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AVZ: Resistencia

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Cerrado para nuevas respuestas.
Bueno, no se como va esto, pero como veo que es de literatura me voy a animar a poner un boceto de mi libro Avirus-Z. Os pondré el Cap 1. EL libro necesita una revisión de arriba a bajo a nivel ortográfico y sintáctico ( son cosas que dejo para el final)así que no os asustéis si veis algo que no cuadra, que yo ya me he dado cuenta antes xD solo que hasta que no termine los capítulos que restan (3) no le voy a meter la corrección gorda y tocha. Bueno, ahí va.

Es largo eh. Hay que tener ganas para leerlo chicos.
CAPÍTULO 1
Individuos Extraños​

15 de Febrero de 2017 — 07:00 Horas / Bastión Militar Casa Blanca​
Han pasado ya tres años desde el fatídico Día del Apocalipsis, cuando los muertos se alzaron sedientos de sangre de sus tumbas, acompañados por demacradas abominaciones, llamadas mutaciones zombis.
La legendaria Casa Blanca, aun hogar del Presidente de los Estados Unidos, sigue en pie, rechazando oleadas de interminables cadáveres andantes y mutaciones detestables. Se han levantado muros de 25 metros de alto cercando los alrededores de la vivienda más famosa de EE.UU para retener a los muertos fuera. Y, de momento, funciona. Constantemente hay trasportes aéreos que sacan y traen tanto tropas militares como civiles y soldados de la OEN. En la cantina, reunidos, están los mayores soldados de Operaciones Especiales de la Nasa (aunque esta ya no existiera desde el día Apocalíptico.)
Sentados y apartados del resto de militares convencionales, los cuales los miran murmurando y contando toda clase de historias fantásticas sobre el grupo de exterminadores de zombis y mutantes por excelencia, están John Connor, Jeniffer Westor, Carlos Méndez y Naihara Frozen discutiendo sobre la próxima misión que tendría lugar dentro de unas tres horas escasas.
Pensativo, en una punta de la mesa estaba John, 33 años, de origen americano, moreno con ojos marrones, de constitución fuerte y serio en términos generales. Llevaba, como siempre, el pelo corto. Su preocupación por la misión actual estaba fundada en la mortal “cueva” donde los querían meter. Aunque no le hacía gracia dicha misión, estaba seguro de que podría lograrlo junto a sus amigos y su compañera de equipo, la cual no estaba aun en la cantina.
En el otro extremo de la mesa, discutían acaloradamente los otros tres miembros; Naihara Frozen con 36 años, de origen canadiense y extremadamente seria. Estaba convencida de que las tres entradas a las instalaciones donde debían ir estaba totalmente bloqueadas. Aunque era obvio que estaba discutiendo apenas se le notaba en sus reacciones. No se gano el apodo de “La dama de Acero” precisamente por llorar. Ella era una de las pocas chicas de la OEN que no lloraba por ninguna baja y no huía ante nada.
Bastante temeraria y letal a distancias cortas, poca gente se atreve a llevarle la contraria; Jeniffer Westor, de 28 años y originaria de Texas era de las pocas que se enfrentaba a Naihara. Jeniffer era pelirroja y una excelente francotiradora. Esta estaba convencida de que la entrada al complejo que ella decía estaba totalmente segura, pero la canadiense no cedía en su tozudez.
Era tal la terqueza de Naihara que el compañero de equipo de Jeniffer, el argentino Carlos Méndez, tuvo que intervenir a favor de su compañera. Aunque siempre procuraba hacerlo con gracia para evitar que se cabrease. Carlos tenía 29 años recién cumplidos; Tenía pelo marrón. Era siempre muy emotivo y carismático y, a día de hoy, le encanta hacer sus chistes baratos.
Las discusiones prosiguieron un largo rato hasta que por la puerta apareció la famosa americana Sienna Ratford, seguida del ruso Arthur Krovitch. Sienna tenía 29 años y el pelo rubio recogido en una larga coleta. Por donde pasaba causaba furor entre los soldados debido a su largo y extenso historial de luchas contra mutantes y zombis. Sin contar, claro está, que era una apuesta mujer.
—Aquí te traigo a tu compañera, John —Dijo Arthur con vacile. Sienna le dio una suave colleja al ruso de 42 años en señal de protesta. Este rio levemente mientras le preparaba la silla a la joven muchacha.
Con la llegada de estos dos, el trío dejó de discutir y escucharon las noticias que trajeron. Sienna y Arthur venían de hablar directamente con el jefe de la OEN, el cual les había cambiado todos los planes al grupo.
Jessica preguntó que noticias traían del “Capitán América”, como le llamaban cariñosamente al jefe. Krovitch se arrascó su poblado y denso mostacho, dio un trago a la botella de Vodka que se había agenciado y respondió:
—Tu querido “capitán” nos ha cambiado los planes de fiesta, muchachos.
—Ya estamos, siempre igual con el tipo. Cambiando planes a última hora—. Expresó con enfado Naihara.
Sienna miro a todos fijamente y, con calma, les explicó que este cambio de planes no venía del jefe, sino de más arriba. El presidente había ordenado a la OEN ir a Nueva York (o lo que quedaba de ella) a recuperar algo. Aunque no les habían dado indicaciones exactas de lo que debían encontrar, parecieron dejar claro a su jefe que lo que allí encontraran podría salvar a la humanidad del AVZ.
El plan y la misión fueron expuestas por Sienna ante todos los que en la mesa estaban. Al parecer los encargados de ejecutar la nueva misión eran ellos, Sienna y Krovitch incluidos. Aunque era un número bastante elevado para ir a una ciudad muerta y arrasada hace años por una bomba, merecía la pena si con ello podían conseguir la salvación.
El grupo corrió a sus barracones a prepararse. La misión tendría lugar ese mismo día a las 8:00 horas. Era una misión urgente y el presidente no quería esperar a tomar lo que quisiera que fuera que tenían que traer.
En el mismo barracón estaban Sienna y John, preparándose para lo que sería la misión más importante de sus vidas. Allí dentro, Sienna comenzó a cuestionarse la veracidad de la información cuando empezó a pensar en cómo podría haber sabido el presidente algo de la muerta Nueva York si no se habían enviado ni una sola unidad desde hace años. John le aconsejó que se centrara en la misión, ya que ellos solo eran soldados.
Preocupada, se sentó al lado de John y habló largo rato con él. La relación de confianza que estos dos habían ido adquiriendo con los años de trabajos en equipo había logrado que pudieran hablar de cualquier cosa, sabiendo que siempre se tendrían el uno al otro para apoyarse. Era raro que una de las mejores soldados de la OEN se cuestionara sus órdenes, pero no era la primera vez. Últimamente tanto Sienna como muchos dentro de las Operaciones Especiales de la Nasa cuestionaban sus trabajos. Estaban siendo enviados a bases de ASEDENO o compañías similares a recabar datos de virus, siempre con la excusa de que eso ayudaría, más jamás lograban ningún avance significativo con ello.
El verdadero trabajo de un soldado de la OEN era salir a matar monstruos, no irse de paseo por instalaciones abandonadas. Con el tiempo apremiando, se levantaron y siguieron con la conversación de camino al helicóptero que los llevaría a Nueva York. El día sería largo y esperaban que esta vez su trabajo sí sirviese de algo.

15 de Febrero de 2017 — 08:00 Horas / Hospital de las Instalaciones ASEDENO Norteamérica.​
La ciudad de Nueva York fue antaño una de las grandes metrópolis del planeta. Ahora no era más que un montón de calles desiertas y edificios en ruinas. Tiempo atrás la American Secret Entity Dedicate to Estudy Natural Organism (ASEDENO) había establecido sus instalaciones generales en aquella gran ciudad. Allí se llevaron a cabo atrocidades en secreto que más tarde verían la luz por una casualidad. Uno de los experimentos de más éxito de la empresa fue la implantación eficiente del AVZ en un sujeto, conocida como S—02. Sin poder salir de las instalaciones, era entrenada día a día y con un seguimiento médico completo. Claro está, todo eso fue antes del Día del Apocalipsis.
Horas antes de aquel fatídico día, el sujeto S—02 cayó en un repentino coma profundo. La mujer fue llevada a la unidad de cuidados intensivos propios de la compañía y allí se había quedado. Ahora la cosa había cambiado.
La ciudad estaba en ruinas, las instalaciones de la infame empresa que provocó el “fin del mundo” estaba prácticamente infestadas de monstruos, más había una cosa que no había cambiado: S—02 seguía en el maltrecho hospital, en su coma profundo. Debido a la explosión de la bomba tres años atrás, la chica estaba cubierta de escombros, pero viva. Milagrosamente, el virus implantado en ella le había mantenido viva, regenerando su piel quemada por la explosión y recomponiendo sus huesos rotos, aunque seguía “muerta”. Pero eso cambiaria aquel mismo día.
El sujeto abrió los ojos la mañana del 15 de febrero de 2017. Asustada por no poder respirar, se llevó las manos al cuello. Unos minutos más tarde, pudo respirar de nuevo, como cuando un bebe sale del vientre de su madre. Se apartó un trozo de techo que tenia encima de sus piernas, impidiéndole levantarse. Al principio, pensó que no podría andar al ver el enorme pedrusco sobre sus piernas humanas. Su sorpresa fue cuando se levantó ágilmente y vio que no había sufrido ningún percance.
—Qué raro… —Pensó para sí misma. Sara estaba en perfectas condiciones, aunque no se acordaba nada de su anterior vida. Ni siquiera sabía su nombre. Lo primero que vio al despertar era un hospital destruido y medio derruido. Estaba desnuda, lo cual le dio una sensación de pudor, y buscó algo que ponerse. Agarró una sabana rota y se conformó con ello.
Su primer paso fue buscar información. Necesitaba saber que había pasado, donde estaba… quien era ella. Casi por instinto, la sujeto 02 recorrió los pasillos derruidos del hospital buscando un ordenador o algún informe que funcionase. Al entrar a una sala, vio de reojo un ser horrendo que estaba durmiendo. Su primera reacción fue asustarse, aunque consiguió guardar el grito para sí.
Miró extrañada a la criatura pues jamás había visto nada parecido. Era horrorosa y desagradable y apestaba a muerto.
Por desgracia el único ordenador que funcionaba del hospital estaba en esa misma sala y, sin saber porque, ella lo intuía. Se acercó a la mesa donde estaba la computadora, algo lejos del monstruo durmiente.
Encendió delicada mente el ordenador, con el corazón a mil esperando que no hiciese ningún ruido al iniciar. No lo hizo. Sara exhaló el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta por los nervios, pero como si la suerte no estuviera de su parte, el modem de conexión a internet empezó a sonar. ¡Era el año 2017 y aun había aparatos de esos!
El ruido del modem inquietó un poco a la criatura, que lejos de despertarse estiro una pata como si se tratase de un perro sobando. La mujer respiró aliviada y busco en el ordenador todo lo necesario para actualizarse y ponerse al corriente de todo.
Buscando, vio un archivo donde ponía S—02. No sabía por qué, no entendía la razón, pero le sonaba de algo. Unas imágenes se le aparecieron por la cabeza junto a un dolor terrible en ella. Se puso la mano en la frente y respiro. Fue entonces, cuando abrió la carpeta donde ponía S—02, que encontró lo que necesitaba. Un montón de fotos de ella, desnuda, vestida, haciendo deporte… había de todo. Junto a los archivos ponía un nombre: Sara Harper.
Ese era su nombre. Sí, ella lo sabía. Por algún motivo sabia que Sara Harper era su nombre.
De nuevo unas imágenes de su pasado rondaron por su mente, en concreto de cuando practicaba artes marciales en un extraño lugar. La chica soltó una lágrima por la gran impotencia que le causaba el no poder recordar lo que pasó con su vida tiempo atrás. Sara siguió mirando el ordenador y vio que estaba en el año 2017. ¿2017? Eso le sonaba muy raro. Lo único que recordaba con seguridad es que ella estaba en el 2014, no en el 17. ¿Qué habría pasado en esos tres años que ella había estado “durmiendo”? Por detrás de ella, sigiloso, el mutante se acercó y abrió su boca, dispuesto a devorar la chica.
Esta, guiada por el instinto, se giró y golpeo ágilmente a la bestia, desorientándola brevemente. El bicho no se tomó muy bien la reacción de Sara e intento abalanzarse sobre ella, pero esta con unos reflejos increíbles le asesto una patada del dragón al monstruo, tirándolo por la ventana. Sara sonrió sin saber cómo había logrado eso. Estaba descubriéndose ella misma de nuevo y eso, en parte, le daba una sensación que no podía describir.
La muchacha abandonó la sala y siguió deambulando por los pasillos del hospital, hasta que salió a la calle. Los rallos del sol rozaron su piel con un calor reconfortante que le hizo cerrar los ojos y sentirse en paz. Una paz que terminó pronto al escuchar unos rugidos por las calles. Al abrir de nuevo los ojos vio una ciudad demacrada y desértica. Había coches destrozados y estacionados por todos lados, con colisiones y descoloridos.
Sara se cruzó de brazos mientras sentía la fresca brisa que corría por la calle y comenzó a andar. No sabía a dónde iba, pero igualmente caminó. Cualquier lugar mejor que encerrada allí dentro. Ya había pasado tres años allí como para pasar más rato en aquel hospital.
Avanzando unos metros, la muchacha vio un escaparate de una tienda. Su cristal aun seguía intacto. Se acercó y palpo el frio cristal. Luego puso su mejilla en él y cerró los ojos. Un flashback de sus tiempos en un lugar extraño le vino a la mente. Estaba ella y muchos doctores, felicitándola por lograr… ¿la salvación? Sí… le dijeron que ella seria la salvación de muchos, pero ¿salvación de qué? Un nombre le vino a la mente: Giovanni. Acompañando al nombre una rabia incomprensible le inundó. Cuando abrió los ojos vio una enorme especie de gusano pegado al otro lado del cristal, intentando succionarlo. O intentando succionarla ella mejor dicho.
Sara saltó hacia atrás de un susto y, acto seguido, rio.
—Valla amiguito, parece que te han aguado el banquete. —Dijo entre risas. Al afinar más la vista, vio en el interior de la tienda una preciosa gabardina negra junto a un conjunto a juego encima de un maniquí. Una sonrisa se asomo por su cara cuando se imagino con el conjunto puesto. No eran tiempos como para ir a la moda, pero mejor era eso que ir medio desnuda. Abrió la atrancada puerta de la tienda de una patada y aplasto la especie de gusano con una piedra que había cogido de afuera.
Con el camino despejado, nada se interponía entre la ropa y ella. Cuando salió de la tienda, Sara portaba con orgullo su nuevo conjunto. Hacía tiempo que no sabía lo que era “ir de compras”.
Aunque la muchacha era una experta luchadora marcial, sabía que contra esos monstruos no podía enfrentarse a “caricias” todo el tiempo. Lo siguiente que fue a buscar fue algún palo o arma de fuego, algo que instintivamente le pedía el cuerpo. Buscó señales que le indicaran algún centro de policía o similares, ya que era un lugar asegurado donde podrían haber armas y munición.
Las calles estaban extraordinariamente desiertas y sucias. Había papel de periódico volando de aquí para allá, refrescos por todos lados y quemaduras en edificios. Las formas en la que los enormes rascacielos se habían derrumbado o estaban a punto de hacerlo apuntaba a que habían sufrido una sacudida tremenda, pero ¿de qué podría ser? Pensó.
La muchacha caminó y caminó, atenta a cualquier sobra y cualquier ruido, pues la ciudad hace tiempo que dejo de serlo y en ella ahora imperaba la ley del más fuerte; Harper quería llegar, como fuera, a la cima de la pirámide de depredadores. A lo lejos, en medio de un cruce en la carretera, vio un coche de policía casi intacto y pensó que podría obtener algo de él.
Acercándose cautelosamente, la chica abrió la puerta del copiloto y echo un vistazo al interior. En el coche había un cadáver de policía, putrefacto por el pasar del tiempo. Como uno se puede imaginar, el coche no olía a rosas.
—Maldita sea mi suerte. —Murmuró con cierta rabia.
Dado que en la parte delantera del vehículo no había nada más que el apestoso cuerpo, la chica se dirigió hacia el maletero con intención de abrirlo. Pulsando el boto de apertura, el maletero fue abierto y de él saltó un zombi hacia la muchacha. El muerto viviente intentaba morder la cara de Sara, la cual forcejeaba con el muerto para evitar que este le mordiese. En un momento desesperado, empujó con sus piernas al zombi por en cima suya para poder librarse de él. Lo que no esperaba es que lo haría con tanta fuerza que lo enviaría 5 metros atrás.
Sorprendida por la fuerza que poseía se levantó de un salto y echó un vistazo al maletero. En su interior había un revólver, pero estaba descargado. Aunque también habían cuatro cartuchos dentro. El problema era insertarlos antes de que el zombi se abalanzara de nuevo sobre ella, para lo cual no faltaba mucho. En una situación límite, llevada por el instinto, cogió el revólver y lo lanzo al aire junto a dos cartuchos para poder enfrentarse al zombi. Le dio una serie de puñetazos que lo dejaron desorientado y, al caer la escopeta, los cartuchos cayeron dentro con suma precisión y disparó.
La chica se quedó un rato mirando su mano y la escopeta, pensando en cómo diablos había conseguido eso. No le dio mucho tiempo a reflexionar pues tras el disparo el eco se extendió por gran parte de la ciudad. Ella calló, con la sensación de que si se callaba nadie escucharía el tiro que había dado, pero no fue así. Al igual que el disparo hizo un gran eco, la respuesta a eso fue otro eco, pero del rugir de un montón de zombis. Aunque sonaban lejos, Harper sabía que no tardarían en encontrarla y, realmente, no creía que por muchas habilidades sorprendentes que ella tuviera pudiera enfrentarse a una horda de cadáveres deseosos de carne. A no ser que tuviera poderes y ella no lo supiera, pero como no iba a quedarse a averiguarlo, corrió en dirección a lo primero que se le vino en mente, el Empire State.
Sin saber si el edificio seguía o no en pie, la muchacha puso a prueba su velocidad dándose un sprint por parte de la ciudad. Pudo comprobar, asombrada, que apenas se agotaba y se sentía muy ligera. Era como si ni siquiera estuviera corriendo. Pero eso no la iba a salvar de la oleada de zombis que iba tras ella. Aunque veloz, no era la única que no se cansaba al correr.
Los miles de cadáveres que iban tras ella y salían de cada rincón tenían exactamente la misma ventaja. Durante un rato, la escena de Sara seguida de miles de muertos vivientes no cambió en absoluto y pese a que el sujeto S—02 no sentía miedo alguno de su situación, sí que deseaba postergar su muerte lo máximo posible.
En una de esas, mientras corría y miraba atrás para ver cuán cerca tenia a los zombis, un mutante se interpuso en medio de su camino. Al volver a mirar hacia delante, Harper vio el “pequeño” detalle que había ignorado por mirar a los zombis. Ese ser debía medir entre 2 ó 3 metros y tenía una lanza integrada al brazo hecha de sus propios huesos. Era realmente asqueroso.
Sin detenerse, la chica siguió corriendo hacia el mutante y, cuando este asesto un golpe con su arma, ella se deslizo entre sus piernas, dejando al bicho confuso. Poco tardó en darse cuenta de que Sara estaba detrás suya y se giro para atraparla. Ahora, aparte de un millar de muertos andantes, tenía un monstruo que se sumó a la caza.
—Genial, el día mejora por momentos. —Dijo con ironía la joven muchacha.
Desde lejos, pudo ver la gran torre del State, que seguía intacta pese a todo. Un suspiro de alivio la invadió, sin darse cuenta que cada vez tenía más cerca a sus persecutores. A medida que iba acercándose, la amargura le llenaba el alma. Una muralla de coches se interponía entre la entrada y ella. En milésimas de segundo, el AVZ comenzó a trabajar en el sujeto S—02. Harper fue escalando y saltando de vehículo en vehículo hasta alcanzar la cima. Desde arriba contemplo la gigantesca marea de muertos que le perseguían e intentaban escalar la muralla torpemente. Al girarse hacia el lado donde estaba la entrada del Empire States Building, un gemido de agonía se hizo presente en ella. La entrada estaba bloqueada.
Sara maldijo todo lo que uno puede maldecir en momentos como ese. La joven americana pego un salto desde lo alto de la muralla de vehículos, haciendo dos mortales en el trayecto de caída.
—Pero qué demonios me ocurre... —Dijo al ver que la caída no le había hecho daño alguno. En el interior, no le extrañaba. Aunque no sabía cómo podía hacer esas cosas, impensables para un humano convencional, sí que se lo esperaba de ella. En cierto modo su “instinto” le decía que era especial.
Acercándose a la entrada, examino con detalle el derrumbe que bloqueaba el paso. Pasó el dedo por uno de los restos y olió lo que parecía ser pólvora. Era reciente, con lo que dedujo que alguien había derrumbado la entrada. A juzgar por el olor y el calor, haría unas horas.
Sin previo aviso, un golpe seco sonó desde atrás. La muralla de coches estaba comenzando a moverse y tenía toda la pinta de que caería en poco tiempo. Sin intención de quedarse a contemplar el espectáculo, de nuevo corrió con la esperanza de evitar a toda la horda de zombis. Sus pasos la llevaron a un parque cercano, en el cual había una catedral. Era perfecto, justo lo que necesitaba, un lugar donde esconderse.
Con mucho cuidado abrió la puerta que daba al interior del lugar y tras un breve vistazo, entró. La catedral estaba vacía y los asientos tirados por todos lados, como si ese lugar hubiera presenciado una batalla. Realmente a Sara poco le importara lo que pasara allí antes de su llegada. Ahora había llegado y ese era su lugar, al menos por el momento. Aunque el sol aun estaba en lo alto, y según el reloj de la iglesia eran las 10:34 de la mañana, Harper aun se encontraba desorientada.
Aunque era consciente de que estaba en Nueva York aun no había conseguido recordar ni una cuarta parte de lo que fue su vida pasada. Lo que era peor: solo tenía 3 cartuchos de su escopeta para defenderse, así que había que racionar bien la munición. Revisando un poco las estancias, Sara encontró un machete escondido en el pulpito, el cual cogió como arma opcional.
—Un cura de armas tomar ¿eh? —Bromeó en voz alta. A vista simple, parecía que nadie había pasado por allí durante años, pero ella no era de vistazos simples. Su aumentada capacidad visual y auditiva le habían desvelado en lo poco que había investigado que no estaba allí sola. Aunque sabiéndolo, decidió actuar como si no supiera nada, ya que si de verdad tenia compañía y esta aun no se había desvelado, bien podrían estar escondiéndose o bien podrían estar esperando a confirmar que era una amenaza para atacarle.
Una figura de entre las sombras se movía sigilosa y con cautela. Sara se había percatado de ella, pero quería ver hasta donde llegaba lo que allí se escondiera. Localizada en el primer piso de la catedral, la figura hizo un ruido imperceptible para el oído humano, pero no para el de Sara. Reconocería ese sonido donde fuera: Era el chasquido de un arma pasando una bala a la recamara. Con una velocidad sorprendente, Sara Harper corrió y saltó al segundo piso.
Un disparó rozó el pelo del sujeto 02, más por su agilidad que al errar de quien fuera que disparase, por que el tiro iba directo a la cabeza.
—¡Imposible! —Gritó la figura en las sombras. La voz era suave, de una mujer joven. Más joven que Sara.
Como un rayo, Harper agarró el fusil de precisión que empuñaba la muchacha que le disparó. Tras quitarle su arma, esta sacó una pistola, pero no le dio tiempo a disparar debido a que Sara ya la había reducido y puesto el machete en su garganta. Fuera como fuere, aquella mujer no se levantaría sin su permiso.
—¡Quien eres! —Le preguntó con rabia a la chiquilla.
—¡Eso mismo me pregunto yo! ¡Quién diablos eres tú!
Sara acercó más el machete al cuello de la joven, que tenia inmovilizada, y le explicó que no estaba en posición de exigir mucho. El sonido de una bala entrado en una recamara, de nuevo, alertó a Sara.
—Oh, creo que eres tú la que no estás entendiendo el concepto —Dijo otra voz femenina tras ella. El frio cañón de una pistola tocando la nuca de S-02 hizo que por unos instantes valorara la situación. ¿Era lo suficientemente rápida como para evitar el disparo a esa distancia? Ahora mismo lo averiguaría. No habría una segunda oportunidad si fallaba ¿o sí?
Con rapidez, Sara soltó a la muchacha y se giró para plantar cara a su oponente. Antes de girar le pegó una fuerte patada a quien fuera que estuviera detrás suya, logrando así apartar el arma de su nuca por unos segundos, que utilizó de la mejor forma que pudo. Se enzarzaron en un combate de puñetazos, evasiones y patadas. Aunque era más rápida que su oponente, no podría decirse que tuviera una gran ventaja. Contra todo pronóstico, la mujer con la que se enfrentó logró darle una patada directa en la cara, que bastó para que la muchacha que estaba hace unos segundos en el suelo placara a Sara. Con Sara en el suelo y su compañera encima de ella tras el placaje, la mujer cogió la pistola de nuevo y apuntó a Harper, obligando a que se detuviera.
—Muy bien, ya basta. —Dijo con el arma en la mano y nerviosa. — No sé de dónde has salido pero eres la zorra más rápida que he visto en mi vida.
Sara se quitó a la otra de encima de una patada y se incorporó, mirando fijamente a quien le apuntaba. Con una mirada fría y una sonrisa en el rostro le respondió.
¿Vas a usar eso? —Dijo señalando el arma.
—Si me obligas, sí, la usaré.
Harper miró con admiración a aquella mujer y, por un momento, aplacó su instinto y se dispuso a dialogar. Levantando las manos en señal de derrota, ayudó a la joven que había tirado a incorporarse.
—Me caes bien —Se dirigió a la que la apuntaba—. Pero si hubiera querido mataros, lo hubiera hecho. Solo me he defendido por que tu amiga me ha disparado sin motivo.
La joven, aludida, se defendió alegando que creía que ella era un zombi. Con una mirada que delataba que no colaba ni de broma, Sara respondió con tranquilidad.
—La próxima vez, asegúrate de a quien disparas y tú —Dijo señalando a la otra—. Tú baja el arma ya, por dios.
Con desconfianza, bajó el arma y la enfundó, cosa que agradó a Harper. Hacía tanto tiempo que no sentía lo que era la confianza que apreció sobremanera aquel simple gesto.
—¿La enfundas? ¿Y si me da por atacaros ahora?
—No lo harás. Y si lo haces, es simple: la vuelvo a desenfundar.
Sara soltó una leve risa y pidió disculpas por su comportamiento anterior. Las otras dos mujeres hicieron lo mismo y la llevaron a una habitación en el interior donde le ofrecieron algo de comida.
Una vez más relajadas, procedieron a presentarse como desde un principio deberían haber hecho. La más joven, la que disparó el rifle de precisión, se presentó como Jennifer. Acto seguido, su superior se presentó como Sienna. Le explicaron que ellas dos pertenecían a un grupo de Operaciones Especiales que había sido enviado a la zona para encontrar algo de vital importancia para la guerra. Tras eso, Jennifer le preguntó el nombre a aquella mujer que se sentaba ante ellas dos.
—Me llamo Sara Harper —Respondió—. Y no creo que valláis a encontrar mucho en esta maldita ciudad. No me preguntéis mucho por mi pasado, porque ni yo me acuerdo… desde que me desperté en los escombros del hospital he ido teniendo flashbacks pero no he logrado recordar tanto como me gustaría.
Sienna reaccionó con asombro cuando escuchó la palabra hospital de su boca y le preguntó:
—¿Hospital? ¿El de Nueva York? O… ¿alguno en especial? digamos… así como un laboratorio…
Era evidente que Sienna se estaba refiriendo al hospital del que salió Sara, o al menos eso intuía ella.
—Si te refieres al hospital privado de ASEDENO, sí. Ese es.
Jeniffer y Sienna se miraron mutuamente. Entonces Jennifer le dijo a Harper que lo que ellos buscaban se encontraba en aquel mismo lugar.
De nuevo, Sara rio.
—No queda nada en aquel sitio, son todos escombros. Además que hay más de 1000 muertos andantes entre el hospital y nosotros. A no ser que tengáis unos cuantos RPG lo veo bastante inviable.
—No creo que haga falta… Nuestra misión era encontrar “algo” en aquel lugar, pero no nos dijeron el qué.
—¿Os han enviado a un misión sin objetivo? Os deben odiar muchísimo allí de donde venís —Bromeo mientras pegaba un trago a una botella de agua.
Las dos mujeres rieron y declararon que podía ser que esas palabras fueran ciertas. Siguiendo con el asunto, Jennifer comentó la posibilidad de que aquello que debían encontrar en el hospital de ASEDENO lo tuvieran delante de sus narices.
—¿A qué te refieres Jenny? — Preguntó Sienna, creyendo saber a lo que se refería su amiga.
—Me refiero a que puede ser que el Capitán América nos enviase a por Sara. Después de todo tiene habilidades muy extrañas. Yo diría que bien podría ser ella.
—¿Me ha tocado la lotería?
—Puede ser, Harper. Mira, sé que no hemos empezado con buen pie y apenas nos conocemos, pero ¿te gustaría acompañarnos a la Casa Blanca? —Preguntó muy educada Sienna Ratford.
Sara bromeó acerca de las verdaderas intenciones de ellas dos: “No voy a ser vuestra presidenta, chicas. Gobernar no es lo mío”. Todas rieron y, por unos instantes, olvidaron que se encontraba en un mundo pos apocalíptico, donde al raza humana pendía de un hilo. Al menos en cuanto Sienna y Jennifer se refiere, pues la otra seguía sin recordar gran parte de su pasado.
—Tranquila, si aceptas venir, casi seguro que te ponen en primera línea matando bichos. Parece que tienes un don para el combate.
—Sí, parece que sí. Aunque no sé de donde me viene realmente, Sienna. Hace unas horas me levanté en el hospital y pase de estar en 2014 a 2017.
Ambas se miraron mutuamente con caras extrañadas. Ratford le pidió que le explicase con más exactitud eso de “2014 a 2017” a lo que S-02 le contó lo que había leído de los informes del ordenador.
—Tres puñeteros años sobando… —Dijo Jennifer atónita.
—Y ahora que me despierto me encuentro con el mundo peor que antes y con dos mujeres que me invitan a su casa ¿Verdad que es una locura? —Añadió Sara.
Jennifer rio por la respuesta de Harper y le preguntó si, al final, iba a venir al cuartel general de Casa Blanca. Sara se levantó y dijo que sí. No quedaba nada más que muerte y destrucción en Nueva York, aparte de que necesitaba un baño urgente.
—Bueno, no te prometo toda el agua caliente que una mujer necesitaría para ser feliz, pero te puedo asegurar que usaré toda mi influencia como Alto Mando de la OEN para darte la máxima cantidad de ella —Añadió entre risas Sienna. Sara sonrió al ver la amabilidad de las dos muchachas, que en un principio le habían intentado meter una bala entre ceja y ceja. Pero al oír OEN una nueva sarta de recuerdos le inundaron la cabeza.
El walkie-talkie de Sienna sonó por la frecuencia especial de la OEN. Por él unos disparos seguidos de una voz masculina con acento argentino hablaba. Rápidamente Ratford respondió a la llamada de su amigo.
—Aquí Carlos a líder Sexy, repito, Carlos a líder Sexy, responda por favor. —Sonó por el Walkie-talkie. Sienna miró a Jennifer con una sonrisa y contestó.
—Por mucho que me digas sexy no voy a acostarme contigo, Méndez —Tras unos disparos y gruñidos de zombis, el walkie-talkie volvió a sonar:
—Dios sabe que yo estoy locamente enamorado de Jennifer, líder sexy.
—¡Oh, gañan, como sabes que estoy aquí con ella! ¿Eh?
Unas risas y un grito de diversión sonaron junto al rugir del motor de un coche. Carlos volvió a hablar por radio informado de que había una gran concentración de muertos que dificultaba mucho el acceso al hospital de ASADENO.
Al oír eso, Sienna les explicó brevemente lo ocurrido, comunicando que era hora de terminar la misión. Por la misma radio, otro hombre propuso pasar a por ellas e ir todos a la ZA para coger el trasporte a casa. A “líder sexy” le pareció buena idea y pidió un tiempo de referencia.
—¡En diez minutos paso a por ti! —Dijo el mismo hombre que propuso la idea. Sienna acusó recibido y cortó la comunicación.
—¿Qué demonios habrá rapiñado para estar aquí en tan poco tiempo?
—No sé, Jenny, dejemos que nos sorprendan.
Con tan poco tiempo para su llegada, las chicas se prepararon para salir de la catedral junto a Sara, que aun seguía en sus recuerdos. Jennifer, al darse cuenta, dio unos golpes al hombro de la muchacha, que reaccionó y pidió disculpas por su falta de atención.
Con todo listo, salieron por la puerta, vigilando los alrededores por si acaso recibían visita inesperada. Como dijo John, dos jeeps militares pasaron a recogerlas. Sienna subió en el primero junto a Sara y Jennifer fue al segundo con otros dos miembros más de la OEN.
—Tú sí que sabes tratar a una mujer —Dijo besando a John en la mejilla.
—¿Ves Carlos? Así se trata a una dama —Comentó con picardía Connor. Carlos hizo un gesto de ignorancia hacia aquel hecho y saludó a Sara, que se había sentado atrás, dejando a Ratford de copiloto.
—¿Tu eres Carlos? —Preguntó con una sonrisa. El hombre hinchó el pecho y respondió con un tono varonil, dándose aires de grandeza.
—Veo que te han hablado de mí
—Sí, ahora falta saber si hay algo bueno en ti.
El comentario rompió por completo al argentino, que pasó al puesto de artillero y no dijo nada más. Sara miro a la copiloto, pensado que había hecho algo mal. Esta le respondió con un meneo de cabeza en señal de que era algo normal en Carlos. Aprovechando la circunstancia, John arrancó y se auto presento.
Tras una breve conversación entre el piloto y la nueva integrante, la radio sonó desde el otro coche. Una voz ronca con acento ruso preguntó por la zona de extracción. John contestó que su destino estaba a la vuelta de la esquina, en el Empire State. Cuando Harper escuchó eso, se dispuso a contar el problemita que había para acceder al edificio.
—Presto, hemos llegado —Dijo Carlos con alegría.
—Emm, sí, esto… iba a deciros que no se puede entrar al Building. Esta totalmente bloqueado por un derrumbe. Antes de encontrarme con vuestras compañeras pasé por aquí huyendo de un grupo de zombis.
—¡Olala, c'est pas posible! —Dijo una voz femenina por la radio del coche. Esta en particular no la había oído nunca.

—Tranquila, Naihara, pondremos unos explosivos y… —Jennifer fue interrumpida por Carlos, soltando el comentario: “¡Fiesta!”.
—Cariño, te tengo dicho que no me gusta que me interrumpas —Regaño la joven muchacha al argentino.
—Perdona, cielo, pero quizás deberíais mirar detrás…
Las palabras de Carlos no fueron portadoras de buenas noticias. Tras ellos una horda de muertos vivientes se acercaba corriendo hacia el lugar. Concretamente eran los mismos que perseguían a Sara horas antes. Los jeeps aceleraron a fondo, huyendo del lugar y dando por hecho que la zona de extracción no sería la asignada en un principio.
Los vehículos eran seguidos de cerca por los zombis, que no suponían mucho problema para las ametralladoras fijas de los jeeps. El problema residía en los mutantes que el ruido atraía y se unían a la persecución.
De nuevo la voz con acento ruso habló por radio, identificando a aquellos mutantes como “Venom”. Sara se asomó a ver qué era eso de “Venom” y cuando vio que eran idénticos al mutante que había tirando por la ventana en el hospital pensó para sí misma la suerte que había tenido de no toparse con más de esos.
Los Venom eran uno de los mutantes más rápidos conocidos por los humanos, alcanzado velocidades de vértigo y muy saltarines, para desgracia de todos. Aunque carecían de vista era el monstruo con mejor olfato y oído de todos, o al menos de entre los conocidos. Su gran cerebro salía de su cráneo dejándolo al aire libre y como único punto débil a aprovechar de la criatura. Por supuesto los dos artilleros de los jeeps intentaban explotar esa debilidad, pero cuando tienes más de cien objetivos por cada lado, por mucha debilidad que tengan, es imposible darle a todos a la vez, y cada vez se acercaban más.
El primer jeep, que iba unos metros por delante, frenó hasta ponerse paralelo al segundo para así dejar a los artilleros una línea de tiro más amplia al poder encargarse cada uno de un lado. Aun así los mutantes ganaban terreno rápidamente. En la intersección cercana, el segundo jeep giró a la izquierda. Algo inesperado que pilló por sorpresa a John, que miraba extrañado el retrovisor.
—¡Pero qué estáis haciendo! —Gritó Carlos con rabia. John, nervioso porque cada vez tenía más Venom detrás, contestó a gritos, dejándole claro que ahora no podía dar la vuelta.
—¡Maldita sea, da la vuelta John, Jennifer está en ese jeep!
Instantáneamente la radio del coche sonó y la voz de una mujer comenzó a hablar. Era la voz de Jennifer.
—¡Seguid, nosotros nos hemos desviado para intentar dividirlos y dejaros con menos mutantes! —Expresó con tono nervioso. —¡El objetivo es la chica, debemos sacarla de aquí, así que olvidaros de nosotros y llevarla con el jefe!
Sienna cogió la radio del coche y respondió con cierto enojo. “No abandonamos a nadie” dijo la líder de la operación. Un “gracias” fue emitido por la radio como respuestas a esas palabras. De nuevo la voz ronca con acento ruso habló por la radio, dando indicaciones sobre sus intenciones. Lo primero que debían hacer ambos bandos era deshacerse de los bichos y ponerse a salvo. Una vez seguros, se encontrarían en Times Square, relativamente cercano. Era uno de los lugares que aun seguían en pie, según la Oficina de Inteligencia Estadounidense. Despidiéndose con un “buena suerte” en ruso, la comunicación se cortó. Carlos, que disparaba con furia descontrolada, no dejaba de expresar la mala idea que le parecía separarse de ellos. Sienna le agarró del pie, haciéndole bajar y mirarla a los ojos.
—¡Carlos! Ella estará bien, es una de las mejores. Pero necesito que te calmes. De nada sirve que ella viva si nosotros no. Ahora sal ahí y apunta como solo tú sabes hacer, soldado.
Tras unos segundos para respirar, Carlos Méndez volvió al puesto del artillero pensando en esas palabras, que le ayudaron a relajarse. Ciertamente no iba a servir enfadarse por la situación, si con ello empeoraba en lugar de arreglar nada.
Sara, expectante a todo lo que sucedía, pudo ver como esas personas se jugaban la vida para sacarla a ella de aquel campo de exterminio. Aquello le conmovió en gran manera, aunque nada dijo al respecto. No era de aquellas que se abre fácilmente a nadie, pero sí de las que valoran los actos. Durante todo el camino se limitó a escuchar y a pensar en cómo ayudar a sus nuevos amigos.
En poco tiempo llegaron al Times, con cierta ventaja sobre los mutantes que lejos de rendirse seguían persiguiéndolos. Todos bajaron rápidamente del vehículo y se dirigieron al interior del edificio, aunque al llegar a las puertas se dieron cuenta que estaban bloqueadas.
John y Sienna intentaron derribar la puerta a patadas sin mucho éxito. Con los mutantes cerca y Carlos rezando por la llegada de su final, Sara Harper entró en acción. Con suma decisión, se acercó a la puerta bloqueada y de una sola patada la derribó, tirándola unos cuantos metros atrás. John miró asombrado a la chica, la cual no mostraba ningún síntoma de nerviosismo.
Esperando a que entraran, Sara miraba detenidamente a los mutantes que corrían hacia ellos. Aprovechando que Carlos fue el último en entrar, Sara, con velocidad sin igual, agarró su pistola de la cartuchera y disparó una sola bala, la cual penetró en la cabeza del Venom que encabezaba la marcha.
—La leche…—Dijo Carlos admirado por la precisión y frialdad de aquella mujer.
—¡Por aquí! —Dijo John, el cual había encontrado una sala reforzada. Todos se apresuraron a entrar, pero la suerte no estaba de parte de ellos. La puerta acorazada pesaba una barbaridad como para poder moverla solo y aun con dos o tres no llegarían a cerrarla a tiempo para la llegada de los Venom.
Una vez más, Harper demostró con aparente calma sus habilidades. Con una mano y ejerciendo toda la fuerza que podía, cerró la puerta acorazada y se limpió las manos, en señal de una tarea fácil. John miró a Carlos y luego estos dos a Sienna. Ella se encogió de hombros con una sonrisa.
El sonido de golpes bestiales en la puerta acorazada puso en alerta al grupo, que comenzaron pensar en alguna escapatoria. Lo principal era avisar al resto del equipo de que el lugar de reunión estaba infestado y que habría que reunirse en otro sitio. John encendió su walkie-talkie para poder entablar comunicación con el resto, pero solo escuchó estática como respuesta. Era posible que la señal no llegara dentro de aquella sala. Mientras Carlos y Sienna discutían acerca del siguiente paso, el ingenioso John encontró una entrada oculta en las paredes de la habitación, la cual abrió. Terminando con la discusión, la líder del equipo envió a Carlos a echar una ojeada para ver a donde los llevaría ese sitio y, lo más importante, para asegurarse de que no tenían “amigos” escondidos por los pasillos.
Mientras el resto aguardaba al regreso de Méndez, este maldecía su surte mientras exploraba el camino. Aunque era consciente de que hablar en voz alta podría atraer a cualquier zombi hacia él, no tenia reparos en hacerlo.
—¡Maldito sea el mundo, maldito yo y maldito todos! No podía venir la señorita, que va, si se tienen que comer a alguien que sea Carlos el primer plato.
Llegando al final del oscuro pasillo, el soldado Méndez respiró tranquilo al ver que, efectivamente, era un lugar seguro. No había indicios de monstruos ni muertos.
Por el aspecto debía ser una oficina cercana a la entrada, con la ventaja de que las escaleras de servicio estaban al lado, lo que suponía que tenían un medio para subir y contactar con radio con el resto del equipo y la evacuación. Cuando giró para volver a avisar a sus amigos, la cara de John fue lo primero que vio.
Ante semejante momento inesperado, Carlos estuvo a punto de gritar, si no llega a ser porque John le tapo la boca antes de que lo hiciera. Entre susurros, John le explicó que habían conseguido entrar en la sala anterior y que debían avanzar cuanto antes o acabarían pillándolos.
Cuando todos hubieron salido y dirigido a las escaleras de servicio, Carlos pego un vistazo al largo y oscuro pasillo antes de cerrar la puerta a las escaleras. Un Venom entró de repente desde la otra punta, olisqueando el aire. Aunque lejos, Carlos sintió como su ritmo cardiaco se triplicaba al ver a la criatura. Estaban muy cerca.
—Están demasiado cerca. —Dijo entre susurros mientras cerraba cuidadosamente la puerta que daba la sala contigua a las escaleras de servicio.
—Deberíamos ir a la azotea, al menos allí podremos pedir ayuda. —Propuso Sara.
—ir a la azotea solo nos llevaría a un callejón sin salida, pues bajar seria enfrentarse a ellos. —Dijo Carlos señalando hacia atrás, a la puerta de la sala que llevaba al pasillo lleno ahora de mutantes. —Y quedarse allí es como esperar que nos coman.
Creo que ya estamos en esa situación, Mendez… —Añadió John al asunto. Lo cierto era que tanto si subían como si intentaban escapar, acabarían enfrentándose a la enorme cantidad de Venom y zombis que deseaban devorarlos. La cuestión era si morían ya o postergaban lo inevitable. Sienna no pensaba rendirse aun, apoyando la idea de subir a la azotea.
Mejor era eso que quedarse allí esperando.
—Bien, vamos a por ello entonces. Tú... —Dijo John señalando a Sara. —Tú quédate en medio, no podemos dejar que te pillen esos desgraciados.
Sara, molesta por la idea, pregunto por qué no le podían dar un arma. Su intención no era otra que la de defenderse a sí misma. Ella no era una “pija” refinada y había dejado claro que podía apañárselas muy bien pero, según su criterio, podría protegerse mejor con un arma y no supondría una carga para el resto, que tendrían que estar pendientes de ella todo el rato. John la miró serio y se negó en redondo a darle un arma.
Harper le recordó que aunque no le hiciera falta una para ser una amenaza para ellos, sí que le gustaría tener la oportunidad de no tener que mancharse las manos. Connor seguía negándose a aquella idea. Según su juicio, darle un arma a Sara supondría estar más pendiente de ella que no dársela. Viendo la situación, Sienna le dijo al que llevaba siendo su compañero desde más de siete años que le diera, aunque solo fuera, una pistola.
—No confío en ella, Sienna —Recalcó John a su compañera.
—¿Confías en mi? —Respondió está mirando fijamente a Connor. El chaval resopló indignado y, finalmente, cedió a la petición conjunta de ambas.
—Chaval, la jefa te tiene dominado —Bromeó Méndez. Con un leve puñetazo en el hombro de este, John indicó su inmediato deseo de que Carlos callara. Sacó de su cartuchera una Walther PPQ M2 y se la dio cargada a Harper, la cual dio las gracias con una sonrisa notable.
—Cuídamela bien ¿eh?
—Como si fuera parte de mí —Contestó guiñando el ojo.
Sin demorarse más, los cuatro subieron cuidadosamente por las escaleras, procurando no hacer ningún ruido. Al llegar al último tramo la sorpresa fue ver que no había ninguna escalera más hacia la azotea. Lo único que había era una puerta en el lado izquierdo de la pared, y una palca en la cual estaba grabado “Despacho de J. Jonah Jameson”. Sin otro camino que tomar y con los zombis empezando a subir, entraron en el despacho, el cual estaba desierto y lleno de papales tirados por el suelo. Tenía múltiples puertas y una de ellas debía tener alguna manera de subir a la azotea. Carlos se dirigió a una puerta con intención de abrirla mientras hablaba con Connor acerca de las vacaciones que iba a tomar tras este fastidioso día y que, con la suerte que tenia, seguro que encontraba en aquel sitio la manera de salir del edificio. Mientras abría la puerta, la cara de Sienna y John se llenaba de terror, cosa que, en cierto modo, extrañó a Carlos. Sin tiempo para reaccionar, Sara tuvo que intervenir con rapidez y precisión. Apuntó y disparó. Méndez se encogió, protegiéndose de lo que creía que era un disparo hacia él.
—¿¡Estás loca!? —Gritó. Al sentir que algo se apoyaba en su espalda, el argentino dio un salto hacia delante y pego un grito. Era el cadáver de un zombi, con un agujero de bala en medio de la frente. De pronto, un enorme estruendo que provenía de abajo puso en guardia a los cuatro, avisando de que los zombis los habían descubierto.
—De nada. —Dijo Sara mientras se dirigía al interior de la habitación. Bajando una escalera del techo, alentó a que subieran antes de que los monstruos entraran por la puerta. Sin dudar un instante, los cuatro subieron hasta llegar directamente a donde querían. Una vez allí, Méndez contactó con el resto del equipo.
—¡Aquí Méndez! Estamos hasta el culo de bichos. Repito ¡En Time Square estamos hasta el cuello!
Por radio la voz de Jennifer acusó recibo. Acto seguido la voz de la otra mujer, llamada Naihara, dijo que lo estaban viendo ahora mismo. Sin entenderlo, Carlos pidió una aclaración en “cristiano”. Connor se acercó a él y, agarrándole de la mandíbula, le puso mirando a una azotea. El resto del equipo estaba al lado, a un salto de ellos. A un buen salto, realmente. En la azotea del edificio contiguo aguardaban Jennifer, Naihara y un hombre con aspecto avanzado y que debería ser el que tenía el acento ruso. Sara se puso al borde de la azotea y miró hacia abajo. Había una caída importante, pero no había tiempo para pensar, los zombis y los mutantes se abrían paso a través del edifico y era cuestión de tiempo que los atraparan.
—¡Vamos! —Gritó Harper, colocándose en posición para dar impulsó a sus compañeros y que saltasen. Sienna, que no dudó de la fuerza de Sara tras ver lo que había hecho, cogió carrerilla y con el impulso de Sara llegó a la otra azotea sin ningún percance.
Acto seguido Sara miró a John y le hizo una seña para que se acercara. Este, desconfiando, empezó a cuestionar que pudiera llegar tan lejos aun con la ayuda de Sara. Esta soltó una breve carcajada y agarró a John con una fuerza increíble tirándolo de un lado al otro. El hombre acabó estampándose de cara contra el suelo de la otra azotea, pero había llegado. Levantó la mano, como señal de que estaba bien y Sara pasó a mirar a Carlos. Cuando esta dio un paso hacia él, este retrocedió.
—Ninguna mujer me va a triar como un saco de patatas. Prepárate que yo también puedo hacer lo mismo que Sienna.
Arqueando la ceja, Sara felicitó al argentino por querer intentarlo y se preparó. Tras respirar varias veces, Méndez corrió gritando y se impulsó con la fuerza de Sara.
En un principio iba perfectamente dirigido, pero Carlos acabó dándose contra la fachada del edificio, agarrándose con una mano a la azotea. Cuando estuvo a punto de soltarse, Jennifer y Naihara lo agarraron, subiéndolo de nuevo y poniéndolo a salvo.
—No me quieras dejar tan pronto. —Dijo Jennifer.
Soltando un suspiro de alivio, la última que quedaba se dispuso a saltar. Si había tenido la fuerza para lanzarlos a ellos, podría auto propulsarse ella. Confiaba ciegamente en su cuerpo, que al fin y al cabo no le había fallado desde que se había despertado.
A punto de saltar, un Venom se abalanzó sobre ella, tirándola a tierra. Sara forcejeó con el mutante hasta que logró quitárselo de encima y se incorporó. A punto de saltar de nuevo, el mutante lanzó su larga lengua y agarró el brazo de Harper.
Desde el otro edificio sus compañeros gritaban a Sara, impotentes, hasta que John pegó un tiro certero a la lengua del Venom, rompiéndosela y dando la oportunidad de saltar a Sara, la cual no dudo ni un instante.
Llegando sana y salva a la azotea contraria, se giró a tiempo de ver como el lugar donde ellos habían estado hace unos segundos se llenaba de mutantes y muertos andantes. Algunos intentaron llegar hasta ellos saltando, sin mucho éxito en su empeño.
—Rápido, debemos movernos. Tenemos que llamar a la evacuación ya.— Ordenó el hombre con acento ruso. Acatando lo dicho por aquel hombre, todos empezaron a correr por los tejados de los edificios que aun seguían en pie. Bajar a la calle no era una opción muy viable, viendo que estaba llena de mutantes y muertos rugientes.
Mientras corrían, Jennifer llamó por radio a la evacuación, la cual les recogería en una de las azoteas. Aliviados, lo único que tenían que hacer era buscar un lugar apartado de los muertos para poder esperar tranquilos a que los sacaran de allí. Y lo encontraron.
Tras perder de vista aquellos seres, el grupo de seis personas descansó en una azotea de un edificio medio en ruinas. Sara se apartó a un lado, mirando desde arriba las calles con suma atención. Algo le ocurría con aquel lugar, aunque no estaba segura del que. El ruso se acercó lentamente a Harper, con un cigarro en la boca. Aspirando fuerte (de hecho casi tan fuerte que se lo terminó prácticamente de una) se puso a mirar al horizonte y se presentó. Su nombre era Arthur Krovith. Para romper el hielo, el hombre ruso ofreció un cigarrillo nuevo a Sara, la cual lo aceptó de buen grado.
—No le digas a nadie que te lo he dado, o tendré que empezar a dormir con mi AK encima —Bromeó Arthur. Sara le acompañó con una risa suave y encendió el cigarrillo. Los dos comenzaron a hablar de lo perdido que se había vuelto el mundo, cambiando prácticamente de un día para otro.
“Un día estaba tan tranquilo odiando a los americanos y al otro estaba con la rubia sexy salvándoles el culo” decía Krovitch.
Este, viendo cierta preocupación en la cara de Sara, decidió dejarla tranquila y animarla, pues faltaba poco para que llegase el transporte. La chica se terminó el cigarro y pensó para sí lo mucho que echaba de menos los días de antaño, aunque por lo poco que se acordaba estuviera encerrada día y noche en las instalaciones de ASEDENO.
El ruido constante de un motor alertó a Harper antes que al resto, algo debido a su avanzado y mejorado sistema auditivo. Con rapidez dio el aviso a sus amigos de que algo se acercaba a ellos y que quedó confirmado cuando vieron, a lo lejos, un helicóptero con el logotipo de la OEN llegar. El piloto había localizado a los que iban a ser sus pasajeros y se disponía a aterrizar. Lo que nadie esperaba es que el ruido del motor atraería a algo más grande que el helicóptero.
Desde atrás de un edificio, un enorme monstruo volador con aspecto de reptil salió al encuentro del pájaro metálico. El grupo de la azotea intentó advertir como pudo al piloto de que maniobrara, pero fue tal con la velocidad y decisión con la cual el mutante atacó que no dio tiempo a una reacción por parte del piloto. Tras el golpe, el aparato comenzó a dar vueltas descontrolado, estrellándose contra un edificio, el cual comenzó a derrumbarse. Una sensación de desesperación se apodero del grupo, que era consciente de lo que tardaría en llegar otra evacuación y, por encima de todo, la cantidad de bichos que iba a atraer el ruido provocado por el estrellar del vehículo. Aunque de todos los presentes eran Ratford y Sara las que más mantenían la calma, no fue hasta que de nuevo vieron en el cielo al causante del accidente que Harper recordó donde estaban. Mirando desde el borde, pudo ver, a unos metros de su posición, el hospital donde se había despertado.
—¡John, Sienna! —Gritó con cierto entusiasmo. Los dos nombrados se acercaron a ella para ver qué era lo que ocurría. Esta señalo el hospital de ASEDENO y los miró con una sonrisa. Al principio Sienna preguntó de que podía servirles un hospital de aquella organización, ahora que la habían encontrado a ella. Sara se apoyo de los hombros de aquellos dos y les dijo lo que deseaban oír: Había una salida a través del hospital. La muchacha se había acordado de los viejos tuéneles de servicio construidos bajo la ciudad que usaban para transportar a sus pacientes y mutantes del hospital a las afueras de NY City. Sienna miró a Harper y sonrió con complicidad. Aquella mujer era una caja de sorpresas y eso le gustaba.
—¡Chicos, la dama ha encontrado una forma de salir de este infierno! Todos listos y preparados, Sara nos guiará a partir de ahora —Comunico Connor. Aunque no confiaba plenamente en aquella mujer, sabía que su compañera si lo hacía y como Sienna no solía fallar en sus intuiciones, John decidió darle un voto de pequeña confianza.
Mientras bajaban a toda prisa por el edificio, Naihara se puso en contacto con otro medio de escape, pidiéndole que viniesen a recogerlos a las afueras de la ciudad. Aunque tardarían un tiempo en llegar, la piloto con la que había contactado la canadiense afirmó que los podría recoger para cuando estuvieran en las afueras. Sara escuchó una serie de comentarios halagadores para esa piloto por parte de algunos del equipo, era, casi, como si la tuvieran en un pedestal.
Corrieron hacia el hospital lo mas silenciosamente que pudieron, evitando llamar la atención de seres innecesarios. Una vez dentro, Harper les guió, sin saber cómo, a unas puertas acorazadas, típicas de las cámaras de seguridad de un banco. Todos esperaron ver como Sara hacia maravillas, pero esta se quedó quieta, mirándolos.
—No esperareis que mueva esto yo sola…
—¿Después de todo lo que te vi hacer, me dices que no puedes mover las puertas? —Dijo Carlos alterado.
Sara se acercó al muchacho lentamente y de forma amenazante, sugiriéndole que quizás podría ayudarle a abrirlas en lugar de reprocharle que no tuviera la fuerza para ello.
En cierto modo, nadie iba a salir de allí si no se abrían aquellas puertas, dado que zombis habían llegado a la misma calle donde se encontraba el hospital y empezaban a penetrar en él. Westor pidió ayuda a J.Connor (el cual no dudó ni un instante) y comenzaron a empujar la puerta como podían. Seguido el resto del equipo se puso a hacer lo mismo dejando a Méndez y Harper solos. Al verlos, Sara se unió a ellos y entre todos abrieron las puertas. Como Carlos había sido el único que no había ayudado, Sienna le ordenó encabezar la marcha. No le hizo gracia, pero acató las órdenes de su antigua ex compañera.
Cerrando la puerta acoraza tras ellos, el equipo se vio inmerso en un oscuro túnel abandonado hace años, pobremente iluminado y parecido a las vías de metro de la ciudad.
Una vez dentro, todos encendieron sus linternas y se agruparon. No era seguro vagar desperdigados en ese lugar, con excepción de Sara Harper, que se adelantó un poco al resto. La muchacha estaba algo confusa, aunque tenía una linterna no parecía necesitarla. La encendió y apagó varias veces, comprobando lo que tenía una ligera idea de lo que le pasaba.
—¿Algún problema con tu linterna? —Le pregunto Jennifer dándole un pequeño toque en el brazo. Sara la miro con una sonrisa y negó con la cabeza.
—No es nada, solo creo…. Creo que no la necesito.
—Ves bien ¿eh? —Dijo Sienna, acercándose a las dos. El antaño Sujeto S-02 afirmó con la cabeza y encabezó la marcha por aquellos tuéneles. Aunque tenía de ellos un vago recuerdo, sabía que pasaba por algo alto.
—Maldito sea ese asqueroso mutante —Expresó Naihara con enojo.
—¿A cuál te refieres?
—Al Dragón Negro. Ese estúpido bicho nos ha jodido el día más de lo que esperaría de costumbre —Contestó seria al ruso.
—¡Yo nunca había visto uno de esos tan de cerca!
—¿Cómo? ¿Eres el legendario tío que acabó con un maldito Godzilla en las Vegas y me dices que nunca has visto “al rey del cielo”? —Pregunto Carlos con burla obvia.
—Tuvo la oportunidad de ver uno, pero decidió taparse los ojos y dejar que una dama le salvara el culo— Contestó Sienna guiñándole a Connor, que era a quien se había dirigido Carlos. John le recordó a su compañera que no se había tapado los ojos, sino que llevaba una venda por que lo había atrapado el ejército privado de ASEDENO mientras estaban juntos en una misión. Las risas de todos alegraron un poco el ambiente, pero no el de Sara. Esta estaba alerta desde hacía mucho tiempo, sintiendo que algo les acechaba.
Poco a poco recordaba para que usaran esos túneles en tiempos pasados pero no la clase de mutantes que por ellos transportaban. Unos chillidos de una criatura feroz llenaban la mente de la chica, que se esforzaba por recordar que clase de criatura vio siendo transportada por aquel lugar hace años.
De nuevo otro chillido sonó en la cabeza de Harper, pero esta vez lo habían escuchado todos, cosa que los alertó y les hizo formar un círculo, apuntando a todos lados. Sara, que se había quedado fuera de la formación, miró a todos los rincones del lugar, esperando vislumbrar algo. Sienna alentó a la chica a estar cerca de ellos, pero está lejos de obedecer se dio la vuelta y se puso su dedo índice en el labio a modo de silencio. La líder del equipo captó el mensaje e hizo callar al resto.
Sara había vislumbrado algo en la lejanía, una especie de borrón en el aire que se movía de forma caótica. Cuando el borrón pasaba cerca de un foco del túnel, este desaparecía por completo de la visión de Harper, pero al volver a la oscuridad esta lograba distinguir una especie de luces ultravioleta muy débiles que dejaba como rastro. Sienna, que había visto las intenciones de Sara incluso antes que esta dijera nada, mandó apagar todas las linternas.
En un principio la idea no fue muy popular entre los miembros de la misión, pero John se encargó de hacer obedecer las órdenes de la jefa.
—¿Alguien me dice porque apagamos las luces? Se supone que sin ellas no vemos una miera… —Comentó Naihara con cierta reticencia. Sara les comunicó que les estaban acechando y que aquella cosa se volvía invisible a los ojos de Sara en la luz, pero no en la oscuridad. Guardando unos minutos de silencio, intentando localizar aquel ser, resultó que fue él el que se desveló.
Viendo a Sara flotar en el aire sin motivo aparente, con el gorjeo de una criatura sobre ella, alertó de la presencia de lo que fuera eso. Sienna apuntó a donde pensó que podría estar alguna parte del animal y disparó. Aquel acto provocó que el mutante perdiese su camuflaje y estuviera a la vista de todos. Con ello, Sara se libró del monstruo con una patada frontal y calló a sus pies. Recogiéndose el pelo, miró de abajo arriba la imponente bestia.
—¡La leche! ¡Pero qué clase de mutante es este! —La cara de Carlos era el fiel reflejo del asombro de sus palabras—. Mirarlo, si parece una especie de… mantis deformada.
El mutante rugió con fiereza, y atacó a todo cuanto vio con sus tres grandes ojos. Lo cierto era que si tenía un aspecto insectoide, de apariencia a un saltamontes o mantis demacrado y con carne y musculo como piel. Harper se interpuso en cada uno de los ataques, atrayendo la atención del bicho hacia ella y ofreciendo la perfecta oportunidad para escapar al resto.
Siguiendo las peticiones de Sara, todos comenzaron a correr hacia la salida, que estaba ya cercana. Jennifer se quedó atrás unos instantes, mirando como Harper se enfrentaba a aquel mutante. Sara le ordenó a la pelirroja que se marchase con el resto. Y obedeció, pero antes de hacerlo le dio un aviso y lanzó una magnum.
Sara dio una voltereta hacia atrás, esquivando un ataque de aquel bicho y, con sus reflejos, cogió el arma al vuelo, disparando a uno de los ojos de la criatura, que la hizo retroceder.
—¡Gracias Jennifer, ahora corre! —Gritó con desesperación Sara Harper. Aunque a regañadientes, Westor corrió hacia la salida con el resto dele quipo. Cuando llegaron a la salida, se encontraron con la ingrata sorpresa de que había otra puerta acorazada cerrando el paso.
Eran conscientes, quizás demasiado, de que ni aun todos juntos podrían abrirla a tiempo para salir de allí antes de que el mutante o “Mantis”, como lo había bautizado Méndez cuando vio a la demacrada criatura, los atrapase. Por suerte había un cuadro de luz al lado de una consola, que bien podría abrirles la puerta o… bueno, o la abría o estaban muertos. Sienna, que era una experta en derivación y hackeo, volvió a reconectar los cables pertinentes para obtener luz.
Una de las cosas que consiguió al reactivar la corriente fue encender todos los focos del túnel, alumbrándolo por completo y aturdiendo a Mantis, lo que le dio un tiempo vital a Sara para aporrear a la criatura de balas y golpes. Rachford procedió a piratear la consola, con la esperanza de poder abrir la puerta con ello. Pese toda su experiencia, los códigos muy bien encriptados y la carencia de algún medio para descifrarlos a mayor velocidad no ofrecieron precisamente una espera apacible para todos.
—Maldita sea, Rachford, hasta mi abuela lo haría más rápido —Dijo Krovitch con aparente nerviosismo por la situación. Aunque Sienna no dijo nada, John la defendió, alegando que cualquiera que creyese que podría hackear algún sistema más rápido que ella, lo intentase.
—¡Ya está! —Exclamó aliviada.
La puerta acorazada comenzó a abrirse lentamente. La esperanza llenó los corazones de todos, hasta que un fallo en el sistema hizo saltar el cierre de emergencia. Pese a ello, la puerta se había abierto lo suficiente como para salir de ese agujero, algo que no dudaron en hacer.
Cercano a la puerta acorazada, en pleno aire libre y ya en las afueras de la ciudad, estaba en helicóptero esperando a sus pasajeros. Todos los miembros del equipo subieron y respiraron aliviados, pensando que habían cumplido con la misión. El problema es que faltaba lo más importante: Harper.
John y Sienna bajaron y corrieron hacia la puerta, que se cerraba. Con un fuerte grito, Connor alerto a Sara de la situación, la cual dio un giro de 180 grados y esprintó hacia la salida, logrando salir por los pelos y subir al transporte junto a los otros dos. El helicóptero comenzó a levantar el vuelo cuando, del túnel, salió Mantis, destrozando la puerta sin mucho esfuerzo.
—¡Curva! —Insultó Arthur en ruso al mutante. Cogiendo un RPG que había en el vehículo, el soviético Krovicth disparo el arma, dándole al monstruo en plena cara y destrozándolo en pedazos. Todos se quedaron mirando a Arthur, el cual escupió al suelo y expresó cuanto le había “hinchado” los huevos que aquel bicho abriera la puerta como si de una pluma se tratase. Sara comenzó a reír y le ofreció al tipo sentarse junto a ella. Lo cierto es que la chica también estaba hasta los mismísimos de aquel día, pero ahora todos se dirigían a casa. Por primera vez en mucho tiempo, Sara Harper se dirigía a lo más parecido a un hogar que tendría en sus próximos días.
—Agarraos bien, chicos, os voy a llevar sanos y salvos a casa. Os lo habéis ganado —Naihara le dio las gracias a la piloto del ejército, Saray Avery Johnson.
—Por Dios, que me voy a tatuar tu nombre en el culo, Saray. Quien iba a decir que una simple piloto del ejercito seria la que nos salvaría siempre en todas las misiones.
El comentario, que de falso no tenía nada, sacó las sonrisas en los rostros de todos, algo que, aunque no lo dijeran, agradecieron profundamente. En los tiempos que corrían, sonreír era privilegio de muy pocos.
Mientras el helicóptero les llevaba al cuartel general de Casa Blanca, Sienna aprovechó para conocer un poco más a aquella persona por la que todos se habían jugado el pellejo. Sara, agradecida y consciente de lo que habían tenido que soportar por ayudarla, se sinceró con Sienna y el resto del equipo, contándoles algunas cosas de las que logró acordarse. Cuando hubo acabado, la “líder sexy”, como solía apodar Carlos Méndez a Sienna cada vez que salían juntos de misión, tuvo la amabilidad de resumirle detalladamente todo lo que la sujeto S-02 se había perdido en esos tres años de coma profundo.
Aunque le llevaría su tiempo contárselo todo con detalle, era algo que se podía permitir. Total, el viaje a la Casa Blanca iba a ser largo y aburrido, comparado con la aventura de Nueva York.

By Sam.G-Casado
Todos los derechos reservados.​
Lo suyo hubiera sido haceros un PDF o así, ya que se ha perdido el formato de texto origen y tal, pero buah. Si os interesa, lo pondré en un futuro de esa forma.
Para los asustados: todo esto son simplemente 15 hojas por delante y por detrás y de pequeño tamaño. No es DIN-A4. Se agradecen los comentarios, aunque en lo personal estoy bastante orgulloso de mi obra. Pero un buen escritor sabe que la crítica es necesaria, así que así sea.
¡Comentad y criticad hermanos!
 
Última edición:
Ummm, seré sincero, no lo he leído, creo que lo mejor sería que lo publicaras en sitios como Wattpad porque dudo que mucha gente se tome el tiempo de leerlo xD.
 
Ummm, seré sincero, no lo he leído, creo que lo mejor sería que lo publicaras en sitios como Wattpad porque dudo que mucha gente se tome el tiempo de leerlo xD.
Bah, tampoco creas que me martiriza. Lo he puesto como pasatiempo xD Realmente el que quiera que lo ojee, y el que no, pues lo entiendo. Que no todos tienen las mismas ganas de leer siempre jjajaa.
Y si, se que es largo ajajjajajaaja. Pero quizás si que debiera publicarlo en watt...
 
No es que vayas a ser un escritor profesional por publicarlo en Watt, mucha gente los publica ahí por diversión y ya, no para que llegue una editorial y los contrate, simplemente porque quieren; supongo que te gustará escribir por la longitud del post, así que lo mejor sería ponerlo ahí
 
No es que vayas a ser un escritor profesional por publicarlo en Watt, mucha gente los publica ahí por diversión y ya, no para que llegue una editorial y los contrate, simplemente porque quieren; supongo que te gustará escribir por la longitud del post, así que lo mejor sería ponerlo ahí
Si yo ya tengo una editorial que me llamó para hablar del tema. Que soy escritor y se manejarme ajjajaa. Esto lo puse por si había alguien que el gustara leer y para que opinaran. También estoy enterados de todos los concursos de editoriales donde te pagan un pastizal por se ganador ( 32000 pavos te daba la edt: el barco de vapor)

Pero tienes toda la razón tío. Creo que mis nuevas ideas para futuros libros las pondré allí tmb jajajaja. Eres un crack! gracias por la idea :D
 

CrystalPoke

Muertao
Buah, las historias de zombies me flipan mucho, pero como ahora estoy con ligeros dolores de cabeza no puedo concentrarme al máximo en la lectura, pero ya te digo, pronto o tarde lo leeré y te daré mi opinión :)
 
Buah, las historias de zombies me flipan mucho, pero como ahora estoy con ligeros dolores de cabeza no puedo concentrarme al máximo en la lectura, pero ya te digo, pronto o tarde lo leeré y te daré mi opinión :)
Gracias, espero ansioso tu opinión entonces. Creo que te puede chiflar lo mismo que a una chica que le dejé los 6 caps que tengo. Alomejor hay cosas que no entiendes a falta del prólogo y tal, que te explica como surge el Avirus-Z y toda la perca, pero bueno, confío en que los disfrutarás. :heart:
 
Estado
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