Jeisbel
Desarrollador avanzado de RPG
¡Buenos días, buenas tardes y buenas noches!
Este es un capítulo de un relato que estoy escribiendo. Lo quiero exponer aquí para que le echéis un vistazo y opinen sobre él.
Sin más preámbulos, aquí os dejo el capítulo en sí.
Aún recuerdo ese día, esa oscura y horrible pesadilla, fue el peor día que jamás había tenido, cuando tenía 15 años. Todo comenzó una bonita mañana de primavera, el sol iluminaba con fuerza nuestra querida villa, bañada de tranquilidad y armonía. Me levanté con mucha hambre, no cené casi nada la noche anterior. Bajé al salón a desayunar unas deliciosas tortitas con nata que había preparado mi madre. Al cabo de varios minutos, alguien llamó al timbre, e insinuando que sería mi vecino Kevin, fui a ver quién era. Abrí la puerta y, efectivamente, era él.
Dando saltos de alegría, me pidió que saliera fuera a jugar con él. Comenzaba a estar aburrido así que sin pensarlo dos veces, accedí a su propuesta.
Después de una divertida mañana junto a Kevin, llegué agotado a mi casa, subí a mi habitación y me tumbé en la cama, esperando a que mis padres llegaran de trabajar. Cerré los ojos un poco... y cuando los abrí, observé el despertador, ¡eran las cinco en punto de la tarde! Rápidamente, bajé al salón y vi que no había nadie. Al parecer, aún no habían llegado mis padres de trabajar, aunque deberían de haber vuelto hace dos horas. Preocupado, los llamé por teléfono, pero ninguno de ellos me contestó.
Necesitaba tranquilizarme. Me senté en el sillón, encendí la televisión, y me quedé embobado con ella.
Mis padres no daban señales de vida, estaba muy preocupado. Quizá les habría pasado algo grave.
Al cabo de varias horas, mis padres no habían llegado aún. Nuevamente, los llamé por teléfono, pero no obtuve ninguna respuesta.
Se hizo de noche. Me hice de cenar y subí a mi cuarto para acostarme, aunque estaba tan nervioso y preocupado que me costaba pegar ojo.
Escuché unos gritos. Creía que eran producto de mi imaginación, pero no, aquellos gritos estaban sonando en mi vecindario. Me asomé por la ventana y observé un tumulto de sombras, entrando a casas ajenas y sacando, a la fuerza, a todas aquellas personas que vivían en ellas. Estaba muy asustado. Necesitaba encontrar un sitio donde pudiera esconderme. Miré a un lado y a otro, pero no se me ocurría ningún lugar donde ocultarme. Comencé a buscar algún sitio por el piso de arriba, pero seguía sin encontrar ninguno. Tenía el corazón en la garganta, estaba muy seguro de que iban a entrar a por mi. Pero aún no era demasiado tarde. Me asomé por las escaleras y me fijé en la entrada que dirigía al sótano.
Bajé por las escaleras lo más rápido que pude, abrí la escotilla, y me oculté entre unos viejos trastos y una manta blanca.
Mientras estaba escondido, escuchaba algunos ruidos que provenían del salón principal, ¡seguro que aquellas personas habían entrado en mi casa! Estaba muy asustado. Mi corazón latía tan fuerte como un tambor. Mis brazos y piernas no paraban de temblar. Una brillante luz blanca invadieron mis ojos, mientras escuchaba un largo pitido que poco a poco aumentaba su intensidad.
Unos pequeños rayos de sol que traspasaron la pequeña ventana del sótano iluminaron mi cara. No podía creerlo, me había desmayado.
Me levanté y subí al salón principal. Estaba totalmente estropeado, esos tipejos lo habían destrozado todo.
Tuve mucha suerte, ya que no se percataron de que había un sótano. Si lo hubieran descubierto, podrían haber entrado y, ¡a saber qué me hubieran hecho!
Salí a la calle. La tranquilidad y harmonía de la villa se convirtieron en intranquilidad y disonancia. Todas las casas de mi vecindario tenían las puertas abiertas y los cristales rotos.
Caminé por la desolada villa, en busca de alguna respuesta. Quería saber exáctamente qué había pasado.
Me topé con la casa de Kevin y, al igual que las demás casas del vecindario, tenía la puerta abierta y algunos cristales rotos.
Decidí entrar en ella, con la esperanza de que Kevin estuviera en ella.
Su casa estaba totalmente destrozada por dentro, pero, al llegar hasta la habitación de Kevin, encontré sangre esparcida por el suelo…
Salí corriendo de la casa de Kevin y, al salir al exterior, caí al suelo de rodillas y lloré descontroladamente.
Estaba totalmente perdido. No sabía dónde estaban mis padres y mi mejor amigo, Kevin. No sabía qué había pasado. ¡Quería una respuesta inmediatamente!
Continuará...
P.D: Quiero remarcar que el capítulo está pendiente de revisión ortográfica, si encuentran alguna falta de ortografía, por favor, no duden en señalarla.
Este es un capítulo de un relato que estoy escribiendo. Lo quiero exponer aquí para que le echéis un vistazo y opinen sobre él.
Sin más preámbulos, aquí os dejo el capítulo en sí.
La segunda noche de los cristales rotos.
Aún recuerdo ese día, esa oscura y horrible pesadilla, fue el peor día que jamás había tenido, cuando tenía 15 años. Todo comenzó una bonita mañana de primavera, el sol iluminaba con fuerza nuestra querida villa, bañada de tranquilidad y armonía. Me levanté con mucha hambre, no cené casi nada la noche anterior. Bajé al salón a desayunar unas deliciosas tortitas con nata que había preparado mi madre. Al cabo de varios minutos, alguien llamó al timbre, e insinuando que sería mi vecino Kevin, fui a ver quién era. Abrí la puerta y, efectivamente, era él.
Dando saltos de alegría, me pidió que saliera fuera a jugar con él. Comenzaba a estar aburrido así que sin pensarlo dos veces, accedí a su propuesta.
Después de una divertida mañana junto a Kevin, llegué agotado a mi casa, subí a mi habitación y me tumbé en la cama, esperando a que mis padres llegaran de trabajar. Cerré los ojos un poco... y cuando los abrí, observé el despertador, ¡eran las cinco en punto de la tarde! Rápidamente, bajé al salón y vi que no había nadie. Al parecer, aún no habían llegado mis padres de trabajar, aunque deberían de haber vuelto hace dos horas. Preocupado, los llamé por teléfono, pero ninguno de ellos me contestó.
Necesitaba tranquilizarme. Me senté en el sillón, encendí la televisión, y me quedé embobado con ella.
Mis padres no daban señales de vida, estaba muy preocupado. Quizá les habría pasado algo grave.
Al cabo de varias horas, mis padres no habían llegado aún. Nuevamente, los llamé por teléfono, pero no obtuve ninguna respuesta.
Se hizo de noche. Me hice de cenar y subí a mi cuarto para acostarme, aunque estaba tan nervioso y preocupado que me costaba pegar ojo.
Escuché unos gritos. Creía que eran producto de mi imaginación, pero no, aquellos gritos estaban sonando en mi vecindario. Me asomé por la ventana y observé un tumulto de sombras, entrando a casas ajenas y sacando, a la fuerza, a todas aquellas personas que vivían en ellas. Estaba muy asustado. Necesitaba encontrar un sitio donde pudiera esconderme. Miré a un lado y a otro, pero no se me ocurría ningún lugar donde ocultarme. Comencé a buscar algún sitio por el piso de arriba, pero seguía sin encontrar ninguno. Tenía el corazón en la garganta, estaba muy seguro de que iban a entrar a por mi. Pero aún no era demasiado tarde. Me asomé por las escaleras y me fijé en la entrada que dirigía al sótano.
Bajé por las escaleras lo más rápido que pude, abrí la escotilla, y me oculté entre unos viejos trastos y una manta blanca.
Mientras estaba escondido, escuchaba algunos ruidos que provenían del salón principal, ¡seguro que aquellas personas habían entrado en mi casa! Estaba muy asustado. Mi corazón latía tan fuerte como un tambor. Mis brazos y piernas no paraban de temblar. Una brillante luz blanca invadieron mis ojos, mientras escuchaba un largo pitido que poco a poco aumentaba su intensidad.
Unos pequeños rayos de sol que traspasaron la pequeña ventana del sótano iluminaron mi cara. No podía creerlo, me había desmayado.
Me levanté y subí al salón principal. Estaba totalmente estropeado, esos tipejos lo habían destrozado todo.
Tuve mucha suerte, ya que no se percataron de que había un sótano. Si lo hubieran descubierto, podrían haber entrado y, ¡a saber qué me hubieran hecho!
Salí a la calle. La tranquilidad y harmonía de la villa se convirtieron en intranquilidad y disonancia. Todas las casas de mi vecindario tenían las puertas abiertas y los cristales rotos.
Caminé por la desolada villa, en busca de alguna respuesta. Quería saber exáctamente qué había pasado.
Me topé con la casa de Kevin y, al igual que las demás casas del vecindario, tenía la puerta abierta y algunos cristales rotos.
Decidí entrar en ella, con la esperanza de que Kevin estuviera en ella.
Su casa estaba totalmente destrozada por dentro, pero, al llegar hasta la habitación de Kevin, encontré sangre esparcida por el suelo…
Salí corriendo de la casa de Kevin y, al salir al exterior, caí al suelo de rodillas y lloré descontroladamente.
Estaba totalmente perdido. No sabía dónde estaban mis padres y mi mejor amigo, Kevin. No sabía qué había pasado. ¡Quería una respuesta inmediatamente!
Continuará...
P.D: Quiero remarcar que el capítulo está pendiente de revisión ortográfica, si encuentran alguna falta de ortografía, por favor, no duden en señalarla.
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