maxcareno69
Segundo capone Capriccola
Me he motivado a iniciar una biblioteca con diferentes tipos de relatos cortos
Lo que me dio la idea de comenzar un hilo de este tipo fue la biblioteca de tyren, la cual me encanto.
Sin mas que decir, aquí están los relatos:
Lo que me dio la idea de comenzar un hilo de este tipo fue la biblioteca de tyren, la cual me encanto.
Sin mas que decir, aquí están los relatos:
Había imaginado de otro modo mi vida. Entonces,
claro esta, era solo un niño. Ahora noto, sin darme
cuenta de la jugada, que mi vida era...
La artillería pesada comienza a darnos los buenos
días. Anoche; pensábamos que sería la última de
nuestra existencia. Diríase que la guerra da muchas
vueltas, y el Frente del Este más todavía.
Hiela, más que otros tristes amaneceres. Estoy de
guardia junto a mi compañero de División y
sondeo el horizonte. Sinceramente, me siento un
poco decaído. Poco más o menos como después de
ver cerca la muerte...Son reflexiones que me asaltan
e invaden mi alma.
Vuelan por encima de nuestras cabezas los Katiusha,
luminosos y feroces, pero para nuestra fortuna son
muy poco precisos. Es un amanecer duro. Estamos
escondidos mi camarada y yo, a pie de orilla del río
Ishora, en un espeso bosque que ahora casi tienen
controlado los españoles. No hay nadie a la vista...
Amarro mi fusil y lo inspecciono. El caño está
rociado; paso por encima la mano, lo aprieto y
restregó la humedad con mis dedos. Como un
susurro entran en mis odios las canciones de los
soldados soviéticos, son unas alusiones a la mujer y
a la patria. Marchan en fila, acariciados por un ligero
viento y las oscuras sombras del bosque. El miedo
planea en mis ojos. Se me hielan las manos, y todo el
cuerpo; es el maldito frío de estas tierras. Pasan de
largo y mi piel parece disimular el terror de mi
sangre. Solo quiero salir corriendo de este maldito lugar y regresar junto
mi División.
Los días pasan. Ya solo hacemos alguna salida,
escaramuzas de poco voltaje. Los rojos ya retumban con su Operación Estrella Polar.
Nuestros cadáveres van hacinándose detrás de las
trincheras...
Todo lo pasado fue como un cuento infantil. El
amanecer del 10 de febrero vinieron con todo. El
fuego enemigo recupero todo su energía. Toda
nuestra posición es un infierno, sufrimos
demasiadas bajas. Cuando cesan de hablar sus
cañones de artillería, después de dos eternas horas,
pasan por encima nuestra sus aviones. Nuestras
caras no pueden estar más pálidas.
Miro al frente y se me hace un nudo en la garganta
cuando veo llegar por millares a su infantería.
Quisiera coger una ametralladora y aniquilarlos a
todos...Llevan sus uniformes impolutos, me atrevería
a decir que para muchos éste es su bautizo de fuego.
Su bautizo y su funeral. Por cada uno de nosotros
caen decenas de ellos. Malditos generales que no
respetan tan siquiera la vida de sus muchachos...
En un lugar de la trinchera me tropiezo con mi
antiguo camarada de patrulla. Ambos
acurrucados en nuestro pequeño refugio,
conteniendo nuestra respiración, y esperamos las
ordenes precisas del alto mando.
Tengo los ojos encendidos, las manos despedazadas,
los codos reventados, las rodillas me flaquean; pero
esto es la guerra, ver ocultarse la vida entre
trincheras, tragar comida bazofia, lanzar granadas,
disparar y matar...
claro esta, era solo un niño. Ahora noto, sin darme
cuenta de la jugada, que mi vida era...
La artillería pesada comienza a darnos los buenos
días. Anoche; pensábamos que sería la última de
nuestra existencia. Diríase que la guerra da muchas
vueltas, y el Frente del Este más todavía.
Hiela, más que otros tristes amaneceres. Estoy de
guardia junto a mi compañero de División y
sondeo el horizonte. Sinceramente, me siento un
poco decaído. Poco más o menos como después de
ver cerca la muerte...Son reflexiones que me asaltan
e invaden mi alma.
Vuelan por encima de nuestras cabezas los Katiusha,
luminosos y feroces, pero para nuestra fortuna son
muy poco precisos. Es un amanecer duro. Estamos
escondidos mi camarada y yo, a pie de orilla del río
Ishora, en un espeso bosque que ahora casi tienen
controlado los españoles. No hay nadie a la vista...
Amarro mi fusil y lo inspecciono. El caño está
rociado; paso por encima la mano, lo aprieto y
restregó la humedad con mis dedos. Como un
susurro entran en mis odios las canciones de los
soldados soviéticos, son unas alusiones a la mujer y
a la patria. Marchan en fila, acariciados por un ligero
viento y las oscuras sombras del bosque. El miedo
planea en mis ojos. Se me hielan las manos, y todo el
cuerpo; es el maldito frío de estas tierras. Pasan de
largo y mi piel parece disimular el terror de mi
sangre. Solo quiero salir corriendo de este maldito lugar y regresar junto
mi División.
Los días pasan. Ya solo hacemos alguna salida,
escaramuzas de poco voltaje. Los rojos ya retumban con su Operación Estrella Polar.
Nuestros cadáveres van hacinándose detrás de las
trincheras...
Todo lo pasado fue como un cuento infantil. El
amanecer del 10 de febrero vinieron con todo. El
fuego enemigo recupero todo su energía. Toda
nuestra posición es un infierno, sufrimos
demasiadas bajas. Cuando cesan de hablar sus
cañones de artillería, después de dos eternas horas,
pasan por encima nuestra sus aviones. Nuestras
caras no pueden estar más pálidas.
Miro al frente y se me hace un nudo en la garganta
cuando veo llegar por millares a su infantería.
Quisiera coger una ametralladora y aniquilarlos a
todos...Llevan sus uniformes impolutos, me atrevería
a decir que para muchos éste es su bautizo de fuego.
Su bautizo y su funeral. Por cada uno de nosotros
caen decenas de ellos. Malditos generales que no
respetan tan siquiera la vida de sus muchachos...
En un lugar de la trinchera me tropiezo con mi
antiguo camarada de patrulla. Ambos
acurrucados en nuestro pequeño refugio,
conteniendo nuestra respiración, y esperamos las
ordenes precisas del alto mando.
Tengo los ojos encendidos, las manos despedazadas,
los codos reventados, las rodillas me flaquean; pero
esto es la guerra, ver ocultarse la vida entre
trincheras, tragar comida bazofia, lanzar granadas,
disparar y matar...
Subo tendido, por la ladera. Me
quedo unos momentos quieto, sin hacer nada de
ruido, y observo como los británicos descienden hacia nosotros, sus distintivos están manchados por el furor del combate. Pero llegados a este punto de la guerra solo pueden
ser la élite de su ejercito.
Una vez asegurada mi posición, aspiro aire
lentamente y eso me tranquiliza un poco... Corro
como poseído por el Diablo hacia nuestro cobertizo, me resguardo y mi capitán me asiente con la cabeza, porque ellos desde la planta superior también habían
divisado las tropas británicas.
La tierra resuena. La casa cruje por todos sus cimientos, hemos recibido un brutal impacto de un proyectil antitanque. Siento sobre mis propios huesos los escombros. Me asomo sigilosamente por lo que
queda de una ventana y veo que ellos aun no hbian terminado su ataque. Aún con la cara pálida y
el culo prieto, apunto y abro fuego. El fuego es muy
intenso por ambos bandos. Decidimos salir de las
ruinas del edificio y hacerles frente desde el exterior.
Somos menos que ellos, mas inexpertos, pero tenemos más valor...
Algunos compañeros no pueden abandonar la casa y
son hechos pedazos por el impacto de una granada.
Veo a mi capitán, corre hacia una alambrada
que protege el arroyo. El fuego aumenta, pero el
valor del capitán se contagia. Todos los que
permanecemos con vida acometemos la retirada
hacia el arroyo.
Hemos agotado nuestras mentes y nuestras fuerzas, disparando a discreción. Milagrosamente todavía seguimos vivos y aunque el aire sea irrespirable intento continuar, pero se escucha un sonido en el viento y al darme cuenta, un proyectil me ha perforado el estomago. Permanezco estático, ahora sé que la guerra para mí ya termino. El miedo a la muerte planea sobre mi cabeza.
Somos hechos cautivos once compañeros y yo, siete
estamos heridos. Lamentablemente hemos perdido a
cinco hombres. Unos días después nos enteramos
que ellos han decidido que hacer con con nosotros, aunque ya había previsto mi final, no esperaba que fuera de esta manera. Vivir para matar, matar para vivir, en la guerra cada día es lo mismo.
quedo unos momentos quieto, sin hacer nada de
ruido, y observo como los británicos descienden hacia nosotros, sus distintivos están manchados por el furor del combate. Pero llegados a este punto de la guerra solo pueden
ser la élite de su ejercito.
Una vez asegurada mi posición, aspiro aire
lentamente y eso me tranquiliza un poco... Corro
como poseído por el Diablo hacia nuestro cobertizo, me resguardo y mi capitán me asiente con la cabeza, porque ellos desde la planta superior también habían
divisado las tropas británicas.
La tierra resuena. La casa cruje por todos sus cimientos, hemos recibido un brutal impacto de un proyectil antitanque. Siento sobre mis propios huesos los escombros. Me asomo sigilosamente por lo que
queda de una ventana y veo que ellos aun no hbian terminado su ataque. Aún con la cara pálida y
el culo prieto, apunto y abro fuego. El fuego es muy
intenso por ambos bandos. Decidimos salir de las
ruinas del edificio y hacerles frente desde el exterior.
Somos menos que ellos, mas inexpertos, pero tenemos más valor...
Algunos compañeros no pueden abandonar la casa y
son hechos pedazos por el impacto de una granada.
Veo a mi capitán, corre hacia una alambrada
que protege el arroyo. El fuego aumenta, pero el
valor del capitán se contagia. Todos los que
permanecemos con vida acometemos la retirada
hacia el arroyo.
Hemos agotado nuestras mentes y nuestras fuerzas, disparando a discreción. Milagrosamente todavía seguimos vivos y aunque el aire sea irrespirable intento continuar, pero se escucha un sonido en el viento y al darme cuenta, un proyectil me ha perforado el estomago. Permanezco estático, ahora sé que la guerra para mí ya termino. El miedo a la muerte planea sobre mi cabeza.
Somos hechos cautivos once compañeros y yo, siete
estamos heridos. Lamentablemente hemos perdido a
cinco hombres. Unos días después nos enteramos
que ellos han decidido que hacer con con nosotros, aunque ya había previsto mi final, no esperaba que fuera de esta manera. Vivir para matar, matar para vivir, en la guerra cada día es lo mismo.
Última edición: