será un secreto. Aún no se si funcionara este método, pero si lo hace, podría conseguir comida para nosotros, para tener más que lo poco que nos dan quincenalmente.
—No sé si eso vaya en contra de la revolución o no, pero está bien… Has el intento si quieres. —Le besó con ternura la mejilla.
Lo que Trucy no sabía es que en la mente de Daniel comenzaban a maquetarse un millón de posibilidades. No fue sino hasta estar nuevamente en casa, que tomó algunos pedazos de papel viejo, y con algo de tinta, empezó a escribir algo. Lo tenía en la cabeza desde la noche anterior, pero solo ahora que le había contado la idea a Trucy, podía sacar el planteamiento en el papel. Estaba seguro de que lo que escribía tardaría bastante en terminarlo, y que dependía de que su método funcionase. Pero, de lograrlo, se convenció a su mismo, terminaría siendo algo realmente… Revolucionario…

 
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Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Acabo de leer el capítulo, y, como me gusta que me hagan, te voy a hacer feedback. Por mi parte, me ha gustado. He visto alguna falta de ortografía, no ha hecho que me sangren los ojos pero intenta mejorarlas. Me gusta el lenguaje que usas, ornamentado y específico, porque me gusta que lo que lea sea algo como un ejercicio para la mente, pero cuidado con eso, alguna gente lo puede considerar demasiado denso.

Ahora vamos con el contenido: lo de un estado posrrevolucionario me parece un tema algo rodado ya, quizá por ciertos libros llamados los J, así que para que logre interesar tienes que darle una vuelta de tuerca más, este capítulo no es mucho, pero creo que lo vas a conseguir. Los personajes tienen algo de tópico, pero me parecen complejos y bien logrados.

En fin, siempre es grato que alguien escriba, espero el próximo capítulo.
 
Estado
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