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[Relato de invierno] Chicago.

Estado
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Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Los que no supieran que Salvatore Estio era el mayor mafioso de Chicago eran tontos o nuevos en la ciudad. Se decía que cualquier asunto de cierta importancia debía tener su aprobación para salir adelante, y el alcance de su enorme red solo se podía comparar con lo discreto que era en sus operaciones: "Un ciudadano honrado cualquiera no debe pagar por mi torpeza", decía a menudo.
Sin embargo, a pesar de la efectividad de sus muchos subordinados, se ocupaba personalmente de los problemas que más le interesaban.
Ese día estaba haciendo eso. Envuelto en su abrigo hecho a medida, tiritaba en el cruce de dos vías de un gran parque. Los árboles que las flanqueaban estaban desnudos y cubiertos de nieve. Parecían las manos de gigantescos esqueletos que salían de sus tumbas para amenazar al cielo. Un cielo que estaba tapado por nubes, al igual que el suelo estaba cubierto de nieve.
Por fin llegó del otro lado del parque la persona a la que Estio esperaba. Era Leo Frost, un poeta bastante aclamado por la crítica y lo suficientemente leído como para poder vivir de una máquina de escribir marca Underwood y unos folios en blanco. Iba vestido con un gabán oscuro y un sombrero a juego.
Nada más llegar frente a Estio sacó su reloj de bolsillo y miró la hora.
- Disculpe. Le vi aquí y pensaba que llegaba tarde.
- No, señor Frost, soy yo el que ha venido pronto.
- Da igual. Según lo que tengo entendido, esta será la última conversación de mi vida. Espero que sea buena.
- ¿Sabe usted por qué es?
- Eso creo. Hace meses, mi amigo James, ebrio, me contó algo de un plan suyo. Después desapareció.
- Pues está usted en lo cierto.
Hubo una larga pausa.
- ¿Sabe? Yo pienso que para matar a un hombre hay que conocerle, mirarle a los ojos y tener entonces la valentía de apretar el gatillo. Confieso que nunca antes le había leído, pero ahora que lo he hecho, puedo decir que admiro su verso. Lamento no haber podido leerlo por gusto.
- Nunca me explicaré cómo la gente puede admirar los sentimientos de una persona cuya única particularidad es que los escribe... ¿No le resulta incómodo estar aquí de pie? Si quiere, le invito a un quiosco donde hacen un café excelente.
Estio accedió. Andaba con trabajo entre la nieve siguiendo a Frost.
- Odio el tiempo de esta ciudad, ¿sabe? Siempre está tan gris y triste... Creo que me deprime. Cuando voy a Italia en verano, me siento tan feliz como si tuviera cinco años, pero al volver a Chicago pierdo esa felicidad. Claro está, en Italia hace un tiempo como Dios manda: si hace sol, hace sol, y si tiene que llover, llueve bien.
- Quizá no tiene usted en Italia preocupaciones, y al volver aquí vuelve a preocuparse. Le aseguro que yo he sido feliz en Chicago.
Estio soltó una risa rápida.
- ¡Eso es lo que me gusta de usted! Es capaz de reflexionar hojas y hojas sobre detalles sin importancia.
- Sí, me fijo demasiado en cosas que no merecen la atención. Mire, hemos llegado.
El quiosco era bajo y tenía paredes de cristal. Por dentro parecía una cafetería como cualquier otra. Leo Frost entró y pidió un café con leche y uno solo. Se sentaron en una mesa de fuera. Una camarera les llevó los cafés y les cobró dólar y medio por ellos. Frost pagó por el de Estio. Se los bebieron en silencio, y no fue hasta que Frost hubo apurado la última gota de su café negro cuando reanudó la conversación.
- Dígame, si no es indiscrección, ¿qué regalará a sus hijos por Navidad?
- Al mayor un automóvil. Ya estoy harto de que se lo coja prestado a uno de mis hombres- rió como si se tratara de una broma.- A mi hija un vestido de noche, azul como el cielo de mi Italia. Y al pequeño un rifle de aire comprimido, a ver si ya aprende a disparar. ¿Y usted va a regalar algo?
- No creo. Como sabrá, soy viudo y mis hijos murieron en un accidente de coche.
Frost sacó su pipa del bolsillo y comenzó a llenarla.
- ¿Le importaría fumar un habano?
- ¡Claro que no!- Estio rió.
Así que Frost se sacó un habano del bolsillo y se lo dio al mafioso. Después, del mismo bolsillo sacó una caja de fósforos, de los cuales encendió uno. Con él encendió su pipa y el habano que le había dado a Estio. Empezaron a fumar, pero tras la segunda calada el italiano rompió el silencio:
- ¡Su habano sabe a rayos, Frost!
- Eso es porque usted está acostumbrado al mejor tabaco. No todos somos tan ricos.
Frost se calló y permaneció pensativo un rato.
- Yo tengo medios más que suficientes para huir a Europa, o a cualquier otro sitio, y usted no me encontraría jamás. Pero por razones que cada vez comprendo mejor acudí a su carta. Soy como cualquiera de esos árboles, pero no renaceré en primavera. Estoy desnudo, desolado, y nunca aportaré nada más al mundo, excepto algo de tétrica belleza. Y pronto se hartarán de ello.
- Es usted invierno, Frost.
- Y usted verano. Todas sus acciones dan frutos, pero es imposible que las mías los den.
- Discúlpeme, pero no puedo con su habano.
- No importa.
Estio se lo sacó de la boca, lo apagó contra el banco en el que estaban sentados y lo tiró al suelo nevado. Después miró su reloj de pulsera.
- Disculpe, se me hace tarde.
Y son previo aviso sacó del bolsillo de su abrigo un revólver con el que apuntó a Frost.
- No hace falta que me mate, Estio.
El mafioso se asombró: incluso así, ese hombre se mantenía sereno.
- ¿Por qué no?
- El accidente de coche en el que murieron mis hijos no fue tan accidental. Sé que usted quería matar al chófer y lo orquestó todo para que pareciese obra del azar. Si hubieran sobrevivido, quizá le habría perdonado. Pero usted los mató sin razón. Mi habano sí que sabía a rayos: estaba envenenado.
- ¡Qué! ¿Cómo se atreve a...?
- Como usted ha dicho- sonrió,- conociéndole, mirando sus ojos y teniendo la valentía para, con todo eso, darle el habano.
- ¡No puede hacer esto! ¡Tengo mujer! ¡Hijos! ¡Hombres que dependen de mí!
Estio había perdido el color. Su rostro y sus manos parecían la nieve que pisaba. Pero aún sujetaba el revólver.
- Yo también los tenía, y me los arrebató.
De pronto Estio dejó de temblar y empezó a reír a carcajadas.
- ¡Es increíble! Siempre me dijeron que habría alguien más fuerte que yo, ¡y nunca lo creí! ¡Quién diría que sería usted! Me apena que no se apellide Estio. En fin, hasta pronto.
- Hasta la vista.
- ¿No me desea una feliz Navidad?
- Honestamente, no creo que aguante hasta el veinticinco.
- Vamos, por favor, sea optimista.
Frost rió por primera vez.
- Se lo concedo. Feliz Navidad, don Estio.
Estio sonrió y delicadamente apretó el gatillo.
 

FEL!X

ᴛᴜ ᴀᴍɪɢᴏ ᴇʟ ᴇsᴘᴀᴅᴀᴄʜíɴ
Usuario de Oro
¡Muy buen relato Tyren! Muy buen final, me ha gustado como han ido interactuando ambos personajes. Me ha gustado como has elaborado el personaje de Frost. Has introducido ese toque personal tuyo que ahora no sabría plasmarlo bien con palabras con este poeta llamado Leo.
No sé si será porque voy con móvil o algo pero veo que no has usado margen entre los párrafos.

Un abrazo Tyren. Quiero recordarte que, el post principal de la competición aclara que se pueden exhibir hasta tres relatos, por lo que si quieres escribirnos algo mas como esto no te cortes ;). Bueno colega; ahora sí, un abrazo.
Pd: Ahora lo añado al recopilatorio
 
Última edición:

Karlsetin

Leyenda de WaH
O: mi puuuuta!! pedazo de relato $: me encantó españolote, sabes que hace mil que no me paso por wah, y hace mismas fechas que me he distanciado del orgasmo que me genera leerte... debería orgasmear más con tus escritos :'c tekaeme bro
 

Dockun

Veterano reencarnado
- rió como si se tratara de una broma.-
Este punto y esta coma van después de la raya. Por lo demás no hay ninguna errata digna de mención, buen trabajo ahí.

Vale, mi mayor problema con este relato son sin lugar a dudas tus diálogos (y el hecho de que la historia sea en su mayor parte un gran diálogo entre dos personajes no ayuda). Lo que dicen los personajes está bien pensado y el diálogo suena lo suficientemente natural y fluido pero carece por completo de emoción y dinamismo. Me explico: Tus personajes son básicamente loros que repiten las frases que han aprendido pero sin mostrar ningún signo de emoción o implicación en lo que están diciendo. Esto es porque prescindes casi totalmente de acotaciones en los diálogos.

En un medio escrito no cuentas con un actor para darle la entonación correcta a la frase y acompañarla de sentimiento, debes hacerlo tú mediante tus palabras. Para eso se usan las acotaciones en los diálogos. Tus personajes son muy estáticos, no tienen ningún tic, ni siquiera tiritan de frío mientras hablan. No se frotan las manos para entrar en calor, no les tiembla el labio cuando tienen miedo o están enfadados, nunca se les entrecorta la voz, etc. ¿Ves por dónde voy?

Por ejemplo, este diálogo:

- Yo tengo medios más que suficientes para huir a Europa, o a cualquier otro sitio, y usted no me encontraría jamás. Pero por razones que cada vez comprendo mejor acudí a su carta. Soy como cualquiera de esos árboles, pero no renaceré en primavera. Estoy desnudo, desolado, y nunca aportaré nada más al mundo, excepto algo de tétrica belleza. Y pronto se hartarán de ello.
- Es usted invierno, Frost.- Y usted verano. Todas sus acciones dan frutos, pero es imposible que las mías los den.
A mi juicio fluye mejor así:

–Yo tengo medios más que suficientes para huir a Europa, o a cualquier otro sitio, y usted no me encontraría jamás. –Le temblaba el labio inferior mientras hablaba con voz entrecortada–. Pero por razones que cada vez comprendo mejor acudí a su carta. Soy como cualquiera de esos árboles, pero no renaceré en primavera. –Un repentino escalofrío recorrí o su cuerpo. Se frotó las manos para entrar en calor–. Estoy desnudo, desolado, y nunca aportaré nada más al mundo, excepto algo de tétrica belleza. Y pronto se hartarán de ello.
–Es usted invierno, Frost –dijo el mafioso tras una meditada pausa.
– Y usted verano. –Y una media sonrisa desapareció de su rostro tan pronto como había aparecido–. Todas sus acciones dan frutos, pero es imposible que las mías los den.
Tú que comprendes mucho mejor a tus personajes seguramente podrías hacerlo mejor y dotarlos de mayor personalidad a través de pequeños gestos. Son detalles, pueden parecer pequeñas tonterías y en cierta forma lo son, pero ayudan mucho a dibujar a los personajes de forma elegante y sutil mientras se desarrolla el diálogo. Tal y como lo veo Frost debería de estar nervioso hasta casi el final y Estio muy confiado, pero no consigo esa impresión de ninguno de ellos leyéndolos.

Otro problema, menor pero notorio, es que veo todas las descripciones muy escuetas. No digo que debas extenderte mucho describiendo todo lo que rodea a los protagonistas pues yo mismo odio hacer eso. Lo que pasa es que en este caso concreto me cuesta mucho situar esta conversación en un escenario. Tampoco veo muy claro el cambio de escena. Por ejemplo: pasan de estar en el parque a estar sentados en el quiosco de forma muy brusca. Quizás deberías haber hecho un cambio de escena directamente en vez continuar la narración en la misma escena.

Por lo demás me ha gustado. La historia en sí está bien llevada y muy inteligente elección de nombres (aunque estío lleva acento, no sé si se lo quitaste al nombre a posta o fue un despiste).
 
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