Érase una vez una humilde pareja que vivía en una pequeña casa, en
Asuán, Egipto. Sus condiciones de vida no eran buenas, ya que su
vivienda a menudo tenía goteras por donde se colaba la lluvia, agujeros
por los que se colaba el frío, e incluso, en una ocasi6ón, un pequeño
derrumbamiento.
No obstante, las ganancias del marido, aún siendo escasas, eran
suficientes para abastecerles. Ademas, el marido y la mujer se amaban,
por lo que la falta de ingresos no importaba; tenían la felicidad.
Un día, la mujer dió a luz a tres gemelos idénticos, a los que llamó
Habib, Mamulian y Sulimán. Sin embargo, Habib era ciego, Mamulian
sordo y Sulimán mudo.
El enfado de su padre fue tal que quiso abandonar a sus hijos, ya que,
ademas de no poder abastecer a una familia de cinco miembros con su
reducido sueldo, no podía soportar que sus tres hijos fuesen
discapacitados. Pero claro, su mujer no se lo permitió, y por ello solían
tener frecuentes discusiones:
—iNo te permitiré que abandones a nuestros hijos! iTus hijos! - solía decir
la madre.
—Y de dónde saco el dinero? Y aunque lo tuviese, iNo lo gastaría en
alimentar a tres engendros que jamas podrán trabajar!
Pero, naturalmente, al final la mujer convenció a su marido y juntos
sacaron adelante a tres apuestos hombres, prácticamente idénticos pero,
al mismo tiempo, muy fáciles de diferenciar por sus discapacidades. No
obstante, su característica mas notable, mas aún incluso que sus
discapacidades, eran sus incuestionables dones; Habib destacó
enormemente en la Política, Mamulian en la Ciencia y Sulimán en la
Literatura.
El padre enfermó de envidia al ver a sus hijos superarle en la Vida, y fue a
ver a un mago, ya que quería que nunca hubiesen nacido. El mago le dijo
que podía introducirle en una ucronía en la que Sus hijos nunca hubieran
existido, pero el marido, al ver que era tan fácil, quiso llegar mas lejos;
—Muy amable, pero ya he perdido veinte largos años con mis hijos, ¿no
podría usted hacer que en dicha ucronía yo tenga la edad en la que mi
mujer parió a mis hijos? - pidió el marido, serio.
—Naturalmente - respondió el mago - pero debo advertirle que, sea como
sea su cambio en el mundo, puede que ocurran cosas que usted nunca
hubiera deseado.
Pero claro, el marido no hizo caso, y siguió adelante. De repente, se
hallaba flotando en el vacío, un Segundo antes de aparecer en frente de su
casa, donde estaba en el último minuto antes de ver siquiera a sus hijos.
Entró en casa, y vio a su mujer... iembarazada!. Maldita sea, el conjuro no
había funcionado bien... ¿o tal vez sí? Si, había funcionado; cuando su
mujer rompió aguas, algo salió mal en el parto y esta murió. Sus hijos no
habían nacido, pero su mujer estaba muerta. Ahora, lo único que el viudo
podía hacer era esperar su muerte, solo, sin nadie a quien amar, ni
siquiera a nadie a quien odiar.