Asalto
1ra Persona
Género deportivo: esgrima.
(Si no sabes lo que es te he dejado dos vídeos al final)
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1ra Persona
Género deportivo: esgrima.
(Si no sabes lo que es te he dejado dos vídeos al final)
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No es un deporte conocido, no es algo que quieras ver ya que solo aquellos que lo practican pueden valorar el arte de la espada occidental, la esgrima. No es un combate clásico, la esgrima de hoy en día no tiene nada que ver con nuestros viejos antecesores, estáticos y firmes. El deporte olímpico que es hoy no es como muchos piensan …
Los preliminares de aquella competición habían terminado y ya había realizado mis propios 6 combates. En mi grupo había un venezolano que los había derrotado a todos. Le vencí, pero por poco. Y con ello, reclamé mi lugar en aquél preliminar. Lo que no sabía era la siguiente prueba a la que me iba a enfrentar. Un duro rival.
Esperé por él en el lugar en que iba a tener el encuentro. Ahí estaba de pie y él, travesando la puerta, el que iba a ser mi rival. ¿Dos metros? No, algo más. Un gigante extranjero de piel marrón oscuro se paraba ante mí. Me sonaba a alguien popular, pero no soy de los que busca conocer sus adversarios. Los resultados no tienen nada que ver con el nivel de uno.
Me levanté y me dirigí al centro de la pista, ahí se encontraba, parecía haber crecido. Bueno, solo me había acercado a saludar. Comprobé que el material funcionara y me puse en la línea de guardia. Entonces el árbitro inició el combate.
En guardia, ¿Preparados? ¡Adelante!
Me dirigí hacia él agarrando mi espada con mi derecha. La punta estaba firme apuntado a su mano ya que cualquier error suyo al intentar hacer cualquier gesto de mano me daría una ventaja. Los pasos empezaron largos pero se volvieron cautelosos cortos al acercarme. Me acerqué, pero no reaccionó. Esperaba. ¡Tocado!
Largo, muy largo. Me había rozado pero había sido suficiente. Calculé mal la distancia entre ambos. Volví a la línea de guardia y espere el aviso del árbitro para dar lugar al segundo tocado. Me acerqué otra vez a él. Tenía la hoja apuntando fuera incitándome a que le atacara. Pero no iba a caer en eso. Me quise acercar pero no reaccionó hasta el último momento. ¡Tocado!
Otra vez, y eso se repitió. Cinco tocados en contra, en un asalto que llevaba ya 5 tocados. Todos suyos. El gigante no me iba a presionar, esperaba la oportunidad que me acercara para aprovechar su gran longitud. El árbitro abrió por sexta vez el asalto y solo quedaba un minuto de la primera parte. Me acerqué, entonces lo vi. Quizás tendría una oportunidad si hacia “aquello”.
Me acerqué lo suficiente para que hiciera su ataque, pero fue diferente, lo esquive haciendo un paso instantáneo hacia detrás, su ataque terminó cayendo al suelto. Lo sentí, yo era más rápido. Con la espada agarrada y la punta apuntando su pecho salté sobre él. ¡Tocado!
Punto a favor. Era el momento, debía jugármela a esa acción, todo o nada. Se acabo el primer de los tres tiempos. Fui al fondo de mi pista y me quedé de pe, pensando. Estaba solo. Esa acción debería ser la clave para cambiar el curso del combate. Reflexioné. Acercarme lo suficiente para probar un ataque y esquivarlo al último momento para después aprovechar una obertura. Una acción que dura un segundo sí, pero debía conseguir que esa situación tuviera lugar obre la pista.
El árbitro nos llamó a ambos para la segunda parte y dio paso a abrir la de nuevo el asalto. La situación no ocurrió como pensaba, cometí un error y le di un tocado. Pese a ello, decidí darlo todo en el siguiente. Era un gigante sí, pero yo era más rápido. Me acerqué, apuntándole y él reaccionó. Entonces fue todo un instante. Su espada cortó el aire, y su punta se dirigió hacía mis ojos. Di un paso corto hacía atrás, lo suficientemente corto para esquivarlo. Al último momento para así aprovechar el tiempo de reacción que no tendría mi rival. Ya sin su espada apuntando salí directo hacía el. ¡Tocado! Repetí la acción otra vez, resultó. Otro tocado.
Entonces él cambió. El gigante se había cansado de esperar. Tomaría las riendas el asalto e iría a la ofensiva. Fue en un momento, reaccioné por instinto. Mi rival se había acercado desde la línea de guardia hacía mí y me había soltado un ataque feroz. Pude verlo con los reflejos y reaccionar con mi instinto. Pese a ello, mi hierro no pudo desviar aquél ataque de la trayectoria a tiempo. El árbitro dio el tocado a mi rival y volvió a abrir el asalto. Se me acercó y volvió a atacarme. Me intenté defender y pude librarme retrocediendo. Pero no podría cederle la pista para siempre. El gigante ganaba terreno y me arrinconaba, era el momento de usar el todo o nada.
La acción no resultó, pese a que intentaba esquivarle al último momento para contraatacar con un ataque su ataque no terminaba, no había forma de esquivarla con el cuerpo. Me apuntaba. El asaltó avanzó y parecía tener un claro vencedor. 10-3. Tenía 7 tocados en contra.
Mi adversario era duro de roer. Pero si él podía cambiar y evolucionar durante el asalto yo también podría. ¿Siete tocados en contra? ¿Crees que a mí me importa? Muchos se rinden llegado el punto y combaten de forma miserable llegados al verse superados. Me daba igual. El marcador no importa, no importa si vas perdiendo de siete o de cien. Debes verlos como tocados individuales. Situaciones distintas. Solo así puedes resolver cada uno de las posibles.
No me rendiré. Era el momento de cambiar. Si mi rival iba usar el hierro yo también. Si ese grandullón viene a por mi mejor; será más fácil acortar la distancia. Fui a por él y entonces ocurrió. Deje de apuntarle para golpear su hierro y así crear una obertura. El reaccionó pero era demasiado tarde. Su punta se quedaba fuera, detrás de mí mientras que yo tocaba.
El asalto avanzó y sabía cómo tocarle. Como remontar. Tenía que ser más duro que aquél espadachín y, aunque ese hierro fuera tan rígido para desviarlo como si golpeara un diamante con un palo debía hacerlo; golpearlo y apartarlo para que pudiera llegar a hacer puntos. Lo conseguí y entonces el tranquilo combate de ataques directos se convirtió en un intercambio de golpes. Cuando yo batía con mi espada el reincorporaba su hierro para aprovechar la misma oportunidad. En vano, ya que yo era más rápido y mis técnicas de cuerpo a cuerpo parecían superiores. Me deshice de aquella guardia en la que se equilibraba y así lo hice tambalearse.
El intercambió de tocados duró hasta el tercer período. Había remontado y estábamos empatados en el contador. Cualquiera de los dos podría ganar y avanzamos hasta el último tocado. Tenía que hacer tocados, no quería perder.
Me dirigí hacia él. Con pasos cortos pero rápidos. Acortando la pista en un instante. Los segundos en la esgrima son realmente largos. Cuanto más tiempo llevas más acciones puedes realizar en un mismo segundo. Penetré con la punta focalizándome en su brazo. Entonces el paró con su espada y hice una finta. Entonces se echó para atrás y vi un contraataque que podría desviar.
Me equivoqué. En esas milésimas de segundo pensé que era un contraataque pero en realidad era una finta. Aquél adversario no era un cualquiera. Respondió con una finta sobre mi finta. Entonces yo, que creía poder derribar un supuesto contraataque no lo pude hacer. Perdí. ¡Tocado!
Volví a la línea de guardia. Me saqué la careta y le di la mano. Le agradecí el buen combate que se había disputado y me giré para darle la mano al árbitro. Ahí estaban, mis compañeros. Habían observado el asalto y chillado durante aquélla remontada. Abrí las palmas sugiriendo que no estaba mal; que se había intentado. Más tarde me enteraría que me había enfrentado a un señor que era ex oro olímpico por equipos y ex cuarto del mundo. No me sorprendí de la noticia. Era un cabrón duro de roer. Fue una pena perder por tan poco pero bueno, un esfuerzo total es una victoria copleta.
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¿Esgrima, eso que es? ¿Se come o qué? Dejo dos vídeos de esgrima:
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[tab=Doha GP 2015, Men's Epée Semifinals and Final][/tab]
[tab=Beijing 2008 GOLD Tagliariol ITA vs Jeannet FRA]
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Un abrazo.