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[Historia] Hijos del bosque, hijos del viento [finalizado]

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Respuesta: [Historia] Hijos del bosque, hijos del viento



Asi me siento cada que acabo de leer un capitulo nuevo XD.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Respuesta: [Historia] Hijos del bosque, hijos del viento

Son en momentos como este cuando agradezco el ser Gmod: no tengo que ir mendigando a nadie que me abra los temas. xD En fin, tres meses y medio... Se que ha sido mucho, pero si creíais que esto había muerto, es que aún sois demasiado ingenuos o no tenéis fe en mi constancia. Juro sobre el asentamiento milenario de mi familia, la Roca Casterly, que esta historia la acabo.

10. La Garra​

Fellek se encontró de nuevo caminando junto a un pequeño pero rápido río en un valle. Se dio un momento para reflexionar sobre lo que acababa de ocurrir. La inesperada revelación le golpeó con tanta fuerza que creyó que las heridas de su último combate volvían a doler. Apenas pudo volver a hablar coherentemente imploró al Selan que dejara a sus compañeros vivir: sin ellos, nunca habría llegado hasta allí. El Selan asintió. Después le ofreció que él y algunos de sus hermanos llevaran al grupo a la vieja Tirs. Cuando Fellek tradujo la propuesta los cinco hijos del bosque se revolvieron visiblemente. Cuando se calmaron, Dyogun explicó:
- Somos hijos del bosque, no del viento. No es bueno que volemos.
Fellek lo tradujo, y el Selan le miró a los ojos. El color de atardecer hizo que el alma de Fellek se calmara, limpiándola de toda emoción excepto una profunda paz.
“De acuerdo, rey Fellek de la casa Hyulaera. Nos veremos en Tirs.”
- No sé dónde está Tirs- había respondido Fellek, las dudas volviendo a invadir su alma.
Pero la mirada de Íesin le volvió a calmar. El primer hijo murmuró unas palabras en una lengua más antigua que la que hablaba Fellek. Era la esencia del susurro del viento.
“Ahora sí.”
Salió volando tan majestuosamente como había llegado. Y sin sus ojos, Fellek se volvió a aturdir por la confrontación de emociones y pensamientos que atormentaban su alma y mente.
Solo en ese momento había vuelto a encontrar la claridad suficiente para pensar.

Durante dos días apenas habló. Estuvo inquieto por el día pero durmió mejor que nunca por la noche. Le parecía que reconocía cada ruina, cada charco, cada hoja, cada elevación del terreno.
Al final del tercer día llegaron a Tirs.

A medida que se iban adentrando en Elenth, los montes se fueron suavizando hasta que el grupo se encontró caminando por un gran valle. Y en el corazón de ese valle estaba Tirs. La ciudad tenía dos partes. La primera eran edificios bajos, muchos de ellos derruidos, a la orilla de un gran lago al que todos los ríos de esa tierra, al estar aprisionados por los Picos Vínteos, debían ir a morir.
La segunda parte de Tirs estaba sobre el lago. De sus orillas se levantaban puentes que llegaban a una isla en su centro. De esa isla brotaban construcciones de piedra que estaban hechas a la vez para Selan y humanos; y eso se notaba: sus entradas eran gigantescas, no había puertas que las cubrieran y muchas de ellas no estaban sobre el suelo
- Sus torres besan el cielo y sus muros son de agua…- recordó Fellek.
Tréngol le dio una brusca palmada en la espalda.
- ¿A qué esperas? ¡Venga, vamos allá!
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Es tu reino, ¿no?
- Es mi tierra, sí, pero… no siento que sea mi reino. No quiero profanar ese lugar.
- Y sin embargo debes ir, Fellek- se acercó Zakk-. No iremos si no quieres, pero tú debes entrar. Esa es la isla de las Garras y Espadas, el bastión que tu antepasado Hyul, Etharen y otras parejas de humano y Selan empezaron a construir. Ahí está tu destino, Fellek, y nuestra única esperanza de éxito en esta empresa.
El chico se dio la vuelta y les miró a todos a los ojos. Por un momento se permitió pensar cuánto habían cambiado las cosas: al inicio del viaje, Zakk y Saelar habían discutido sobre si aceptarle o matarle; ahora ambos, y el resto de la compañía, esperaban una orden suya.
- Venid conmigo- dijo-. Sois mi segunda familia, y si los Selan no saben aceptarlo, me arrancaré el colgante que llevo y negaré ponerme la coorna.
Y tras un instante, añadió en el idioma de los hijos del bosque:
- Lo juro.
Eso pareció infundir seguridad a sus acompañantes, lo que reconfortó a Fellek. Se giró, miró la isla y empezó a avanzar por el puente.
Nadie dijo nada mientras cruzaban el lago, pero no por miedo a los Selan: la estructura que pisaban debía de llevar cientos de años sin arreglar, y los siete estaban concentrados en dónde ponían los pies.
Fellek se alivió al pisar la isla, ya que no tendría que temer por que cediera el suelo. Empezó a subir por las calles empedradas. Pero pronto le volvió a invadir el desasosiego. Había visto grandes cosas, como la torre del emperador de la Ciudadela de Engol o los cuatro árboles de Wïnt. Pero esa ciudad, que no contenía cosas grandes, era grande, y estaba vacía, lo que la hacía fantasmagórica. Puede que las plantas crecieran en cualquier lugar posible, y que llenara la ciudad el silencio, pero no era un silencio de cementerio. Ninguno de los edificios había caído en tanto tiempo. No, la ciudad no estaba muerta, la llenaba una vida extraña e incomprensible.
- Desconfían de vosotros- habló Fellek repentinamente-. O de nosotros, no sé.
- ¿Quiénes?- preguntó Dyogun tras unos segundos.
- Los Selan…
Sí, quizá estuvieran escondidos en esa ciudad hecha también para ellos, esperando cualquier paso en falso para aparecer…
Fellek sacó el colgante de bajo su remendada camisa: era lo que le había salvado en su enfrentamiento contra Íesin. Dolorosamente reanudó la marcha. Y reticentemente los demás le siguieron.
En el punto más elevado de la isla encontraron un edificio de una sola planta, aunque bastante alto (incluso para esas construcciones) y circular. La puerta se abría ante ellos como las fauces de algún gigantesco animal hambriento.
- Creo que a partir de aquí has de continuar solo, Fellek- dijo Zakk.
Y Fellek asintió. Entró al edificio.

Cuando sus ojos se acostumbraron al cambio de luminosidad se asustó. Muchos Selan le miraban desde los bordes de la sala.
Había humanos frente a ellos.
“No te asustes, rey Fellek. Son esculturas.”
Fellek parpadeó un par de veces y vio que era así. Miró alrededor de la sala.
Las estatuas eran ocho humanos y ocho Selan, en parejas. Rodeaban la sala. En su centro había un círculo de suelo elevado donde se encontraba Íesin.
- ¿Quiénes son?
“Los primeros Garras y Espadas. Hyul, Etharen, y los que se les unieron tras derrotar al rey de Annun.”
Fellek se paseó por la sala observando las estatuas. Parecía que fueran sus modelos petrificados, de tan logrado como estaba el retrato. Se detuvo en la estatua de Hyul. Llevaba puesta una armadura de ventacero, y sobre su casco estaba escrito en pequeñas runas: “Hyulaera”. Siguió avanzando y vio a una mujer coronada.
- ¿Quién es esta mujer?
“Es la Reina Thanla.”
- ¿Por qué no lleva Hyul corona?
“Hyul nunca aceptó ser rey. Él decía que un rey debe hacer medrar a su reino en tiempos de paz, y como él era un guerrero, no reinaría bien. Pero ven aquí.”
Fellek se acercó al estrado central mientras el blanco Selan se bajaba de él.
“Aquí estaría el trono de los elenthis. Pero era de madera, y los años lo han devorado. Mira sobre qué se alzaba el trono, rey Fellek; mira qué sostenía el reino de Elenth.”
El chico miró el suelo del estrado. Vio unas runas grabadas sobre las losas de piedra. Eran pocas, y decían…
Nada. Absolutamente nada. Era un lío de letras sin sentido.
- ¿Qué es?
“Es el hechizo que el padre Etharen y el guerrero Hyul tejieron cuando eran jóvenes con sus últimas fuerzas para atar sus almas y así salvarse ellos y salvar a su pueblo. Con este hechizo elenthis y Selan se unían para convertirse en parejas de garras y espadas. Y con él te unirás a alguno de mis hermanos. Pronúncialo, rey Fellek.
Fellek volvió a leerlo y a intentar descifrarlo. Y esa vez leyó en esas runas las nanas de su madre, los cuentos de su tío, todo el idioma en el que estaba hablando con el Selan.
- Hay demasiadas maneras de leerlo…- dijo desanimado.
“Sí. Es porque está escrito en mi idioma, del que el tuyo procede. Puedes leer todo ese idioma en estas runas. Pero hay un significado más allá de todo eso.”
- Debe de estar en tu lengua. Yo no la conozco.
“Sí. En ella te indiqué el camino que has seguido para llegar aquí.”
Fellek recordó esa frase del Selan. Y aunque no la entendiera se aferró a ella, y volvió a enfrentarse a las runas. Y esta vez leyó algo más, y supo que eso era lo que tenía que pronunciar. Al principio se perdió entre las sílabas y las palabras, ese idioma era demasiado retorcido. Pero después empezó a comprender algo de lo que decía. Hablaba de una unión tan cercana que Fellek no encontraba palabras para ella, hablaba de muerte y poder y los castigos que sufriría quien rompiera ese lazo.
- Y así, alma de viento, me uno a ti- concluyó.
Inmediatamente después se sentó en el suelo de puro cansancio. Ahora entendía todas las palabras, pero tras ellas había una fuerza inexplicable que se había liberado mientras pronunciaba el hechizo. Se sentía como si le hubiera atravesado un huracán.
“¿Os encontráis bien, rey?
- Sí… sí. Solo estoy algo cansado.
“De acuerdo. Ahora que ya está hecho lo imprescindible, ¿hay algo que desees saber?”
- ¿Qué ha sido de mis compañeros?
“Una hermana les ha guiado a un sitio con suelo de tierra, para que se acomoden. Tienen madera para hacer fuego. Están a salvo,aunque creo que aún no muy tranquilos. Eres tú quien puede calmar realmente sus corazones.”
- Bueno, supongo que podrán esperar…
La pregunta que hizo Fellek a continuación llevaba mucho tiempo rondando su mente, pero jamás se la había formulado a Zakk.
- ¿Por qué cayó Elenth?
“Es una larga historia, rey Fellek. Se remonta al conjuro que acabas de pronunciar. Para asegurar la unidad entre nuestros pueblos, poco después de la muerte de Hyul los sabios decidieron que los reyes Selan y humanos deberían estar unidos. Por ello modificaron el significado del conjuro e hicieron que uniera el poder político, además de el mágico. Pero el conjuro es profundo y retorcido,modificarlo es tarea de titanes. Esos sabios hicieron un excelente trabajo, pero el tiempo demostró que no fue perfecto.
Poco antes de la caída, Elenth era un reino próspero. No había guerras. Aquello era bueno,pero tenía su parte mala: habíamos bajado la guardia. La vieja reina humana murió y su pareja, el viejo rey Selan, cedió su puesto a su primogénito. Sin embargo, al pronunciar el hechizo, los nuevos reyes no se unieron el uno al otro. Parecía no haber problemas, pero las parejas de los reyes, ansiando poder, convencieron a los soberanos de que debían derrocar al otro rey y darle su puesto. Al declarar estas intenciones en público, las Garras y Espadas se dividieron. Así empezaron las Guerras Fratricidas.”
- Padres mataron a hijos, hermanos mataron hermanos…- el chico recordó esa canción.
“Veo que conoces la historia, aunque sea poco, rey Fellek. Sí, y el final de las Guerras Fratricidas vio la muerte del último elenthi. Se dieron cuenta entonces los Selan de lo que habían hecho, y por eso juraron que hasta que un elenthi volviera a Elenth, matarían a todo segundo hijo que profanara el reino.
- ¿Y yo?- preguntó Fellek. ¿Por qué yo soy elenthi si todos fueron asesinados en esas guerras?
“He dicho que no quedaron humanos en Elenth. No todos murieron. Una espada, Syltha Hyulaera, vio a su pareja morir asesinada por sus propios hermanos, y se dio cuenta de la atrocidad de la guerra. Viajó a ambos aspirantes a reyes y les imploró que cesaran las batallas, pero no logró nada. Entonces proclamó que se iría tan lejos de Elenth como pudiera, hasta que esa guerra absurda hubiera acabado. Algunos la siguieron y fueron a otros rincones del mundo. La llamamos la Desgarrada, pero bien podríamos llamarla la Salvadora: tú, rey Fellek, desciendes de ella.
Después de eso no dijeron nada. Fellek intentaba reflexionar. No podía. Era demasiado.
- Voy… con ellos.
Y salió.

No le costó encontrar el edificio donde se había asentado el grupo: salía humo por una ventana.
En lo primero que se fijó nada más entrar fue en que la ventana por la que había salido el humo no era una ventana, sino la chimenea, que en vez de estar abierta por el techo, lo estaba por la pared.
Después vio que los que le habían acompañado durante mucho tiempo ya le miraban como a un extraño. Y se preguntó si se conocía a sí mismo. ¿Cuánto de él había cambiado irreversiblemente tras leer ese conjuro? Demasiado, quizá demasiado.
Se sentó frente al fuego entre ellos. El interior del edificio estaba completamente desnudo. El suelo no estaba empedrado. Lastenn estaba usurpado, pero en él vivían todos los hijos del bosque. Elenth no existía. No era Saelar el rey sin reino, el rey de nada; era él mismo.
- ¿Qué tal?- preguntó Dréngle.
No respondió. Lentamente unas palabras salieron de su boca.
- Saca aterz, Saelar…
- ¿Por qué?- preguntó el verdadero rey.
- ¿Estamos a salvo?- preguntó Tréngol.
Con dificultad, él asintió con la cabeza.
Y de pronto Dyogun soltó una risotada.
- ¿A qué vienen esas caras largas? Padre, ¡haz caso a su majestad! Hemos sobrevivido al Reino Peligroso, ¡nos merecemos un trago!
No pasó mucho tiempo hasta que estuvieron bebiendo, comiendo y contando historias. Sew fueron a dormir tarde, y la sonrisa no les abandonó. Esa noche no hubo guardias.

Fellek se despertó temprano. Los demás aún dormían. Alguna fuerza tiraba de él hacia el exterior.
El sol se alzaba sobre las montañas al este de la ciudad. Fellek corrió sobre las calles empedradas hasta llegar a una plazoleta. Ahí estaba ella. ¿Pero podía estar seguro de que era una Selan? Sí, estaba claro. Era negra, muy delgada. Se miraron a los ojos un instante. Los tenía color mediodía. A Fellek le invadió el entusiasmo, pero no solo el suyo. En el fondo de su alma se estaba llenando un hueco del que hasta ahora no sabía nada.
Corrió hacia la Selan. Ella bajó la cabeza, y él abrazó su cuello.
“Fellek Hyulaera”, susurró.
- Náilze. Náilze Zuilkat- respondió el chico.
“Nunca pensé que sería yo la que sintiera tu llamada.”
- Y yo jamás pensé que sería una espada.
Entonces, lentamente, Fellek le fue contando a su nueva compañera su historia. Todo lo que no sabía poner en palabras lo recordaba, sabía que ella lo entendería.
“Eres fuerte para tu corta edad, Fellek. ¿Cuál es?”
- ¿Eh? ¿Mi edad?
Ella asintió, y él se ruborizó.
- Eh… No lo sé… Más de once años, menos de quince, creo… ¿La tuya?
“Cincuenta y ocho de vuestros años.”
- ¿Tanto?
“Es poco para un Selan.”
Fellek se sintió tonto. Los primeros hijos vivían mucho más que los segundos, y de estos, los humanos eran los que menos duraban.
Náilze miró el sol.
“Íesin quería que te presentases con tu pareja frente a la sala del trono.”
- ¿Cuándo?
“Ahora.”
Así que la recién formada pareja subió al punto más alto de la isla.
Allí, de pie sobre el tejadillo que cubría la sala del trono, estaba el Selan blanco.
“¿Náilze?”
“Así es”, respondió ella.
- ¿Qué pasa con ella?- preguntó Fellek.
“Ella… es joven.”
- También lo soy yo.
“De acuerdo, no hablemos más de esto. A partir de ahora notaréis muchos cambios. Náilze, tu mente se organizará y te será más fácil razonar. Rey Fellek, sobre lo tuyo no sé tanto. Tu magia crecerá, pero no puedo decirte más. Ahora seguidme.”
- ¿Por qué?
“Tenéis que aprender a volar y luchar como Garras y Espadas. y tú, rey, necesitas armas.”
Estas, y otros utensilios que necesitaban (como un sistema de correas para impedir que el humano se cayera del Selan cuando volaran) se encontraban en unos amplios arcones que a su vez estaban en un edificio extenso, pero de una sola planta.
Fellek encontró dos espadas que se parecían a las que había usado hasta que el Antimago las partió. Las sacó de sus vainas, y no pudo evitar una exclamación de asombro. El metal era ligerísimo, y brillante, como nuevo. Su brillo era azul. Deslizó el dedo por el borde de una de ellas. Las gotas rojas que se formaron sobre su piel le confirmaron lo que ya pensaba: en todos los siglos que llevaban sin usarse, no se habían desafilado. Así que esas eran armas de ventacero, el metal de los elenthis.
Se fijó en la parte superior de la hoja. Bajo la juntura con el mango había una runa en cada espada, y rezaban “Ala” y “Garra”.
- ¿Son estas las armas de Hyul?- preguntó a Íesin.
“No. He de hablarte sobre él. Parece que los humanos habéis olvidado muchas cosas. Tu ancestro nunca luchó con filo. Pero esas son grandes armas. Fueron del guerrero Aneth, uno de los primeros aprendices de Hyul.”
Fellek, algo desencantado, las miró de nuevo. De todas formas, él luchaba con esas armas, por lo que cogió las vainas de las espadas, se las ató a la espalda como había llevado las que le regaló Saelar, e introdujo las armas en ellas.
Y le inundó un sentimiento de seguridad:se había olvidado, o se había acostumbrado, a lo desnudo que se sentía desarmado.
Como ya tenían lo que necesitaban, la pareja y el anciano salieron al aire libre y volvieron a la sala del trono, solo para rodearla. En la parte posterior, la opuesta a la puerta, había un gran espacio vacío que no era una plaza: su suelo no estaba empedrado. A Fellek le sorprendió, aunque no demasiado: Náilze ya conocía bien este lugar.
“Aunque podamos caminar por las calles, este sitio es mejor para saltar al aire y posarnos sobre la tierra: es más amplio, y con las piedras es más fácil dañarnos.”
“Os he traído aquí”, habló Íesin, “para que voléis. Una pareja de Garras y Espadas no lo es hasta que no saben volar juntos.”

Fellek y Náilze pasaron la siguiente hora tratando de envolver bien la maraña de correas alrededor del cuerpo de la Selan. El anciano blanco trataba de darles indicaciones, pero estas eran bastante pobres: él nunca había tenido que manejar uno, y habían transcurrido siglos desde que su espada se lo puso por última vez.
Cuando por fin las correas estuvieron bien colocadas alrededor del cuerpo de Náilze, su función se hizo clara: estaban hechas para sujetar las piernas y los brazos del humano al cuerpo del Selan, y darle puntos de apoyo a la hora de subirse o bajarse.
De estos puntos de apoyo hizo uso Fellek, avisando a Náilze únicamente con un pensamiento. Ella no se sorprendió cuando el chico saltó y escaló hasta su lomo. A la hora de atar sus extremidades, vio que las correas que sujetaban las piernas estaban mucho más desgastadas que las que sujetaban los brazos: se usaban más. Además, pensó, solamente podía atar un brazo, nunca ambos. Sin embargo, los dejó libres. Cuando terminó de asegurar sus piernas, Náilze exclamó:
“¡No molestan!”
Estaba sorprendida.
“¿Dejarías que un segundo hijo se subiera a ti si doliera, Náilze?”
Ella no respondió, pero Fellek notó su orgullo. Era una primera hija, no se subyugaría así frente a un segundo. Y Fellek atisbó la grandeza del conjuro que le unía a Náilze: vencía el miedo del segundo y el orgullo del primero.
- ¿Tienen nombre?
“¿El qué?”
“Las correas.”
Fellek cerró la boca. La había abierto para contestar, pero la Selan se le había adelantado.
“Las llamábamos ligaduras. Si no vais a decir nada más, saltamos.”
Y sin previo aviso, Náilze echó a correr. Iba demasiado rápido. Saltó. Batió las alas. ¡Ya no estaba sobre el suelo! ¡No podía ser! ¡Se…!
“¡Cálmate, Fellek! Me estás poniendo nerviosa… ¿De verdad crees que vamos a caer?”
Fellek respiró hondo y trató de tranquilizarse. Sin embargo, quedó en él una tensión que no le permitía mirar hacia abajo, únicamente al frente. Solo entonces notó que, aunque Náilze había hablado en voz baja, la había escuchado perfectamente.
“Náilze, habrás notado que así eres más torpe volando. Y tú, Fellek… Siempre resulta difícil volar por primera vez. Pero tienes que estar tan calmado como ella. Y a ti, Náilze, te falta la amplitud de visión que puede tener Fellek. Por eso tenéis que acercar vuestras mentes, mucho más de lo que están ahora, y así conseguiréis volar mucho mejor.”
“¿De verdad?”, Náilze estaba incrédula.
“Si no, Étharen no habría aceptado el pacto.”
Durante varias horas Íesin les puso pruebas para enseñarles a volar juntos, y no consiguieron hacer nada bien. Sin embargo, cuando por fin se posaron sobre la tierra, estaban riendo sin razón.
- Náilze, ¿por qué Íesin te habla en mi idioma?- fue lo primero que dijo Fellek tras calmarse.
“No creo que fuera muy cómodo para ti no entendernos. También nuestra habla tiene… poder. Nos limitamos al usarla.
Fue entonces cuando Fellek recordó:
- ¡Los demás!
A la vez que lo decía notó su hambre, y empezó a pensar en lo preocupados que estarían los hijos del bosque y el mago. ¡Llevaba desde la noche anterior sin verles! ¡Y el mediodía ya había pasado!
Echó a correr por las anchas calles. Náilze trataba de seguirle. Pero en tierra era mucho más torpe. A menudo sus garras se quedaban trabadas entre las piedras.
Llegó frente al edificio donde el grupo había dormido. Nada más asomar por la puerta, los mellizos se lanzaron a él.
- ¡Por fin!- exclamó Dréngle.
- ¿Dónde te habías metido?- preguntó su hermano.
Fellek resopló unas cuantas veces: acababa de correr un buen trecho. Después no supo qué decir.
Por la calle llegó Náilze, tan rápido como podía, quejándose en voz baja del empedrado.
- Ella es Náilze- dijo Fellek como respuesta.
Los mellizos parecieron recibir ambos un golpe, y retrocedieron rápidamente. Los otros hijos del bosque tampoco pudieron ocultar su susto al verla. Únicamente Zakk permaneció impasible. Miró a la puerta y, como si solo hubiera pasado un gato por ella, volvió a centrar su atención en la chimenea, que encendió usando su magia.
Fellek se dio cuenta de que Náilze no conocía la lengua común, y rápidamente señaló a sus compañeros uno a uno y murmuró sus nombres.
“Podría haberlo sabido. Antes me hablaste de ellos.”
- ¿Qué hace este Selan aquí?- preguntó Dyogun.
- Náilze es mi vínculo- explicó el elenthi-. Soy una espada.
- ¿Qué?
- Un jinete del viento.
- ¿Por qué has tenido que hacerlo?
Saelar se había acercado a la puerta mientras tanto, pero aún así se mantenía alejado. Fellek entendió el miedo de los hijos del bosque: la primera vez que habían visto a un Selan, la única, había estado a punto de matarles.
- ¿Es que no recuerdas la empresa? Hemos estado a punto de morir por tu insistencia al venir aquí, y en cambio, ¡tú te conviertes en rey y jinete del viento! ¿Cuánto queda hasta que nos abandones?
- ¿Y qué si lo hace? Saelar- Nerya había irrumpido en la conversación-, nuestras vidas no están para servirte. Le arrancamos de todo lo que conocía, le despreciaste hasta que mostró su poder, y ahora pretendes usar al niño en tu lucha igual que usas tu espada. Lastenn será nuestro legítimo reino, pero su tierra es Elenth.
“¿Qué está pasando?”
Náilze estaba extrañada pero no sorprendida. Fellek se lo explicó rápidamente.
- ¡Deja esa lengua sibilante- exclamó Saelar en su propio idioma- y habla la de la verdad! ¿Continuarás con nosotros, o nos traicionarás?
Fellek se contuvo.
Náilze no.
Entró al edificio y encaró a Saelar. Rápidamente se irguió. Abrió las alas y produjo un sonido carente de tono pero profundo y afiladísimo.
“¡Te atreves a llamarle traidor! ¡Tras intentar matarle mientras dormía!”
- ¡Náilze!
Fellek se interpuso, tan veloz como pudo, entre el rey y la primera hija. El ambiente se volvió silencioso, pero tan tenso que casi se podía palpar. El chico se tomó un momento para pensar. ¿Cómo de fuerte era su conexión con Náilze? Ella acababa de entender lo que Saelar había gritado, o parte de ello, y la única manera posible era a través de él. Por eso agradeció silenciosamente que Náilze y Saelar no compartiesen ningún idioma.
En su mente se empezó a formar una idea.
Ceremoniosamente se empezó a subir la manga izquierda, y cuando se aseguró de que su pequeño movimiento había atraído toda la atención mostró el interior del antebrazo descubierto. La fina cicatriz retorcida que era el glifo que representaba el nombre de Tréngol se apreciaba claramente.
- Cuando esta cicatriz se borre será cuando deje de prestaros mi ayuda- hablaba en la lengua de los hijos del bosque, aquella en la que la mentira era casi imposible-. Continuaré el viaje, por mucho que me duela dejar aquí a Náilze.
Después cambió de idioma y le comunicó a Náilze su decisión, aunque quizá ella ya lo supiera.
“También iré”, dijo ella rápidamente.
Fellek lo tradujo.
- Bien, bien, bien.
La voz de Zakk adquiría ahí la fuerza de un martillo golpeando metal al rojo.
- Hay posibilidades, entonces.
- Explícate, mago- exigió Saelar.
- Solo un dios puede luchar contra dioses. Así pues, para luchar contra guerreros y dragones…- señaló a la pareja de Garras y Espadas.
- Lo tenías planeado desde el principio, mago.
El tono de Saelar se había enfriado. Zakk asintió despreocupadamente.
- ¿Y por qué no lo has dicho?
- Me aprecio.
Así empezó otra de las frecuentes discusiones entre Saelar y Zakk.
 

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A veces comento en temas :3
Miembro de honor
Usuario de Platino
Respuesta: [Historia] Hijos del bosque, hijos del viento

Ha pasado mucho tiempo desde el anterior capítulo y eso se nota... He tenido que releer varias cosillas porque ya se me habían olvidado.

Como de costumbre un buen capítulo, iba a decirte que me había parecido un poco flojo, pero resulta que me había quedado a medias de leer em capítulo :/

Muy interesante lo de los jinetes, tengo ganas de leer cómo se desarrolla esa parte. Me gusta como describes los movimientos en pleno vuelo, muy acertados.

Creo de todos modos que el "acercamiento" entre Náilze y Fellek ha sido algo rápido, se me ha hecho muy repentino el que salte a defender a este contra Saelar tan pronto, pero bueno, quitando eso me gusta. Por cierto, ¿cómo puede ser tan puto amo Zakk?

Te puedo plantear algo... Cuando no tengas qué escribir, empieza una serie de aventuras cortas del mago, tiene carácter, personalidad y un no se qué que gusta mucho... Yo lo dejo caer...

Esperemos que aunque seas un Lannister, no sigas los pasos de tu creador G.R.R. Martin y lances el siguiente capítulo al menos antes de palmarla o de que te alcance la serie de televisión xD.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Respuesta: [Historia] Hijos del bosque, hijos del viento

Aunque llevaba ya vida y media sin publicar capítulo, no he estado tanto tiempo sin escribir. De hecho el manuscrito de esta historia ya está acabado, e intentaré pasarlo a ordenador y publicarlo lo más pronto posible. Y de momento aquí está mi granito de arena para el curioso renacer que parece estar teniendo la Zona Literaria.

11. Una promesa carcomida​

Zakk y Saelar no necesitaron discutir para estar de acuerdo en que había que dejar Elenth pronto. No había una única razón, sino que más bien era una mezcla de ellas: el Antimago,que demostraba que alguien andaba tras ellos, el hecho de que cada vez era más probable que el rey de Lastenn escuchara rumores sobre la compañía y, quizá la más importante, la extraña y casi opresiva presencia de los Selan. A pesar de lo poco que se dejaban ver, algo de ellos parecía flotar en el ambiente, y esto a Zakk parecía resultarle incómodo, y a los hijos del bosque, casi siniestro. Cada día que pasaba su estado de alerta aumentaba, al igual que sus ojeras. También su apetito se resentía.
La noche en que Zakk expuso todo esto tras la cena sería, según acordaron todos, la última en el Reino Peligroso.
“Mago”, intervino Náilze cuando este acabó de hablar.
Fellek le había estado enseñando la lengua que hablaban los grandes reinos humanos para que su pareja pudiera comunicarse con el resto de la compañía y con la mayoría de los segundos hijos, ya que esa era la lengua más hablada en ese continente. Su progreso había sido rapidísimo. Fellek no sabía si se debía a su extraña mente de Selan, a su conexión con él o a una combinación de ambas.
“¿No puede haber sido el rey dragón quien pagara a ese hombre?”
- No. Le habría sido mucho más rápido, barato y eficaz mandar a un par de sus guerreros con sus dragones- explicó-. Y ahora que estamos hablando de ello, creo que es un buen momento para contaros lo que sé de nuestro enemigo. Se le llama el Rey Sombrío. No es porque sea cruel, de hecho sus súbditos le consideran buen gobernante. A lo mejor es porque es taciturno, o se habrá ganado el apodo por algún hecho de su pasado, que es bastante largo: tiene alrededor de ciento cincuenta años. Aún así no es viejo: como ocurre con los Jinetes del Viento, su vínculo con su dragón aumenta su vida.
- ¿Cómo se llama?- preguntó Fellek.
- No lo sé…- Zakk se calló-. No me he dado cuenta. Parece como si escondiera su nombre. A lo mejor es por ese suceso de su pasado.
- ¿Y cómo es a efectos prácticos?- intervino Zakk.
- No es un guerrero. Su reinado ha sido pacífico. Todo su conocimiento como estratega debe de salir de los libros y su habilidad como luchador, de combates de entrenamiento o torneo. Su inexperiencia es una de nuestras ventajas.
- ¿Y es cierto que maneja magias prohibidas?- preguntó Dyogun.
- Qué va. Es más que improbable. Estoy seguro de que ese rumor afecta a todos los altos cargos con magia del continente, y es estúpido.
Dejaron Tirs al día siguiente. Tardaron más en salir de Elenth que lo que habían tardado en llegar a su capital: en vez de descansar, los hijos del bosque parecían haberse desgastado. Habían perdido el hambre y sus sueños eran intranquilos y frágiles.
Durante los cinco días que la compañía empleó para alcanzar las Montañas Boscosas, la cordillera que aislaba Elenth del oriente, la garra y bla espada permanecieron entrenando en Tirs. Al despedirse, Íesin les felicitó por sus mejoras.
Tras alcanzar a los demás en la frontera, Fellek se asombró de lo rápida que era Náilze: lo que habría recorrido caminando en días, ella lo había sobrevolado en una hora o menos.
“Y me lo he tomado con calma”, respondió la primera hija a sus pensamientos.

Durante los siguientes días se internaron en los Reinos Fragmentados. Eran muy distintos entre sí, y tan pequeños que la compañía podía atravesar uno de ellos en una jornada. Estaban muy densamente poblados, y eso tenía un inconveniente y una ventaja. El inconveniente era que Fellek tenía que caminar de día con el resto del grupo, y de noche, cuando el color de su plumaje impedía que llamara la atención, Náilze les alcanzaba. Esto les incomodaba mucho: la distancia difuminaba su vínculo, que en muy poco tiempo se había convertido en una parte importante de ellos. La ventaja era que casi cada día pasaban por una ciudad o un pueblo grande, y podían dormir en posadas cada noche. Además, entre tanta gente, pensaban, sería difícil encontrarles.
Se equivocaban.

Según averiguó Fellek, Annun ya no existía. Como la de todos los Reinos Fragmentados, su vida había sido corta y turbulenta. En el territorio en el que había estado se hallaba ahora una república llamada Belistra, en cuya capital se encontraban.
Como de costumbre, la compañía había entrado a una posada, y Náilze se había quedado fuera de la ciudad. Así pasarían la noche. O así la habrían pasado de no ser por lo que le ocurrió a Fellek. Estaba cenando, charlando animadamente con Dyogun, cuando sin avissar sintió un dolor intenso en su pecho. Desapareció un segundo después, pero volvió. Su vista se nubló, él vomitó y cayó al suelo. Gritaba. Era como si sus entrañas estuvieran siendo despedazadas. Cuando se alivió, vio a los demás de pie a su alrededor, formando un círculo de caras que atrapaba una porción de techo.
- Fellek, ¿qué te ha pasado?
El joven elenthi sabía lo mismo que sus compañeros, pero se percató de algo. Por muy intenso que hubiera sido, el dolor no había dejado rastro, ni lo había sentido como realmente suyo. Era esa sensación que sentía cuando le describían algo doloroso, solo que dolía de verdad…
- Nada. Pero Náilze no está bien, estoy seguro. Voy a verla.
Se puso su embozo, abrió la puerta y salió.
Apenas quince segundos después volvió a entrar, resollando.
- ¡Hay dos guerreros fuera!- intentó recuperar el aliento-. Llevan armadura pesada, y en el pecho tienen un dragón rojo. ¿Son…?
- Señores dragón, sí- confirmó Zakk.
Un escalofrío recorrió el grupo.
- Hora de luchar- afirmó Saelar.
- No- le cortó rápidamente el mago-. No saben que estamos aquí. Si lo supieran habrían subido ya. Nos estarán buscando por la ciudad. Si atacamos nos descubrirán, y antes de que lo sepamos tendremos encima a todo el ejército de Lastenn. Fellek, ¿te has fijado en ellos?
- Sí, más o menos… Uno es joven. Rubio, muy musculoso. El otro es más viejo, pelo castaño…
- ¿Tuerto?- preguntó Zakk-. ¿Cicatriz en el mentón?
Tras ver a Fellek asentir con la cabeza, el mago empezó a temblar. Un miedo viscoso empezó a trepar por las entrañas de los hijos del bosque y el otro humano.
- ¿Qué… pasa?- se atrevió a pronunciar Nerya.
- Es… overlord Sinis. Uno de los mejores guerreros de Lastenn. Un veterano. Por suerte, su dragón murió hace tiempo… Será mejor que no salgáis.
- Yo voy a ver qué le pasa a Náilze- afirmó Fellek.
- Te acompañaré- sentenció el mago.
- Pero…
- Fellek, al fin y al cabo no puedes tener más de catorce años. Voy contigo, al menos hasta que perdamos de vista al overlord y su acompañante.
Fellek se resignó, y aceptó la propuesta de Zakk. Así que los magos se pusieron los embozos, salieron de la habitación, bajaron por la escalera de madera que crujía al pisarla, cruzaron la taberna lo más rápidamente posible, salieron por fin a la plazoleta.
Respiraron lentamente, aliviados.
- Hemos salido… Bueno, yo voy a ver a Náilze.
- De acuerdo.
Zakk se alejó. Fellek se dio la vuelta y se dispuso a salir de las afueras de la ciudad.
- ¡Eh, tú!- oyó una voz por detrás de él-. ¡Sí, tú, chico! ¡Para!
Fellek giró la cabeza. Era el overlord Sinis. Su corazón empezó a galopar. Pero no podía despertar sospechas. Se detuvo, se dio la vuelta, agachó la cabeza y le esperó.
De cerca, Fellek pudo ver que el ojo de sinis que no estaba cubierto por el parche negro era marrón. Su aliento olía a vino, pero sin llegar a apestar.
- Esto puede llegar a ser tuyo si me sirves de ayuda.
Extendió la mano, en la que había una moneda de oro. Fellek fingió una sorpresa.
- ¿De qué se trata, señor?
- ¿Has visto a cinco hijos del bosque, un hombre con vara y un elenthi?
- Señor, ¿qué es un elenthi?
El sudor se escurría por el pelo de Fellek, que temblaba por la tensión.
- Pelo blanco, muy joven y no es albino.
Fellek hizo que pensaba.
- Lo siento, señor, no les he visto…
- Ya veo. Disculpa si he sido una molestia. Solo una cosa más…
El overlord desenvainó la espada que llevaba a la cintura y la dirigió al vientre de Fellek. Este se asustó, y casi sin pensar comprimió el aire que había entre el filo y él. La espada se paró en seco, detenida por un obstáculo invisible.
Con violencia, el veterano puso la mano bajo el mentón de Fellek, le alzó la cabeza y le quitó la capucha.
- Como sospechaba. Elenthi, con un don para la actuación y un mago virtuoso del viento.
- ¡Señor, se equivoca! ¡No soy yo! ¡No me mate!
- No te creo. Pero si dices la verdad, ¿qué importa? Los elenthis no sois nadie.
Alzó la mano por encima de su cabeza. “Tú lo has querido”, pensó Fellek en un momento de valentía. Se concentró en el aire que había entre la armadura y el cuerpo del hombre y…
Algo le impactó por encima de la oreja. El golpe fue tan fuerte que le tiró al suelo. Entonces llegó el dolor. El oído izquierdo le empezó a zumbar. Miró arriba y vio al otro señor dragón, el joven rubio.
- Noquéalo, Vareik.
El joven desenvainó su espada y la alzó. Sonó un crujido grave. Fellek se asustó: bajo él, el suelo había empezado a sacudirse. La tierra se abrió. El overlord se sobresaltó, y el joven guerrero llamado Vareik se tambaleó. Tuvo que agacharse y apoyar las manos en el suelo. Fellek se levantó tan rápido como pudo. Vio a Zakk, unos metros detrás del veterano, con su vara hundida en el suelo, en el centro de las grietas.
- ¡Fellek, yo me encargo de Sinis!
El elenthi asintió con la cabeza y se giró hacia el joven rubio. Este no había perdido el tiempo y ya le estaba atacando. Fellek tuvo que retroceder. Pero pronto pudo desenvainar sus espadas y empezar a bloquear sus golpes. Lo primero que notó fue lo ligeras que eran las armas de ventacero. Lo segundo fue la fuerza de los golpes de Vareik. Él no tenía que repartir su fuerza entre sus dos brazos. El chico se vio forzado a centrarse en detener los golpes. No podía hacer mucho más: el señor dragón llevaba armadura. Pero el ventacero podía perforarla. Sí, pero, ¿era tan fuerte como para hacer eso?
Un estallido de metralla cristalina en el pecho le recordó que debía acabar rápido. El señor dragón le lanzó un golpe mortal. Fellek consiguió crear una barrera de viento a tiempo, pero el golpe de la espada enemiga lo lanzó por los aires.
Lanzado por los aires…
Vareik no llevaba casco.
Funcionaría.
Se levantó tan rápido como pudo. A pesar de que el joven señor dragón aún estaba lejos, saltó hacia él.
Y usó el aire detrás de él para impulsarse. El joven rubio se sorprendió, dudó y recibió el golpe de Fellek en la cabeza. No había controlado nada bien el impulso. El golpe lo había dado una empuñadura. Pero Vareik cayó al suelo, inconsciente. Había sido un salto digno de un hijo del bosque, pensó Fellek con cierto orgullo.
Irremediablemente él cayó al suelo también.
Cayó con los ojos hacia los otros dos combatientes. El overlord hacía que el manejo de la espada de Vareik e incluso el de Saelar parecieran torpezas de principiante al lado del suyo. Zakk necesitaba menos tiempo que Fellek para usar su magia. Eso le mantenía vivo.
Antes de que Fellek pudiera levantarse para ayudar a su maestro, un arco ascendente de la espada del viejo señor dragón le levantó la capucha.
Sinis retrocedió un paso al ver la cara que ahbía debajo.
- ¡Tú! ¡Pero tú…!
- Pensaba dejaros vivir- sentenció con voz terrible el mago-. Pero no deberías haberme visto.
Tocó con su vara la armadura del asombrado y casi atemorizado noble. Un relámpago la recorrióp de arriba abajo. Cuando el hombre empezó a gritar, Zakk convirtió en metal su vara y le atravesó el cráneo.
Después caminó, dejando el cadáver atrás, hacia Fellek, no, hacia Vareik. También horadó su cabeza. Al chico eso casi le produjo náuseas. El hombre de pelo plateado limpió a conciencia su vara con su túnica antes de devolverla a la normalidad.
Debió de haber creído que Fellek había quedado también inconsciente: intentó despertarle sacudiéndole.
Fellek no sabía qué hacer. El mago acababa de matar a dos hombres. Bueno, él también había matado, pero…
Otro restallido. Tenía que ir con Náilze.
- ¡Eh! ¿Qué ha pasado?- se levantó fingiendo despertarse. Miró los cadáveres-. ¿Por qué les has amtado?
- Podrían haber avisado al rey, y estaríamos perdidos…
Ese Zakk era infinitamente distinto del que había visto Fellek un minuto antes. ¿Por qué…?
No, no había tiempo para preocuparse por ello.
- Me voy- anunció.
Y salió corriendo hacia la Selan. Las calles de la pequeña ciudad estaban mal iluminadas, y a menudo tenía que confiar en su experiencia para evitar los obstáculos y los maleantes, y la atracción que ejercía su pareja sobre él para guiarse.
Ella estaba en un claro del bosque, no muy alejada de las afueras de la ciudad. Su estado era deplorable. Estaba tendida en el suelo, derrumbada, con un charco de sangre y bilis bajo su cabeza. Aún tenía el pico abierto y un hilo de linfa resbalaba por él.
Al verlo, Fellek corrió aún más para ponerse junto a ella, y se sentó para colocar sus manos sobre el plumaje negro. Temblaba, y mucho. Fellek intentó transmitirle algo de su energía, como había hecho Zakk con él, pero él no manejaba tantos aspectos de la magia como Zakk. Se echó a llorar.
“Perdóname, Fellek…”- dijo ella.
- ¿Qué? ¿Por qué? No, no, no… No has hecho nada malo…
“Sí que lo he hecho. No te he contado nada.”
- ¿De qué hablas?
- Concéntrate en mis entrañas. Lo sabrás.”
Fellek puso sus manos sobre el vientre de la Selan. Notó un latido irregular. No, no era un latido, eran dos… Uno era su corazón, y el otro…
Era una criatura obesa, retorcida a fuerza de alimentarse de la carne de los milenios. Mascaba los tendones de Náilze, y bebía su sangre, y cada vez estaba más cerca de la fuente. Se revolcaba asquerosamente en su victoria…
Fellek no pudo evitar toser del asco.
- ¿Qué es?
“El castigo por echar a los elenthis de su propia tierra y matar a los que se quedaron. Lo llamamos la Plaga.”
- ¡Pero tú eres joven! ¡No hiciste nada malo!
“¿Y qué?”, le cortó Náilze secamente. “Para ellos todos somos iguales, y hacen sufrir a cualquiera. La Plaga sale del estómago, y nos atormenta durante decenas de años carcomiendo nuestras vísceras hasta llegar al corazón. Entonces morimos. Sin excepción. O moriré, soy la última…” Empezó a reír amargamente, de nuevo salió sangre de su pico. “De todos los Selan, la última con la Plaga… Nuestro destino es cruel, Fellek.”
- No, no, no. Te curaré. ¡Te lo prometo!
“Es inútil, Fellek. Ni siquiera Íesin me dedicó una felicitación cuando me convertí en tu pareja. Quería ayudaros, hasta los hijos del bosque me han aceptado mejor que quienes dicen ser mis hermanos. Es extraño. Llevo más de la mitad de la vida muriendo. Y ahora, en mis últimos días, con vosotros, es cuando me he sentido viva.”
Fellek echó a llorar y enterró laa cara en el sedoso plumaje de su pareja, como si las lágrimas pudieran apagar su calor febril. Y empezó a hablar. Hablaba sin motivo, casi sin lógica. Intentaba decirle a Náilze todo lo que nunca le había dicho y no podría decir nunca más. Y cuando se quedó sin palabras, empezó a cantar. Era solo una nana, pero esa noche, en ese bosque, fue tan triste y bella como el lamento de Itanue. Y el pequeño ladrón no paró de cntar hasta que su garganta estuvo seca de canciones y sonido. Entonces lloró silenciosamente. Había creído que su voz podía mantener viva a la joven Selan.
Entonces ella empezó a cantar. Su canción duró unos segundos, o unos siglos. Y al ritmo de sus notas manchadas de sangre todos los vientos del mundo nacieron entre sus plumas y les acunaron como a los niños que eran, forzados a entrar en el mundo de los juegos de la muerte. Con las últimas sílabas de su canción el cielo se volvió rojo. El sol se había desbordado.
Y cuando ella acabó de cantar, empezó a retorcerse. Fellek volvió a notar el dolor de la primera hija, y sintió al devorador llegando a su corazón…
No. Náilze no iba a morir. Fellek no la iba a dejar. Pasó una mano sobre el cuerpo lacerante de la Selan y buscó al abultado parásito. Y le dio un golpe brusco. Náilze gritó. Era un ruido que perforaba los tímpanos y doblaba los árboles. Fellek sintió que su pecho iba a consumirse. Pero la criatura había vuelto, por el camino que había cavado, al estómago de Náilze. Y sin dejarle tiempo para reponerse, Fellek golpeó el estómago de su pareja, y ella vomitó.
Lo primero que pensó el chico al verlo fue cómo había podido salir eso por el pico de Náilze. Era una masa rosada tan grande como un antebrazo, que se revolvía indefensa entre la bilis. Latía, y rezumaba un líquido transparente. Náilze empezó a jadear.
El parásito saltó al cuello de la Selan. Extendió y clavó muchos apéndices en su plumaje. La Selan empezó a revolverse asustada. Y Fellek desenvainó una de sus hojas y atravesó al ser.
Este hizo una serie de crujidos y cayó al suelo. Dejó de moverse. En el cuello de Náilze había tres heridas. Su sangre era roja, pero más clara que la de un ser humano. Ese ser era rápido…
- Náilze… ¿Te curarás?
“Sí, eso creo…” Jadeó. “Te debo la vida, Fellek.”
- Tú me tendrás que salvar muchas más veces. Cuando estés mejor, dímelo. Tengo que contárselo a los demás.
“Ve ya. Puedo sobrevivir sola.”

Fellek salió corriendo y volvió a la posada. Antes de que los hijos del bosque pudieran acosarle con preguntas él ya había terminado la historia. Omitió, por supuesto, el detalle de que había visto a Zakk matar a los señores dragón.
- Y por eso hoy me voy a quedar con Náilze. Os alcanzaremos esta noche- concluyó.
Ni siquiera Saelar objetó a eso.
Cuando ya estaba bajando las escaleras se le acercó Dréngle rápidamente.
- ¡Espera!- gritó-. ¿Te doy comida?
- No, no hace falta.
- Tu voz suena fatal…
- Es que no me he callado en toda la noche- rió.
- Los humanos sois tan delicados…- se quejó ella-. Pensaba que era algo peor.
- ¿Por qué te preocupas tanto por mí?
Ella se quedó en silencio unos segundos.
- Hasta que llegamos a Elenth tú eras el más pequeño de todos, el más débil… Era como nuestro hermano pequeño, Tréngol pensaba lo mismo. Tienes trece años, o doce, no sé. Para los hijos del bosque no serías más que un niño.
- Ya, pero… los niños no pueden sobrevivir en las calles. Yo tuve que crecer, Dréngle. Y vosotros también. Puedo estar solo.
A Dréngle se le ocurrieron unas palabras, pero en el resto de la conversación no las dijo. Y Fellek salió de la posada. Ella se quedó en el mismo sitio, y cuando se iba a ir, se acercó su hermano.
- ¿Por qué no se lo has dicho, Dréngle? Ni siquiera lo admites tú misma.
- Cada vez estamos más lejos… No puede ser… ¡Espera! ¿Has estado escuchando?
Tréngol solo soltó una risita pícara.
- ¡Te mataré, maldito fisgón!
Tréngol, riendo aún, echó a correr. Y su hermana le persiguió por todos los pasillos de la posada.

Fellek volvió al claro y encontró a Náilze devorando un ciervo, que seguramente no había tenido tiempo para darse cuenta de que algo lo atacaba. Soportó en silencio las quejas y los reproches de su pareja, que no fueron pocos.
- ¿Has acabado ya?- preguntó él cuando la Selan paró de hablar-. Pues quiero contarte algo- dijo sin dejarle tiempo para responder.
Y contó todo lo que había pasado la noche anterior antes de que llegara allí, esta vez sin omitir ningún detalle.
- Y por eso pienso que Zakk nos oculta algo- concluyó.
“¿Algo?”, habló Náilze. “Aunque sea solo un humano, ese mago me da hasta miedo.”
- ¿Por qué?
“Está claro por qué habéis venido a la empresa todos los hijos del bosque y tú. ¿Pero ese mago? No es un simple recluta, él ideó esto, y creo que sin él Tréngol y Dréngle no habrían nacido. ¿Por qué tanto esfuerzo? ¿Y qué es de su pasado? Fellek, no es que ese hombre oculte algo… Sería mejor preguntar qué es lo que nos ha contado.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Respuesta: [Historia] Hijos del bosque, hijos del viento

Como os dije, esto ya está acabado. Quedan un par de capítulos y el epílogo, que trataré de tener cuanto antes. Aquí os dejo esto.

12. La llegada​

Las Tierras Fronterizas merecían su nombre. Estaban entre los Reinos Fragmentados y Lastenn. En su día habían sido ricas praderas, llenas de pueblecitos donde comerciaban los humanos del occidente y los hijos del bosque de Lastenn. Según Saelar, el único de la compañía que había vivido aquella época, en ocasiones habían llegado a esas fronteras logus del sur e is hai del norte, las otras dos razas de segundos hijos que poblaban el continente.
Pero esos tiempos habían pasado. Ahora esas tierras eran un erial abrasado por el fuego de dragón, que quemaba a los hijos del bosque que trataran de huir de su tierra. Lo único que crecía allí de forma natural eran unos arbustos espinosos negros y una hierba marrón de hojas casi siempre secas. La tierra era gris, y solo vivían de ella quienes no podían irse. Aquí y allá asomaban los huesos ennegrecidos de algunos fugitivos, y lo más notable que se divisaba en esa tierra era una franja verde oscura sobre el horizonte: el bosque de Lastenn. Allí no había nada. Allí nadie esperaba encontrar nada. Y por eso la compañía estaba muy bien escondida en un sitio sin escondites. Allí, tras tanto tiempo, se ultimó el plan de ataque a los señores dragón, y nadie pudo quejarse de él porque lo decidieron los ocho juntos, no Saelar y Zakk entre gritos.
Los hijos del bosque y Zakk llegarían a Liakgens ocultándose entre los habitantes de Lastenn en una noche y un día. Ese día Fellek y Náilze les alcanzarían sobrevolando los árboles, creando una ilusión del viento que les confundiría con un señor dragón y su montura.
Por la noche, Fellek, Dyogun y los mellizos armarían todo el escándalo posible en la capital, y mientras los señores dragón corrieran a deprimirlos, Zakk, Saelar y Nerya se colarían en la fortaleza y matarían o apresarían al rey.
Cuando acabaron de urdir el plan, los segundos hijos juraron respetarlo en la lengua de los hijos del bosque. Como ninguno de estos le había enseñado su lengua a Náilze, ella juró en la suya, la de los Selan, la del viento mismo. Y mientras susurraba unas palabras que solo Fellek alcanzaba a intuir, el viento bailó en torno a ella y la convirtió, por unos segundos, en el ser más bello del mundo. Fellek comprendió lo que ella le había dicho de su lengua.

Esa noche nadie durmió. Se separaron dos grupos, el de los mayores y el de los pequeños, alrededor de dos pequeñas fogatas. En este último, tras agotar varios temas sin importancia y varios malentendidos entre los mellizos y Náilze, Tréngol, con una sonrisa pícara, hizo la pregunta que le rondaba la mente desde hacía mucho.
- ¿Qué os pasa a vosotros dos?- miraba a su hermana y al pequeño elenthi.
- Nada- respondieron los dos al unísono.
Se miraron un solo segundo y después fulminaron con sus miradas a Tréngol, que siguió sonriendo.
“¿Cómo que nada?”, habló Náilze. “Eres un mentiroso, Fellek.”
El chico sintió cómo se ponía rojo. Aquella primera conversación con Dréngle, todas las demás, aquella vez que le salvó la vida de un flechazo, sus ojos grises… Empezó a reconocer su sentimiento, se puso muy rojo y su corazón empezó a latir muy fuerte, todo a la vez.
Tréngol soltó una risita.
- ¡Cuenta más!
- ¡No!- Fellek atravesaba a Náilze con una mirada de acero-. ¿Cómo…? ¿Por qué?
Era demasiado incómodo estar ahí con Dréngle. Y estaba demasiado enfadado con Náilze. Salió corriendo. Se sentó unos metros más allá. Miró al cielo. Intentó calmarse viendo las estrellas. No pudo.
Un rato más tarde Náilze se acercó a él. Se sentó a su lado sobre sus patas traseras y le envolvió con un ala.
- Vete- ordenó Fellek.
“No.”
- ¿Por qué has tenido que decir eso?
“Fellek, a veces tengo ganas de abrazarla hasta yo. Tenía que decirlo.”
- ¡No! ¡Son mis sentimientos, no los tuyos! ¡No puedes ir por ahí contando secretos míos! ¡Ni siquiera yo lo sabía del todo!
“Porque tienes demasiadas cosas en tu mente como para pensar en ello. Pero ahí, en tu corazón, está. Y te lo merecías.”
- ¿El qué?
“Sentir. Algo de felicidad. Algo más allá de Lastenn y los dragones. Por eso yo te lo he dado.”
- ¡No! Dioses, Náilze, ¡ves mucho pero no sabes nada! Todo ha sido demasiado brusco. Para los dos. Y estará asustada.
“¡Pero ahora lo sabéis! ¡Os he ayudado!”
- Así no son las cosas. No… entre los humanos, al menos. Si querías ayudarme podrías habérmelo dicho a mí. Así ha sido peor.
Náilze pareció comprender.
“Perdona… ¿Qué podemos hacer ahora?”
- Pensar en Lastenn y los dragones. Mi corazón vendrá luego.
Para no estar somnoliento, Fellek se bebió uno de sus frascos de tais, lo que le despejó completamente.
La compañía partió a medianoche. Fellek y Náilze se quedaron en las Tierras Fronterizas, practicando vuelo, lucha y magia durante el resto de la noche y gran parte del día siguiente. Y cuando el mediodía se volvió tarde, Fellek se subió a Náilze y echaron a volar hacia la franja verde del horizonte, rumbo a Liakgens, capital de Lastenn.

Lastenn era un bosque como ninguno más. Ni siquiera en sus bordes los árboles altos tenían algo que envidiar a los Cuatro Árboles de Wïnt. De hecho, Fellek se fijó en que eran de la misma especie: las formas de las hojas eran idénticas.
Cuando sobrevolaban el bosque, Fellek notó algo incómodo, como una ligera presión en sus entrañas.
“Yo también lo noto”, se anticipó Náilze.
- ¿Sabes qué es?
“Lastenn es territorio de los Tarusk, otra raza de primeros hijos. Espero que no se enfaden.”
- ¿No vivían aquí los hijos del bosque?
“Sí. Pero todo Lastenn es territorio de los Tarusk igual que todo Elenth es nuestro. Ellos viven en partes más profundas y sagradas del bosque. Si fuéramos ahí, no saldríamos vivos. Espero que así no se enfaden.
- No se enfadaron con los dragones…
“No lo sabemos. Pero tienes razón, no lo parece. Y eso es raro.”
Estuvieron callados un rato, haciendo sus mentes una, volando con las almas además de con el cuerpo,
“Todos esos árboles en los que te fijas porque ya has visto antes…”
- ¿Sí?
“No son árboles cualquiera. Son Tarusk muertos. Creo que la vara del mago está hecha de esa madera.”
Fellek miró al bosque. Y quedó sobrecogido por la enorme cantidad de esos árboles de la muerte. Nunca hasta entonces se había sentido tan pequeño.

Liakgens no se veía desde el aire. Al menos, no para el ojo descuidado. Pero el ojo agudo podía ver entre las copas de los gigantescos árboles escaleras talladas en las cortezas, casas colgadas de los troncos y, a la hora a la que llegaron Fellek y Náilze, miles de lucecitas. Más adelante había un hueco sin árboles, que debía de ser la fortaleza.
Se dirigieron rápidamente a un hueco menor entre los árboles, un claro justo a la salida de la ciudad. Náilze describió espirales descendentes para que el impacto con el suelo no fuera fuerte, y Fellek vio que ahí les esperaban los mellizos y su padre.
“Fellek.”
- ¿Sí?
“Antes de que todo se vuelva caos… Al salir de Elenth, luché con Íesin para que pudiera traer algo. Pensaba que no serviría, pero…”
- ¿Qué?
“Desvarío. Olvídalo.”
- Vale… ¿Estás bien?
Ella asintió al tiempo que sus garras tocaban la tierra.
Todos se miraron. Fellek no pudo mirar a Dréngle durante más de un segundo.
- Muerte al rey- habló Dyogun.- Gritad eso. Intentad no dañar a ninguno de los nuestros.
Todos asintieron con las cabezas. Los nervios roían sus estómagos: iban a llegar a su destino, ese era el culmen de su viaje.
- ¿Listos?- preguntó Dyogun.
- ¡Sí!- gritaron el resto.
Dyogun se llevó las manos a la espalda. Desenvainó sus hachas de guerra.
- Entonces, ¡adelante!
Salieron corriendo hacia la ciudad. Fellek gritó “¡Muerte al rey!” en la lengua de los hijos del bosque. Con su magia hizo que el grito se expandiera lo más posible. Por su parte, Náilze dañaba casas, derribaba transeúntes y volaba a ras de suelo hacia el centro de la ciudad. Volvieron a lanzar el incendiario grito de guerra. Entraron a una gran paza.
Y allí estaban.
Veinte o treinta. El más pequeño era tan grande como tres veces Náilze. Sus escamas eran diferentes en cada uno. Las había verdes, plateadas, doradas, de carbón. Pero lo peor eran los ojos. Los ojos de los dragones eran grandes como el mundo, y su mirada afilada como un relámpago. Sus alas membranosas agitaban en viento en un desafío a la Selan. Y sobre cada uno de ellos, montados a horcajadas en sillas de cuero sobre sus cuelos, los Señores Dragón: armaduras impenetrables que podrían estar rellenas de sombras.
Pero Fellek y Náilze estaban ebrios de valor, y no iban a dejar que esos seres de llama y esos caballeros sin alma les detuvieran.
“Tenéis alas”, gritó Náilze. “¿Sabéis usarlas?”
Y con un único pensamiento para ponerse de acuerdo, la garra y la espada concentraron el aire de la plaza a su alrededor para después hacer que se expandiera y estallara. Los dragones se tambalearon en el aire, y Náilze saltó y voló hacia el mayor de ellos. Fellek desenvainó sus espadas.
Pero ese dragón tenía un hijo del bosque entre sus garras. A una amenaza del señor dragón, este empezó a hablar. Fellek lo escuchó y gritó y trató de taparse los oídos. Pero ya era tarde. Habían oído el conjuro. Con una pesadez creciente en los párpados, los dos hijos del viento se precipitaron hacia el suelo, y hacia la muerte que era el sueño.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Respuesta: [Historia] Hijos del bosque, hijos del viento

Necesito comentarios... En serio, me entristece tener que pedirlos, pero ya son 3 capítulos (y muchos meses entremedias) sin que nadie comente. Lo peor es que algunos me lo tienen prometido...

13. El rey dragón​


Le dolían las muñecas. Mucho. Estaba extenuado. Oyó una voz potente. Abrió los ojos.
- Bien, bien, bien- dijo la voz-. Por fin despiertas.
Fellek miró a su alrededor. Estaba sentado en una silla de metal negro, atado a ella por cadenas a sus muñecas y cuello. La sala era de piedra, y las antorchas casi no alcanzaban a iluminarla. No sintió a Náilze al otro lado de su mente. No. No, no, ¡no! El miedo le invadía, Se concentró en el viento de la habitación. Intentó que cortara las cadenas de sus muñecas.
- ¡Aaaaaaah!
Un dolor punzante le había asaltado la espalda. Intentó moverse y solo dolió más. Quedó respirando por la boca, intentando no moverse para que no le doliera más. Vio que ahora llevaba una ligera túnica marrón.
- No te pongas nervioso, por favor- intervino la voz-. Diseñé esta silla solo para ti. Está llena de púas retráctiles. Se activan si usas magia del viento. Si hay un Selan cerca, saltarán las de la nuca y será una muerte instantánea. Así que por fin nos conocemos, Fellek Hyulaera. Para ser sincero, esperaba algo más.
El dueño de la voz se movió hasta ponerse enfrente de Fellek. Una antorcha quedaba detrás de él, por lo que el chico no podía verle bien, estaba envuelto en sombras. Apenas podía adivinar sus holgados ropajes, su cabellera cobriza, su esbelta figura. Y bordado sobre la parte delantera de su jubón, un dragón rojo. Con una corona sobre su cabeza.
- Rey Sombrío…- murmuró Fellek.
- Así me llaman algunos- asintió-. Mi verdadero nombre es Seloekk. Y dime, Fellek Hyulaera, ya que tú también eres rey: como rey, ¿qué debería hacer contigo?
- Soy un jinete del viento. Deberías honrarme como aquello a lo que aspiras ser.
La carcajada de Seloekk era atronadora y abrumadora.
- ¡Pues no eres tan malo! Veo que lo que te falta en cuerpo te sobra en agallas. Pero, Fellek, eso se lo podrías haber dicho a mi padre o a mi abuelo, no a mí. Ya soy más que tú, y aspiro a cosas aún mayores. Los jinets del viento no sois para mí un ideal, simplemente una curiosidad- quedó callado un momento-. ¿Sabes? Ejecutaré a tus amigos al amanecer, ante todo Liakgens. Nadie puede oponerse a mí.
- ¡No si te matan antes!- rugió Fellek.
- Tch. Todos están capturados. Con solo decirte que fuiste el que más problemas nos dio…
Fellek sintió cómo le invadían la rabia y la impotencia. Tenía a quien buscaban en sus narices, pero ya estaba desarmado, herido e inutilizado. Y sus amigos también.
- A ti no te juzgo porque eres joven y llevas poco tiempo con ellos. Pero ese imbécil que se hace llamar rey debería vigilar mejor a sus aliados.
- ¿Qué? ¿Un…?
- Sí, un traidor, un espía, llámalo como quieras. Me ha dicho todo sobre todo, excepto un detallito sin importancia. Me sorprende que no le hayáis descubierto.
Fellek ardía con rabia. Pensaba, pensaba y pensaba, pero todos le parecían demasiado leales como para hacerles eso. Quienquiera que fuera el espía era un ser despreciable.
- A lo que iba, Fellek, es que no sabía qué hacer contigo. Tu ejecución no sería ejemplar, como la suya, y además pondría a los Selan contra mí, cosa que no me interesa. Si las leyendas son de fiar, la última vez que hubo una guerra entre primeros hijos la vida estuvo a punto de desaparecer, y la guerra solo paró por intervención de los padres. Así que se me ocurrió esto, Fellek. Tú me cuentas los pormenores de tu vínculo con ese Selan, os suelto, vosotros gobernáis en vuestro reino y yo aquí, y todos felices. ¿Aceptas?
- Jamás- Fellek escupió la palabra.
- Ya veo- la voz del Rey Sombrío se había endurecido.
Y Fellek notó miles de punzaduras, las púas le estaban perforando los brazos hasta el hombro. Se mordió la lengua y trató de resistir sin gritar, y lo consiguió, pero cuando las púas pararon, él estaba jadeando y sentía los brazos a punto de estallar. El rey se puso tras él. Todas las estacas se retiraron, y esta vez Fellek sí gritó. Seloekk le puso una mano bajo la barbilla y un frasco en los labios.
- Bebe.
Fellek no pudo evitar obedecer. Al instante el dolor cesó, y las heridas empezaron a cerrarse.
- Una pócima maravillosa, ¿verdad? Mañana volveré y te haré la misma pregunta. Los daños si no respondes serán mayores, claro, pero tengo muy poco de esto, así que será la misma dosis. ¡Ah! Y esto elimina la necesidad de comer y beber, pero no el hambre y la sed. Bueno, tengo unas ejecuciones que organizar. ¡Que te diviertas!
Fellek oyó una puerta abrirse y cerrarse a sus espaldas. Empezó a maldecir.


Tréngol empezó a reírse. No podía ser que los señores dragón fueran tan ineptos. Habían dejado su ropa y sus armas en la misma celda que él, y lo único que le apresaba eran unos grilletes en las muñecas y una cuerda en los tobillos. Por si fuera poco, la caligrafía de los glifos que decían que su hermana (que estaba a su lado) y él serían ejecutados al amanecer era pésima. Se puso manos a la obra. Como había aprendido en las calles de Atrok, se dislocó el pulgar izquierdo y su mano salió del grillete sin problemas. Se recolocó el dedo y repitió la operación con la otra mano. Después saltó hacia el montón que era su ropa, buscó su daga y cortó las cuerdas de sus tobillos. Se vistió y esperó a que su hermana terminase.
- Vamos a buscar a los demás- dijo él.
- Primero Fellek- afirmó ella.
- Dréngle, piensa con la cabeza- repuso, no sin cierta malicia.
- Eso hago. Es el más poderoso de nosotros.
Dréngle tenía razón. Tréngol asintió. Miraron a la puerta, que no tenía cerrojo. Se miraron a los ojos, verdes y grises, y a un tiempo la embistieron. Cedió. El pasillo estaba desierto… ¡No!
Tréngol se repuso. El hombre que venía corriendo por el pasillo, a quien había tomado por un señor dragón, era Zakk, que iba encapuchado. Corrieron junto a él.
- ¡Estáis bien!- exclamó el mago-. ¡Gracias a los dioses!
- ¿Qué ha pasado con Saelar y Nerya?- preguntó Dréngle.
- Apenas entramos nos encontraron. A ellos les capturaron. Yo conseguí escapar.
- ¿Sabes dónde está Fellek?- preguntó el mellizo.
- Seguramente en las celdas de alta seguridad, dos pisos más abajo.
- Vamos a por él.
No tardaron en encontrar su celda: era la segunda que estaba cerrada y abrió Zakk usando magia de la tierra. Le vieron sentado en un trono de hierro negro, encadenado a él. Se pusieron frente a él para que les viera, y se aliviaron visiblemente.
- ¿No puedes liberarte?- preguntó Zakk.
- No. Si uso magia del viento me hago daño.
- Vale… Esto te va a doler, pero es lo único que se me ocurre.
Zakk tocó las cadenas con su vara, y empezaron a helarse. Fellek gruñó de dolor.
- ¡Ahora!
El chico se levantó, rompiéndolas.
- Fellek, aquí está tu ropa- dijo Dréngle.
Él se miraba las muñecas: el metal helado le había dejado unas quemaduras negras. Asintió distraídamente y fue a cambiarse. Cuando lo estaba haciendo vio que Dréngle le miraba, y se puso rojo. Intentó taparse de una manera tan absurda que Tréngol y Zakk no pudieron evitar reírse, pero finalmente consiguió ponerse su ropa sin mostrar nada que ellos no hubieran visto.
- ¿Y cómo habéis llegado hasta aquí?- preguntó sin darle importancia.
Dréngle contó lo que había pasado desde que ella y su hermano despertaron.
- Ya veo…
Fellek hizo un movimiento de mano.
- ¿Qué haces?- se alarmó Zakk.
Un segundo después estaba frente a él, con una de sus espadas de ventacero en su cuello y otra en su corazón, y desafío en sus ojos.
- Traidor. Espía. Lo sabía. Tú nos delataste, por eso nos apresaron tan rápido.
- ¿Qué? ¿Qué dices?- preguntó él, con verdadero miedo.
- Parece que no eres tú, entonces. ¿Pero quién eres, mago? Nadie sabe nada de por qué estás aquí, ni tu pasado. Y, sin embargo, Overlord Sinis te conocía y le mataste por eso; y además conoces esta fortaleza. ¿Quién eres, mago?
Zakk respiró hondo.
- No quería contarlo por no ganarme vuestra enemistad. Soy Zareokk, llamado el Caído, hermano mayor de Seloekk, el Rey Sombrío.
Los mellizos se sorprendieron, Fellek permaneció impasible.
- Continúa.
- Estoy aquí por venganza- tragó saliva-. Mi hermano tiene el alma negra. Cuando éramos jóvenes mató a mi dragón en un entrenamiento de vuelo, e hizo que pareciera un accidente. Todos creyeron que no sobreviví a la caída, de ahí mi sobrenombre. Hui de Lastenn y llevo tramando venganza desde entonces.
- ¿Qué?- dijo Tréngol, y empezó a caminar hacia él-. ¡Maldito…!
Fellek le miró, y eso fue suficiente como para detenerle.
- Los enemigos de nuestros enemigos son nuestros aliados- retiró las espadas y relajó el viento-. Tenemos un enemigo común, Zareokk. No es tiempo para rencillas entre nosotros. ¿Dónde está Náilze?
Todos se preguntaron cómo era posible que Fellek hubiera crecido tanto en tan poco tiempo.
- Probablemente en el nido de dragones- dijo el que había sido señor dragón-. Seguidme.
Salieron y dejaron que Zareokk les guiase por los corredores de piedra y las empinadas escaleras. En un punto, Dréngle se puso a la altura de Fellek.
- ¿Te puedo decir algo?
Fellek pareció alejarse, pero asintió con la mirada.
- Yo también…- el corazón de Fellek latió tan fuerte que creyó que se saldría de su pecho-. De verdad.
Fellek empezó a respirar agitadamente, después la miró a sus ojos grises y sonrió. Ella le devolvió la sonrisa.
- ¡Lo sabía!- exclamó Tréngol.
- ¡Calla!- le dijo su hermana.
- Vamos a salir pronto- anunció Zakk.
Cruzaron un gran arco. El aire fresco de la noche les golpeó la cara. Estaban sobre la fortaleza, y alrededor de ella se alzaban los gigantescos cadáveres de Tarusk. Al frente estaba una gigantesca construcción de piedra, con forma esférica y un enorme agujero de entrada.
- Eso es el nido- señaló el mago.
- Yo iré a por Náilze. Liberad a los demás- dijo Fellek, y los otros tres asintieron.
Dréngle vio cómo corría hasta estar bajo el nido, concentraba el viento bajo sus piernas y daba un enorme salto. Entró al nido. Su hermano la cogió del brazo.
- Vamos, Dréngle. Él ya sabe cuidarse.


Media hora antes del amanecer toda Liakgens conocía el plan: asalto sorpresa a la fortaleza, derribar el nido, matar o capturar al rey. Los Señores Dragón, antes mercenarios, tenían ahora un ejército de mercenarios de Elynroi además del compuesto por hijos del bosque que, por supuesto, les iban a traicionar. Esos mercenarios no serían ningún problema para las capacidades físicas superiores de los hijos del bosque y sus numerosos magos. El único punto flaco del plan eran los dragones, pero los hijos del bosque confiaban en acabar lo suficientemente rápido como para no darlers tiempo a reaccionar.
Estaban apostados cerca de la fortaleza. Eran más de una decena de millar, y estaban ocultos por hechizos de sombra de los magos. A juzgar por los susurros, en los cuatrocientos años de tiranía de los Señores Dragón no había pasado nada parecido.
Tréngol se sentía más vivo que nunca. Estaba frente a la multitud, junto a la compañía. Todos los ojos sin blanco estaban clavados en su abuelo. Este volvió a formular otra vez la misma pregunta:
- Mago, ¿sientes al niño y la Selan?
Zareokk el Caído negó con la cabeza. Los seis se entristecieron un poco. Todos sabían dónde había entrado, pero nadie quería pensar lo obvio.
- Está bien. Ya es tarde- alzó la voz-. ¡Hijos del bosque! ¡Hemos vivido siglos bajo el yugo del fuego! Pero hoy eso se acabará. Hoy recuperaremos nuestra libertad, nuestro trono, ¡nuestro reino!
Todos aplaudieron y animaron: también había conjuros de silencio.
- ¡El amanecer verá algo digno de las crónicas! Pueblo de Lastenn, ¡al ataque!
Con un grito guerrero de júbilo, los hijos del bosque abandonaron el amparo de los árboles y se lanzaron a la fortaleza. Algunos magos abrieron los murosm de donde salieron los mercenarios como hormigas, solo para encontrar la derrota a manos de sus atacantes. Otros escalaban los muros. Aquello no parecía una batalla, era una fiesta. Tréngol y Dréngle, espalda con espalda, perdieron la cuenta de sus víctimas. Pero la de sus heridas estaba clara: cero. Desde el patio superior llegó un grito de júbilo: algunos magos, con magia de la tierra, estaban resquebrajando el nido de dragones. Pero ese júbilo se convirtió en terror. Zum. Zum. Grandes siluetas aladas ensombrecían el cielo que clareaba. Y sus llamaradas iluminaban la batalla.
- ¡Mierda!- exclamó Tréngol.
La desesperación cundió entre los hijos del bosque. Los mellizos tomaron una decisión y empezaron a escalar el muro. Si llegaban arriba sus flechas quizá hicieran algún daño a los dragones. Las lindes del claro empezaron a arder. Pero llegaron arriba. Empezaron a disparar a los primeros hijos del fuego y sus señores, pero no lograron dañarles.
- ¡Cuidado!- gritó Dréngle.
Se lanzaron al suelo y evitaron una llamarada que les hubiera calcinado. Al levantarse vieron que el sol rebasaba el horizonte. Un dragón se lanzó a por ellos.
Y su rumbo se torció.
Al oeste, una mancha negra flotaba en el cielo. Y sobe ella, un lucero blanco, una estrella que había vencido al día para vencer a los dragones. El corazón de Tréngol se llenó de esperanza.
- ¡Hijos del bosque!- gritó con todos sus pulmones-. ¡Llegan los hijos del viento!
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Respuesta: [Historia] Hijos del bosque, hijos del viento

La verdad es que estoy un poco indignado. Casi dos meses y ni un mísero comentario, ni siquiera de los que me lo han prometido. En fin, aquí está el final de mi historia. Siento haber tardado tanto, pero no ha podido ser de otra manera.

14. El último día de un hijo del fuego​


Fellek se extrañó muchísimo cuando vio que ninguno de los centenarios ocupantes del nido le atacaban y solo le observaban con una apagada curiosidad. Solo salieron de su letargo cuando rompió las cadenas de Náilze, y se montó en ella y levantaron el vuelo tan rápido que cuando salieron del nido los dragones apenas se habían alzado y abierto sus alas.
- No me atacaban- dijo él, extrañado.
“No tenían instrucciones de hacerlo.”
La voz de Náilze tenía el mismo tono que Fellek sentía al otro lado de su mente: algo devastado, que no había oído desde la noche en que ella estuvo a punto de morir, y la respuesta había sido tan extraña que Fellek sintió una necesidad visceral de saber más.
“Los señores dragón son una abominación ahora mismo, y el Rey Sombrío, el ser más desalmado que conozco”, empezó a responder Náilze a la inevitable pregunta de su pareja. “Les ha maltratado tanto y ha usado tanta magia, olvidada por lo maligna que era, sobre ellos, que han perdido la capacidad de hablar, la de actuar por iniciativa propia, incluso sus nombres. Y todo el fuego que hierve en su interior por no poder salir… Una parte va al jinete de cada dragón, para que no sospechen, porque se horrorizarían y se rebelarían de saber la verdad. Pero todo lo demás va al Rey Sombrío.
Náilze no pudo seguir hablando y le mostró sus recuerdos a Fellek. En ellos el chico vio al enorme dragón del rey tratando de decirle todo esto a Náilze solo con el contacto de sus mentes, mientras la torturaba e interrogaba de igual forma que había hecho el propio Rey Sombrío con él y con Fellek. Un dragón había vencido su legendario orgullo para suplicar ayuda. De pronto Fellek odió aún más al hermano menor del mago.
“Me dijo que no dudáramos en matarles”, Náilze se había repuesto un poco. “Cree que con los otros aún se pueden deshacer las cadenas, pero en su caso son tan profundas que lo único que le queda es la muerte. Y él la anhela.”
- Será una batalla dura.
“No si sabemos ser rápidos. En nuestro caso, además, el vínculo es mucho más fuerte y perfecto que el suyo.Y, al contrario que el acero corriente, el ventacero sí puede atravesar las escamas de dragón.”
Y mientras la noche avanzaba la garra y la espada salieron de Liakgens y aterrizaron, como hicieron al anochecer, en un claro cercano.
“Mira detrás de ese árbol”, dijo Náilze tras tocar tierra.
Fellek obedeció y vio una bolsa de tela basta. La abrió y al instante parpadeó. No, había visto bien, ¡era ventacero! Sacó los objetos con impaciencia y abrió la boca cuando vio lo que eran.
- ¡Es la armadura de Hyul!
“Sí. Discutí mucho con Íesin para que me dejara traerla. Y entonces comprendí que había sido una estúpida, porque tú no sabes luchar con ella. Pero si hay un momento para usarla, es este.”
Fellek no perdió el tiempo y empezó a ponérsela. Pero como nunca lo había hecho, tardó mucho. Náilze comenzó a apremiarle cuando el fragor del combate empezó a llenar el aire, y él se apresuró aún más para ajustarse las vainas de Ala y Garra y el yelmo. Y se sorprendió. Como era de ventacero no pesaba mucho más que los cálidos embozos de los hijos del bosque, y en solo dos minutos se acostumbró a moverse con ella. “Pues sí que fue de Hyul”, pensó. Se montó en Náilze, se ajustó las ligaduras y volaron hacia la batalla.
El sol, que les daba en la cara, hacía que los gigantescos dragones parecieran criaturas de horror negras. Ellos manipularon el viento y el vuelo y las llamas de todos los dragones se torcieron.
“Lo sabía”, dijo Náilze con orgullo. “¡No saben usar sus alas!”
Entonces Fellek oyó el grito de Tréngol. Y su euforia y su esperanza les contagiaron.
- ¡Náilze!- gritó Fellek-.¡Vamos a matar dragones!
Náilze aceleró su vuelo y se precipitó al centro de la batalla. Pasaron junto a un dragón. Este trató de golpearles y morderles. Pero era mucho más grande que Náilze, y por eso más lento. En un momento se pusieron sobre su espalda. Náilze voló en línea recta, y Fellek alargó su brazo y con una de sus espadas rajó la membrana del ala del dragón. El señor dragón les miró y con un movimiento de manos les lanzó una gran bola de fuego, que ellos esquivaron por los pelos. El dragón, de escamas color verde oscuro, rugió de dolor e, incapaz de volar, cayó a los árboles. La garra y la espada dieron un grito de triunfo, y fueron a por el siguiente dragón. Y el siguiente. Los dragones y sus señores caían, y los que quedaban en el aire tuvieron que concentrarse en Fellek y Náilze. Los hijos del bosque ganaron terreno. Ya casi no se les veía desde el cielo: casi todos habían entrado a la fortaleza, a salvo de las llamaradas salvajes que el elenthi y la Selan esquivaban casi riendo.
Cuando Fellek empezó a preguntarse si habrían matado al rey, oyó un monstruoso rugido. Los señores dragón, alrededor de ellos, empezaron a vitorear. Con un estruendo ensordecedor, Fellek vio cómo la parte superior del nido de dragones se derrumbaba. Y entre el polvo adivinó una figura de tamaño imposible.
- ¿Qué es eso?- preguntó asustado.
“Eso”, respondió Náilze, “son el Rey Sombrío y su dragón.”
Zum. Zum. Las alas del dragón hacían que el viento se estremeciera cada vez que las movía. Salió del polvo. Era un dragón blanco, con los ojos de un intenso color de vino, casi como las pupilas de un hijo del bosque. Y en su nuca, envuelto en una armadura negra, el Rey Sombrío.
El dragón abrió la boca y una llamarada ancha como un río avanzó hacia la pareja. En el último segundo Náilze torció las alas y se desvió. Moviendo la cabeza, el dragón siguió intentando quemarles. Fellek advirtió con horror que él y su pareja tenían el tamaño de una de las garras de ese coloso blanco.
“No podemos derribar a este”, dijo Náilze. “¡Hay que matarle!”
Susurró una palabra en su idioma, tan viejo como su raza, y el viento se condensó en miles de lanzas que volaron al dragón. Este deshizo muchas de ellas con una llamarada. Otras le dieron en sus patas delanteras. Algunas de las escamas se desprendieron o agrietaron. Y Fellek tuvo una corazonada. Con una orden mental hizo a Náilze moverse a toda prisa. La cola negra de un dragón restalló junto a ellos. Fellek sintió un dolor agudo en el costado, donde Náilze acababa de ser herida.
- ¿Estás bien?- esquivaban los golpes de todos los dragones y las llamaradas del rey.
“Ha sido superficial. Gracias. Si no hubieras hecho que me moviera, sería mucho peor.”
- ¡No le podemos atacar con magia! ¡Al concentrarnos bajamos la guardia!
“¡Y sus escamas son demasiado duras!”
Ambos sabían lo que intentarían después. Dando un amplio rodeo quedaron bajo el vientre del dragón blanco. Fellek alzó sus brazos, empuñando sus espadas, y gracias a la fuerza del vuelo de Náilze, abrió dos largos cortes en su vientre. La Selan hizo una burbuja de viento alrededor de ellos que detuvo el barrido de la gran cola blanca. Si les hubiera alcanzado, pensó Fellek, estarían perdidos.
Salieron de bajo el dragón. Fellek vio sus espadas. Su corazón pareció detenerse. Las dos hojas azuladas estaban limpias. No había atravesado la capa de escamas. Y las había hundido hasta la empuñadura.
- ¡Mierda!- exclamó.
“¡Hay que atacar sus ojos!”
- ¿Por qué no se me ocurrió darles flechas de ventacero a Tréngol y Dréngle?- se reprochó.
Y se le ocurrió.
Ocultó a Náilze su idea, pero la hizo subir a toda velocidad, muy alto, tan alto que veían algunas nubes lejanas bajo ellos. Con lentos golpes de alas, el dragón les seguía. Fellek llevó las manos a las correas de cuero que sujetaban sus piernas. No, ¡demasiado lento! Sacó sus espadas de las vainas y cortó las correas.
“¿Qué haces? ¿Estás loco?
- Puede ser. ¡Prométeme que me recogerás!
“¿Qué vas a hacer? ¡Dímelo!”
Pero Fellek ya se había tirado. Hizo que el viento de su alrededor cayera con él, y en dos segundos se había convertido en el corazón de una punta de lanza hecha de aire. No, una lanza no. Era una flecha. Él era la flecha. Y el arco era el mundo. Todo era pequeñísimo. La fortaleza, los árboles que eran Tarusk muertos. Los dragones parecían moscas, y ese blanco hacia el que caía, una cría. El dragón del Rey Sombrío abrió sus fauces y soltó una enorme corriente de llamas que envolvió a Fellek. El aire del interior de la enorme flecha ni se calentó. Y después del fuego hubo oscuridad. Quizá hubiera quedado atrapado dentro del dragón.
Pero vio la luz de nuevo. Trató de hacer que su rumbo fuera paralelo al suelo. Imposible. Llevaba demasiada velocidad. Rezó por que la muerte fuera indolora. Notó un impacto en el torso.
“Rey Fellek de la casa Hyulaera, tu cerebro es más temible que tus armas o tus conjuros.”
Fellek enterró la cara en el plumaje de su espalda, que se contraía al ritmo de sus alas, y derramó un puñado de lágrimas.
“Mira lo que has hecho.”
Fellek miró al cielo y vio al dragón de ojos rojoa retorciéndose y cayendo. En su cuello muchas escamas habían saltado por la presión del paso de Fellk. Y en su pecho sangraba un gran agujero. Exhaló una última llamarada, su cuerpo se detuvo, sus ojos se apagaron y cayó sobre la fortaleza, destruyendo el tejado y varios pisos inferiores. Los señores dragón revoloteaban inquietos y asustados y, tras las exclamaciones de asombro, los hijos del bosque gritaron salvajemente y redoblaron sus fuerzas.
“Voy a bajar. Tenemos que vencer al Rey Sombrío.”
- ¿Y si está muerto?
“Nuestro mago sobrevivió a una caída así. Y era mucho más joven y menos poderoso.”
Náilze bajó haciendo espirales y se posó sobre el costado del dragón. Miraron en derredor. La luz iluminaba los corredores por los que Fellek había pasado antes, que ahora estaban interrumpidos por el gran cadáver.
Sonaron unas solitarias palmadas. Sobre la cabeza del que había sido su dragón, Seloekk, el Rey Sombrío, hacía chocar las palmas de sus manos. Se había quitado el yelmo. Fellek vio su cara. Sí que era el hermano de Zakk.
- ¡Enhorabuena!- gritó-. ¡Habéis matado un dragón! Quedan cincuenta y siete. Y a una orden mía todos vendrían aquí y os despedazarían, sin que la reina Selan ni el temible Fellek Matadragones Hyulaera pudieran hacer nada- su tono había cambiado a una odiosa burla-. Pero no, de eso me encargaré yo mismo, para que comprendáis mi grandeza y la inutilidad de vuestros esfuerzos.
Desde los derrumbados corredores y el hueco del techo muchos hijos del bosque miraban la escena que ocurría sobre el cadáver de escamas blancas. Pero para Fellek el mundo era la presencia protectora junto a él y la hostilidad que encaraba. Ambos eran negros.
El chico y la Selan apenas tuvieron tiempo de concentrar el aire en un escudo. Desde la mano extendida del Rey Sombrío una llamarada invadía todo el destrozo del derrumbamiento, y empujaba el escudo de viento con la fuerza de mil montañas.
“¡No podremos aguantar mucho!”, gritó Náilze, con la voz desgarrada por el esfuerzo.
- ¡Tu idioma!- exclamó Fellek de igual modo.
“¡No podrás! ¡Y no sabemos si funcionará!
El escudo empezó a ceder.
- ¡Si no lo intentamos moriremos!
Y en el fragor de la batalla de magia Fellek notó un concepto en su mente, una palabra, depositada allí por Náilze. Su fuerza era abrumadora. Significaba “hombre”. Y Náilze le dio otra. Era más fuerte aún. Era el fuego y la raza que lo contenía. La tercera hizo que la piel de Fellek se erizara. Significaba separación, frontera, enemistad, conflicto. Esas palabras danzaron solas en la mente del chico y se encajaron en una frase, de tal poder que Fellek creyó que explotaría si no la decía rápido. El escudo se rompió. Náilze hizo una onda de viento que dispersó la llamarada. Sin inmutarse, el rey se preparó para lanzar otra. Fellek hizo las runas de la frase en el aire con Garra. Le pareció que los trazos permanecían. Seloekk liberó la llamarada. Al tiempo que les alcanzaba, Fellek puso su mano sobre los trazos. La garra y la espada gritaron la frase con todas sus fuerzas.
La llamarada se disolvió. Fellek sintió que todo el cielo pasaba a través de él. El viento tocó partes de su cuerpo y su alma que ni siquiera sabía que existían. Su madre muerta, su tío naufragado, Syltha la Desgarrada, todos sus antepasados desde Hyul, el grupo de ladronzuelos de Puerto de Esandell, Dréngle, Tréngol, Zareokk el Caído, Dyogun, Nerya, Saelar, la vieja Ivilla, Íesin, Náilze… Todos ellos habían trabajado para que Fellek se encontrara en ese punto y ese momento, con la fuerza cruda del viento liberándose a través de sus entrañas y desgarrándolas a su paso. Durante un segundo se vieron claramente más de cincuenta hilos que brillaban con la fuerza del sol, salían del corazón del Rey Sobrío para atar los cuellos y las mandíbulas de los dragones. Y hojas de viento los cortaron. Los dragones se estremecieron y rugieron libres. Por primera vez en más de un siglo sus rugidos fueron palabras. Y las llamas invadieron el cielo.


Náilze casi ni podía moverse. Le dolía cada pluma y cada músculo. El viento se le escapaba. Había gastado todas sus fuerzas con el improvisado conjuro y tardaría en reponerse. Pero lo peor era que al otro lado de su alma no sentía nada. Junto a ella, la armadura y las armas y la grandeza no podían disimular lo que aún era: un niño. Y a pesar de eso Zareokk le había arrastrado hasta ahí. Por un momento Náilze se preguntó cuál de los hermanos era más desalmado.
Aún sobre la cabeza del cadáver de su dragón, Seloekk estaba desolado. Náilze casi le compadeció. Todo por lo que había trabajado se acababa de derrumbar en unos pocos segundos.
“Tenías todo el fuego que quisieras”, dijo ella, sin saber muy bien por qué, quizá para consolarle, “pero nunca fuiste fuego. Nunca habrías podido hablarlo.”
Seloekk alzó la cabeza hacia ella. Sus ojos estaban rojos, un rojo sucio, de sangre coagulada.
- ¡Te mataré! ¡Te mataré!
Náilze se resignó. A pesar de estar aún de pie, no podría resistir.
Y oyó una risa enferma, que salía a borbotones de la boca junto con la sangre. Sintió la mente herida de Fellek, y todo su delirio físico. Le envadió el alivio.
Fellek trataba de incorporarse sobre sus brazos, pero constantemente se caía. Lloraba sangre, babeaba sangre, exhalaba sangre, pero aún vivía.
- Mírate, Rey Sombrío- se burló con su risa de esqueleto-. Eras tan grandioso sobre tu trono de huesos de dragón, pero después de todo solo eres un hombre.
- ¡Un hombre son sus fuerzas!- replicó este-. ¡Aún soy más que tú!
- No, no, no. Yo nunca estuve solo. Lucha por tu reino, Rey Sombrío.
Este gritó al recibir el golpe de Saelar, que se había acercado corriendo a él. Trató de resistir, pero el hijo del bosque se impuso sin esfuerzos. Ya le tenía arrodillado frente a él, a punto de darle el golpe final.
Zareokk se acercaba con todas sus feurzas. Cuando Fellek le vio, abrió mucho los ojos.
- ¡No le dejes, Saelar!- gritó-. ¡Protege al Rey Sombrío!
De pronto todo el esquema diabólico encajó, y Fellek se sintió más impotente que nunca al ver que no podía evitar el final. Saelar miró a Zakk, quien le derribó con un golpe de su vara. La transformó en metal y la hundió en su horrorizado hermano. La sonrisa de Zareokk era de salvaje triunfo. Fellek no debería haber gritado. Se derrumbó y perdió la realidad.

Epílogo. Tres años​


En lo que llevaba de reinado Zareokk el Caído había demostrado ser un rey más justo y magnánimo que su hermano menor. Había dejado irse a los dragones que no aceptaban el vínculo, y a los hijos del bosque salir de Lastenn. Pero Tréngol y Dréngle sabían que su corazón era tan negro como el de Seloekk.
Y no habían estado tan seguros hasta entonces. Acorralados entre soldados humanos, un heraldo leía sus delitos, entre los que se encontraban la sublevación, la alta traición…
“Él hizo lo mismo, o más”, pensaba Tréngol. “Qué asqueroso.”
- Y por eso, yo, el rey Seloekk, llamado el Caído, os condeno a muerte- concluyó el heraldo.
Aunque los soldados estuvieran más armados, el que más miedo les daba del círculo era el que, suponían, era el verdugo. Era un señor dragón, su dragón volaba sobre ellos, con otro que sí llevaba a su jinete. Alzó la mano para hacer que estallaran en llamas.
Y un viento de una fuerza imposible derribó al círculo de soldados.
El dragón solitario descendió, mientras su aspecto mutaba. El otro le persiguió. El encapuchado saltó sobre su dragón, que había disminuido de tamaño.
- Así que tú eres Fellek Matadragones Hyulaera- habló con voz profunda el verdadero dragón.
Al quitarse su capucha, los mellizos reconocieron a Fellek y a Náilze, libres ya de ilusiones. Gritaron de alegría.
- Así es.
- Esperaba algo más- su risa era lenta y escalofriante-. Una leyenda no puede preocuparse por dos hormigas como esas.
- Entonces prefiero no ser ninguna leyenda.
Sin avisar, Náilze se incorporó y atacó al dragón con sus garras. Este respondió. Pero Fellek ya no estaba sobre Náilze. El dragón aulló de dolor. Fellek se había puesto bajo él y con sus espadas perforaba sus dos patas traseras. El dragón tuvo que detenerse.
- Volved a Liakgens y decidle a Zareokk el Traidor que el pequeño ladrón completará la empresa.
- Te salvas por la deuda, Matadragones- escupió el dragón con odio.
- Sois vosotros los que os salváis.
Mientras tanto, Náilze se había acercado a los mellizos, y se agachó frente a ellos.
“¡Subid!”
Su voz tenía cierto cariño, que a ellos les sorprendió.
- Sí, ¡subid ya!- Fellek había llegado junto a ellos.
En esos tres años el viento había curtido su rostro moreno, y su pelo, siempre alborotado, ahora le caía hasta los hombros. Pero el mayor cambio era una cicatriz blanca, que cruzaba limpiamente su rostro desde la comisura de su boca hasta la mitad de su frente, aunque sin dañar el ojo.
- ¿Cómo es que sigues vivo?
- Una larga historia. ¡Subid!
Tréngol se decidió y se encaramó a la Selan. Fellek miró por un segundo a Dréngle. Esta vez no apartó la mirada. En vez de eso, la besó en los labios.
El corazón de Dréngle se detuvo un momento.
Fellek subió a Náilze, y ella le siguió. La primera hija había crecido. Solo entonces se dio cuenta de que el beso había sido tan corto y torpe que solo podía haber sido el primero. Y sintió una extraña satisfacción.
- ¿Adónde vamos?- preguntó Tréngol.
- ¿Dónde va a ser? ¡A Elenth!- respondió Fellek.
Náilze saltó.

Y hasta aquí el viaje de nuestros siete personajes. Tengo pensado continuarlo, aunque no sé cuándo ya que ahora tengo otro proyecto entre manos del que sabréis pronto. ¡Hasta otra!
 

BLAx501!

A veces comento en temas :3
Miembro de honor
Usuario de Platino
Respuesta: [Historia] Hijos del bosque, hijos del viento

La verdad es que estoy un poco indignado. Casi dos meses y ni un mísero comentario, ni siquiera de los que me lo han prometido.
:( Juro sobre la tumba de @Tyren Sealess (aunque no está muerto... :hmm: ) que en cuanto lea de nuevo todo, porque si no no me enteraré de la mitad de las cosas, comentaré la obra para cumplir con una promesa/tradición, que es comentar las historias de este escritor :3

Y de paso upeo el tema, que no está de más
 

Toni

Leyenda de WaH
Es una historia fantástica e impresionante, es una pena que nadie comente en este tema.
Me la he leído toda. El relato empieza fuerte y se mantiene en esa línea de hype en toda.
Ahora comentaré los errores.
Todo está muy bien menos algunos fallos menores de redacción como que a veces no cierras las comillas y te equivocas en letras, pero ya digo, son tonterías que ni se deberían decir.
Y muerte, le falta mucha muerte.
Obligo a todos los usuarios a leerse la historia y a comentar.
Felicidades Tyren. Mis respetos.
 
Última edición:
Fellek - Protagonista
Sakk- Mago

Saelar- Rey legitimo de los segundo hijos (soy yo o son básicamente elfos?)

Dyogun- Hijo de Saelar
Nerya- Esposa de Dyogun

Trengol y Drengle- Mellizos, hijos de Dyogun y Nerya y nietos de saelar (redundante pero es fácil perderse cuando vuelves a leer la historia en capítulos avanzados)

Pelon de brazzers- antimago (XD jajajaja tenia que hacerlo)

Eventos que debo recordar:
*Sakk le regala el amuleto a Fellek, ademas de ser el único en el que Fellek confié durante mucho tiempo en el grupo. Luego cree que es un espía por que jamas hablo de su pasado y al final descubren que si tenia motivos siniestro en la compañía.
*Saelar le considera una carga hasta que en un intento por matarlo Fellek termina por derrotarle (echo del que jamas se entero el grupo) luego se gana de apoco y a regaña dientes su aprobación
*Dyogun le enseña a pelear, primero a una espada y luego con espadas gemelas (pretty badass)
*Trengol le enseña el idioma de los segundos hijos, ademas de hacerse su amigo mas cercano en la compañía. (Mi mi personaje favorito)
*Drengle le menosprecia y aprovecha cualquier oportunidad para hacérselo saber, pero luego de hablar con Fellek terminan enamorándose sin darse cuenta
*Nerya, nerya ...
*Nailze es su "garra"

*La vieja de la tienda volvió a hacer de la suyas, tratando de leer el futuro de aquel que se convertiría en héroe
*El pelón de brazzers murió? o simplemente despareció?

La narración me gusta hasta antes de atacar a la fortaleza, detalles como el del parásito de Nailze no aportan mucho a la historia, al menos no de la manera en que lo plasmaste. Supongo que fue para hacer notar el vinculo entre ambos y la idea no es mala, tal vez si el dolor que sentía se notase desde que la conoció le diese la importancia necesaria.

Y el por que no me termino de agradar el ataque fue por que es muy breve, quiero decir: son capítulos definitivos, la pelea mas esperada y se esfuma en un parpadeo.
*Realmente me hubiera gustado que se infiltraran mas, que duraran un par de días obteniendo información dentro de Lastenn, se supone que son como espías contra el mejor ejercito.
Durante ese lapso de descubrir información de los movimientos del rey, pudieron haber dicho mas acerca de sakk y el rey, sobre todo del rey que básicamente es un villano sin motivos, ademas de ser un personaje de vital importancia y cuya aparición es muy breve, hasta Nerya que apenas y se menciona, tiene mas apariciones y se conoce mas de ella.
*El mismo caso de Saelar y su decisiones, como tuvo que afrontar la decisión de irse?.
*Pudo haber una segunda pelea con el pelón, en la que le venzan, pero que el alboroto sea la causa de la captura del grupo, yo que se, todo lo que alargase ese momento definitivo.

La lucha contra el rey y su dragones fue genial, al igual que el control por el miedo con los dragones, en cuanto a eso no tengo ninguna objeción es simplemente una batalla épica.

Ahora si volvamos a las inconformidades XD jajajaja
Cuando el gran dragón cae, hubiera sido un momento perfecto para que lucharan hombre a hombre.
y si bien el epilogo cierra muchas dudas, lo único malo que le veo es que sea tan corto jajajaja XD pero aun así fue brutal. Incluso me recordó el final de Toy Story 2

Y sin mas que agregar mis felicitaciones, es una gran historia. Lejos de todas las cosas que me hubieran gustado (fangirl detected) es una historia que mantiene una buena armonía, no es fastidiosa en la descripción de los lugares, personajes y cosas. Y si bien Fellek es por así decirlo un "elegido" siempre se le hace ver como un humano. También el shipping fue muy bien manejado, así como la amistad entre personajes, lo que hace que no sea empalagoso y que a su vez ese tono épico resalte aun mas.

Heil Führer Tayren
 
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