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La Biblioteca Olvidada

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
El invierno se arremolinaba, claro y frío, tras la ventana de la casa del cura. Él mecía a su sobrino, una y otra vez, como si el tiempo no pasara. El bebé lloraba de forma tenue.
Y no recuerdo mucho más, pero sé que pasó en silencio.

Una joven con un manto cosido de lumbre y pobreza llegó al umbral helado del cura y llamó despacio. El cura dejó al bebé, se levantó y abrió. El bebé cerró los ojos y se abandonó al frío. Su tío miraba a la joven en la puerta. Junto con ella, una ráfaga de viento empujó un millar de pequeñas plumas dentro de casa.

Y no puedo recordar mucho más, pero sé que fue en silencio.

La chica vio que el cura no tenía lumbre. Vio que vivía solo. No vio su cara, porque la conocía ya demasiado bien. El cura estaba nervioso y la intentaba echar, pero ya era tarde, porque la joven había entrado con la misma fuerza que las plumas negras como el pecado que asomaban bajo los quicios de las puertas. Le hizo una pregunta callada al hombre. El hombre no respondió pero se quedó delante de la puerta que tenía detrás la escarchada cuna del niño.

Y ya no sé nada más, menos que la joven gritó y se fue el silencio. El cura sintió que el ruido penetraba su cráneo. Y el niño olió el manto de lumbre de su madre, despertó, echó a llorar. La madre miró con odio al tío que era el padre del bebé, y le apartó, y ya estaba dentro de la habitación envolviendo a su hijo en sus alas de pobreza y hogar. Él corrió a matarles. Ella abrió la boca, y todas las ventanas y puertas de la casa se abrieron y por ellas entró el rugido de la ventisca. Y le maldijo con ira antigua y terrible.

Horas más tarde, cuando entraron en la casa del cura abierta de par en par, solo encontraron una miríada de cuervos de ojos blancos, que les miraron sin moverse.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Me despierto muy temprano, cuando brillo del día apenas se asoma por la ventana y acaricia las paredes de piedra y roble de la cabaña. Es un día para salir al bosque, me digo. Es algo que sé. Siento la caricia delicada, pero es difusa. Un escalofrío hace que abrace más el edredón y el cuerpo que hay junto a mí. Puedo oír los gritos del viento, el pequeño martillo de la lluvia golpeando una y otra vez contra la ventana y el tejado. Hace un día malo. Hace un día de salir al bosque. Le hago caricias a mi compañera hasta que despierta. "Es pronto", dice su arrullo somnoliento. "Lo sé", respondo. Y me levanto y voy a la pequeña cocina, donde preparo puches de anís y un café bien cargado con miel. Un trueno hace temblar las tablas de las paredes. Tras un rato ella viene a desayunar y le digo: "Hoy salimos al bosque." "Hace un mal día", se queja. "Sí. Un mal día perfecto."
Tras el desayuno en silencio nos ponemos las botas, abrigos, pantalones y cortavientos. Nos damos un corto beso y ella abre la puerta. El viento entra con una risa sincera y fría, y la lluvia nos da la bienvenida al bosque deslizándose por nuestras mejillas como resina fresca. Y salimos. Y nos pasamos la mañana saltando y bailando entre truenos y viento como dos guerreras, porque es un día de salir al bosque.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Lo ve todo en sus ojos.


Cuando la despidieron de su trabajo mediocre, ella decidió que ya estaba harta. Durante los meses siguientes cerró sus cuentas de banco y perfiles de internet. Hizo todo lo posible para conseguir trabajo lejos. Tuvo una enorme suerte cuando la contrataron en una empresa de la capital de un país donde nunca había estado. Alquiló rápido un piso diminuto y compró un billete de avión, solo ida. Fue solo con una mochila con todo su dinero, el par de pastillas y la identificación estrictamente necesarias y la ropa puesta.

Al llegar a la ciudad no fue directamente al piso. Fue al centro. Llovía, no una lluvia que limpiara, sino una que arrastraba toda la pobredumbre de la ciudad, la mezclaba, la removía y la incrustaba más en los edificios y las pieles. Compró ropa y salió de la tienda ya con ella puesta. Fue a otra tienda a comprar una chaqueta de cuero. Cuando el dependiente le dijo que era para hombres ella le sacó el dedo, dejó el dinero en el mostrador y se fue. Después entró a una peluquería donde, mucho más colaborativas, cortaron más de tres cuartas partes de la longitud de su pelo y tiñeron el restante de negro. Por último compró alcohol etílico.

Ahora sí era hora de ir al apartamento. Se presentó brevemente con la casera, una mujer agradable entrada en años y carnes. No tuvo problema en darle también la llave de la azotea junto con la de la puerta. Tras una breve inspección de ese piso enano subió a la azotea.

Encender un fuego fue difícil entre la lluvia a pesar del alcohol que usó, y apenas le bastó para quemar la ropa que había traído puesta desde ese sitio que ya no era su casa. Ya había anochecido. En otro tiempo la noche y la lluvia la habrían impulsado a quedarse en casa. Pero decidió ver qué decían la noche, la lluvia y la ciudad con sus sonrisas burlonas.

Anduvo un par de calles hasta encontrar un bar abierto. Rock y luz se filtraban entre sus ventanas y la lluvia. La puerta se abrió y salió un hombre. Le resultaba familiar. Sus ojos se encontraron.


Lo ve todo en sus ojos, todo lo que la ha llevado hasta aquí. Se queda paralizada. Él se acerca y la agarra fuerte del brazo.

– Yo a ti te conozco.

También ve en sus ojos todos esos años de dolor y miedo. De no ser nada. De él aislándola, golpeándola. Pero eso está en sus ojos, no en los de ella.

– Yo a ti también te conozco.

Desea destrozar esos ojos, pero un puñetazo no basta. Por eso le rompe la nariz. Él grita y se lleva la mano a la cara, soltándola. Ruge de rabia y alza el otro puño. Ella le da un rodillazo en los huevos y esta vez, encorvado y clueco, él se va miserablemente. Sacude la muñeca, sí que la ha agarrado fuerte. Se gira y entra al bar. El ambiente está cargado. Es agradable después de las calles húmedas y la lluvia fría. Se sienta a la barra y pide una cerveza.

– Yo te la pago– dice una chica pelirroja. Le suena haberla visto antes por las ventanas del bar–. Gracias por eso– se acerca–. Ese tío es un malnacido.

Le dan la jarra.

– No lo sabes bien– responde ella y da un sorbo–. ¿Quieres que te acompañe a casa?

– No, gracias– sonríe la joven–. Ya estoy bien.


Por primera vez en su vida se despierta con resaca, un piercing nuevo y esa chica a la que ha conocido la noche anterior a su lado, en ropa interior. Se levanta, con cuidado de no despertarla, se estira y mira la hora. Después mira por la ventana.

– Joder– murmura–. Aquí siempre llueve.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Viajé a Nueva York por primera vez cuando tenía quince años. Mis padres tenían que arreglar asuntos de una herencia con mis tíos, que regentaban un excelente restaurante en el barrio chino que era una excelente tapadera. Aún tenía dificultades con el idioma. Se me hacía complicado asumir que cada palabra tuviera un significado y solo uno siempre, en vez de pensar como había hecho hasta entonces que le daban sentido y valor las demás palabras que la rodearan. En cambio la escritura era simple y casi carente de belleza.

No pude dormir en las diez horas de vuelo. Llegamos a la ciudad por la mañana, y apenas me enteré de que tras un trayecto en taxi llegamos a la casa de mis tíos, y me dormí casi al instante en el cuarto de invitados. Me despertó mi madre unas horas más tarde y comí algo. Tampoco tenía mucha hambre. Después me puse a ver televisión. Los actores hablaban muy rápido y apenas les entendía.

Un rato más tarde me llamó mi tía y bajamos al restaurante. Había que cenar pronto, antes de que el restaurante abriera. La cena era excelente, sopa suave y empanadillas al vapor justo en su punto. Mis padres no hablaban. Mis tíos me preguntaban cosas en cantonés y yo les respondía con dificultad. De los estudios, de sus viejos amigos, de las chicas. "Es bueno que hables cantonés", decía mi tía. "Se está perdiendo. Muchos de los que llegan aquí desde Hong Kong ya solo hablan mandarín." Yo respondí que así me habían educado, pero me callé que con mis amigos y casi siempre con mis padres solo hablábamos mandarín. Mi cantonés servía únicamente para aprobar exámenes.

Finalmente tras la cena mis tíos me pidieron que saliera. Iban a hablar de asuntos importantes. Incliné la cabeza y me fui con impotencia, con el pequeño deseo de que a mis padres no les pasara nada. En vez de subir al piso salí a la calle. La luz naranja iluminaba una calle llena de gente, coches y sonidos. Me llegaba el olor del cerdo friéndose, de especias de Sichuan y curry de las provincias del oeste. A mi lado había un puesto donde un hombre muy moreno hacía y vendía perritos calientes. Cruzó la esquina una banda de negros de Harlem, que desfilaron por la calle echando y recibiendo miradas de desconfianza. Un hombre que estaba ocupado leyendo unos papeles mientras caminaba se chocó contra mí y casi caí al suelo. "Duì bu qī", se disculpó y se alejó antes de que pudiera responder nada. Todo el mundo vivía, trabajaba, caminaba de un sitio a otro, toda una calle llena de gente, toda una ciudad llena de calles. Y ninguno sabía de mi existencia, y no le importaba a ninguno de ellos. Me sentí pequeño, muy pequeño.
 

Aguiar

Colega de los colegas
Miembro del equipo
Administrador
Hacía mucho que no pasaba por aquí. Se echaba de menos leer textos interesantes en el foro.
En primer lugar, me he tomado la molestia y osadía de corregir un texto que está muy bien escrito en pos de mejorarlo más, si cabe. En ocasiones, son apuntes tipográficos o de estilo, puesto que apenas hay errores ortográficos o gramaticales.

Viajé a Nueva York 1 por primera vez cuando tenía quince años. Mis padres tenían que arreglar 2 asuntos de una herencia con mis tíos, que regentaban un excelente restaurante en el barrio chino 3 que era una excelente tapadera. Aún tenía dificultades con el idioma4 . Se me hacía complicado asumir que cada palabra tuviera un significado y solo un5 o siempre, en vez de pensar 6 como había hecho hasta entonces que le daban sentido y valor las demás palabras que la rodearan. En cambio la escritura era simple y casi carente de belleza.

1 Los circunstanciales se adecuan mejor a la oración si se encuentran al principio o al final, en lugar de en el medio de ella. Esto implica un cambio en la estructura de la oración: Cuando tenía quince años viajé a Nueva York por primera vez. Por primera vez, viajé a Nueva York cuando tenía quince años.
2 Asuntos queda muy en el aire al no precederle un determinante que nos demuestre la relevancia. Unos asuntos, algunos asuntos, ciertos asuntos, los asuntos, etc. Explican al lector si esos asuntos son graves y de mayor importancia o si son banales.
3 Has repetido "que" como pronombre relativo en dos ocasiones muy próximas, en la misma oración, que podría solucionarse con un "el cual". Otra alternativa sería sustituir el "que" anterior, que acompaña a tíos, y sustituirlo por "quienes regentan" para que ese "que" encaje.
4 En lugar de separar las oraciones con un ".", prueba el ":" añadiendo un motivo adicional sobre el por qué tenía dificultades lingüísticas.
5 ,siempre, entre comas para que no pierda unidad sintáctica la oración.
6 Esta es la única oración con la que tengo problema pues lo marcado no me hace un sentido. Creo que el error es haber puesto una "," antes de "en vez" lo que te confundió e hizo no poner una coma necesaria después o un cambio de ese "que".


No pude dormir en las diez horas de vuelo. Llegamos a la ciudad por la mañana7 , y apenas me enteré de qu7 e tras un trayecto en tax7 i llegamos a la casa de mis tíos8 , y me dormí casi al instante en el cuarto de invitados. Me despertó mi madre unas horas más tarde y comí algo9 . Tampoco tenía mucha hambre. Después me puse a ver televisión. Los actores hablaban muy rápido y apenas les entendía.

7 la primera "," señalada debería de preceder a "tras un trayecto en taxi" y posteriormente cerrar con otra ",".
8 Sería mejor, en lugar de "," un "." (y seguido).
9 En lugar de ".", ";" para no interrumpir en dos oraciones una estructura que puede formar una poco compleja.

Puliendo estos errores de los primeros párrafos (algunos se repiten en los siguientes) mejorará el estilo de tu texto. Me gustaría seguir corrigiendo pero tardaría demasiado, lo siento. Casi ni me ha dejado tiempo para acabar de comentar.

Lo que me ha parecido más fascinante es cómo logras ambientarme no sólo en el lugar en el que se desarrolla la acción, sino que has sido capaz de recordarme con descripciones muy sencillas el ambiente en el que nos movemos (diferencias en la escritura, los platos típicos, etc.). Estoy seguro de que ha sido un gran ejercicio creativo y que ha sido de mucha utilidad. Me ha gustado pese a que no haya trama a la que ceñirse como en un microrrelato, por ejemplo.
 

Dockun

Veterano reencarnado
Voy a comentar sólo el último relato. Vamos por partes:

Viajé a Nueva York por primera vez cuando tenía quince años. Mis padres tenían que arreglar asuntos de una herencia con mis tíos, que regentaban un excelente restaurante en el barrio chino que era una excelente tapadera.
Mal forma de abrir el relato. Los principios son muy importantes, por regla general son los primeros párrafos los que van a decidir si el lector sigue la historia hasta el final o se pone Netflix y a tu relato que le den. Hay muchas formas de llamar la atención del lector desde el principio, pero lo que yo quiero destacarte es cuál es la mejor forma de perderla: empezando con una explicación narrada de las circunstancias de tu protagonista. Anda, mira. Justo lo que has hecho tú aquí. No veo ningún gancho aquí, la verdad. Si no tuviera la intención de proporcionarte feedback seguramente habría dejado de leer tan pronto como en el primer párrafo. Y en particular me molesta mucho esa segunda frase. Tienes dos aclaraciones introducidas ambas por un que. Fluye fatal, es hasta engorroso de leer. Prueba a leerlo en voz alta y creo que lo verás mucho más claro. De hecho, te recomiendo en general leer en voz alta varias veces todo lo que escribes.

Aún tenía dificultades con el idioma. Se me hacía complicado asumir que cada palabra tuviera un significado y solo uno siempre, en vez de pensar como había hecho hasta entonces que le daban sentido y valor las demás palabras que la rodearan. En cambio la escritura era simple y casi carente de belleza.
Puro telling. Esto va a ser un problema recurrente. Lo que carece de belleza aquí es tu prosa, me temo. No veo imaginación en la forma en la que intentas transmitir tu historia. Me lo cuentas todo tal y como es de la forma más simple imaginable. De hecho, a mi esto me suena a una sobresimplificación de como se sentiría un joven chino en Nueva York por primera vez. En vez de describirme como se siente de verdad este personaje en particular, parece que quieres resumirlo todo en una mención anécdotica sobre las diferencias del inglés respecto a su lengua materna.

No pude dormir en las diez horas de vuelo. Llegamos a la ciudad por la mañana, y apenas me enteré de que tras un trayecto en taxi llegamos a la casa de mis tíos, y me dormí casi al instante en el cuarto de invitados. Me despertó mi madre unas horas más tarde y comí algo. Tampoco tenía mucha hambre. Después me puse a ver televisión. Los actores hablaban muy rápido y apenas les entendía.
Más telling. Debería acalarar que el problema no es que tu estilo me parezca aburrido o feo, eso sería una preferencia personal mía. No estaría haciendo una crítica bienintencionada si quisiera forzar mis preferencias estéticas sobre tu prosa. No, el problema aquí es que no creo que tengas un estilo definido. Eso no es algo premeditado, es torpeza. Creo que tu escritura es muy torpe. Por ejemplo, piensa en lo que me estás diciendo realmente en las dos primeras oraciones de aquí. Me estás hablando de como el protagonista experimento el viaje. Bien, pero estoy seguro que sentía muchísimas cosas a parte de cansancio. De hecho, estoy seguro que fue debido a esos sentimientos que no pudo dormir. Hablame de eso. Intenta conectar la primera oración con la segunda de forma imaginativa, hacer una transición más fluida del avión al taxi. Puede ser algo tan simple como mencionar como casi ni se dio cuenta de cuándo se había bajado del avión y subido al taxi. Que estaba tan adormecido que le costó entender la diferencia entre el cielo y la ciudad borrosa desde la ventana del taxi. ¿Y cómo le hace sentir todo esto? Tienes que darle algo más de vidilla a tu prosa en general.

Un rato más tarde me llamó mi tía y bajamos al restaurante. Había que cenar pronto, antes de que el restaurante abriera. La cena era excelente, sopa suave y empanadillas al vapor justo en su punto. Mis padres no hablaban. Mis tíos me preguntaban cosas en cantonés y yo les respondía con dificultad. De los estudios, de sus viejos amigos, de las chicas. "Es bueno que hables cantonés", decía mi tía. "Se está perdiendo. Muchos de los que llegan aquí desde Hong Kong ya solo hablan mandarín." Yo respondí que así me habían educado, pero me callé que con mis amigos y casi siempre con mis padres solo hablábamos mandarín. Mi cantonés servía únicamente para aprobar exámenes.
Más telling. ¿Es relevante saber qué cenaron? Con todo, con los padres callados, los tíos haciendo preguntas triviales y el protagonista respondiéndo incómodo, este es perimer párrafo que me transmite algo de sentimiento.

Finalmente tras la cena mis tíos me pidieron que saliera. Iban a hablar de asuntos importantes. Incliné la cabeza y me fui con impotencia, con el pequeño deseo de que a mis padres no les pasara nada. En vez de subir al piso salí a la calle. La luz naranja iluminaba una calle llena de gente, coches y sonidos.
Telling, pero me gusta que intentes construír algo de atmósfera y un tono más definido. Sólo que deberías haber empezado bastante antes en el relato. De nuevo, teniendo en cuenta el tipo de historia que es y el hecho de que encima está en primera persona, no alcanzó a entender por qué no dedicas ni una palabra a los sentimientos y pensamientos más profundos del protagonista.

Me llegaba el olor del cerdo friéndose, de especias de Sichuan y curry de las provincias del oeste. A mi lado había un puesto donde un hombre muy moreno hacía y vendía perritos calientes. Cruzó la esquina una banda de negros de Harlem, que desfilaron por la calle echando y recibiendo miradas de desconfianza. Un hombre que estaba ocupado leyendo unos papeles mientras caminaba se chocó contra mí y casi caí al suelo. "Duì bu qī", se disculpó y se alejó antes de que pudiera responder nada.
De nuevo, buen intento de construír una atmosfera, aunque me resulta bastante sosa. Es una descripción super genérica de lo que cualquiera esperaria de ese tipo de barrios de Nueva York. Casi me atrevería a decir que la has escrito con alguna imagen concreta de alguna película en tu cabeza o algo. El problema es que, sobre todo dada su situación, seguramente a ojos de tu protagonista la ciudad no sea tal y como parece en una foto. Y, por cierto, abusas demasiado para mi gusto de las aclaraciones introducidas con que. Sólo en este fragmento tienes la banda de negros de Harlem que desfilaron por la calle y el hombre que estaba ocupado leyendo unos papeles. Estructuralmente tu prosa me parece repetitiva. Como te decía antes, le falta imaginación. Lee en voz alta y busca formas de reestructurar tus oraciones para que sean más entretenidas de leer. Ya sólo eso creo que iba a hacer maravillas mejorando tu prosa.

Todo el mundo vivía, trabajaba, caminaba de un sitio a otro, toda una calle llena de gente, toda una ciudad llena de calles. Y ninguno sabía de mi existencia, y no le importaba a ninguno de ellos. Me sentí pequeño, muy pequeño.
Este cierre tendría mucho más impacto si me hubieras hecho partícipe de los sentimientos del protagonista en algún punto durante el resto del relato.

Tampoco me entiendas mal, no me hubiera gustado que me hubieras dicho específicamente como se sentía en cada momento de la misma forma que me has dicho prácticamente todo lo demás. El fragmento de la cena que te señale antes es un buen punto de partida para hacerlo bien. Ahí veo puede sentir incomodidad del protagonista, como se siente como un extraño con la que en teoría es su familia. Porque me describes como omite información, como responde con dificultad, como sus padres callan y puedo inferir fácilmente que se está forzando a mantener esa conversación. No es ni remotamente suficiente. Necesitaría que me dieras más cosas. Gestos, miradas. Una idea desagradable aflorando en su cabecita por un momento. A lo mejor sus tíos tocan un punto especialmente sensible. Por ejemplo, a lo mejor le hablan de chicas y él recuerda vagamente a una chica de la que se despidió en malos términos al marcharse de Hong Kong, o yo qué sé. A lo mejor durante un momento se queda mirando el cubierto en su mano. Se le revuelve el estómago, y tiene que excusarse para ir corriendo al baño. Esto es solo un ejemplo así improvisado, pero el caso es que necesitas darme algo a lo que agarrarme como lector. La caracterización de tu protagonista es inexistente, así en general. Y, de nuevo, que esto es una narración en primera persona. Diría que es importante que pueda empatizar con tu protagonista a un nivel relativamente profundo.

Y al final del día lo que más me ha llamado la atención para mal de tu relato es que es puro telling. No me muestras nada, no veo una intención en tu prosa, y desde luego no puedo escuchar para nada tu voz como escritora. Me temo que me ha parecido un relato bastante vago. Una simple narración sobre tu personaje viendo Nueva York por primera vez, estructurada de la forma más simple imaginable. Si me dijeras que no pudiste ahondar más porque querías ajustar a un límite de palabras, yo te contestaría que la solución a eso habría sido centrarte en hacer una única escena más densa, quizás la del protagonista viendo la ciudad a pie de calle por primera vez desde la puerta del restaurante, en vez soltarme todo lo del avión, que si el taxi o que si la cena. Al final también es tu trabajo como escritora saber trabajar con las limitaciones del formato en el que estes escribiendo.

Y eso es todo. Si te soy complemetamente sincero no me ha gustado la lectura. Creo que las dos cosas en las que debes trabajar sobre todo son: 1) mejorar tu prosa para que fluya mejor y 2) buscar tu propia voz y conseguir escribir algo que sea entretenido de leer por sí mismo y transmita sentimientos e imágenes de forma vívida, no sólo información factual sobre cosas que han pasado en la narración.
 
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Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Un poco de contexto: Anna Ajmátova fue una poeta rusa de finales del siglo XIX y buena parte del XX. Vivió la Primera Guerra Mundial, la Revolución, la guerra civil rusa, la represión estalinista y la Segunda Guerra Mundial. En 1946 el Partido la expulsó de su piso junto al canal de Fontanka, donde había vivido desde los años 20 con el que fue su marido. Este poema ilustra ese momento. También es el primero que escribo en más de dos años, y se nota.

No, no podía ser así.
Solo cerrar la puerta e irte,
tras toda una vida aquí...
La rabia, como un viejo quiste

Se hinchaba detrás de tus ojos.
Con dolor de tus manos viejas
soltaste la maleta. (¡Vámonos!,
te decían desde la puerta.)

Entraste de nuevo a la casa.
Afloraron muchos recuerdos
de quienes otrora aquí estaban.
Y pensaste: "Cuántos han muerto..."

Recordaste a Tsvietáieva,
muerta en uno de los dos ocasos.
Contemplaste a Petersburgo
Degradada a Leningrado.

Donde estuvo el salón lloraste
Con lágrimas sordas y finas.
Y entre ellas te encontraste
Sola como solo tú misma.

Fuiste al baño, y allí el espejo
vio tu rostro de bruja y dama.
Tú viste con ojos perplejos
La corona que allí brillaba.

Estaba tejida con versos
tristes, afilados y suaves.
Y supiste como algo cierto
que de la joya eras la madre.

Y sonreíste. Todo el mundo
Se hizo más pequeño a tu lado.
Contra los soviets, siempre fuiste
La zarina de Leningrado.

Por fin en paz fuiste a la puerta.
(Ahí alguien te ofreció ayuda.
Negaste.) "Habrá tiempos mejores",
susurraste, llena de dudas.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Un relato que escribí en mi actual taller de escritura con un ejercicio de prompts.

Como cada dos semanas comenzó a notar el dolor del quiste en el costado. Suspiró y perdió los preciosos minutos de redactar y archivar tres documentos para concertar una cita con la dermatóloga que se lo extirparía metódica y dolorosamente. Al alzar la cabeza para colgar el teléfono vio a esa mujer que se sentaba frente a él. Le comenzó a doler un viejo quiste, pero ese solo estaba dentro de su cabeza. No podía dejarse distraer o reduciría su ratio firmas/segundo. Pero sus pensamientos volvían una y otra vez al lóbulo de su oreja izquierda, ligeramente hinchado, irritantemente femenino y provocativo.

Ese día hizo 0,15 documentos/hora menos de los que le gustaría. Al acabar miró un cheque que ella había firmado. Detenidamente. Le dijo que tenían que hablar esa noche, y la razón (falsa) la alteró visiblemente.

Durante el mes siguiente ella siguió firmando la hoja de asistencia, hasta que un día dejó de venir. Los superiores se alarmaron y buscaron en vano. Solo ese trabajador anónimo sabía que llevaba un mes sin asistir, desde aquella noche que hablaron en un embarcadero del cheque extraviado. Por supuesto, no lo diría. Había sido un pequeño precio que pagar por acabar con su peor quiste. Quizá si le decía algo a su superior sería sobre los impuestos evadidos. Así acabarían sus molestias y podría firmar de manera más eficiente que nunca. Sonrió.
 
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