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¡RESULTADOS! Competición literaria de relatos de Invierno

Estado
Cerrado para nuevas respuestas.

FEL!X

ᴛᴜ ᴀᴍɪɢᴏ ᴇʟ ᴇsᴘᴀᴅᴀᴄʜíɴ
Usuario de Oro
¡Inscripciones! Competición literaria de relatos de Invierno


Competición literaria de relatos de Invierno
(Inscripciones y información)



Este reto consiste en escribir un relato ya sea un cuento o una narración relacionada con el invierno. Este reto pretende sacar a brillar a nuestros fieles escritores y animar a los otros usuarios a participar en la zona literaria. La extensión del relato no es importante, se pueden aportar tanto relatos largos como micro-relatos. A su vez, un mismo usuario pueda aportar uno o más relatos.

Este desafío/competición será guiado por el Staff de la comunidad, siendo el moderador de salas, @FEL!X el organizador.

Aquellos que participen en el reto se añadirán en la lista de participantes y obtendrán un rango special de color azul para el evento. Cada relato deberá llevar en su título [Relato de Invierno](Nombre del relato) para que sean válidos; estos temas se deberán crear en la Zona Literaria del subforo de Café creativo.



Normas de la competición:
1. Evitar plagio o robar contenido; en tal caso el infractor será expulsado de la competencia.
2. Inscribirse en este mismo post aclarando que participas.
3. Respetar a los otros usuarios que participan.
4. Seguir las normas de la Zona Literaria.
5. Votar, al terminar el plazo.

Penalizaciones específicas del evento:

En caso de que el usuario se presente y no aporte un relato se añadirá a la lista negra concursil. También si se inscribe y no vota a otra usuario.


Plazos de inscripción: termina el día 19 de diciembre(finalizado)
Plazo de presentación de relatos: Del 20 al 28 de diciembre (finalizado)
Plazo de votaciones: Del 29 de diciembre al 30 de enero.(finalizado)
Entrega e resultados: 31 de diciembre (link a los resultados)


Tras terminar el plazo de inscripción habrá una semana para presentar los relatos. Al terminar el plazo de presentación de relatos; se abrirá un tema dónde los usuarios podrán votar los relatos. Tras finalizar la votación; los relatos se ordenarán en un ranking y el ganador obtendrá su galardón como ganador del relato de invierno.

(En caso de empate en el primer lugar se le atribuirá un premio a cada uno. En caso de empates de ranking, se compartirá número y se ordenará por fecha de inscripción.)


Lista de participantes
@FEL!X[/mention], @Timeless Paradox[/mention], @CreandoPKMN[/mention], @Gaol Hemris[/mention], @Summer[/mention],
@JaviMB97[/mention], @Tyren Lannister[/mention] , @fonix[/mention] , @Aguiar , @Kogeran[/mention] , @Impóstor ,
@Portgas D. Ace[/mention] , @Cheve , @Lostor[/mention], @Panda y @MegaSceptile9


Si tienes alguna duda sobre el evento en sí, déjala junto a tu inscripción o mándasela al moderador de salas @FEL!X via MP. Dichas dudas se mostrarán al siguiente spoiler:
Una duda: al ser del invierno, ¿También engloba la Navidad no? (Se que puede ser absurda u obvia la pregunta pero creo que es necesario saberlo)
Exacto, el evento engloba a todo a lo que el invierno refiere; por lo tanto, la navidad es un tema que se puede usar perfectamente. Hay gran cantidad de elementos que se pueden narrar; un lugar, un personaje, una sensación, algo que te ocurrió en ésta época de frío, una historia ficticia, un cuento, una leyenda, un drama, un relato de terror, un romance, una pequeña obra de teatro […]

¿La historia tiene que ver algo con Pkmn? Se que el tema en general debe ser del Invierno, ¿Pero es opcional si quiero que sea de Pokemon? :/
No tiene porqué. El relato puede ser ambientado en el mundo pokemon sí, pero también puede ambientarse en el mundo real o ser inventada por vosotros mismos. Tenéis libre elección :)


claramente participare!
Solo tengo una pregunta ¿Hay máximo de lineas?
La extensión no es ningún problema, no hay un máximo de líneas, se pueden presentar todo tipo de relatos tanto micro-relatos como relatos extensos.
 
Última edición:

FEL!X

ᴛᴜ ᴀᴍɪɢᴏ ᴇʟ ᴇsᴘᴀᴅᴀᴄʜíɴ
Usuario de Oro
Respuesta: Competición literaria de relatos de Invierno

Yo participo :)

¡Un abrazo y felices fiestas!
 

CreandoPKMN

RoomHakeando Habitaciones
Respuesta: Competición literaria de relatos de Invierno

Participo! jaja a ver que tal me sale.
 

Xaveriux

Free soul
Respuesta: Competición literaria de relatos de Invierno

Me apunto. Una duda: al ser del invierno, ¿también engloba la Navidad no? (Se que puede ser absurda u obvia la pregunta pero creo que es necesario saberlo)
 

fonix

Avanzando cada día mas!
Respuesta: Competición literaria de relatos de Invierno

claramente participare!
Solo tengo una pregunta hay máximo de lineas?
 

Aguiar

Colega de los colegas
Miembro del equipo
Staff
Respuesta: Competición literaria de relatos de Invierno

Participo!
 

Boku No Peeko

Ninja novato tipo Veneno
Respuesta: Competición literaria de relatos de Invierno

Participo >w< solo tengo una pequeña pregunta e.e (Que creo que puede ser estupida ;-; )

¿La historia tiene que ver algo con Pkmn? Se que el tema en general debe ser del Invierno, ¿Pero es opcional si quiero que sea de Pokemon? :/ Saludos
 

Nachoius

Caminante del cielo
Respuesta: Competición literaria de relatos de Invierno

Acá no hay navidades blancas, pero me inscribo.
 

Lostor

Héroe y prota de su vida
Respuesta: Competición literaria de relatos de Invierno

Participo,intentare dar lo mejor de mi
 

FEL!X

ᴛᴜ ᴀᴍɪɢᴏ ᴇʟ ᴇsᴘᴀᴅᴀᴄʜíɴ
Usuario de Oro
Respuesta: Competición literaria de relatos de Invierno

Información

Quiero recordar que mañana empezará el plazo para postear vuestros relatos. Recordad que cada relato deberá llevar en su título [Relato de Invierno](Nombre del relato) para que sean válidos y que estos temas se deberán crear en la Zona Literaria del subforo de Café creativo.

También quiero recordar que el plazo de inscripción sigue abierto para hoy.

Nada más, un abrazo.

 

Panda

Still alive
Respuesta: Competición literaria de relatos de Invierno

Pues ni enterado del tema.
Me apunto!
 

BLAx501!

A veces comento en temas :3
Miembro de honor
Usuario de Platino
Respuesta: Competición literaria de relatos de Invierno

Las inscripciones han finalizado y los nombres de los participantes ahora tienen un nuevo color durante el transcurso de esta competición. ¡Mucho ánimo a todos!
 

FEL!X

ᴛᴜ ᴀᴍɪɢᴏ ᴇʟ ᴇsᴘᴀᴅᴀᴄʜíɴ
Usuario de Oro

Competición literaria de relatos de Invierno
(Resultados)



[Resultado de la competición literaria de relatos de Invierno]

¡Ha terminado el plazo de votaciones y ya tenemos a los ganadores!​

Ésta competición empezó en diciembre con el objetivo de activar la zona literaria, sacando a brillar a nuestros fieles escritores y animar a los otros usuarios a participar en el subforo.

El concurso tuvo muy buena aceptación, se inscribieron 16 participantes y se subieron 13 relatos a la zona. Como guiño a los participantes, se les dio un color de Nick azul claro y se recopilaron todos sus relatos en un recopilatorio.

Terminado el plazo de presentación de relatos se dio paso a las votaciones, las cuáles durarían un largo período de tiempo para que los usuarios pudieran leer tranquilamente los relatos y así poder decidir con calma su voto. Este período ha terminado y ya tenemos los siguientes resultados.

¡Muchas gracias por hacer posible poder sacar adelante ésta competición!

(Los premios para dicho concurso han sido hechos por FEL!X, cualquier problema con ellos sobre el formato o cualquier cosa decídselo a él, ¡Espero que os gusten!)

¡Resultados!

1r Puesto: "Feliz navidad, Elena..." de @JaviMB97
[Acumulación de puntos: 3 3 3 2 3 3 1 = 18]

Aplaudo a el autor, me motivó bastante y me pareció un gran relato, me llegó bastante y de a poco me fui metiendo en lo hondo de las sensaciones de quien relata, una gran obra, si señor.
Créeme que es realmente difícil enternecer el corazón de un cabrón sin alma como yo, pero he de reconocer que esta historia me ha llegado profundo de verdad, más todavía sabiendo todo cuanto hay tras ella.
Segundo puesto: El Festival de Invierno de @FEL!X
[Acumulación de puntos: 2 2 1 1 3 2 2 1 1 1 = 16 ]
Un muy buen relato, aunque no estoy acostumbrado a éste tipo de lecturas donde todo va pasando a un ritmo lento, me ha gustado bastante y se nota el esfuerzo y el gusto por escribirlo de parte de Felix
Igual otro texto que te atrapa, algo que no me gusto en principio fue que fuese tan largo, coso que olvidas desde que quedas atrapado por la historia; lo que más me gusto y la razón por la cual se lleva el voto es porque todo el tiempo pude adentrarme dentro de este mundo que plantea, es simple, con buen argumento y todos aman a Eevee XD.
Tercer puesto: El Muchacho, la Montaña y el Brujo de las Nieves de @Gaol Hemris[/MENTION]
[Acumulación de puntos: 3 3 2 1 3 2 = 14]
[Desempate por el 3r lugar: 3 Votos de 3 puntos, 2 votos de 2 puntos ]
Un argumento sólido, unos personajes profundos y un contexto muy trabajado. Me atrapó desde el primer segundo de lectura y me tuvo en vilo hasta el final.
El argumento es fuerte como una roca y el desarrollo de la misma muy buena. Los ambientes están muy currados al igual que el contexto de cada situación tanto los sucesos más tranquilos como las partes de acción.
Cuarto puesto: Chicago de @Tyren Lannister
[Acumulación de puntos: 1 2 1 1 3 3 3 = 14]
[Desempate por el 3r lugar: 3 Votos de 3 puntos, solo 1 voto de 2 puntos ]

Quinto puesto: La Dama de Hielo de @Cheve
[Acumulación de puntos: 1 2 2 2 2 3 = 12]

Sexto puesto: Acaricia de Invierno de @MegaSceptile9
[Acumulación de puntos: 3 2 1 1 =7]

Séptimo puesto: Feliz navidad, viejo amigo de @Aguiar
[/B][Acumulación de puntos: 1 2 = 3]

* * *​

Comentario final del organizador: De cara a una posible futura edición para el 2016 dejadme comentarios o sugerencias sobre el formato de la competición para que la pueda mejorar. También me gustaría saber si os ha gustado. ¡Gracias por haber participado!

Un abrazo.



Competición literaria de relatos de Invierno
Votaciones (Terminado)




Todos los usuarios pueden votar pero a diferencia de los demás los participantes están obligados a votar puesto que al inscribirse dan conformidad a aceptar las reglas propias del concurso

Aquí irán todos los relatos del evento que hayan sido publicados de cara a la votación. La votación consistirá en una suma de puntos. Tras la votación se hará un recuento de puntos y se ordenará los relatos en un ranking según los puntos que tengan.

Debido a la gran participación se otorgarán premios tanto para el primer (ORO) como el segundo (PLATA) y el tercer lugar (BRONCE).

La plantilla de votación es la siguiente:

Código:
[voto3=Nombre del relato] Argumentos para votarlo [/voto3]
[voto2=Nombre del relato] Argumentos para votarlo [/voto2]
[voto1=Nombre del relato] Argumentos para votarlo [/voto1]
En caso de que el resultado final de por resultado un empate, ganará el que tenga más votos de 3 puntos ( Si empatan en votos de 3 puntos se juzgará con votos de 2 puntos) . En caso de doble empate, se repetirá la votación con sólo los candidatos empatados.

¡Gracias por participar!

Un abrazo.


Link: http://whackahack.com/foro/t-38092/relato-invierno-dama-hielo
El hombre estaba durmiendo en el suelo, tendido sobre el pasto de una plaza en un barrio alejado del centro. El lugar no era nada seguro, su historial iba de robos a mutilaciones, pero sabía que ahí las fuerzas armadas no entrarían a despertarlo ni a decirle que no era un hotel ni un lugar donde dormir.

El sin hogar logró conciliar el sueño avanzada la noche, ya que empezó a soplar una brisa fresca, anuncio de que el invierno estaba por llegar. Pasó un tiempo dormido, hasta que un ruido lo despertó. Sentía una brisa helada en la cara, pero que se entrecortaba. Cuando abrió los ojos, la vio.
Una mujer lo miraba tan de cerca que sentía su helada respiración, su piel era blanca como la nieve y sus ojos azules como el mismo cielo, vestía una capucha negra y sus grises cabellos como ceniza asomaban por todas partes. Era alta, extremadamente alta y las facciones de su rostro estaban bien definidas.
Luego de unos segundo de mirarse a los ojos, con una aguda y profunda voz la mujer le preguntó:
-¿Que haces aquí, en medio de la madrugada? ¿No ves que el invierno viene?- hizo una pausa - ¡Jejeje! ¡Mejor dicho, ya está aquí!- rió enderezándose y luego se agachó de nuevo a la altura del individuo.

El hombre, perplejo, no sabía que responder.
-¿No me digas que estas asustado? Dime algo, ¿Tienes frío?
Luego de pensarlo un segundo, el sin hogar se dio cuenta que hacia un frío que perforaba los huesos y que estaba empezando a caer aguanieve, así que asintió.
_________________

-Si inspector, entiendo que es un barrio peligroso, pero mire las heridas.

Dos oficiales de policía miraban con cierto pavor el cuerpo de un indigente que habría dormido en la Plaza del Barrio Manuel.

-No son nada comunes.

En el lugar del corazón del hombre había un hueco que pasaba de punta a punta, con bordes totalmente lisos y afilados, tanto la piel, las costillas, las arterias y la espalda parecían cortadas con un bisturí. Estaba todo limpio, no había sangre, pero el cuerpo sí que estaba frío.

-Bueno - dijo el inspector - el invierno empezó anoche, quizás la Dama de Hielo, nos vuelve a visitar.

-¿La Dama de Hielo, dice? ¡Ese es un cuento para niños!.

-Crea lo que usted quiera, cadete, pero si le preguntan si tiene frío, siempre responda que no.
Link: http://whackahack.com/foro/t-38095/relato-invierno-feliz-navidad-viejo-amigo
¡Un poco más, pequeño, aguanta!- dije casi sin aliento- ¡Allí hay una cueva, vamos!
Fuimos atrapados por la tormenta en cuestión de minutos, no pensábamos que nos fuera a apartar del camino. Nos vimos solos en esa cueva, solos él y yo.
Fuego fatuo- susurré; no quería despertar a la montaña- ... Despejado, vamos a acampar. Growlithe, por favor, enciende esas astillas.
Apoyé la espalda en la fría e incómoda pared. Mientras, mi camarada se tumbó junto a mi.
¿Sabes? Podría ser peor.- le dije con una sonrisa, creando confusión con mi tono irónico- podrías ser de tipo hielo.
Ambos nos echamos a reír. En verdad era una suerte que estuviéramos en una tormenta de nieve y no en un desierto.
En serio, colega. Sé que sería agradable estar en Pueblo Albor con mamá, pero- saqué mi mano del bolsillo y le mostré el puño- tú y yo hacemos un buen equipo.
Me devolvió el gesto y dejé caer sobre su pata una Piedra Fuego. Se quedó pensativo y redujo su comportamiento a un gruñido melódico acompañado de una sonrisa.
¡Mira lo que trajo Papá Noel!- exclamé con fingida sorpresa- Feliz Navidad, viejo amigo.
Link: http://whackahack.com/foro/t-38103/relato-invierno-caso-homicicio-en-navidad-capitulo-1-a
Capítulo 1
Era martes por la mañana, el café como todos los días al levantarme ya estaba listo, era muy eficaz la señora que me servía, aunque ya tenía sus años le ponía esmero al prepararlo y al limpiar la casa. Me di una ducha rápida, me tomé el café que aún seguía caliente y me fui al trabajo.

Mi trabajo, si se pudiera decir trabajo, es ser un detective, es extraño porque rara vez surge un caso que sea serio, mayormente sólo me contratan para atrapar a esposos infieles, al menos eso me da de comer. Pero esta vez no era así, era un caso diferente.

Tenía una oficina alquilada en una galería de la ciudad, no era algo monumental pero tenía lo básico: Un escritorio, una computadora, una papelera, un teléfono y una lámpara de escritorio que estaba en oferta. El escritorio en su interior contenía en el primer cajón los recibos por honorarios, en el segundo libros para leer cuando no había nada que hacer (o sea casi todo el día) y en el tercero mi segundo vicio después del café: Chocolate.

El otro día recibí una llamada de una mujer, la cual me sorprendió, porque no me pidió que vigilara a su esposo, me pidió que investigue un caso de un canibalismo, al comienzo me quedé un poco aturdido, después reaccione y le pedí la dirección del lugar del homicidio.

—Calle Azulejo, cruzando el gran puente a la derecha—dijo con voz temblorosa. —Apúrese por favor y vaya con cuidado.

Colgó.

La llamada se oía con eco, como si estuviera en una habitación vacía y el único objeto era ese teléfono.

Como el trabajo no me daba lo suficiente como para comprarme un carro, tome un taxi y me dirigí a dicha dirección, era una casa grande de madera de abeto, se notaba que los adornos habían sido recién comprados, estaban nuevos y ningún foco de luz tenía un error, el jardín estaba lleno de nieve, con algunos adornos de renos que prendían luces y al lado de estos un mini estadio de hockey, daba la sensación de ser una casa muy acogedora, me baje del taxi y me dirigí hacia la puerta, toqué el timbre desgastado y espera a que me recibieran.

—Si diga. —Dijo una voz femenina. — ¿Quién es?
—Soy yo, el detective Jon Baker. — Exclamé. —Me llamó hace unos 15 minutos.
—Pasé por favor.

La puerta se abrió, rechino fuertemente al abrirla, me quité el sombrero y decidí pasar. Por fin tendría un caso verdadero ¿O quizás no?
Link: whackahack.com/foro/t-38104/relato-invierno-acaricia-invierno

Las hojas de los sauces están ausentes, emigraron al olvido en busca de refugio. Animales y bestias preparan su morada ante la llegada del duro invierno. Es un territorio hostil para muchos, incluyendo para Sofi, quien habita en un mundo muy distinto a este; donde los frondosos árboles conservan sus hojas todos los días; donde cada semana el paisaje es igual, sin mantos blancos que cubran las llanuras. Sofi espera impaciente el viaje a esas tierras inhóspitas.

El día de partir llegó. El señor y la señora Smith estaban preocupados, como todos los días desde que la enfermedad se Sofi se hizo presente. Ella ignoraba su mal estado y solo pensaba en conocer como era el invierno en otros lugares.

De camino al aeropuerto, sus padres discutían sobre la situación; su madre, menos entusiasta, no quería llevar a cabo la intervención quirúrgica, pero su padre era optimista. Mientras que Sofi, cada vez más decadente, cuenta las horas de su llegada.

El vuelo fue extenso. Ni un copo de nieve estaba presente en el lugar, y Sofi se deprimió. El señor Smith la alentaba diciéndole...

-Calma hija mía, a penas el invierno está empezando; ahora necesito que seas fuerte para lo que viene-mientras una pequeña lágrima caía por su rostro.

Varias horas de después, ya en el Hospital...

-Papi-dice Sofi-¿No veré la nieve?-Son las últimas palabras de Sofi antes de entrar al quirófano.

Las horas pasan y su madre solo exclamaba...
-¡Esto es horrible, no debimos hacerla pasar por esto; tenías que dejarla morir en paz!- en cambio, el señor Smith no pierda nunca la esperanza.

La cirugía termina al cabo de unas horas y el señor Smith ingresa al cuarto de Sofi, mientras el médico le explica a la madre...

-Todo salió como esperábamos, pero como saben, es un esfuerzo en vano. Solo alargamos un poco más lo inevitable.

Pasan los días y aún no cae el bello manto de nieve...

-No me quiero ir de aquí sin antes verlo Papi- Dice Sofi, demacrada totalmente.

Su padre llora por no ver uno de sus sueños cumplidos, y su madre solo observa dolida en una esquina. Cuando de repente Sofi ve la nieve caer. Con un último suspiro se levanta, abre la ventana e intenta sentir la nieve en sus manos pero no alcanza a atrapar ningún fragmento de cielo y su padre, como última voluntad, la levanta más alto hasta que un copo cae en su mejilla…

-Papi, papi mira, es nieve…papi, estoy sintiendo como acaricia mi mejilla, ¿es Papa Noel?

-No Hija mía, es Dios, y ha venido por ti.
Link: http://whackahack.com/foro/t-38112/relato-invierno-maestro-hielo
Yo soy marcus pierce y les contaré cómo me volví él maestro de hielo y salvé la návidad,no tengo que decirles edad sólo atiendan e.e,sin más recuerdo todo comenzó...

-Marcus es navidad y nosotros perdidos en un bosque

-Calmate brian ya saldremos

-Eso espero...

-Mira eso un claro en el bosque,vez te dije que saldríamos...

Después de un tiempo perdidos en un bosque en navidad brian y yo salimos...

-Oye brian mira donde nos encontramos,en un pueblo pero parece un poco vacío ¿no crees?

-Si ya lo notó...

-Bueno brian preguntemosle a alguien por que esta tan vacío el pueblo

-Ok vamos

Le preguntamos a un señor que estaba parado cerca de un árbol y nos dijo "Esto esta vacío ya que la gente está oculta en su casa con temor a silus el malvado demonio de fuego que aterroriza la ciudad y se pone furioso cuándo llega la navidad"

Después que nos dijera eso sentimos un calor insoportable aparte que estaba nevando y el señor dijo "Ya se acerca"

Al oír eso nos quedamos paralizado y de repente unos brazos oscuros salieron de una casa llevándose a brian yo grite...

-¡NOOOO BRIAN!

Y la manos llevándoselo el dijo

-AYUDA MARCUS

Las manos se lo llevaron y el señor dijo "lo mejor será que te vayas los más rápido posible",le respondí...

-No dejaré a mi amigo

Sin dudarlo por un segundó entre a la casa que estaba abierta cómo sí me estuvieran esperando...

Al entrar sentía un calor inmenso cómo sí me estuviera quemando y vi un señor con cadenas cómo sí fuera un prisionero,era gordo con barba vestido de rojo y le pregunte...

-¿Quien eres?

Y me dijo " yo soy santa claus (o papá noel)"

Entonces le pregunté...

-¿Que haces acá?

Y dijo "Soy prisionero de esa malvado demonio silus,hace tiempo que no veía personas"

Y le dije...

-Ya veo,te liberaré...

Y me agradeció y dijo "éstas esposas tienen una llave especial,oí decir a silus qué estaban sobré una mesa no muy lejos de mi"

De inmediatamente comenze a ver en mis alrededores vi las llaves,las tomé y lo liberé

Agradeciéndole una vez más me dijo "hace un rato vi cómo silus se llevaba un joven supondre que es tú amigo,silus se encuentra atravesando ésa puerta de madera que hay a la derecha,te acompañaré ya que quiero hacer pagar a silus"

Sin más rodeos nos dirigimos a ésa puerta pero lo que no sabíamos era que silus nos esperaba...

Al entrar silus lanzó una bola de fuego contra santa dejándolo herido y grite...

-NOOO SANTA

Santa se encontrar muy mal herido casi muerto y dijo "p-por f-favor a-acaba c-con silus" y me entrengo un bastón que al yo cogerlo se volvió una espada y santa mal herido no tubo otra opción que mirar y le dije...

-Acabaré contigo silus de una buena vez

Y silus dijo...

-Jajaja no me hagas reír mortal

Y brian dijo...

-Acabalo Marcus y salva la navidad

Silus golpeó a brian dejándolo herido y dijo

-Cállate mortal

Y grite...

-NOOO BRIAN

Y de repente la espada comenzó a brillar y salió una luz brillante y me sentí diferente al verme mi ropa cambió a un tono de azul oscuro brillante y la espada brillaba,entonces santa dijo " l-la e-espada t-te a-a e-entregado s-sup p-poder,a-ahora e-eres e-el m-maestro d-de *cof* *cof* h-hielo,v-ve v-vencé a-a s-silus y-y s-salvá l-la n-navidad"

Y después de eso brian dijo...

-H-hazlo m-marcus s-salvá l-la n-navidad

Y dije...

-De acuerdo lo haré,ahora las cosas se pondran feas para ti silus

Y silus dijo...

-Eso ya veremos

En una batalla que no parecia tener fin estabamos casi desplomados en el suelo cuándo la espada brillo intensamente y vi cómo mis heridas sanaban y fue cuándo con la espada le sesté el golpé final y se congeló y dije...

-Ya va siendo hora de que dejés a está gente en paz

Y rompi el hielo con mi espada y se volvio trizas,despues agua y hay su fin...

Y fui y les dije a brian y santa...

-No se muevan que los curare

Al curárlos salimos juntos por la puerta y vimos al pueblo diciendo "muchas gracias :D"

Santa también me agradeció y se fue a repartir regalos en el mundo y diciendo " Jojo feliz návidad :)"

Brian y yo decidimos quedarnos a vivir en el pueblo y la gente me preguntó que tenía que decir y les contesté...

-La maldad nunca prevalecerá

Celebramos návidad y esá es la historia de cómo me convertí en maestro de hielo y salvé la návidad
Link: http://whackahack.com/foro/t-38125/relato-invierno-anochecer-en-invierno-capitulo-1-5-6-a
Capítulo 1​

En la invierno del 2053 era una navidad normal como siempre menos para una familia ya que ellos habían perdido el sentido de la navidad y ya no creían en nada.

El día 22 estaban siempre viendo el anochecer y viendo como se iba el sol y venia la luna sinceramente todos creían que esa familia era muy rara pero, el día 23 una familia que se llamaban la familia Grui Rupier. Espera un momento creo que no te eh dicho el nombre de la otra familia cierto se llamaba Lopez Guallardon, bueno sigo con la historia que al final me lió con los nombre.

Esta familia invito a los Lopez Guallardon a una cena navideña y para preguntarles por que no le gusta la navidad ellos mismos dijeron que
-El año pasado no tuvimos regalos y había una nota diciendo lo siguiente "A qui tenéis el regalo mas grande que os puedo dar, es el amor".
Nadie entendía el significado pero bueno.

La familia Lopez Guallardon dijo:
-Tenemos que ir haber el anochecer ahora volveremos
Le respondió - Si ustedes van a verlo nosotros también queremos que seamos felices.
y dijo - Bueno vale pero lo que vean pasar por hay no tendréis que decírselo a nadie.

Claramente la familia Grui Rupier le siguió y...
Capitulo 2

Claramente la familia Grui Rupier le siguió al esperar para llegar al sitio donde van siempre, llegamos a un prado donde no había existencia de vida humana era un poco raro el sitio pero nosotros no nos preguntamos nada por si acaso.

Padre de la familia Lopez Guallardon- Hemos llegado es nuestro sitio secreto.
Madre de la familia Grui Rupier- Este sitio me parece muy raro.

Acaba de irse el sol y acaba de empezar a nevar no me pareció raro porque era invierno lo que pensé que ya era época de navidad y empezaría a nevar mas fuerte pronto.

De repente apareció una luz destelladora no sabíamos que paso cuando se fue la familia Lopez Guallardon desapareció misteriosamente nosotros pensamos que se fueron a casa pero, no por que el coche seguía hay entoces nosotros nos fuimos corriendo por el miedo.

Padre- Oye nose lo que a pasado pero esto es muy raro.
Madre- Tengo miedo espero que no les haya pasado nada a ellos.
Padre- No te preocupes estamos bien y los niños están dormidos ya.

De repente apareció un coche detrás nuestro y no sabemos que paso y...
Capitulo 3
De repente apareció un coche detrás nuestro y no sabemos que hacer nos fuimos corriendo hasta el bario cuando llegamos nos fuimos a entrar a casa por suerte el misterioso coche se fue.

  • Padre
  • Sal y abre la puerta cariño entremos a casa y tranquilicémonos.
    Madre
  • La puerta no se abre no se porque.
    Padre
  • Joder tendremos que irnos a Barcelona porque parece que aquí no hay nadie
    Madre
  • Vamos corriendo.

Cada vez nevaba mas y no sabíamos que hacer nos fuimos por la carretera mas próxima para ir directos a Barcelona durante el camino había mas y mas nieve no sabíamos que hacer.

Por la mitad del camino había un furgón del furgón salieron dos hombres diciendo que nos fuéramos al furgón lo raro es que tenían trajes de OEI [Operaciones Especiales Independientes] lo que hicimos es hacerles caso y subirnos al furgón.

  • Agente- En estas navidades estan pasando cosas muy raras.
  • Padre- Pero tengo preguntas en que año estamos?
  • Agente- en el año 2064 y nos estan atacando no sabemos el que pero desde que a empezado la navidad han desaparecido varias personas.
  • Padre- A dondde vamos?
  • Agente- Al laboratorio narcoinis.
Capitulo 4

Llegamos a una casa muy rara y había como una persona un poco mayor hay nos dijo que nosotros eramos del pasado y teníamos de salvar a la humanidad de la catástrofe que ocurriría de aquí dos día el buen hombre nos dio unos cascos muy raros y nos dijo que entráramos a una capsula (La capsula tenia forma bola).

Teníamos muchas preguntas pero no nos dejo preguntárselas de repente era como si todo fuera un sueño por que estábamos en la cama y era un dos días antes de navidad nosotros llamamos a la policía explicando lo que había pasado pero se reían de nosotros.

QUEDA 1 DÍA PARA NAVIDAD!

Cuando ivamos a invitar de nuevo a los vecinos de nuevo pensemos en que ellos tendrían algo que ver la idea que tuvimos fue invitarles y sacarles información y atraparlos para que nadie valla a ver el anochecer nosotros les dijimos que si querían cenar con nosotros pero de repente ellos rechazaron la oferta y nos dijo que fuéramos a su casa nosotros pensamos que si ellos tenían algo que ver entoces mejor no ir a su casa.

Sinceramente yo hubiera aceptado si no hubiese sido por todo lo que nos a pasado pero de repente empezó de nuevo a nevar mucho y no sabíamos que hacer la navidad estaba muy cerca y el terrible destino de la tierra también solo queríamos tener una navidad bella y bonita.

Finalmente fuimos muy astutos y fuimos a su casa pero le llevamos un regalo [Esto que es no se que sera el regalo pero espero que nada malo ya me eh vuelto a meter en la historia lo siento mucho bueno paro de hablar que al final no termino la historia].

Por malvado que suene nosotros solo queríamos tener una navidad tranquila y feliz pero solo un destino nos dejaba libres el destino era matarlos a ellos y hacin librarnos de todo lo malo es que en navidad y una familia muerta sonaba mal por eso contratamos un SICARIOS NAVIDEÑOS![Viva un sicarios navideños eso existe?] eran los únicos que lo podían matar a la familia del diablo.

Por suerte era navidad y nosotros sabíamos que solo ayudábamos a la humanidad por suerte el día de navidad tuvimos regalos y no paso nada extraño solo queríamos seguir el día de navidad y disfrutar del día.


Lo malo fue que de repente llegaron unos vecinos con capuchas negras y....
Link: http://whackahack.com/foro/t-38129/relato-invierno-nada-es-perfecto-capitulo-1-a

La ciudad de San Luca es un ejemplo a seguir en todo el mundo. Es un lugar tranquilo, agradable, a diferencia de otras ciudades. Sus habitantes son buena gente, de la mejor gente que puedes encontrar. Se dice que todo aquel que se mude allí tendrá una gran vida. Resumiendo, es un lugar perfecto, no hay forma de tener mala vida en San Luca, o eso creen muchos...
Pongámonos en el lugar de un peculiar grupo de gente, gente normal para muchos, pero miremos mas adentro de su vida, de su personalidad, de su día a día en esta ¨perfecta¨ ciudad, para poder observar y saber si realmente a todos les va bien aquí.
21 de diciembre, comienza el invierno. Todos los años se realiza un festival en la estación de tren, uno de los lugares mejor cuidados de la ciudad, envidia de muchos, lujo de aquellos que disfrutan de la vida.
Podemos ver caminando sobre el anden a un chico de unos 14 años, de cabello castaño claro y de buena altura. Se pasea por la estación repleta de gente que se junta para recibir el invierno en comunidad.
Mientras se paseaba por la estación pudo ver a lo lejos a una persona sentada, con la cabeza gacha. La curiosidad lo supero y decidió acercarse allí.
A medida que se acercaba se iba revelando la figura de una chica que aparentaba tener su misma edad, llorando, algo que llamo la atención del joven.

-¡Por que no estas con todos disfrutando del festival?- Fueron las palabras del chico.

Y ese fue el colmo, el colmo para una persona que sufría, que no vivía, que
la pasaba horrible en el paraiso...

-¡¡¡Acaso crees que todos aquí vivimos una vida perfecta!!!- Exploto de la furia, ya cansada de que todos creyeran que su vida es como la de todos allí.
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"Es curioso... cómo nos puede llegar a cambiar la vida... La vida es aquello a lo que yo defino como el conjunto de situaciones y experiencias que vives desde tu nacimiento hasta que llega la muerte. Entre esas experiencias tan variopintas y tan especiales para cada uno, hay una que, sin duda, te marca para el resto de tus días: el amor. ¡Oh, el amor! ¡Tan dulce es el principio y tan amargo puede ser su final!

Afortunadamente me considero de aquellos que he podido saborear los dulces frutos del amor, de sufrir las discusiones de pareja como si me estuviesen arrancando la piel hasta sangrar, de experimentar la belleza de una buena reconciliación, etc. Todo eso, te lo debo a ti, Elena, mi vida.
Todo comenzó aquella fría tarde de invierno, en pleno mes de Diciembre. Paseando por los nevados jardines del Castillo de Edimburgo. Aquella estampa tan fría pero a la vez tan cálida y acogedora. Recuerdo el momento en el que te miré, te miré a los ojos, esos ojos azules cristalinos como el agua del Lago Ness que fluye plácidamente por las Highlands. Pronunciarías entonces, la frase que marcó un antes y un después en nuestras vidas:

-"¡Encantada Andrew! Me llamo Elena."

Esa frase marcó el inicio de una historia que, pese a las circunstancias, nunca tendrá fin. Recuerdo que encajamos a la perfección, aunque tuviésemos nuestras diferencias. Nunca me he considerado un "Chritsmasfan". Tampoco odio todo lo referente a la Navidad, es más, es una festividad bonita, para pasar buenos ratos junto a tus parientes, más cercanos a ti o incluso con los que no te ves desde hace meses. Todo esto cambió cuando te conocí, Elena. Me hiciste sentir feliz por cualquier cosa, me hiciste volver a tener el espíritu navideño e invernal que jamás había tenido, y todo ello, gracias a esa magnífica tarde del 22 de Diciembre de 1995.

Aquellos primeros días en los que nos costaba mirarnos a los ojos, en los que reíamos por cualquier cosa, en los que, muchas veces, sobraban las palabras. Esas navidades en familia que pasaba a tu lado. Esas noches gélidas de invierno paseando por las calles de Dundee, dulce hogar que te vio nacer. Esas visitas por las Highlands; esos viajes por todo Reino Unido. En general, todo el año era genial pasarlo junto a ti, pero las navidades siempre se me hacían más especiales a tu lado. Era una sensación mágica volverte a coger de la mano y volver a pasear por el Castillo de Edimburgo, observando la misma estampa de aquella tarde del frío Diciembre: los frescos copos de nieve recorriendo nuestras mejillas al besarnos, esa suave brisa que azotaba ligeramente tu pelo liso y ruborizaba tu nariz.

Pasado un año desde que nos conocimos aquella tarde invernal, decidimos tomar la decisión más importante de nuestras vidas...Donde todo empezó, frente al Castillo de Edimburgo, exactamente la misma estampa navideña de aquel día mágico para mi... te pedí matrimonio. Creo que no he estado de nada más seguro en mi vida que de aquella decisión.

¡Qué años aquellos! Tanto los del noviazgo como los del matrimonio. Aquel 22 de Diciembre de 1996, cuando te pedí matrimonio arrodillado ante el precioso Castillo de Edimburgo en pleno invierno, marcaría el inicio de lo que ha sido y será siempre, la mejor etapa de mi vida.
Cómo añoro esos días en casa junto a ti, hablando de mil historias, perdiendo el tiempo a tu lado... ¡y lo que me gustaba! Navidades comiendo el pavo que tu madre tan bien sabía cocinar; escuchando las miles de historias que nuestros parientes más pequeños nos contaban sobre la Navidad y todos sus secretos. Ver esa ilusión reflejada en sus inocentes ojos. Esa ilusión... que tristemente no tenía de pequeño... y que... tú, supiste hacer que surgiese en mi.
...
Pero... como toda historia... siempre hay un final. Fueron dos años de casados increíbles. Nos fuimos a vivir juntos a una pequeña casa en Abelferdy, cerca del río Tay. Planeábamos tener un hijo, de nombre Andrew, como su padre. ¡Qué guapo hubiese salido!

Eran muchas cosas las que teníamos en mente... Todavía nos quedaban muchas cosas por hacer y pasar juntos. Tenía un montón de proyectos pensados para hacer los dos. Pero... el destino quiso separarnos de una manera muy cruel...

Durante el verano de 1998 empezaste a tener dolores muy extraños, pero los médicos no te sabían decir qué tenías. Tras semanas de revisión y tratamientos inútiles, durante los últimos días de Julio los dolores eran aún más fuertes. Hasta que... 7 de Agosto de 1998, un día normal en casa de tus padres, empiezas a encontrarte muy mal y a llorar del dolor que emanaba de tu interior. Asustados, te llevamos hasta uno de los mejores hospitales de Escocia, el Aberdeen Royal Infirmary. Una vez dentro, te pusimos en manos de los mejores licenciados en medicina de todo el país. Horas y horas de espera... hasta que a tus padres y a mí nos dijeron la peor noticia que nos podrían haber dicho...
Cáncer de mama... sí, horrible. En ese momento... qué decir... no sabría expresar cómo me llegué a sentir en ese momento...

Tampoco quiero profundizar mucho en el transcurso de la enfermedad, porque creo que es muy desagradable para cualquiera. Solo decir que día tras día iba a verla con tal de hacerla sonreír, de no permitir que por esos ojos azules cristalinos cayese una sola lágrima de tristeza...

Desafortunadamente... lo peor estaba por llegar... y, por desgracia... llegó. Un día que fue muy especial para los dos, también lo fue para recordar un hecho catastrófico... 22 de Diciembre de 1999, al año después de comunicarnos la enfermedad de Elena, al llegar al hospital para volver a ver a mi amada esposa... falleció. El dolor y la rabia me comieron por dentro... nada en el mundo me podía alegrar en ese momento. Elena... cariño... ¿por qué te fuiste de mi lado?
...
22 de Diciembre, ese invierno que pasará a la historia por muchos motivos... Tan feliz me ha hecho la Navidad, como tan triste se ha teñido ese recuerdo... Tan corto fue el amor que te pude demostrar, pero tan intenso durante esos pocos años... Disfruté como nunca antes había disfrutado con nadie, solo tú podías hacer que mis navidades tuviesen sentido, que pasar solo el duro y frío invierno se hubiese quedado en el olvido desde aquel 22 de Diciembre de 1995...
...
Desde la última vez que te pude ver y sentir la suave y tersa piel de tu mano agarrando fuertemente la mía, recuerdo a cada momento y cada instante ese invierno frío de Diciembre de 1995, frente al Castillo de Edimburgo. Lo feliz que me hiciste hasta que la muerte te separó de mi lado un mismo invierno frío de Diciembre, en 1999...

Ahora ya solo puedo recordarte con buenos ojos a pesar de todo, gracias a ti entendí lo que es el espíritu de la Navidad, me hiciste recuperar la ilusión que nunca antes había tenido. Sé que allá donde vaya me sigues cuidando y protegiendo, pero creo que no he podido despedirme de ti como es debido.
Ese día tan especial y tan triste que ha sido para ambos, no podía ser olvidado, y por eso, hoy, 22 de Diciembre del 2000, un año después de que te fueses de mi lado, quería recordarte como te mereces y despedirme de la manera correcta, ya que lamentablemente no pude hacerlo.
Hay algo que me gustaría decirte, sabes lo mucho que te he amado y te sigo amando, pero hay algo que no he dicho a nadie en mi vida y que solo tú, has conseguido hacer que diga. Mi amor, mi vida, mi tesoro más preciado en el mundo... allá donde estés...

... Feliz Navidad, Elena..."
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[Capítulo 1] Empieza el festival

* * *​

Es navidad y es de costumbre que los lugareños de los poblados de Serpentina, tanto humanos como pokemon, se reúnan alrededor del fuego. En dichas festividades, los ancianos cuentan las leyendas populares de la región y celebran las fiestas con una reverencia a sus héroes de guerra. Niños, jóvenes, adultos y ancianos; todos ellos reunidos como cada año.

Nos situamos en Serpentina “la región del frío”, ubicada en el norte de Isla Iris. Isla Iris se divide en tres regiones; la cálida y desértica región de Taronte, la costera y verde región de Catelania y la fría Serpentina que se distancia de todo lo demás. Serpentina es una región de invierno llena de glaciares y montañas heladas y sus poblados montañosos se encuentran resguardados de las nevadas bajo grandes precipicios que cortan el aire gélido.

La capital de la región es Zélida; una ciudad inmensa resguardada del frío dentro de un gran agujero ubicado en la montaña. Zélida es una belleza de edificios rústicos de baja altura, calles de piedra adornados de símbolos antiguos y todo tipo de monumentos que honran a grandes héroes del pasado. La capital se ubica bajo el techo de la montaña y termina en un precipicio. Para acceder a ella solo hay dos formas; mediante dos escalinatas gemelas que suben el gran pendiente que representa el risco del precipicio o aprovechando una ruta segura que atraviesa la montaña en forma de cuevas.

Es navidad y eso significa que la capital y sus poblados situados alrededor se coordinen para montar el gran festival que se dará lugar en la ciudadela antigua de la misma capital. Las calles son adornadas con distintos tejidos e iluminadas con pequeños obeliscos de piedra acompañados de una antorcha. Las grises calles de Zélida se pintan con las pinturas que honran la región; los colores que la representan son el blanco y el azul. Todos los lugareños ayudan, los comerciales proveen provisiones, las posadas abren sus puertas a los vecinos de la capital y sus artistas se reúnen para ensayar los grandes actos que tendrán lugar durante la noche.

Dado los conflictos pasados entre regiones son pocos los visitantes extranjeros que acuden al gran festival de invierno. Además, es extraño ver extranjeros ya que cada región cuenta con sus propios festivales y la capital es difícil de acceder si no se conocen bien los caminos. Aun así, dichos problemas no fueron un obstáculo alguno para Kael, hijo de Taronte, habitante del desierto. Kazel atravesó el cálido desierto, las grandes montañas y finalmente el gran glaciar para llegar a esa fría región; todo ello para cumplir su sueño de conocer otras culturas y paisajes desconocidos. Kazel, nuestro protagonista, llegaba a Zélida, la capital del frío y de la noche.

Las miradas de los habitantes no tardaron en ponerse todas encima de él. Kazel, al igual que cualquier habitante de Taronte tenía una piel bronceada, un pelo oscuro como la noche y los ojos verdes. De unos 23 años de edad, el joven era delgado, alto y fuerte. Para protegerse del frío llevaba unos abrigos de pieles anaranjadas como la arena y para cubrirse las extremidades un buen par de botas y guanteletes.

Mientras la gente de la calle se apartaba dando paso y observando a ese hombre extraño, Kazel avanzaba por las losas de piedra de la calle disfrutando de cada rincón que pudiera ver: esas calles adornadas de azul y blanco, esa cantidad de símbolos extraños y esa gran iluminación que hacía cálida la noche. De repente Kazel se paró en medio de la calle y, mirando alrededor, se le alegró la cara; tenía una amplia sonrisa. Estaba asombrado de aquél lugar tan distante al seco desierto.

Kazel llegó a una de las posadas y, a cambio de unas monedas de más, pudo escoger una de las mejores habitaciones del lugar. El dinero no le importaba, él quería disfrutar de la estancia lo mejor posible de aquellos majestuosos festivales. La habitación tenía una gran cama, una buena mesa de madera, un sillón, un espejo y varias estanterías repletas de libros de interés general. Kazel cayó cansado en la cama debido al largo viaje, se estiró un momento y del bolsillo de su abrigo sacó su pokeball. De su pokeball liberó a su Eevee y éste, desorientado debido al lugar, empezó a dar vueltas por la habitación. Kazel se levantó dejando la cama atrás y abrió la ventana que daba a la calle. Entonces volvió atrás y agarró suavemente a Eevee para poder hacer que viera el exterior.

- Mira Eevee, hemos llegado al festival ¿Te gusta? – dijo Kazel mientras asomaba al pequeño pokemon por sus patas.

El pokemon hizo un tierno aullido y se refugió en los brazos cálidos de su entrenador. Kazel cerró la ventana y, acompañando al pequeñín con los brazos, dejo a su Eevee en el suelo. Kazel se fue a la ducha de su habitación y, mientras tanto el Eevee saltó a la cama y se refugió entre los cálidos cojines de la misma. Al terminar su descanso, se preparó para disfrutar del festival junto a su pokemon.

Salieron de la posada, debido al frío de la calle, Eevee saltó a los brazos de su entrenador y se refugió dentro del abrigo de pieles. Sacando su cabecita por el cuello del abrigo de Kazel el Eevee contempló esas calles de festival y ambos, entrenador y pokemon, disfrutaron del paisaje.

* * *​
[Capítulo 2] La belleza del festival

* * *​

Siguiendo las indicaciones de los demás residentes de la posada, Kazel llegó a una gran plaza en pleno centro del festival. El festival estaba lleno de gente y la gente se animaba a bailar durante esa noche alrededor del fuego al son de los tambores y otros instrumentos propios de la región. Había una gran hoguera en el centro y a su alrededor varias mesas a modo de círculo dónde la gente comía y se reunía en medio de la plaza. Para acceder a la plaza se debía pasar por debajo de una especie de portal del cual se alzaban unas torres desde las cuales se podía ver la ciudad entera durante la noche.

Kazel, pasó al portal y llegó a la plaza. Después de ello subió a una de las torres de piedra de la plaza y se puso a disfrutar del paisaje. Era asombroso para él ver que esa ciudad de la cual había oído hablar por ser la capital de la región del frío disfrutara de tanta calidez y color. Desde esa torre se podía ver todo el alrededor y fue desde allí desde dónde empezó a mirar por encima las calles iluminadas las cuáles formaban una bella red de luz en medio de la noche. Su Eevee, que ya no tenía tanto frío, salió del abrigo y se puso a andar por el margen del balcón de la torre.

- Es precioso Eevee ¿No crees? – Le dijo con una amplia sonrisa Kazel a su Eevee.

El pequeñín le respondió con un tierno aullido y, de repente, una joven asomó su figura por el pasadizo de las escaleras que hacían llegar a la cima de la torre y miró Kazel, que aún estaba disfrutando del paisaje y no se había dado cuenta de la presencia de la joven.

- Es precioso –Le dijo la joven a Kazel mientras se acercaba al mismo borde en el que estaba con su Eevee.

Kazel se giró al oír esa bonita voz. Se quedó parado. La joven tenía una belleza como ninguna otra mujer de Taronte que Kazel hubiera visto hasta el momento. A diferencia de la bronceada mujer que había visto en el desierto aquella chica, de unos 20 años de edad, era blanca como la nieve y de ojos azules como el cielo. La joven que estaba de pie ante él tenía una melena de un color azulado oscuro y se guarnía con un abrigo oscuro como la noche, de una bufanda y unos guantes; ambos blancos como el papel de escribir. La joven se le acercó más a Kazel. Era una belleza y él lo sabía.

- ¿Es la primera vez que vienes a disfrutar del festival? – Le dijo la joven belleza con una voz dulce mientras acariciaba al tierno Eevee de Kazel que se había parado al borde de la torre.

- Sí –afirmó Kazel- De hecho es la primera vez que vengo a ésta región –dijo mientras alzaba su mano derecha para agarrar un mechón de su pelo.

- Se nota que no eres de por aquí, eso ya lo veo – Dijo la joven con una dulce risilla. – Me llamo Karina –Añadió mientras se refería a si misma apoyando su mano sobre su pecho.

Debido a ése último gesto de la mano de Karina, Kazel se fijó en los pechos quedándose un poco atontado debido a la belleza de la joven que tenía delante de él. Recobró la postura al poco y con una risilla esperando que la joven no se hubiera dado cuenta le dijo:

- Me llamo Kazel. Soy de Birial, capital de Taronte –dijo mientras rezaba mentalmente a Arceus para que aquella chica no hubiera visto tal torpeza.

La joven Karina sonrió. Acto seguido, se apoyó en el borde de la torre con los brazos cruzados y dijo:

- ¿Sabes? Éste es mi sitio preferido de toda la ciudad, cada año me gusta venir y ver las fiestas desde aquí –Dijo Karina con los ojos cerrados y una sonrisa de oreja a oreja.

- Es un lugar precioso – Afirmó Kazel. – La verdad es que como más tiempo estoy aquí menos frío noto y más cálida se me hace la estancia. Serpentina es una belleza –Dijo mientras también se apoyaba en el borde de la torre.

- Eres un hombre extraño – Respondió Karina. – Un habitante del caluroso desierto que se emociona con el invierno –Dijo con su dulce risilla mientras habría los ojos para mirar a Kazel.

Karina tenía unos ojos azules muy bonitas y la mirada que le hacía a Kazel le hacía a este que sus pulsaciones empezaran a aumentar de ritmo. Estaba claro, el joven se estaba enamorando de esa belleza exótica de invierno. Se hizo una larga y emotiva pausa. El Eevee de Kazel, que continuaba en el borde de la torre, se puso a dar pasitos de lado a lado del borde dando saltos por encima de la mano de Kazel y los brazos de Karina cada vez que tenía que cruzar. Entonces en uno de los últimos saltos se quedó en medio de ambos y aulló con ternura.

- ¿Te gustaría acompañarme durante el festival? – Dijo Karina con su dulce voz.

Kazel no tardó en afirmarlo. Estaba muy emocionado. De repente, Karina le tendió la mano para que él la cogiera. El joven aceptó la proposición y se la cogió. La mano de Karina era suave y cálida y aquellos finos guantes blancos que llevaban no lo ocultaban. Eevee saltó desde el borde al hombro de Karina bruscamente y desde allí dio otro salto a la cabeza de Kazel, dónde se quedó parado. -¡Ey Eevee! –dijo Kazel. El joven se giró para ver cómo había reaccionado Karina pero la joven estaba sonriendo así que no importaba.

Ambos cogidos de la mano, empezaron a bajar por la escalera de la torre para después disfrutar del festival que se daba lugar en la plaza. Al llegar a la mismísima plaza, Kazel vió aumentado el número de gente que había visto anteriormente. Eso sí, la gente seguía bailando alrededor del fuego siguiendo el ritmo de los tambores. Karina le dijo:

- ¿Por casualidad tienes hambre? –pausó. – Conozco una pastelería de aquí en la que sirven bollos calientes para el invierno.
- ¿Bollos calientes? Tiene buena pinta, aún no he comido nada y Eevee tampoco, así que sería estupendo – Dijo Kazel con una sonrisa.
- Pues vamos. – Dijo Karina con una sonrisa. – Por cierto, ¿Éste pequeñín… -Dijo refiriéndose a su Eevee que se encontraba asomando por el cuello del abrigo de Kazel otra vez. – es tuyo, no? ¿Hace mucho tiempo que lo tienes? – Añadió mientras cogía la mano de Kazel y caminaban hacía el lugar dónde estuviera la pastelería.
- Sí. –respondió. – Lo tengo desde que nació hace dos años. Es mi fiel compañero de viaje.- Añadió mientras que acariciaba la cabecita de su Eevee.
- Es una monada de pokemon –dijo Karina.- ¿Eres entrenador entonces? – Añadió con una sonrisa.

Kazel respondió que, pese a entrenar a Eevee en varios aspectos, no le apasionaba hacer que el pokemon combatiera, que simplemente viaja con él para ver sitios nuevos e interesantes. Lo único que quiere para Eevee es que él también pueda viajar y que descubra lugares inimaginables. De repente, Kazel se paró y se dio cuenta de algo mirando alrededor. Los lugareños les miraban sonriendo; parecían la parejita joven del barrio. Karina seguía como si nada, parecía que no se había dado cuenta.

- Por cierto, ¿Tú eres de aquí, Karina? – preguntó de repente Kazel.
- ¿Eh? ¿Yo? –reaccionó. – Bueno, se podría decir que sí, pero de hecho soy de un poblado vecino. Vivo sola y me gusta venir cada año para disfrutar de las - fiestas. –Dijo mientras que giraba la cabeza en lado contrario. – ¡Mira! ¡Es aquí! – Dijo señalando la pastelería.

Karina le acaba de decir que vivía sola -¿Y su familia?- se preguntaba Kazel a sí mismo. Ambos entraron en la pastelería y Karina, como parecía conocer a la dependienta se quedó hablando un rato. Mientras tanto, Kazel se sentó en un banco y se puso a jugar con su Eevee. Sentado, el joven puso al Eevee en sus piernas y le cogió las patitas delanteras para ponerlo de pie como si el pokemon bailara.

La pastelería olía bien y tenía una gran variedad de alimentos bien presentados. De un pequeño altavoz se sentía una canción de jazz tranquila y con ella Kazel basaba el ritmo de los pasos del pequeñín. Gracias a la carisma de Karina y a su amistad con la dependiente; les regalaron unos bollos de más. Bollos de carne calientes, típicos de la capital. Era el momento de volver a la plaza y Kazel se preguntaba sobre la situación familiar de Karina. Salieron de la pastelería y Kazel no quiso preguntarle sobre el tema; por si algún caso.

Ya de vuelta a la plaza el ambiente había cambiado; la euforia se había desatado en el baile y los niños y pokemon jugaban por la plaza. Había una gran multitud de gente y de pokemons, todos reunidos para un solo fin, disfrutar de la primera noche del festival. Pokemons y personas bailaban en torno al fuego que había en el centro de la plaza, los niños y otros pokemons de menor tamaño correteaban jugando a todo tipo de juegos; y otros, en cambio, se agrupaban para beber, comer, hablar y reír sobre sus experiencias. El ambiente era muy agradable y a Kazel todo aquello le fascinaba.

Eevee hizo un pequeño gruñido y dio un saltito al suelo desde el interior del abrigo de pieles de Kazel, quería salir. Al frente de Kazel y de Karina había un grupo de pokemons y de niños pequeños con ganas de jugar. Entre los pokemon había un vulpix y un growlithe. Un niño contaba y debía buscar y atrapar a los demás del grupo si quería ganar. Los demás, tanto pokemon como niños se escondían por la plaza. Eevee miró a su amo, hizo una vuelta en círculo andando y le hizo un tierno aullidito a su amo.

- Ve a jugar Eevee. Pásatelo bien – Le dijo Kazel mientras se agachaba a acariciar al pequeñín.

Eevee respondió moviendo la cola y se fue dando brincos hacía aquel grupo de infantes. Karin, por su parte, dejó la mano de Kazel y dio unos cuantos pasos hacia la fogata que había en el centro de aquella animada plaza. Se giró, sonrió con una bella sonrisa y dijo:

- ¿Bailamos Kazel? – Dijo Karina con su dulce voz mientras le guiñaba un ojo.

Kazel no se lo pensó dos veces y fue a por ella. Le cogió de la mano y fueron ambos hacia el fuego. Kazel fue el primero en bailar de aquella pareja, tenía un baile y ritmo diferentes a todos los otros lugareños; tenía un estilo propio de los hombres del desierto. Entonces, se añadió Karina a bailar. Ella era un ángel, pensó Kazel. Los movimientos circulares de cintura y las manos alzadas de aquella belleza hacían pensar que de aquella hermosa chica le iban a brotar un par de alas angelicales.

Kazel empezó a mostrar su gran variedad de bailes. De tanto en tanto hacía algún que otro movimiento cómico y Karina se reía con ello. Ambos estaban en su propio estilo pero, al mismo tiempo, aquella pareja empezaba a sentir que algo empezaba. Los ojos de Karina observaban a Kazel y la mirada de esa bella mujer hacía sonrojar al hombre del caluroso desierto. Kazel era como el Sol y Karina como la Luna. Había una atracción y ambos lo sabían. La noche se animaba, pero esto tan solo era el inicio del festival de invierno y muchos otros eventos iban a tener lugar.

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[Capítulo 3] El conflicto entre regiones: La guerra a tres bandas

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Era la hora de terminar el baile y de empezar el primer evento esperado del festival. La música paró y los lugareños dejaron de bailar para sentarse a una cierta distancia del fuego; lo sabían muy bien, era la hora de que el maestro anciano de Zélida hiciera su aparición.

Karina cogió de la mano a Kazel y lo llevó a una zona elevada de la plaza en forma de escalinata para que pudieran apreciar el evento que iba a dar lugar. Eevee, despidiéndose con la cola de los amigos que había hecho se fue detrás de Kazel que ya estaba sentado junto a Karina en la escalinata. Dio varios brincos mientras subía la escalera y se refugió sobre las piernas de su amo. De repente, se dividió en dos la gran multitud de gente que había en la plaza para dejar pasar al viejo anciano que iba acompañado con personas de diferente vestimenta.

- Mira Kazel, está a punto de empezar la obra. –Le dijo Karina mientras apoyaba su cabeza en el hombro de Kazel. – Ése de ahí es el gran anciano de Zélida.
- ¿Actores? ¿El evento para ésta noche es una obra de teatro? – Preguntó Kazel.
- Exacto Kazel, de hecho, cada año es así. Se adornan las calles y la gente baila, come y ríe. Entonces, por la noche, alrededor de la fogata, empieza una obra dónde los actores interpretan las leyendas que el anciano cuenta en voz alta –Pausó. – Cada año que vengo miro la misma obra. Me gusta mucho el festival. –Sonrió.

El anciano se puso delante del fuego y los actores de la obra se pusieron en los márgenes del fuego para preparar el evento de la noche. El anciano, llevaba un ropaje con pieles y adornado con plumas de color. Su cabeza estaba calva y su frente y sombra de ojos se habían adornado con un par de líneas de pintura facial azul y blanca y sus labios estaban marcados de color azul. El anciano llevaba un largo bastón adornado en el cual se apoyaba con una mano. Dicho bastón era delgado, de color dorado y tenía una empuñadura en forma redonda. El anciano dio un paso al frente, dio un golpe con la punta de su bastón al suelo y se puso a hablar.

- Bienvenidos a Zélida. – Empezó el anciano. – Veo que hay varias caras nuevas y espero que todas ellas estén disfrutando del festival tanto como los lugareños que llevamos años haciéndolo. Esto no hubiera sido posible si no hubiera terminado el conflicto entre regiones. Como ya sabrán ustedes… -Dijo mientras alzaba la mano con la palma abierta señalando a los espectadores. – Serpentina siempre fue una región hostil y conflictiva. Nuestra región pese a formar parte de la gran isla Iris, tenía unas costumbre propias y, a diferencia de Taronte o Catelania, nosotros no queríamos compartir nuestra cultura.

El viejo avanzó otro paso. Tenía a los espectadores en el bolsillo. Entonces, los actores de la obra se dividieron en tres grupos y ocuparon el centro de la plaza. Cada grupo era distinto respecto a los demás y usaban pinturas faciales y ropajes diferentes. El primer grupo, con pinturas faciales se habían bronceado la piel y llevaban unos ropajes muy livianos; el segundo, tenía los pelos teñidos de color rubio y los ojos sombreados de rojo; y el tercero, ostentaban unos largos abrigos y con sus caras pintadas con las misma pinturas y formas que el viejo anciano. El anciano continuó narrando.

- Las diferencias entre las tres regiones eran evidentes; Taronte, la región del sol y el desierto; Catelania, la región de las flores y los arboles; y Serpentina, nuestra región, con su clima frío y su relieve montañoso. – Dijo el anciano mientras señalaba cada grupo con el pomo redondo de su bastón. – Las diferencias se convirtieron en discriminación, la discriminación en conflictos y los conflictos en odio y dolor que acabaron afectando a una gran multitud de personas.

Cada grupo liberó a sus pokemon y se pusieron a interpretar una ardua batalla. Ambos, actores y pokemon estaban bien coordinados. Se podía apreciar que la obra había sido bien diseñada y organizada. Ataques de hielo, rayos eléctricos, lanza llamas, chorros de agua… una gran cantidad de movimientos bien coordinados dignos de cualquier concurso pokemon. Los movimientos eran bellos y refinados y todos los representantes de la obra actuaban de una manera asombrosa. Los niños se animaban y la muchedumbre los seguía. Le gente aplaudía y se impresionaban de tal función.

Entonces, de entre el público, unos hombres con capa se descubrieron y se unieron a la función. Eran actores de la misma función que, sin que el público se hubiera dado cuenta se habían mezclado entre los espectadores. De ese grupo de actores salieron varios con tambores y empezaron a hacer sonar una estruendosa marcha militar. Kazel, que se había asustado por un momento ya que uno de ellos estaba justamente sentado a su lado, recobró la postura y miró a su alrededor. Los actores que salían de entre el público representaban la misma región y aquella sonata militar la conocía muy bien. “Taronte” - pensó.

Los nuevos actores que habían salido de entre el público se añadieron al grupo de la gente del desierto. Con esos refuerzos era muy claro quién vencería la batalla entre las tres regiones. El anciano continuó.

- Serpentina y Catelania nunca podrían ganar la guerra. –Dijo el anciano señalando a los actores que representaban Taronte. – Taronte, con su gran ejército demostró que era la principal fuerza en toda la isla. El final de la guerra parecía cerca y Isla Iris ya tenía a un vencedor. Pero entonces… ¡Algo inimaginable ocurrió! – Exclamó alzando el bastón con las dos manos.

En ese momento, los actores que representaban a los hombres del desierto empezaron a dar vueltas entre ellos y a separase en grupos para volverse a unirse y otra vez separar. Sus movimientos eran confusos. De entre ellos uno se acercó al público y sacó una daga para que todo el público lo viera. De repente, los actores pararon el combate y dejaron parte de la zona de interpretación libre. Entonces, otro de los hombres del desierto también se dirigió hacía el público. Éste era algo diferente, además de tener ropajes parecidos a los hombres de la arena ostentaba una corona de joyas y se adornaba los hombros con unas plumas rojas y doradas.

- No puede ser, es… – Dijo Kazel impresionado.

Karina miró a Kazel. Ella sabía que Kazel, al igual que la mayoría del público, había reconocido el papel que interpretaba aquel actor. Era el mismísimo príncipe del desierto, el heredero del trono de Taronte. Entonces, sin previo aviso, el actor que se había presentado con la daga anteriormente representó hacer una cuchillada en la espalda del príncipe y con el príncipe en el suelo, el asesino salió del espectáculo. El público se sorprendió y el anciano siguió narrando.

- Sin previo aviso, las gentes del desierto fueron traicionadas por su propia gente. Un régimen hostil que conspiraba contra la realeza empezó un conflicto interno en Berial, la capital de Taronte. – Dijo el anciano con un golpe de bastón y, acercándose al cuerpo del príncipe, añadió: - El príncipe, que estaba al cargo de la capital mientras el rey dirigía su ejército en la frontera, no pudo percatarse a tiempo. Su vida terminaba en dicho golpe de estado.

Entonces, los actores que representaban a Taronte recogieron el cuerpo del fallecido príncipe y salieron corriendo de la plaza. Dejando un gran vacío en la obra. Kazel, entendía perfectamente lo que representaba todo aquello. Pese a que el anciano continuara narrando no hacía falta escuchar para saber la historia.

Kazel lo sabía muy bien; conocía perfectamente que las tropas de rey regresaban a la capital dejando así la guerra para terminar con los conflictos internos. Esa historia la había escuchado mil veces, la familia del rey y la población de Berial fue asesinada cruelmente para cuando el rey llegó a su hogar. El rey, pese a que tenía el corazón roto fue capaz de recuperar la capital pero a causa del desgaste que le provocó el viaje perdió muchos hombres para recuperar su ciudad. La traición del régimen anarquista provocó una gran cantidad de muertes y debilitó la fuerza del la comunidad del desierto.

- La guerra, que parecía haber terminado volvió a su terrible curso. Solo que esta vez sería una guerra cara a cara, región contra región, ¡Serpentina contra Catelania! –Gritó el anciano mientras daba un duro golpe con el pico de su bastón.
- ¡Mira Kazel! – Exclamó Karina mientras señalaba un lado de la plaza.

De aquel lado empezaron a surgir actores que representaban refuerzos de Serpentina. Al mismo tiempo, en el lado contario de la plaza, surgían las de Catelania. Eran los actores de Taronte, que se habían cambiado de ropas y maquillaje para interpretar su papel como refuerzos de cada lado. Una nueva etapa del conflicto iba a tener lugar.

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[Capítulo 4] El conflicto entre regiones: La leyenda de Yelos e Ikari

* * *​

Los actores volvieron a liberar sus pokemon y a interpretar una lucha. Serpentina contra Cantelania. Norte y Sud. Los actores y pokemon iban cayendo al suelo. El espectáculo era asombroso y el público se impactaba con aquel enfrentamiento tan igualado. Entonces todos los actores acabaron el suelo. Ambos bandos estaban al límite. Entonces, en ese mismo instante, un actor de cada bando fue hacia el centro de espectáculo.

A diferencia de los otros soldados que iban cambiando de rivales, esos dos personajes se habían enfrentado cara a cara en cada confrontación. El público sabía que ellos eran diferentes y que su papel era mayor en la historia. Ambos llevaban una capa y unas plumas de colores vivos en la cabeza. El soldado de Catelania tenía el pelo teñido de rubio y usaba unas lentillas azules. En su cara había una cicatriz en forma de cruz en la mejilla y llevaba unas prendas de un color rojizo y unos guanteletes. En cambio, el oponente de Serpentina tenía el pelo de color azul oscuro y unos ojos verdes como las esmeraldas. Al igual que el anterior, éste tenía una cicatriz, pero en este caso en la frente, cortándole una ceja. Éste, llevaba unas mallas de plata debajo de su abrigo en forma de aros y una liviana armadura que le salía del cinturón con un texto en símbolos grabado en la misma. El anciano continuó narrando.

- El enfrentamiento era igualado y ambos bandos habían perdido una gran cantidad de tropas. Aún así, ninguno paró ya que sabían que la victoria de uno representaría la derrota completa del otro. En ese mismo momento dos héroes de guerra aparecieron. –El anciano blandió su bastón y con el pomo señaló a los dos luchadores que se habían presentado anteriormente. – Ellos eran Yelos e Ikari los héroes de cada región y en ellos se decidiría el vencedor de la confrontación.

Entonces el actor que representaba a Yelos se acercó al personaje que interpretaba a Ikari y ambos se dieron la mano. Se voltearon, dieron varios pasos hacia atrás formando una línea entre ellos y se volvieron a girar para verse la caras. El ambiente estaba muy tenso.

- En ese mismo instante Yelos le hizo una oferta a Ikari. – Dijo el Anciano. – Yelos quería terminar la guerra y le propuso a Ikari un enfrentamiento final entre ellos. Lo que quería era no inmiscuir a ambos ejércitos y evitar de esta manera más muertes. Ikari, que sabía que la guerra debía terminar aceptó. Ikari y Yelos, que habían mantenido combates a muerte cara a cara desde el inicio de la guerra ahora se enfrentaban en una simple competición. En la montaña más alta de la frontera ambos ejércitos esperaron que el combate terminara – pausó. – El reto consistiría en un combate pokemon. Con tan solo uno. Solo el que hubiera entrenado con las mejores técnicas y supiera cooperar mejor con su pokemon ganaría el combate…

Ambos, Yelos e Ikari hicieron que su pokemon diera un paso al frente. Yelos tenía un Arcanine y Ikari un Ninetales. Kazel se sorprendió, nunca había visto aquella especie. Eran pokemon gigantes, no como su pequeñín Eevee. Ambos eran enormes pero diferentes en cuanto a aspecto.

Arcanine era una mezcla entre perro y león y tenía dos pelajes; uno que cubría el cuerpo de color naranja con rayas negras y otro que sobre cubría el pelaje anterior como si fuera una nube pero de un color mucho más claro. Su apariencia era majestuosa. Por otra parte, el Ninetales era parecido a un zorro y su pelaje era de un claro color dorado. Dicho zorro tenía 9 colas y cada una de sus puntas era de un color más intenso que el pelaje. Los ojos de Ninetales tenían un bello brillo de rojo rubí; “Ambos parecen divinidades” – Pensó Kazel.

Entonces empezó un combate pokemon entre ambos. Arcanine corrió hacia Ninetales a una velocidad increíble. Era extremadamente veloz. Antes de que fuera golpeado, el Ninetales dio un salto en el aire. Fue majestuoso; por unos momentos parecía que pudiera volar por el cielo. Entonces, desde aquella altura, el Ninetales saco varios proyectiles de fuego hacía la posición de Arcanine. Aun así, aquél enorme canino las pudo esquivar con su norme agilidad y preparar un rápido ataque esperando la caída de Ninetales. Arcanine fue a por el Zorro y éste rechazó el ataque usando la cabeza.

¡El golpe fue tan demoledor que lo oyeron hasta los espectadores! Era todo un espectáculo. La obra parecía tener al fin un desenlace, pero ambos pokemon estaban igualados. Entonces, tras el golpe entre aquellos enormes cuerpos ambos fueron desviados cada uno a una dirección. Los pokemon se levantaron. Ikari corrió hacia Ninetales y Yelos hacía Arcanine.

- Arcanine ¡LLAMARADA! – gritó Yelos.
- Ninetales ¡LANZALLAMAS! – gritó Ikari respondiendo a Yelos.

Ambos pokemon empezaron a gruñir y de sus fauces una bola de fuego se empezó a formar. Entonces ambos rugieron con un estruendo y de ambos salió un cañón de fuego. Ninetales lanzó un chorro de fuego inmenso y Arcanine un inmenso proyectil de llamas en forma de asterisco gigante.

Ambos ataques se encontraron y hicieron una gran explosión. Fue asombroso, en un instante la plaza se iluminó y la onda expansiva hizo que el viento hiciera empujar a los espectadores hacia sus asientos. Fue tal la luz del encuentro que dejaba de banda la oscura noche que acompañaba el festival.

El encuentro había terminado. El público, mientras una gran parte intentaba recobrar su sitio, miraban el escenario que se había llenado de una neblina que mantenía el suspense sobre quién había sido el vencedor. La neblina se despejó y en su lugar, Yelos montado en su arcanine.

- ¡Mira kazel! – Le dijo Karina mientras señalaba a Yelos.
- Impresionante… - Kazel estaba sin palabras ante el espectáculo pirotécnico que había tenido lugar esa noche.

Ya con la neblina disuelta. Ikari, que había perdido fue en dirección a Yelos. Ikari, apenas se podía mover representando así que el encuentro había terminado con sus fuerzas para continuar. Avanzo paso a paso hacia Yelos y éste bajó del lomo de su pokemon y esperó a Ikari. Entonces, ya uno en frente del otro, Ikari se arrodilló y le entregó su puñal. Yelos cogió el puñal y, en vez de usarlo para rematar la tarea, lanzó el puñal al suelo y le tendió la mano a Ikari. Tras una pausa, Ikari cogió la mano de Yelos y se levantó.

- ¡Uah! – Gritó un niño de entre el público.

Ante aquel desenlace de esperanza y sin violencia el público estremeció y gritó. Una gran multitud de gritos de apoyo galardonaban a ambos héroes. El combate había sido fantástico y el desenlace digno de la leyenda de los dos héroes. El público estaba eufórico y aplaudían con toda la fuerza de sus manos. Tal eran los aplausos que parecía que se hubiera soltado un petardo de cadena por el escenario. Los actores se reunieron y hicieron una reverencia y el anciano se dirigió hacía el público.

- Después de tantos años la guerra tenía un final. Yelos venció a Ikari – El anciano dio otro paso al frente y continuó…. – Debido a la experiencia de los años de odio entre regiones se decidió no tomar represalias y no hacer pagar a nadie por los daños. En su lugar, Yelos le tendió la mano a Ikari y éste aceptó. Ikari, que era un buen hombre decidió colaborar en la restauración de ambas regiones. Taronte, a su vez, recuperó su estabilidad y de esta forma las tres regiones volvieron a tomar una época de paz.

El viejo se apoyó en su bastón y miró al público. Estaban todos muy emocionados y, antes de que se fueran el anciano quería transmitir su mensaje, al igual que cada año. Karina agarró por el abrigo el brazo de Kazel para que pusiera atención a las palabras que ese fuerte anciano iba a decir para terminar el evento.

- Seamos de dónde seamos todos compartimos ésta bella e inmensa Isla. La historia de Yelos e Ikari ha ido cambiando con los años pero lo que ellos quisieron transmitir me gusta pensar que aún está vivo en todos nosotros. Yo siempre he creído en éstos héroes desde que era un niño hace ya unos miliares de años. – Bromeaba el anciano de poco más de cien años, que no son pocos.
- ¡Usted aún es un jovencito! – Bromeaba otro espectador.
- Bueno… a lo que iba – Continuó. – Me gusta interpretar ésta obra cada año y no es solo por amor al arte. Me gusta reunir gente nueva y caras de otras regiones. Viendo a los espectadores puedo alegrarme de que los héroes de antaño han conseguido mantener la idea que ellos más deseaban: las tres regiones juntas, cooperando y ayudándose entre sí, conociéndose, relacionándose y hasta amándose.

Las palabras del anciano fueron muy emotivas. Los más sensibles entre el público soltaron alguna que otra lágrima. Y las parejas y familias se abrazaron.

- Yo tan solo era un niño cuando todo aquello ocurrió. Vi personas que se iban y no volvían y familias llorar por sus seres queridos. Para que la oscuridad no vuelva, los habitantes de la luz debemos permanecer unidos.

Kazel no comprendió la totalidad de aquellas palabras pero pudo hacerse una idea del sentimiento que aquel hombre curtido en años quería transmitir. El público aplaudió y la fiesta continuó hasta la hora de irse a dormir. El primer día de aquellas fiestas había terminado pero el festival de invierno no hacía nada más que empezar…

* * *​
[Capítulo 5] La noche del Festival

* * *​

Era de noche y Kazel acompañaba a Karina hasta el lugar que esa hermosa joven se hospedaba. Desde que había llegado a Zélida todo había sido maravilloso para el hombre del desierto. Había descubierto un lugar nuevo y conocido a una bella chica con la que había paseado por la ciudad, bailado y disfrutado de una obra de teatro espectacular. El joven Kazel había disfrutado de la mejor forma el festival y se sentía lleno de alegría.

Ambos iban por una cálida y estrecha calle iluminada del festival cogidos de la mano. Las manos de Karina eran suaves y la chica abanicaba un agradable perfume con su cabello azul oscuro. Karina tenía una belleza única, su piel era blanca como la nieve y sus ojos eran de un color azul claro. Debido al ambiente los mofletes de la chica habían ganado color y tornado algo rojizos. La joven se giró notando que Kazel se había quedado como un pasmarote mirándola. Sonrió y siguió como si nada. Kazel, que vio la sonrisa de la chica hizo lo mismo y siguió el ritmo de los pasos de Karina.

- ¡Mira Kazel! ¡Es aquí! – indicó.
- ¿Eh? – pensó Kazel en voz alta.

No tuvo problemas para identificar aquél lugar.

- ¿La vieja posada? – pausó. – Karina, yo también me hospedo aquí – Dijo Kazel impresionado por tal casualidad propia de los cuentos de hadas.
- ¿A sí? ¡Qué casualidad! Entonces conocerás a mi abuela. Ella es la propietaria. Cada año, para las festividades me deja una buena habitación con…
- …vistas de toda la ciudad – Continuó Kazel impresionado. – Yo he cogido una de esas habitaciones.
- ¡Oh! … ¿Sí? Pues mira que son caras – Dijo mientras le golpeó con el índice en el pecho. - ¿En qué habitación estás? Yo estoy en la tercera. La que tiene la puerta azul y está adornada con un tablón de madera con el dibujo de las bayas meloc. ¿Y tú?

Kazel contestó y siguieron hablando hasta llegar al portal. A partir de ahí permanecieron en silencio hasta llegar a la habitación del joven.

- Buenas noches Karina.

La joven no dijo nada. No respondió. Se quedó parada, mirándole con sus ojos de aquél azul tan brillante y hermoso. Karina dio un paso y se acercó a Kazel como si le fuera a susurrar algo. Entonces le dio un beso en la mejilla. Los labios de Karina eran suaves y fríos.

Kazel se sonrojó y Karina dio un paso atrás. Ella sonreía con esos pequeños labios y también estaba algo sonrojada.

- Buenas noches Kazel – Se fue. Volteó la esquina del pasillo y desapareció.

El hombrecito se quedó parado en medio del pasillo como una estatua, dio un giro como un robot y articuló para abrir la puerta de su habitación. Ya con la puerta abierta, dio un paso, la cerró y dio tres pasos hacia el centro de la habitación. Ahí se recogió de piernas y volvió a ponerse de pie de golpe como si hiciera una celebración. El movimiento fue tan rápido que asustó de golpe al pobre Eevee que se había quedado dormido hacía rato en su abrigo.

- Oh ¡Perdona Eevee! Jajaja.

Eevee salió del abrigo, saltó al suelo y dio unas vueltas por la habitación. Mientras tanto Kazel bailo como si se tratara de un mankey en celo. El eevee, se paro en una esquina de la habitación observando las burradas que hacía su entrenador. Kazel se sentó delante del respaldo de la cama apoyando en él su lomo. Cruzó las piernas y llamó a Eevee para que viniera. El pokemon fue hacia su entrenador tranquilamente y se aposentó entre sus piernas cruzadas.

- A veces me gustaría ser un pokemon. Qué cómodo vives.-Dijo Kazel mientras empezó a acariciar al ser vivo que se refugiaba entre sus piernas de forma tan relajada.
- Ivi… - Aulló el pequeñín.
- ¿Te gusta Karina? Es muy guapa, ¿No crees?
- Ivi- repitió con ese bonito sonido.
- A mí me gusta. ¿Tú crees también le gusto yo?
- ¡Ivi! – Aulló con fuerza.
- ¿Tú crees?
- ¿Iviii? – Repitió el pobre Eevee confuso.
- “Ivi”, ”Ivi”, ”Ivi” ¿Solo sabes decir eso? – Dijo Kazel bromeando mientras sonreía.

No parecía que el pokemon fuera a ponerse hablar. Eevee que miraba a su entrenador con sus brillantes ojos parecía intenta entender lo que su entrenador le quería decir. El solo veía lo que era el rostro de su amo, rojo como una baya tamate y con una alegre sonrisa de oreja a oreja.

Entonces Kazel cogió al pequeñín y lo dejó en el suelo para poder levantarse. Se dirigió hacía la ventana y la abrió. Entonces miró a fuera. Subió un pie al marco de la ventana y con el impulso del otro se sentó en el mismo marco apoyando el trasero en él y los pies en las tejas del plano tejado. El marco de la ventana era de mármol y era bastante amplio como para que cupiera de lado. Eevee se sumó a observar la noche, dio un salto a la mesa de noche y en ella se impulsó con otro brinco hacía el borde de mármol de la ventana. Kazel recogió al pequeño y lo puso dentro de su abrigo para que no tuviera frio.

Zélida de noche era muy hermosa, las antorchas iluminaban las calles y hacían de ello una red inmensa de luces. Las casas terminaban en la montaña, la misma que cubría con su techo parte de la ciudad. Aquella ciudad, que dormía en la boca abierta de una extraña montaña era majestuosa. El techo de la montaña era perfecto ya que cubría a Zélida del gélido aire del norte y daba una gran visibilidad del cielo.

- Mira Eevee. El cielo está lleno de estrellas – Dijo Kazel con una sonrisa. Es como en Berial, ¿Te acuerdas de aquellas noches llenas de estrellas? ¿De aquellos cielos iluminados? Estamos lejos de casa sí, pero las estrellas nos acompañan.

Eevee aulló mirando la Luna. Kazel sabía que su pokemon tenía una forma de ser muy característica. A ese pequeñín desde que nació le encantaban las estrellas. Cuando ve el cielo estrellado se queda ensimismado. Una cosa que le fascinaría al joven sería poder preguntarle qué opina Eevee sobre las estrellas. Es algo tonto, pero a Kazel le hacía ilusión pensar en hechos relacionados con el tema. “¿Qué sienten los pokemon realmente hacía los humanos? ¿Qué piensan ellos sobre el mundo? ¿Si pudieran hablar que sería el primero que dirían?” cuestiones que se planteaba el joven hombre del desierto y al cuál le emocionaba pensar que algún día serian respondidas.

- Ay Eevee. Me alegro que me acompañes en este viaje.

El joven se apoyo con una mano en el marco de la ventana y con la otra acarició otra vez al pequeñín. Entonces, de repente se oyó una voz femenina.

- Que tierno eres hombre del desierto.

Era Karina que venía por el tejado apoyando ambos brazos en la pared. Parecía una flor delicada y Kazel se levantó a ayudarla para que alcanzara el marco de su ventana. Karina puso una mano en marco y se sentó.

- He escuchado el aullido de Eevee y me he asomado para ver lo que pasaba.

Hubo un momento de silencio. Ambos no sabían que decir. “¿¡Un momento!?” – Pensó Kazel. “¿Podría ser que Karina estuviera realmente enamorada de mí y viniera a visitarme por la noche?”. Volteó la cabeza mirando al lado contrario para ocultar su sonrisa un tanto pervertida y su sonrojada cara digna de una roja baya tamate.

- Oye… – Dijo Karina dulcemente.

Kazel se giró y observó a aquella chica que por suerte del destino tenía tan cerca de él. La pálida piel de esa hermosa chica de pelo azul marino se había vuelto rojiza. Karina estaba sonrojada ¿Podría ser que…?

- Dime… – Dijo Kazel.

Karina miró las estrellas, sonrió y le dijo:

- ¿No tienes frío? – Y entonces le tocó el brazo: – ¡Oh! ¡Estás ardiendo! ¿Todos los hombres del desierto sois así? – Rió.

La belleza de la joven era digna de una princesa, es más, de una divinidad. Kazel alzó el dedo índice un instante para indicar que le esperara por un momento y se fue dentro de la habitación. Eevee se quedó en el tejado y Karina lo cogió.

- No vayas a tener frio tu también Eevee. – Dijo dulcemente.

Entonces, de repente, un edredón cubrió a Karina. Era Kazel, que había cogido el suyo para que la joven no pasara frio.

- Ponte esto, no vayas a coger frío. ¿Te gusta?
- Es muy cálida – respondió Karina sonrojada.

Kazel se volvió a sentar en el margen de la ventana junto a Karina y la joven se cubrió con la manta. Entonces la joven le dio la manta a Kazel para que también la usar y después se apoyo en su hombro.

- Las estrellas de invierno son muy bonitas – Pronunció Karina. – Me encanta el invierno.

Entonces, Kazel con un brazo abrazó a Karina, que seguía con su cabeza apoyada en el hombro de Kazel. Entonces, la joven se deslizo sobre el mármol y cogió el brazo que le abrazaba. Kazel sonrojado se quedo mudo. Ambos, que se veían como una pareja enamorada, se quedaron en la ventana un buen rato, guarnidos con aquella cálida manta y con los pies sobre las tejas del tejado del piso de abajo.

- ¿Mañana también te gustaría acompañarme durante el festival? – preguntó la joven.

Kazel miró aquella chica que esperaba una respuesta y afirmo moviendo la cabeza hacia abajo y cerrando los ojos. Eevee aulló.

- Me gusta la tranquilidad de la noche – Pronunció Karina. – Es bonito ¿No crees?
- A mí también Karina. – respondió.

Ambos entraron en silencio. Se miraron. Pero no hablaron. No sería hasta la hora de dormir hasta que volvieran hablar, en ese caso, para despedirse. Pero la noche era larga y ese silencioso ambiente; muy agradable.

* * *​
[Capítulo 6] La alegría del invierno​


* * *​

Kazel notó una brillante calidez. Una semilla de oro brotaba como una bonita flor en el horizonte. Era el sol, cuyo esplendor iluminaba la inmensa ciudad de Zélida por la mañana. Los rayos de luz penetraron en la habitación de Kazel a través de la ventana y, como si de una linterna se tratara, enfocaron la cama donde él se acostaba.

Kazel abrió los ojos con pereza y miró al techo. Era un color beis bastante relajante pensó. Entonces recordó la noche con Karina y se sonrojó. Estaba feliz. En aquel momento, desde la misma posición encima de la cama, movió la pierna para estirarse y así desentumecerse. Al hacerlo le dio una floja patada a una bola de pelos. Se trataba de Eevee el cual se había quedado dormido con él. El pokemon se despertó bajo la manta y al no reconocer donde se encontraba se dirigió hacía la almohada dónde reconoció el rostro de Kazel entre los rayos de luz.

- Bueno días Eevee.

Entonces recordó que Karina le había dicho de volver juntos al festival. Se levantó y se puso manos a la obra; se duchó y cambió la ropa. Pensó que quizás Karina ya se hubiera levantado y estaría esperando en el pasillo. Como el día parecía que iba a ser cálido cogió un abrigo más fino y unos pantalones menos invernales. Después, abrió la puerta y volteó la cabeza para observar si Karina estaba en el pasillo.

Nadie. El pasillo estaba completamente vacío. Kazel pensó en bajar a recepción y hablar con la abuela de Karina, la propietaria, para preguntarle si Karina ya había salido de su dormitorio. La abuela se encontraba en la entrada con su escoba limpiando. Tenía un moño recogido por un palillo, el pelo blanco y los ojos de un azul parecido al de su nieta. Sus cejas, algo caídas, hacían de ella un rostro amable.

- Disculpe… – pronunció Kazel.
- Dime joven – contestó la abuela. – ¿Qué quieres?
- Eh… – dijo mientras pensaba sus palabras. – ¿Sabe si Karina ha salido? Soy un amigo suyo.
- ¡Oh! ¿Un amigo de Karina? – exclamó la anciana. – Pues que yo sepa no. Debería estar en su habitación.

Kazel le dio las gracias y se volteó para subir otra vez las escaleras pero al dar un paso la anciana le volvió a dirigir la palabra.

- ¿No eres de por aquí verdad? – tartamudeó la anciana. – Tienes la piel muy bronceada. Muy colorida para ser de ésta región.
- Soy extranjero señora. De Taronte, la región del desierto; ahí todos somos así.
- Qué amigo más curioso se ha hecho la niña, un hombre del sol – añadió. – Ve arriba joven, Karina debe estar esperándote – sonrió.

La abuela parecía ser una persona cálida, amable y bastante familiar. Kazel, le dedicó una sincera sonrisa y volvió a subir para ir a la habitación de Karina. Cada paso hacía dicha habitación se traducía en pequeños gruñidos de la vieja madera del suelo.

- ¿Eres tu Kazel? – era la voz de Karina, detrás de la puerta.
- Sí. Soy yo, Kazel.
- Pasa, está abierta – respondió la joven.

El hombrecito giró el pomo, abrió la puerta y entró en la habitación. Era una habitación espléndida igual que la suya, con vistas de toda la ciudad y muebles de todo tipo. Era algo más estrecha pero estaba impregnada de la misma fragancia que la joven usaba. Kazel había mirado a su alrededor pero no había avistado Karina. Ésta entonces, asomó la cabeza desde el marco de la puerta del aseo y le indicó con el índice que en un momento ya salía.

Salió de inmediato, vestida de camisón blanco como si de una hada se tratara. Kazel, apartó los ojos, avergonzado. No podía tratar de hablar con ella cara a cara porque su mirada hacía los senos se dirigiría.

- Gírate un momento Kazel que me cambio de ropa.

Kazel se giró y cerró los ojos. Hecho que le ponía un tanto más nervioso al recrear mentalmente la hermosa figura de la joven. Se puso rojo como un tamate y del cansancio se apoyó a la pared.

- Ya he terminado – dijo Karina. – ¿Eh? ¿Te encuentras bien? Pareces cansado.
- No pasa nada… – respondió contento.

Kazel y Karina se despidieron de la abuela y salieron de la posada para dar pie a un paseo juntos por la ciudad de buena mañana. Eevee, como siempre, se escondió dentro del abrigo de Kazel sacando el rostro por el cuello del mismo. Karina le guiaba el camino y le contaba historias sobre la ciudad. El viejo Jazino de la taberna, el disparatado doctor Semaina y sus extraños inventos o la joven peluquera Netsune loca de las tijeras y soltera amante de los hombres propios de cuentos de hadas.

A mida que iban visitando la ciudad Kazel veía una parte de Karina que no conocía; sus amistades en la ciudad y su verdadera forma de ser. Era una chica amable y dulce, sin problemas para hablar con todo tipo de gente extraña o desconocida. En resumen, una chica mucho más sociable y extrovertida de lo que su delicada apariencia escondía. Sin darse cuenta Kazel y Karina habían llegado a uno de los puntos más elevados de la ciudad, en el pie del techo de la montaña. Desde ahí se podía apreciar los cálidos rayos de luz y el horizonte como un eje que marcaba la dirección de las lejanas montañas.

- ¿Has escuchado la leyenda de Zélida, Kazel? – preguntó la joven.
- Mmm, creo tener un libro en la habitación, me gusta leer pero con tanto movimiento no he pensado en ello.
- Te explico Kazel, se trata de la leyenda sobre el origen de Zélida, ésta ciudad; la mismísima capital de la región de Serpentina.

Karina cogió la mano de Kazel y se sentó en el borde de una roca de la montaña pidiendo al joven que la acompañara. Eevee, por su parte, salió del abrigo y estiró sus patas para dar unas vueltas y después volver. Karina, con la palma, tapó el sol y continuó.

- Era una noche intensamente oscura y una gélida corriente de aire congelaba todo aquello que permanecía en la montaña. Entonces, en la misma montaña una explosión enorme tuvo lugar. Dicha explosión partió la montaña dejándola en forma de luna menguante. Se dice que después de que la neblina se disipara se logró distinguir a dos gigantes pokemon uno negro y otro blanco, ambos dragones. El pokemon negro permaneció en la oscuridad de la noche mientras que el gigante blanco se paró delante de él, bajo la luz de la luna. Era un dragón de más de 3 metros de altura, recubierto de un plumaje blanco y con unos ojos azules y brillantes. De su cabeza le salían un par de nubes y sus alas se abrían de forma angelical. El pokemon negro desapreció y después el blanco tras un destello azul. Nunca más se supo de ambos – pausó, tomo aire y continuó marcando lo que decía con las manos. – Ambos desaparecieron pero en su lugar dejaron una extraña montaña en forma de luna. Eso es Zélida, una ciudad en el interior de una montaña en forma de luna menguante gigante. Seguro que te habías fijado Kazel – añadió Karina sonriendo.
- Zélida está ubicada de una forma interesante sí. En el borde de la montaña, goza del techo, pero está al aire libre.
- Exacto, la montaña es un escudo para el natural viento del norte y las nevadas pero recibe de pleno el cálido aire del sud y deja pasar los rayos del sol por la mañana. Se dice que aquél pokemon dio origen a ciertos rasgos en nosotros, los habitantes de Serpentina, ya que ambos somos de piel blanca y ojos azulados.
- Es una historia muy hermosa – sonrió Kazel.
- Me alegro que te guste Kazel – dijo y, acto seguido, apoyó su cabeza en el hombro del joven.
- Mucho – añadió Kazel. – ¿Se supo algo más sobre aquellos pokemon? – preguntó.

La joven lo negó con la cabeza. Y continuó apoyada en Kazel. Él la abrazo y estuvieron un rato mirando el horizonte sin decir nada. No hacía falta. Entonces Kazel rompió el silencio.

- ¿Te gusta alguien Karina?

Karina se sobresaltó, se sonrojó como un tamate, se volteó juntó las puntas de los dedos y se quedó callada. Estaba algo nerviosa, un hecho poco común en ella.

- Eeeh… ah… ¡No me preguntes esas cosas así! – exclamó avergonzada. – Eh… ¿Y tú?
- Eh ¿Yo? – respondió. – ¡Eso no vale! Yo te pregunte primero… – silenció.
- Eh… ¡Tengo sed! ¡Vamos!

Y ahí terminó el tema.

Bajaron la cuesta y entraron en el barrio viejo propio de la ciudadela. En una de las callejuelas de piedra había una gran cantina y entraron un momento para ver como era. Era algo rústico pero estaba lleno de gente y había buen ambiente. Kazel y Karina, cogidos de la mano, llegaron a la barra y pidieron algo para beber. Entonces, ya sentados en la barra, Karina le agarró del brazo del abrigo para llamar su atención. La joven desvió la mirada hacia las otras personas del local. Kazel se dio cuenta. Miró alrededor. Todos les observaban. Entonces acarició el brazo de Karina y le dijo.

- ¿Se nota mucho que no soy de aquí, eh? – sonrió.
- Bueno, estás algo bronceado y colorido – le rió la joven.

Kazel tomó una cerveza y Karina una clara. Brindaron, apoyaron la jarra en la barra, se miraron y tomaron un trago. Karina parecía muy familiarizada con el tema.

- Karina, ¿Te gustan los bares? – preguntó Kazel un poco brusco.
- ¿Eh? Bueno… verás ¿Ya te dije que vivía sola no? –pausó, apoyó el codo en la barra y colocó su mejilla en la palma abierta de su mano. – La verdad es que a veces trabajo de camarera.
- ¿De veras? – “Quién lo podría imaginar”; pensó. – ¿Por qué?
- Tengo que trabajar en algo. Vivo sola.
- ¿Por qué vives sola? Podrías vivir en la capital, con tu abuela ¿No?

Karina enmudeció. Bajó la mirada hacía la barra y dibujó un círculo con la punta del dedo índice.

- Me gusta mi pueblo. Ahí vivía con mis padres. Ellos ya no están, pero no quiero dejar que mi casa sea de alguien más. No quiero.
- ¿Qué pasó? – dijo mirándola a los ojos.
- Ambos murieron en una tormenta. Odio las tormentas. No las soporto – Karina le devolvió la mirada y continuó. – Mi abuela y tú tenéis razón, esa casa es muy solitaria. Yo lo sé, pero no es fácil. Pero es mi hogar, el recuerdo de mi familia. ¿Cómo es tu hogar Kazel?

El joven enmudeció. Entendía muy bien lo que le decía la joven. Entonces empezó a explicarle sobre su hogar en Berial, la capital del desierto. Era una casa de cemento y barro, con forma parecida a una muela gigante y adornada con todo tipo de tejidos de color. Tenía un bonito balcón de hierro que le permitía una amplia vista desde la altura de Berial.
Descrito su hogar, empezó a narrar sobre su familia. Vivía con una gran familia; sus abuelos, sus padres, sus tíos y con sus sobrinos. Su padre era un profesor de historia bajo y delgado, que usaba un par de anteojos y un gorro llamado turbante. Su madre tenía los ojos verdes como Kazel, era una hermosa mujer madura que se dedicaba al negocio textil junto al abuelo, el cual estaba algo loco y cuya persona soltaba muchas burradas y anécdotas graciosas. La abuela, por su parte, era una experta cocinera al igual que sus tíos. Ellos tres llevaban un restaurante no muy popular pero muy cálido. Para finalizar, sus tres sobrinos eran unos infantes que no paraban de jugar y a los cuáles les encantaban la pirotecnia y todo aquello relacionado con el fuego. Más de una vez Kazel los tuvo que parar para que no incendiaran el hogar. Eran como mankeys salvajes.

- Qué familia más cálida Kazel. Qué suerte tienes. – dijo Karina.
- Por suerte salí a mi madre y no a mi padre. Alto y guapo – presumió Kazel.
- Ay, cómo eres joven del desierto… – pronunció Karina con una bella sonrisa.

Entonces un hombre joven se levantó de una de las mesas. Tenía un sombrero marrón con la corona pinchada. Era una persona algo corpulenta y vestía con un chaleco blanco. No tenía buen aspecto, una barba descuidada y las cejas se le unían en el entrecejo. Hacía rato que no paraba de observarlos de forma molesta. El barbudo puso el brazo entre medio de Karina y Kazel y dirigió su palabra a la joven.

- Hola chavala, me llamo Ingul ¿Quieres que te invite a algo? He visto que te acompañaba éste hombre del desierto y me he preocupado.
- Gracias pero no – respondió Karina.
- ¿Ingul, no? – dijo Kazel. – ¿Te importaría apartarte? – añadió Kazel, pero Ingul le ignoró.
- Enserio belleza, deja a ésta rata. No te conviene. Te llevará a sus extrañas costumbres.
- Por favor, apártate. Ella no quiere estar contigo. – repitió Kazel enfadado y con una mirada intensa.

Ingul se giró y frunció el ceño. Cerró el puño y destrozó de un puñetazo la jarra de Kazel. Entonces gritando le acertó un puño en la cara de Kazel. El joven cayó llevándose los altos taburetes de la barra por encima. Karin apartó con la mano a Ingul para poder pasar y así dirigirse hacía kazel. La nariz del chico sangraba pero no había perdido la consciencia. La gente del alrededor se quedó callada. El débil tabernero, se quedó petrificado, sin decir nada.

- ¿¡Quién te crees mierdecilla de la arena!? – gritó con el puño alzado.
- ¿¡Qué has hecho bruto!? – exclamó Karina. – ¿Por qué lo has golpeado? El tiene razón, estorbas. – dijo mientras hizo un gesto con la mano como si cortara el viento para indicar que se apartara.
- Tranquila Karina, estoy bien. No me lo esperaba – susurró Kazel sangrando.

Ingul golpeó la mesa con la palma abierta. Era un hombre robusto pero ello no intimidó a nadie.
- ¿Quién te crees rata del desierto? Vienes a nuestro territorio y nos arrebatas las mujeres. ¡Serás aprovechado! Por mucho que el viejo os deje acampar a vuestras anchas yo no lo haré.
- ¿Todo es por esto? ¿Por qué es de Taronte? ¿Por eso le odias? – dijo la joven.

Eevee salió del abrigo dando un brinco y se puso en medio de Ingul. El pequeñín gruñó. Ingul se agachó y lo miró. Se levantó y rió fuertemente.

- Jajaja. ¿Y éste pokemon? ¿Tan débil eres que me envías a ésa bola de pelos?
- Eevee, no vayas; déjalo. – dijo Kazel.

Ingul se rió y otro hombre también lo hizo. Se trataban de los compañeros de mesa de Ingul. Eran dos hombres, algo más jóvenes como de la misma edad que Kazel. El que se había reído llevaba un gorro negro de lana y una chupa marrón. Tenía un piercing en la ceja; que estaba cortada y llevaba unas gafas rojas. El otro era más elegante, de apariencia bella y fría; tenía los ojos rasgados y de color azul y el pelo largo azulado de un tono claro. Éste último no rió pero hizo una mueca de superioridad.

Ingul alzó los brazos y junto los puños. Entonces se abalanzó sobre Eevee con la intención de aplastarlo. La madera del suelo se quebró pero Eevee no fue herido. Kazel logró saltar a por él y así evitar que el pokemon fuera dañado gravemente. Ingul se giró para ver a Kazel, que se había puesto a su espalda. A Kazel se le había cambiado la cara; su ceño se fruncía y los dientes apretaba. Con una mirada seria dejó a su Eevee encima de una mesa y se dirigió dando unos pasos hacía a Ingul.

- ¿Qué? ¿Te has hecho daño nenaza? Ven a por mí si tienes huevos. – Dijo Ingul.

Ingul y el hombre del gorro y gafas rojas rieron. Pero el elegante chico rubio que les acompañaba no, él se dio cuenta. El rostro de Kazel mostraba una ira y unas ganas de matar aterradoras. Kazel avanzó hacia Ingul hasta tenerlo cerca. Ingul entonces con su brazo le dirigió un puñetazo bajo hacia las costillas, el cual Kazel paró con su antebrazo apoyado a su mano. Entonces el joven del desierto le asestó un duro y penetrante puñetazo en la caja torácica de Ingul dejándolo al instante sin respiración.

Kazel apretó ambos puños de las manos y le asestó una derecha directa a la cabeza de Ingul pero antes de que éste cayera le propinó una dura izquierda para que se mantuviera de pie. Entonces Kazel no paró y aumentó el ritmo con una serie de puñetazos precisos en la dura cabeza de aquel hombre. Parecía una extrema metralleta asesina. Ingul cayó al suelo, inconsciente. Las manos de Kazel estaban ensangrentadas con la paliza que le había dado.

Fue impresionante, en pocos segundos había tumbado a aquél gigante. Aquél pedazo de cavernícola. Entonces el amigo de las gafas rojas se levantó corriendo para ir en busca de Ingul. Cogió una silla y le apropió otro duro golpe a la espalda de Kazel.

- ¡Argh! – exclamó Kazel que se estremecía de dolor.
- ¡Kazel! – gritó Karina llorando.

Entonces Eevee saltó desde la mesa y le dio un mordisco a aquél hombre que había golpeado a su entrenador. Eevee se abalanzó sobre él y apretó los dientes en el antebrazo. El joven gritó y aún sacudiendo el brazo no se pudo quitarse de encima a aquel pokemon.

- ¡Cuidado Yakin! ¡Detrás de ti! – avisó el compañero de aquellos gamberros.
- ¿Qué dices Zack? – respondió aquel hombre que respondía al nombre de Yakin.

Era Kazel, con un taburete de hierro. Yakin no tuvo tiempo de esquivar el golpe y cayó al suelo. Eevee se apartó y se puso a un lado de su amo. Entonces aquél hombre elegante reconocido como Zack se levantó y fue hacía el. Kazel, de reflejo, agarró el taburete.

- Tranquilo amigo, solo voy a recoger a éstos dos. Impresionante, me dejas sin palabras les has dado una buena paliza – sonrió Zack agarrando a Yakin y levantándolo del suelo.
- ¿Son tus amigos? – preguntó Kazel enfurecido.
- Sí – respondió Zack. Entonces Zack se fue a la barra, ayudando a Yakin a ponerse de pie. Dejó caer unas monedas en la barra y dijo; –por los destrozos.

Ingul estaba vivo pero malherido. Zack cogió un vaso de agua y se lo tiró a la cara. Ingul se despertó, pero desorientado. Le costó ponerse de pie pero lo logró. Tenía la cara magullada.

- ¡Ésta me la pagarás, rata! – gritó sangrando.
- Vámonos Ingul – pronunció Zack.

El local estaba hecho una pena. Kazel cogió a Karina y salió a la calle buscando una zona iluminada por los rayos del sol. Encontraron un banco. Kazel cansado se sentó. Karina le acompañó.

Kazel estaba en mal estado y no paraba desangrar por la nariz. Sacó un trapo y se limpió la cara. Entonces la joven se estremeció y empezó a llorar desconsolada.

- ¡Lo siento Kazel! – pronunció entre llantos. – ¡No pensaba que éstas cosas aún pasaban! ¡Lo siento mucho! – sin parar de llorar.

Kazel no dijo nada, estaba tumbado en aquél banco, disfrutando del sol. Abrió los brazos y agarro de Karina para tirar de ella y abrazarla. Kazel cansado dejo caer su cuerpo sobre el banco dejando a la dulce joven apoyada encima de él. El joven la abrazó fuertemente sin decir palabra. Ambos corazones latían fuertemente uno junto a otro como si de dos tambores entre lazados se combinaran.

- Kazel, yo…

Kazel subió ambas manos hacía las sonrojadas mejillas de Karina. La joven soltó otra lágrima y entonces él cerró los ojos y le besó la mejilla. Karina dejándose llevar respondió. Cerró los ojos. Kazel le dio otro beso en la otra mejilla y levantó el cuerpo. Karina abrió sus dulces labios pretendiendo decir algo pero se silenció. Kazel se retiró la mejilla y se le acercó a la nariz frente a frente de Karina. Sus cabellos se entrelazaron. Kazel cogió de la barbilla a la joven e inclinó la cabeza… la besó.

Los latidos de Karina y empezaron a relajarse dejando de llorar. Los labios de Karina eran suaves y fríos pero su fragancia dulce y bella. Fueron unos instantes mágicos. Kazel recobró la postura.

- No llores Karina. No quiero que lo hagas.

Karina le abrazó. No dijo nada más. Ambos se quedaron callados delante del sol. A Kazel poco le importaban aquellos golpes si tenía a Karina de su lado. Ella era el motivo por el cual alegrarse y no sentir pena. Él no quería pensar en el horror de aquéllos hombres, solo quería pensar en la persona que él más quería de todo aquello, Karina, la chica del festival de invierno.

El incidente cayó en el olvido. Los días del festival pasaban y Kazel y Karina seguían uniéndose más y más. Eran una pareja hermosa y cada día se conocían mejor entre ellos. Ambos sentían muy unidos e iban a todos los eventos juntos. Eran la alegría del festival invierno.

* * *​
[Capítulo 7] Declaración de guerra

* * *​


- ¡Vamos Kazel! ¡Acelera! ¡Acelera! Nos estamos quedando atrás ¡Jajaja! – exclamaba Karina riéndose mientras galopaba a Kazel.

Era el penúltimo día del festival y por las calles de Zélida centenares de parejas corrían. Entre los participantes estaban Karina y Kazel; ella galopaba en la espalda del joven como si de un ponyta se tratara. Ambos se habían inscrito a un evento de carrera en parejas que consistía en dar una vuelta entera a la ciudad. Kazel era rápido sí, por encima de la media, pero había participantes experimentados en aquel evento.

- ¿Doceavos?...Ah… Hemos quedado doceavos… –pausó Kazel para recuperar el aliento. – Lo siento Karina, he corrido más que en toda mi vida.
- Tranquilo Kazel, doceavo es muy buena posición. Lo más importante es que me lo he pasado muy bien – sonrió y cerró los ojos.

La sonrisa de Karina era preciosa, dientes blancos como la más pura nieve y mofletes coloridos y rojizos. Perder en aquél evento no importaba, lo más propio de ello era participar y disfrutar. Kazel tenía las piernas muy cargadas y estaba agotado y fueron a un banco para descansar.

- Uuah, estoy molido Karina, que cansancio... me muero – pronunció Kazel en plan burlesco alzando una mano mientras con la otra palma se tapaba el pecho.
- Uy, no te mueras ahora, me sentiría muy triste – dijo Karina abalanzándose sobre Kazel para abrazarlo. – Aún no ha acabado el evento, quiero que me lleves hasta la posada, ¡Hasta la posada! – ordenó Karina riéndose y agarrando al joven.
- Bueno, si es por ti, podría hacer una excepción – respondió.
- ¡Gracias señor del desierto! ¡Usted es muy amable! – soltó Karina bromeando.

Habían pasado pocos días desde que se besaron. Con ello habían iniciado una hermosa relación de pareja, iban cada día a los festivales juntos y participaban en todos los eventos que podían. Estaban muy unidos. Kazel siempre bromeaba y Karina le seguía sus bromas.

Karina llegó galopando sobre Kazel hasta la posada. Su abuela, la propietaria, estaba limpiando con su escoba, como de costumbre. Como el suelo se oscureció porque algo le tapaba el sol, la anciana hacia arriba miró. Era Karina, que le tapaba el sol, Kazel debajo de ella, de pie, intentaba que esta no se cayera.

- ¿Pero qué hacéis? – peguntó la abuela sin entender bien lo que pasaba.

Karina cruzo las piernas y los brazos para agarrase a la espalda y cuello de Kazel. Apoyó su barbilla encima de él y rió.

- ¡Hola abuela! Hoy me ha llevado a la carrera por parejas, hemos quedados doceavos, ¿Impresionante eh?
- Karina… me ahogas… – pronunció Kazel dando palmadas con la mano al brazo de Karina declarando que se rendía ante tal agarre de lucha libre.
- Hay estos jóvenes… – dijo la abuela pasándose su mano por la cara.

La abuela era muy consciente de la relación. Sabía que aquellos dos eran una pareja y les veía felices; hecho que no le importaba. Al contrario. Le alegraba ver que su dulce nieta era tan feliz con aquel chico tan decente y bien educado.

Había llegado la hora de acostarse, Kazel estaba muerto de cansancio, en su habitación, sobre su cama. Era de noche. Había pasado un día muy movidito y todo el cuerpo le pesaba, era como si algo gigante se hubiera sentado sobre él y no pudiera levantarse. Estaba exhausto, al igual que Eevee, que dormía plácidamente sobre un sillón que previamente el joven había acompañado con una mantita y un pequeño cojín.

Pese a ello, Kazel se levantó. Quería desearle unas buenas noches a Karina. Se dejó el pijama y se guarnió con una larga y gris bata. Abrió la puerta silenciosamente y se dirigió al pasillo. Conociendo que el suelo rugía paso a paso, el joven siguió el borde de la pared para intentar no hacer demasiado ruido ¡Solo faltaría que despertara a la propietaria! – pensó. El joven llegó a la puerta de Karina…

- ¿Karina, estás despierta? – pronunció.

No respondió y entonces el joven repitió. Pese a ello Karina no respondió. “Está muy cansada. Se habrá dormido al instante” – pensó. Kazel volvió con discreción a su habitación, tocó la cama y exhausto sobre ella cayó. Cerró los ojos sobre su almohada y se estiró plácidamente sobre aquella enorme cama. Escuchaba sus latidos, le calmaban. Se durmió.

El sol brillaba fuertemente por la mañana y aquella misma luz calcinaba la cara de Kazel desde hacía un buen rato. Pese a ello éste no quería despertarse ya que aún estaba algo exhausto y quería recuperarse. Eevee, por su parte, había madrugado y revoleteaba la habitación dando brincos esperando que su amo se levantara. Entonces dio un salto y se puso encima del pecho de Kazel. El pequeñín aulló y el joven abrió por fin los ojos. La luz le cegó pero no le hacía falta ver bien para distinguir que aquello era su pokemon.

- Buenos días Eevee. ¿Has dormido bien?

El joven tranquilamente se duchó y se cambió de ropa. Esta vez, en lugar de un abrigo de pieles usó su chaqueta. Había aprendido que las mañanas en Serpentina eran cálidas. Llamó a Eevee para que le acompañara y dejó la habitación atrás para dirigirse hacia el dormitorio de Karina. Llamó a la puerta pero con un golpecito la abrió. Estaba abierta.

Entonces la volvió a llamar. Pero al no oír respuesta abrió completamente la puerta. Karina no estaba allí. Por ninguna parte. Entonces miró en el tocador, había un pedazo de papel, él no quería fisgonear pero estaba abierto de par en par por lo que hizo una mirada.

La expresión de la cara de Kazel cambió, se quedó en silencio y de repente salió corriendo disparado de la habitación con desesperación.

“Tenemos a tu preciosa Karina, yo si fuera tu me apresuraría, rata del desierto, lo que le ocurra depende de ti. Ven solo. Hoy nosotros seremos los que nos vamos a divertir. Búscanos. Me imagino ya tu agonía buscándola por toda la ciudad.

Atentamente Zack”

* * *​
[Capítulo 8] El Fuego del Corazón

* * *​


Una luz tenue cruzaba el marco de una ventana. Eran unas luces blancas en torno de un fondo helado cubierto por la nieve. El amanecer.

Karina abrió los ojos y miró alrededor desorientada. Estaba algo confusa y sentía un tremendo dolor en la cabeza, se mareaba. Pese a ello, observó aquel rústico lugar. Cuatro paredes con una única puerta como salida y una ventana de vidrio desde la cual no podía ver nada, tan solo una tenue luz que cruzaba la neblina. La joven se levantó pero algo tiró de ella hacia el suelo. Eran unas cadenas de hierro alrededor de su pie las cuáles se sujetaban a una chimenea de cobre oxidado.

- ¿Do-dóndes estoy? – pronunció.

El suelo y las paredes eran de madera y la habitación carecía de decoración. Había 3 sillas, una mesa y nada más que distinguir. La madera estaba podrida y el ambiente era lúgubre y húmedo. La joven intentó recordar qué había pasado pero no podía, todo estaba oscuro y tenía la memoria borrosa. Entonces la puerta se abrió y una silueta desde la neblina entró. La joven recordaba a ese hombre. Se trataba de Zack.

- ¡Oh! La princesa se ha despertado – dijo.

Karina estaba confundida, no entendía por qué estaba allí… con aquel hombre. Zack entró y dejó su abrigo en una de las rústicas sillas de madera. Se sentó y se quedó observándola. Apoyó sus brazos en sus piernas abiertas y dejo caer las manos.

- Eres nuestra carnaza. Estamos esperando una presa mayor, no te preocupes, cuando todo esto acabe te liberaré.
- ¿Una presa mayor? –murmuró; entonces entendió. – ¿Te refieres a Kazel? – preguntó la joven.
- ¡Bingo! – dijo Zack haciendo una gesto de pistola con las manos.
- ¡Estás loco! ¡Esto no es un juego! – exclamó Karina. – ¡Déjame irme!

A Karina le invadió la furia. Zack se levantó y fue dando pasos hacía ella. Se agachó hacia dónde ella estaba y le dijo:

- Esto es mi juego, yo dicto las normas. – le dijo mientras le agarraba de la barbilla.
- Kazel vendrá y recibirás la misma paliza que recibieron tus amigos ese día – amenazó Karina.
- Tienes parte de razón, Kazel vendrá, eso no te lo niego – entonces sonrió. – Pero él no me conoce, cuando venga será él el que sufra. Él es una amenaza y no lo quiero tener en mi ciudad.
- ¡Estás enfermo! ¿¡Tu ciudad!? – respondió la joven mientras giraba la cabeza apartando las manos de Zack.
- ¡Es mi hogar estúpida! ¿No viste lo que hizo el otro día? ¡Casi mata a Ingul y a Yaquin! – exclamó Zack. – ¿Qué no lo ves? Es una amenaza, el desorden.
- ¡Fuisteis vosotros los que nos amenazasteis! – gritó Karina.
- ¡Eh! ¿Lo amas? ¿Tanto para no verlo? El poder es como un buen explosivo, se maneja con cuidado, o estalla. Esa rata del desierto es un problema. ¡Quiero que se largue! Si no escarmienta, volverán más. ¿Le gustó nuestro festival, nuestra comida, nuestras mujeres? ¿Sabes la cantidad de extranjeros que hemos aguantado cada año? – exclamó. – Y eso no es lo peor, va en aumento ¡Esta gente quiere ocuparnos!
- ¡Kazel no es así! Ama al prójimo, es amable… es gentil. El nunca causa problemas, es bueno con todos, cuida de los suyos. Él es una gran persona, es alegre y llena de ganas de aprender sobre todo lo demás. ¡No le conoces! ¡No tienes por qué hacer esto! ¡Tu imagen de él es equivocada!
- Un hombre tiene que hacer lo que debe hacer. Haré que él se arrepienta de haber venido. No tengo nada que demostrar ahora, pronto lo verás… por tu bien, yo me quedaría calladita. Si no nos obedeces no puedo asegurar que salgas de aquí sin ningún daño – río vilmente.

Karina, agotada, agachó la cabeza y la refugió entre sus piernas esperando que llegara Kazel, que, a una gran distancia de ellos se encontraba, deambulando por las calles de Zélida. Escalaba la ciudad y no paraba de seguir los pasos veloces de su Eevee.

- ¡Eevee! ¿Encuentras su rastro? – gritó Kazel desesperado.

El pokemon aulló y moviendo la cola para que su amo le siguiera continuó hacia delante. Kazel estaba exhausto pero ello no le impedía seguir adelante. Estaba desesperado y por su mente se desarrollaban todo tipo de atrocidades y no paraba de culparse por ello. “¿Se la habrían llevado por la noche? ¿Me están esperando desde entonces?” – pensaba. El joven tenía el alma rota y llena de furia. El corazón le ardía y el tambor del pecho le dolía. Entonces llegaron a los límites de la ciudad, enfrente de él se alzaba una gran cueva oscura.

Kazel ignorando todas las advertencias de los carteles entró; no le importaban ni un mínimo las criaturas salvajes que habitaban en esa caverna. Tampoco llevaba ningún objeto, nada, ninguna herramienta para esquivarlos de alguna forma. El joven corrió en la oscuridad, eufórico, intentando reducir aquella horrible travesía. Entonces tropezó y cayó por un pendiente de la cueva siendo golpeado varias veces. Era una cueva oscura y solo podía ver unos pocos pasos delante de él. Pese ello, una tenue luz bajaba de la cima; en la misma dirección Eevee aullaba. Kazel se puso manos a la obra, Karina le esperaba ¡No podía perder más tiempo! Se levantó, agarró duramente las resbaladizas rocas y trepó por aquella ladera de piedra por la cual se había desplomado. Las rocas eran afiladas; se le clavaban en la piel de las manos y las rodillas y Kazel llegó a la cima duramente dolorido. Pese a aquello, no le importaba. Karina le esperaba en alguna parte.

¿Una luz? – pensó. Y de repente travesó un arco de piedra saliendo al exterior de la montaña. Delante de él un bosque nevado y blanco. Eevee confundido dando vueltas sobre su eje parecía haber perdido hacía rato el rastro de Karina. Pero no hizo falta, el joven vió en la lejanía de la niebla del bosque una floja luz y decidió guiarse por ella. Paso a paso, Kazel se abrió paso entre la nieve. En los límites, las criaturas del bosque le observaban pero no le hicieron nada.

El frio era intenso y la nieve le quemaba. Estaba sin respiración y la niebla era como un aire cargado para él. Algo en aquella altura le cegaba y le extenuaba más de lo normal. Aún así, Kazel continuó poco a poco, hasta que al final llegó. Entre la nieve logró distinguir una pequeña cabaña de madera. Cansado, se apoyó en un árbol. Entonces recobró la respiración y se acercó silenciosamente a aquel establecimiento.

- Parece que ya ha llegado – dijo Zack.

Kazel giró el pomo de la puerta y abrió flojamente aquella puerta. Delante suyo estaban Ingul y Yakin de pie, detrás suyo Zack sentado. Pero eso no le importó ya que más atrás se encontraba Karina.
- ¡Kazel! –gritó Karina.
- ¡Karina! – respondió.

Kazel corrió hacia ella ignorando a Ingul y a Yakin que estaban en medio. Pero Ingul le asestó un tremendo golpe con su brazo tirándolo al suelo. Zack se levantó y se acercó hacia él.

- Bienvenido al juego. –empezó. – ¡Vaya! ¡Parece que te has divertido solo! ¿Y esas heridas? Las cavernas son oscuras y traicioneras para aquellos que no saben el camino, deberías saberlo. ¿Sabes lo que eres Tarontiano? ¡Una rata del desierto! ¡Una asquerosa rata!
- Déjalo Zack, a él no le afectan los insultos ni ningún otro tipo de ofensa. Mira su mirada –dijo Yakin.

Kazel se encontraba en el suelo, con la mirada llena de furia, como la otra vez. Estaba a punto de levantarse y darles una paliza a los tres. Se levantó y se dirigió a Ingul y a Yakin. Entonces Zack dio un paso atrás y agarro a la joven por la melena haciéndole daño.

- ¡Serás cabrón! ¡Déjala! – gritó Kazel.
- Tsk –chasqueó Zack riéndose de él. – Parece que no lo entiendas estúpido, tu solito has caído a la boca del lobo. Eres mi presa, sufre.

Zack sacó una daga y con ella apuntó a Karina para amenazar a Kazel. Kazel dió un paso adelante pero Zack reaccionó punzando de refilón el cuello de Karina. Solo había sido un pinchazo y una gota de sangre cayó pero con solo eso le bastó a Kazel para entender la situación. No podía acercarse pero tampoco volver atrás. Entonces Zack miró a sus hombres.

- ¡Vamos Ingul! ¡Yakin! ¡Destrozadle!
- No hace falta que lo digas Zack, le debo una muy gorda a ésta mierdecilla. – gruñó Ingul. – Me voy a quedar a gusto rompiéndole todos los huesos del cuerpo.
- ¡Yo me adelanto! ¡Jajaja! ¡Esto va por dejarnos en ridículo! – saltó Yakin.

Kazel fue golpeado en el pecho con la punta del zapato de Yakin, cortándole así la respiración. El joven cayó hacia atrás y se incorporó hacia delante con las rodillas en el suelo. Entonces Ingul, gruñendo, le cogió del pelo y le soltó un rodillazo en la cara. Eevee se abalanzó sobre él cavernícola barbudo pero de un manotazo lo envió a un rincón de la habitación.

- ¡Nooo! ¡Kazel! – gritó Karina soltando sus lágrimas. – ¿¡Por qué hacéis esto!? ¡No sois hombres! ¡No sois nada! ¡Sois unos malditos cobardes! – gritó a todo pulmón llorando.
- ¿Eh? – pronunció Yakin girándose. – Zack procura que se calle.
- Si no se calla la golpearé – soltó Ingul.

Kazel estaba sangrando por todas partes, aquello podía ir a peor. Pero aquello no hacía perderle aquella mirada de furia y amenazante hacía Zack. La mirada del hombre del desierto era la misma que la de un asesino antes de matar. Kazel se levantó.

- ¡Dejadla! Me queréis a mí, no a ella. ¿No es de Serpentina ella también?
- ¿Te levantas para decirme eso? Serás ignorante… ella está enamorada de ti; eso ya lo sabes. Mientras sea así, es una buena forma de hacerte daño. ¿Molesto eh? Además sé que si ahora la dejáramos nos matarías a los tres ¿Verdad? ¿Quieres hacerlo, eh? ¿Ves? ¡Eres una amenaza! – exclamó. – ¡Ingul! Termina con él ¡Que no se vuelva a levantar!

Ingul agarró el cuerpo magullado de Kazel y lo levantó. Yakin delante de él le arreó una serie de puñetazos, tan duros que se oyeron los huesos de Kazel crujir. Yakin paró y Ingul con las dos manos lo empezó a estrangular. Antes de que se ahogará el bruto sonrió y paró de estrangularlo; no quería matarlo, sino que sufriera. Con sus dos manos en el cuello de Kazel, Ingul lo cogió y lo lanzó bruscamente contra el suelo haciendo que su torso impactara de lleno con la dura madera. Karina lloraba desconsolada, todo aquello le rompía el alma y cada golpe lo podía oír por mucho que cerrara los ojos. Ingul y Yakin rieron pero pararon enseguida. Kazel se volvió a levantar.

- ¿Cómo es posible? ¿¡Por qué se levanta!? – se asombró Yakin. – ¡Le he roto las costillas Zack! ¡No debería ni de moverse!
- ¿Por qué paráis? – dijo Zack. – ¡Continuad hasta que no se pueda levantar!
- Pe-pero… –tartamudeó Yakin. –… si continuamos morirá.
- Zack tiene razón Yakin– dijo Ingul. – Mientras se levante querrá decir que está bien ¿no?

Zack se paró a observar a Kazel. Él estaba ahí, de pie y conservaba esa mirada ardiente, llena de ira y de ganas de matarle. Él nunca dejaría de luchar, pensó. Entonces cogió a Karina y le quitó el abrigo. Las intenciones de amenaza de Zack eran claras.

- ¿Qué? Ahora no me dirás que no te afecta lo que le pueda hacer ella. Quiero verlo, a ti suplicar y agonizar. Si le hago algo a ella dudo que vuelva a estar contigo sin recordar todo esto. Por dónde empiezo… ¿Quieres que la desnude delante de ti?
- ¡Maldito cabrón! – soltó Kazel. Sin saber qué hacer.

Kazel estaba al límite, las palpitaciones de su corazón le hacían arder el pecho y quería devolverles todo aquel daño. De sus labios sangraba y su cuerpo golpeado por todas partes no le respondía bien. Pero aún se podía mantener de pie. Pese a ello, no podía hacer nada mientras que Karina estuviera en medio de todo aquello. Ingul se acercó a él. Parecía enorme.

- ¡Ríndete imbécil! – Gritó Ingul golpeándole duramente a la cara.

Kazel cayó otra vez al suelo, pero esta vez fue diferente, le costaba levantarse y estuvo un rato más comiendo el polvo. Entonces, miró a Eevee. Ahí, en el rincón. Eevee le miró y ambos cruzaron miradas. Kazel se volvió a levantar, pero esta vez era diferente.

- ¿Aún te levantas? – dijo Yakin. – Deberías rendir-¡!

¡BAM! Kazel dirigió un duro golpe hacía el mentón de Yakin en tan solo un instante dejándolo inconsciente en un santiamén. Ingul y Zack se quedaron sin palabras, observándolo. Entonces Zack agarró la daga y la alzó.

- ¿Acaso no te importa lo que le pase a ella? – gritó Zack. – ¡Te demostraré que no voy de bromas!
- ¡Ahora Eevee! ¡Mordisco!

Eevee estaba frente de Zack y solo le hizo falta un salto para morder la muñeca de Zack haciéndole soltar la daga. Kazel aprovechó la agitación y golpeó con el codo en la barbilla de Ingul con la fuerza necesaria para partirla, entonces le empujó abalanzándose sobre él. El golpe fue tan directo que Ingul tropezó con el marco de la ventana, destrozándola en centenares de cuchillas de cristal. Zack aun se estremecía del dolor del mordisco y Kazel aprovechó la ocasión para apartarlo de Karina de una patada. El puntapié fue brutal y envió Zack a darse un duro golpe con la pared. Zack enfurecido, tenía el labio partido y empezaba a sangrar de él.

- ¡Hijo de puta! ¡Mi labio está sangrando!
- Esto acaba aquí Zack – afirmó Kazel agachándose a por Karina. – pasaste por una línea que nunca se debe pasar. El golpe que le di a Yakin solo fue para que te distrajeras lo suficiente como para que mi Eevee se acercara a morderte.
- ¿Qué estupidez es esa? ¿¡Te compinchaste con la bola de pelos!?
- Solo me bastó cruzar miradas con él para saber lo que tenía que hacer. El lazo que me une a mi pokemon es más fuerte que cualquiera que hayas tenido tú en tu vida. Fue un error pensar que estaba solo en esto.
- ¡Mierda! – dijo Zack, que salió corriendo.
- ¡Urgh! ¡Me hubiera gustado darle una buena paliza! – exclamó.

De repente, notó una mano fría que le acariciaba la mejilla. Era la mano desnuda de Karina, suave y delicada. El tiempo se paró y todo se calmó. El brillo de los ojos de la joven hacían calmar el atormentado y encendido fuego del corazón de Kazel.

- ¿Te duele mucho? – pronunció Karina. – Tenemos que ir a un hospital…creo – dijo intentando bromear para calmarle.
- Solo tengo un par de costillas rotas, nada que no se cure jejeje – respondió sonriendo. – venga, volvamos.

Entonces Eevee aulló fuertemente, algo iba mal. Kazel se giró y vio que unas altas llamas se iban formando en las paredes; estaban impregnadas de aceite. Zack gritaba desde fuera, les maldecía y les quería muertos ambos, tanto al joven del desierto como a la joven que lo acompañaba. Ingul entró pero solo fue para llevarse a Yakin lejos de ahí. Kazel no le dijo nada, estaba ocupado intentando quitarle las cadenas a Karina.

- Tranquila Karina, romperé estas cadenas que te mantienen presa.
- Apresuráte Kazel, las llamas… ¡Ay! – gritó.

Un trozo de madera en llamas había caído del techo. Aquella vieja cabaña estaba envuelta de llamas y no iba a durar de pie mucho más. Kazel estaba preocupado, las llamas corrían por la habitación y aquellas cadenas no se rompían. “¡Malditas cadenas!” – exclamó. Entonces Kazel vio la daga de Zack, en el suelo. La cogió y metió el cuchillo entre los grilletes formando una palanca. Se rompió. Karina era libre pero no tenían mucho tiempo para celebrarlo. Kazel atravesó las llamas con la joven y rompió la puerta de madera desecha de una patada. Ambos salieron. Zack estaba enfrente de él. Era extraño, estaba calmado, con una sonrisa.

- ¿Qué eres hombre del desierto? ¿Cómo puede ser que te sigas moviendo? – preguntó. – Aún así, no me engañas ¡Estas en las últimas!

Zack saltó sobre Kazel pero fue en vano; éste le asestó un duro puñetazo en las costillas de Zack; rompiéndolas. “¡Éste golpe es por secuestrar a Karina!” entonces recogió el puño y le propinó con la izquierda en el otro lado de las costillas.

- ¡Esto es por hacerla llorar! – gritó Kazel pateándole duramente la barbilla. Entonces arrancó a correr hacía él y le propinó una serie de golpes sobre el cuerpo de Zack, magullándolo – ¡Y esto por tocarla! –pausó. Y esto… va ¡de mí parte y la de Eevee!

Zack estaba sangrando y suplicando de rodillas pero Kazel no iba a perdonarle. Su corazón ardía como si de fuego se tratara. Nunca le perdonaría a Zack todo aquello. Eevee dio un brinco delante de Kazel, apoyó las partes delanteras y rugió. Entonces algo extraño ocurrió, la piel de Eevee se iluminó y su pelaje creció, volviéndose más salvaje por un momento. Los brillantes y negros ojos del pokemon se iluminaron de luz y una esfera resplandeciente se formó entre los dientes del pequeñín. Kazel sabía lo que iba a hacer su pokemon. Solo le hacían falta las indicaciones como si de un entrenador se tratara.

- ¡Eevee! ¡HIPERRAYO! – exclamó.

Entonces Eevee miró hacia el cielo reuniendo energía y volvió a mirar a Zack. El pokemon rugió y de aquel rugido surgió un potente rayo de luz. El bosque se iluminó en un instante y el ataque rozó a Zack, quemando su torso e hiriéndole gravemente. Eevee volvió a la normalidad y entonces Kazel notó que las fuerzas que le quedaban no eran suficientes para mantenerse de pie pero antes de caerse Karina le ayudó.

- ¡Déjame ayudarte Kazel! Salgamos de aquí.

La pareja se dirigió hacía Zélida, el joven necesitaba un médico.

* * *​

Kazel permanecía calmad ya que el ambiente era tranquilo. Los parpados le pesaban pero no hacía falta ver para saber dónde se encontraba. Notaba el tacto de las sabanas del hospital, la fragancia y el silencio propios de las salas del quirófano y el tintineo de las llamadas de la recepción. Entonces de repente algo suave rozó su mejilla, era frío y húmedo pero agradable. Abrió los ojos y vio a Karina con los ojos cerrados besándole en la mejilla.

- Ey… – dijo Kazel. – no te aproveches de mí mientras me duermo – bromeó.
- ¡Kazel! – respondió alegremente Karina abrazándole.
- ¡Ay! ¡Mis costillas! ¡Mis costillas! – soltó Kazel gritando de dolor.
- Eh… perdonad. – dijo otro.

Kazel se fijó en la silueta que asomaba por la puerta. Se trataba del mismísimo maestro anciano de Serpentina en persona. El anciano tiró un paso atrás mirando si era la habitación correcta. Entonces lo confirmó y se alegró. Acto seguido se dirigió a Kazel y le preguntó que como se encontraba.

- Me encuentro bien señor… –se quedó Kazel sin saber que más añadir.

El anciano se volteó y vio el rostro de Karina:
- ¡Oh! Karina. ¿Eres tu verdad?
- Hola anciano – sonrió.
- ¿Qué haces tú con él? Espera… ¿Eres la novia del chico del desierto que me decían? – dijo el viejo haciendo sonrojar a la joven. – ¡Oh! ¡Así que era verdad! – Entonces miró a Kazel y pronunció: – Qué suerte tienes chaval, te quedas con la más guapa.
- ¡Anciano! – exclamó Karina sonrojada.
- Jajaja – sonrió Kazel.
- Ahora entiendo por qué no me viniste a saludar a mí Karina, que triste estoy. Debería darte vergüenza…. – bromeó el viejo.
- ¡Anciano! ¡Cállese! – repitió Karina avergonzada. – Sea serio. ¿A que ha venido? Pronto será la noche del último día del festival, usted debe tener muchos asuntos que atender como para estar paseándose por aquí.

El anciano se rascó su vieja calva. Se dirigió hacia la ventana de aquella habitación blanca del hospital y miró las estrellas. Se paró ahí un rato. Entonces, pronunció.

- Lo siento chicos. Siento todo lo que os ha ocurrido. En cuanto a Zack y sus compinches, los tenemos presos, claro está. Me siento mal por no haberme enterado antes del asunto. Estaba demasiado entusiasmado con el festival que he dejado sin juzgar acciones como éstas. Problemas como éste suelen ocurrir, aunque no a gran escala como lo vuestro… claro está.
- No pida disculpas anciano, usted es un buen hombre – pronunció Kazel. –Lo sé. Gracias por preocuparse.
- Gracias joven, tus palabras me dejan tranquilo – respondió. Entonces se alejó hacía la puerta y dijo. – He escuchado que eres un joven viajero. ¿Te gusta viajar verdad? – preguntó; y después de la afirmación de Kazel continuó: –Ahora tienes otra región de Isla Iris por visitar. Catelania ¡Te sorprenderías de las magníficas ciudades que tienen! – Exclamó. – ¡Ohh! Sabré yo … ¡Una capital con grandes edificios que sacan su calva entre las nubes, un gran pueblo que se oculta bajo el gran árbo y una gran metrópolis que se alza sobre las cataratas! ¡Catelania es una belleza de región llena de árboles verdes y bonitos campos! –paró. – Tienes que ir ahí Kazel. Nos vemos…

El anciano se despidió con una sonrisa y se fue. Los dos jóvenes se quedaron en silencio ante las maravillas a las que se refería. Entonces Kazel se levantó. Karina le quiso frenar pero la respuesta de Kazel fue clara:

- Solo quiero ver el final del festival Karina. Tranquila. No me escaparé. Acompáñame a la azotea por favor.

Karina no se negó y ayudó a Kazel a levantarse. Eevee, por su parte, se levantó de un sillón de la habitación y dio un brinco para llegar al suelo. Escalón a escalón el pokemon bailaba dando saltitos siguiendo el ritmo de un sonido distante. En la lejanía, unos estruendos se escuchaban. La pareja subió la alta escalinata y llegó a la azotea del hospital. Era impresionante. Estrellas de color azul, rojo y verde se hacían añicos en el aire. Aquellos fuegos artificiales eran espectaculares.

Ambos jóvenes se sentaron en la pared de la azotea. Karina le abrazó y su pelo se abanicó sobre el hombro de Kazel. Entonces, en ese lugar y momento perfectos, él besó su mejilla y sonrió. Karina miró el cielo lleno de luces.

- ¿Sabes Kazel? Las antiguas leyendas de Serpentina dicen que el brillo de los fuegos artificiales de isla Iris se pierde en un instante pero que su llama nunca muere y perdura para siempre.

Entonces Kazel se giró y la miró sonrojado. Alzó su mano y le acarició dulcemente la mejilla. Después de ello, le apartó el flequillo y le besó en la misma. Karina respondió y rozo su nariz con la de Kazel. Ambos se miraron fijamente y cerraron los ojos. Kazel besó los blandos y sumisos labios de Karina.

- Entonces espero que mi corazón esté formado por la misma llama y que ésta nunca se apague... ya que… yo te quiero Karina. Desde el primer instante que te vi.
- Yo también te quiero Kazel… me alegras cada día. Eres mi sol y me encanta girar a tu alrededor. Eres alegre, amable y tierno. Me acuerdo del primer día, ahí, en la torre de la plaza. Me miraste el pecho y te quedaste embobado – sonrió.
- ¿Eh? ¿Te diste cuenta? Vaya…. Yo pensé.
- Eres un pervertido – bromeó Karina.
- Sí – respondió Kazel. Sonreía.

Karina se levantó de golpe dejando a Kazel caer como un tonto. Entonces miró al cielo. La silueta de Karina era hermosa pero algo bueno había cambiado en ella. Su piel había ganado color y su alegría era algo mayor. Mucho más apreciable.

- ¿Te gustaría viajar con una acompañante?
- ¿Eh? – pronunció Kazel.
- Me refiero a que si te gustaría viajar conmigo ¿No lo habías pensado? Como si fuera una larga luna de miel – bromeó. – Será divertido, hay muchas lugares por descubrir y también tenemos a Eevee ¿No?

Kazel se levantó y la abrazó y ambos contemplaron los últimos fuegos del cielo. El festival de invierno había acabado para la pareja pero el fuego del corazón de ambos continuaba ardiendo en alegre sintonía…

* * *​
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Los que no supieran que Salvatore Estio era el mayor mafioso de Chicago eran tontos o nuevos en la ciudad. Se decía que cualquier asunto de cierta importancia debía tener su aprobación para salir adelante, y el alcance de su enorme red solo se podía comparar con lo discreto que era en sus operaciones: "Un ciudadano honrado cualquiera no debe pagar por mi torpeza", decía a menudo.
Sin embargo, a pesar de la efectividad de sus muchos subordinados, se ocupaba personalmente de los problemas que más le interesaban.
Ese día estaba haciendo eso. Envuelto en su abrigo hecho a medida, tiritaba en el cruce de dos vías de un gran parque. Los árboles que las flanqueaban estaban desnudos y cubiertos de nieve. Parecían las manos de gigantescos esqueletos que salían de sus tumbas para amenazar al cielo. Un cielo que estaba tapado por nubes, al igual que el suelo estaba cubierto de nieve.
Por fin llegó del otro lado del parque la persona a la que Estio esperaba. Era Leo Frost, un poeta bastante aclamado por la crítica y lo suficientemente leído como para poder vivir de una máquina de escribir marca Underwood y unos folios en blanco. Iba vestido con un gabán oscuro y un sombrero a juego.
Nada más llegar frente a Estio sacó su reloj de bolsillo y miró la hora.
- Disculpe. Le vi aquí y pensaba que llegaba tarde.
- No, señor Frost, soy yo el que ha venido pronto.
- Da igual. Según lo que tengo entendido, esta será la última conversación de mi vida. Espero que sea buena.
- ¿Sabe usted por qué es?
- Eso creo. Hace meses, mi amigo James, ebrio, me contó algo de un plan suyo. Después desapareció.
- Pues está usted en lo cierto.
Hubo una larga pausa.
- ¿Sabe? Yo pienso que para matar a un hombre hay que conocerle, mirarle a los ojos y tener entonces la valentía de apretar el gatillo. Confieso que nunca antes le había leído, pero ahora que lo he hecho, puedo decir que admiro su verso. Lamento no haber podido leerlo por gusto.
- Nunca me explicaré cómo la gente puede admirar los sentimientos de una persona cuya única particularidad es que los escribe... ¿No le resulta incómodo estar aquí de pie? Si quiere, le invito a un quiosco donde hacen un café excelente.
Estio accedió. Andaba con trabajo entre la nieve siguiendo a Frost.
- Odio el tiempo de esta ciudad, ¿sabe? Siempre está tan gris y triste... Creo que me deprime. Cuando voy a Italia en verano, me siento tan feliz como si tuviera cinco años, pero al volver a Chicago pierdo esa felicidad. Claro está, en Italia hace un tiempo como Dios manda: si hace sol, hace sol, y si tiene que llover, llueve bien.
- Quizá no tiene usted en Italia preocupaciones, y al volver aquí vuelve a preocuparse. Le aseguro que yo he sido feliz en Chicago.
Estio soltó una risa rápida.
- ¡Eso es lo que me gusta de usted! Es capaz de reflexionar hojas y hojas sobre detalles sin importancia.
- Sí, me fijo demasiado en cosas que no merecen la atención. Mire, hemos llegado.
El quiosco era bajo y tenía paredes de cristal. Por dentro parecía una cafetería como cualquier otra. Leo Frost entró y pidió un café con leche y uno solo. Se sentaron en una mesa de fuera. Una camarera les llevó los cafés y les cobró dólar y medio por ellos. Frost pagó por el de Estio. Se los bebieron en silencio, y no fue hasta que Frost hubo apurado la última gota de su café negro cuando reanudó la conversación.
- Dígame, si no es indiscrección, ¿qué regalará a sus hijos por Navidad?
- Al mayor un automóvil. Ya estoy harto de que se lo coja prestado a uno de mis hombres- rió como si se tratara de una broma.- A mi hija un vestido de noche, azul como el cielo de mi Italia. Y al pequeño un rifle de aire comprimido, a ver si ya aprende a disparar. ¿Y usted va a regalar algo?
- No creo. Como sabrá, soy viudo y mis hijos murieron en un accidente de coche.
Frost sacó su pipa del bolsillo y comenzó a llenarla.
- ¿Le importaría fumar un habano?
- ¡Claro que no!- Estio rió.
Así que Frost se sacó un habano del bolsillo y se lo dio al mafioso. Después, del mismo bolsillo sacó una caja de fósforos, de los cuales encendió uno. Con él encendió su pipa y el habano que le había dado a Estio. Empezaron a fumar, pero tras la segunda calada el italiano rompió el silencio:
- ¡Su habano sabe a rayos, Frost!
- Eso es porque usted está acostumbrado al mejor tabaco. No todos somos tan ricos.
Frost se calló y permaneció pensativo un rato.
- Yo tengo medios más que suficientes para huir a Europa, o a cualquier otro sitio, y usted no me encontraría jamás. Pero por razones que cada vez comprendo mejor acudí a su carta. Soy como cualquiera de esos árboles, pero no renaceré en primavera. Estoy desnudo, desolado, y nunca aportaré nada más al mundo, excepto algo de tétrica belleza. Y pronto se hartarán de ello.
- Es usted invierno, Frost.
- Y usted verano. Todas sus acciones dan frutos, pero es imposible que las mías los den.
- Discúlpeme, pero no puedo con su habano.
- No importa.
Estio se lo sacó de la boca, lo apagó contra el banco en el que estaban sentados y lo tiró al suelo nevado. Después miró su reloj de pulsera.
- Disculpe, se me hace tarde.
Y son previo aviso sacó del bolsillo de su abrigo un revólver con el que apuntó a Frost.
- No hace falta que me mate, Estio.
El mafioso se asombró: incluso así, ese hombre se mantenía sereno.
- ¿Por qué no?
- El accidente de coche en el que murieron mis hijos no fue tan accidental. Sé que usted quería matar al chófer y lo orquestó todo para que pareciese obra del azar. Si hubieran sobrevivido, quizá le habría perdonado. Pero usted los mató sin razón. Mi habano sí que sabía a rayos: estaba envenenado.
- ¡Qué! ¿Cómo se atreve a...?
- Como usted ha dicho- sonrió,- conociéndole, mirando sus ojos y teniendo la valentía para, con todo eso, darle el habano.
- ¡No puede hacer esto! ¡Tengo mujer! ¡Hijos! ¡Hombres que dependen de mí!
Estio había perdido el color. Su rostro y sus manos parecían la nieve que pisaba. Pero aún sujetaba el revólver.
- Yo también los tenía, y me los arrebató.
De pronto Estio dejó de temblar y empezó a reír a carcajadas.
- ¡Es increíble! Siempre me dijeron que habría alguien más fuerte que yo, ¡y nunca lo creí! ¡Quién diría que sería usted! Me apena que no se apellide Estio. En fin, hasta pronto.
- Hasta la vista.
- ¿No me desea una feliz Navidad?
- Honestamente, no creo que aguante hasta el veinticinco.
- Vamos, por favor, sea optimista.
Frost rió por primera vez.
- Se lo concedo. Feliz Navidad, don Estio.
Estio sonrió y delicadamente apretó el gatillo.
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Capitulo UNO
La noche es fría y azul, no hay ni una sola estrella en el cielo. El suelo está cubierto por una fina capa blanca de nieve.
Presiono los números con rapidez, pareciera como si tuviese ese número telefónico grabado a fuego en mi mente.
-Mamá, soy yo. -Mi aliento se vuelve un denso vapor en el gélido aire.
-Oh, Kate, por el amor de Dios, ¡¿Dónde estás?! ¡Me han llamado diciéndome que no estabas! Pensé que… pensé que… -Nunca la había escuchado tan desesperada y asustada.
-Estoy bien. No podía soportarlo más, tenía que salir de allí.
-¿¡Pero qué estás diciendo!? Escúchame cariño, podemos salir de esto juntas, sólo…
-Por favor, cálmate, estoy bien. Necesito hacer esto. - La línea se queda en silencio unos minutos, y luego mi madre suspira de frustración. Sabe que no puede convencerme, la conozco lo suficiente y ella a mí.
-Te amo. –Es todo cuanto logra decir. Sé que está llorando en silencio.
-Yo también te amo. – Y cuelgo, repitiéndome a mí misma una y otra vez que esto es lo correcto.
Antes de levantar la vista, intento sonreír a pesar de mi dolor. No puedo dejar que él, quien está apoyado en el capó del coche con sus brazos cruzados y sus intensos ojos verdes fijos en mí, cargue con todo el peso. Me dedica una mirada tierna y comprensible.
Abandono la casi obsoleta cabina pública, acercándome al coche de Joshua.
-Y bien, ¿Por dónde empezamos? –Me pregunta él levantándose y abriendo la puerta del conductor.
Capitulo DOS
El vacío, la nada, ahogándome. Tragándome, llevándome a un lugar desconocido y muy lejano, donde no existe ni la vida ni la muerte. Abro mi boca intentando gritar, aunque en vano; nada sale de mis labios, sólo el desesperante silencio.
-Kate – Un agujero se abre en lo alto de la espesa oscuridad, dónde una luz se filtra, iluminándome. Una calidez me invade y siento lo que es vivir nuevamente.
-Kate – Abro los ojos con dificultad. La luz del amanecer me llena de pleno el rostro y me es difícil mantener los ojos abiertos. Lo primero que veo es el débil resplandor rojo de la pulsera de mi muñeca izquierda, una señal de que vuelvo a la realidad.
Me enderezo en mi asiento y miro por la ventana; Josh está mirándome desde afuera, parece agotado y luce muy preocupado.
-¿Estás bien? –Me pregunta con voz grave.
Aún siento el horrible sueño presente detrás de mis ojos. Me los froto y me doy cuenta de que están húmedos; estuve llorando dormida.
-Sí… sólo he tenido un mal sueño. ¿Dónde estamos? –Mis intentos de cambiar de tema funcionan y él responde:
-En una estación de servicio. Aún falta una hora para llegar.
-No. Te ves muy cansado, no seguiremos. Tienes que dormir un poco.
-Estoy bien… -Pero su bostezo lo delata y ambos reímos. –De acuerdo, quizás me vaya bien dormir un rato. Además, necesitas tomar tu medicamento y no tenemos agua. Preguntaré si hay un hotel cerca.
Capitulo TRES
Ésta época del año solía ser mi favorita; los suéteres de lana, el aroma a café por las mañanas y las tardes, luces y adornos navideños, siento como si todo eso formara parte de una vida anterior. Es la primera navidad que no estoy junto a mamá y no puedo evitar sentir un poco de culpabilidad.
-Bien, ya puedes mirar– Josh retira sus manos de mi rostro y abro los ojos. Lo primero que veo es un montículo blanco con un par de manchas negras y una zanahoria clavada. El resto del paisaje está cubierto por nieve y los árboles bañados de blanco; sólo había visto esto en fotos.
-Es… precioso – Digo asombrada. Siempre quise ver y tocar la nieve, pero en el lugar donde vivo no nieva nunca, ni siquiera en invierno. Me pongo en cuclillas y me saco los guantes para agarrar un puñado de nieve, la cual resulta ser muy gélida al contacto. –Pero… ¿qué es eso? –Le pregunto a Josh, señalando el montículo frente a mí.
-Es el Sr. Widdles – Me responde él con un fingido aire herido. Al ver mi cara de confusión, me aclara –Es un muñeco de nieve.
-Oh… pues más bien parece el Abominable hombre de las nieves con una severa deformidad – Bromeo.
-¿Ah, sí? Pues al Abominable hombre de las nieves no le gustan las chicas groseras – Sus brazos, los cuales estaban detrás de él, se mueven rápidamente, arrojándome una bola de nieve que me da en la rodilla.
-¿Cómo te atreves, Graf? – Lo imito y le arrojo una bola de nieve, pero él es más ágil y lo esquiva.
– ¿Quieres guerra? Pues la tendrás –Dice él, corriendo hacia mí con sus largas piernas. Sonrío y busco rápidamente un escondite.
Capitulo CUATRO​
-No puedo creer que estemos por hacer esto –Le digo negando con la cabeza, incrédula.
-Será divertido, además, Elvis estará presente –Me responde Josh, y pego un grito ahogado cuando me hace cosquillas en el vientre.
Cuando dejamos el cartel de “Bienvenido a las Vegas” atrás la verdadera emoción se apodera de mí y por un instante me siento como una adolescente normal, sin más preocupaciones que el estudio, o los chicos, o el que mis padres no me dejen asistir a una fiesta.
Cuando llegamos al lugar, un cartel con tubos fluorescentes de luz formando las palabras “Una pequeña capilla blanca” nos da la bienvenida. Todo el edificio está lleno de luces y llamativos adornos.
Puede que el vestido de novia no sea el más bonito ni el más caro, puede que Josh sólo tenga una chaqueta negra y una improvisada corbata, puede que Elvis no sea realmente Elvis, sino un hombre cuarentón adicto al alcohol, pero éste es el mejor momento lejos.
-Hermanos y hermanas, estamos hoy reunidos para unir a estos dos seres en nombre del Dios todocool- Nos echamos a reír a carcajadas a pesar de nuestros esfuerzos por parecer serios para el fotógrafo. Elvis- o el hombre disfrazado del difunto cantante- entrelaza mis manos con las de Josh y prosigue –Ahora digan sus votos.
Mientras Josh menciona una muy improvisada y nada honesta lista de cosas que diría un novio, algo llama mi atención detrás de él; una chica con las mejillas sonrojadas, sonriendo de oreja a oreja, con los ojos iluminados y el rojizo pelo revuelto me devuelve la mirada a través del reflejo de un vidrio. No se parece en nada a la Kate que conozco, pero aun así…
-… Y juro amarte y protegerte hasta que este registro de casamiento expire.
FINAL
Al principio, un agudo dolor de cabeza me despierta, palpitante, martirizante. Cada segundo se vuelve insoportable y mi vista se nubla a pesar de la oscuridad en la habitación del hotel. No estoy segura de sí estoy gritando, pero mis sospechas se confirman cuando Josh salta de la cama de al lado y corre hacia mí. Veo su rostro distorsionado, parece estar hablándome pero no puedo escuchar nada más que un horrible pitido en mi oído. Él desaparece y al segundo vuelve, con algo en las manos. Me endereza y me hace tragarlo. Pero aun así el horrible dolor persiste. Luego de lo que parecen horas, escucho a Josh maldecir al teléfono. Todo se vuelve oscuro un instante, y al otro me encuentro en su espalda, cargándome escaleras abajo.
No siento nada, nada más que dolor y pánico. Dolor por los problemas que le estoy causando cuando me prometí a mí misma cargar con mi problema, y pánico por lo que sucederá después.
Al abrir los ojos, me siento tremendamente cansada a pesar de haber estado durmiendo. Mis sentidos parecen haber vuelto a la normalidad mientras estaba inconsciente, no obstante los siento un poco entumecidos.
Me encuentro en un hospital. Lo sé con tan sólo sentir el aroma; últimamente he pasado más tiempo en un hospital que en mi propia casa.
Y cómo no, ahí está él, sentado a un lado de mi cama, mirándome con la preocupación dibujada en su rostro.
-Josh... lo siento mucho –Mi voz suena tan bajo que apenas me escucho a mí misma.
-Debes volver a casa, Kate. –Dice, apartando sus ojos de los míos, derrotado. –Si… si esto llega a ocurrir otra vez… no sé qué sucederá. Es por mi culpa, deberías estar en casa, haciendo el tratamiento, dejar que tu madre cuide de ti. Tratando de vivir.
-E-eso no es vivir, Joshua, prolongar lo inevitable no es vivir- Al hablar mi voz sale ronca y suena forzada.-Creí… creí que estarías conmigo hasta el final. Creí que me acompañarías –Le respondo desesperada. Lo último que quiero es separarme de él ahora, volver a casa. Siento mis lágrimas, amenazando con salir. No lloraré, no frente a él, tengo que ser fuerte, me lo debo a mi misma.
Luego de lo que parece una eternidad, me mira. Sus ojos esmeralda reflejándome, su desgarbado cuerpo inclinado hacia mi cama desde la pequeña silla, sus manos juntas. Parece tan delicado en este momento…
De repente la duda desaparece de sus ojos, reemplazados por la determinación.
-Y nunca te abandonaré, si puedo hacer algo por ti, sólo pídemelo, aunque no sea suficiente como para tenerte más tiempo a mi lado, estaré hasta el final.
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Cuenta la leyenda... que en lo más profundo del bosque se encuentra una mansión, ¿Que? sorprendido con otra tonta historia sobre un "bosque" que al final de este tiene algo? Pues prepárate para otra más. Bueno, como decía, esta mansión tiene riquezas que solo aparece en Invierno, se cuenta que las personas que son muy codiciosas que van tras la búsqueda de este tesoro desaparecen y jamas vuelven. Pero va! Que para mi eso lo dicen solo para asustarte, iré tras ese tesoro.

Oh, es cierto... me olvide presentarme jeje, me llamo Cristian Black, soy un estudiante de 16 años y ahora mismo... estoy en el liceo, tan solo faltan pocos días para que terminen las clases, y que mejor forma de ir a por ese tesoro, esa seria la única forma de celebrar la Navidad en grande.

Mirando el reloj... solo falta pocas horas para irse de clases... con tal de que ya solo quedan dos días de clases, *suena el timbre* ya esta! a irse se ha dicho, me levanto del asiento y justo antes de salir por la puerta.

- Ey Cristian!

- Uh? -- miro atrás y era el cabrón de Juan -- ¿Que quieres?

- ¿No estarás pensando ir ahora mismo a por ese tesoro o si?

- Pues claro que iré! Todo sea por mi familia.

- Pero Cristian! ¿Si te pasa algo? ¿Si nunca vuelves?

- No pasa nada... eso de que "nunca vuelves" es pura mentira, ya veras que volveré con todo el botín!.

- Sal del camino tonto! -- esa voz... fue la de Jhoanna -- pff, ¿Aun soñando con ese tesoro? jajaja, pero que tonto.

Sip, esa chica era Jhoanna, la chica más guapa del liceo, he de admitir que todo el liceo esta atrás de ella y aun así rechaza a todos, pero... cuando tenga ese tesoro sera toda mía, de seguro no me rechazara.

- Bueno, yo ya me voy a casa, -- le dije a Juan despidiéndome con la mano -- nos veremos mañana con todo el botin!.

- Bueno... lo que tu digas... adiós.

Salí del liceo y me dirigí a casa, allí tenia todo preparado, solo debo de ir a buscar las cosas. Pero aun así... que tal si es verdad que nadie regresa después de haber ido a por el tesoro? Y si solo ellos se quedaron a vivir allí? o si después de ir a buscar el tesoro ellos se fueron del país? Bueno, eso es lo de menos, por ahora solo tengo que pensar en ir a buscar ese tesoro y volver a casa para tener la mejor cena y la mejor navidad con mi familia. Llegue a casa y abrí la puerta, al entrar mamá estaba en la cocina preparando cosas para la cena, no teníamos mucho pero aun así mi madre no se rendía, ella ha echo varias cosas por mi y mi hermanita, y por eso mismo iré a buscar ese tesoro, para recompensarle por todo.

- Oh hijo, ya has vuelto -- dijo mi madre sonriéndome -- vete preparando que ya tendré casi todo listo para la noche.

- O-Okey mamá, pero primero voy a salir un rato a buscar algo... pero no tardare mucho si?

- Esta bien... mientras no te acerques a ese bosque a buscar ese tal falso tesoro todo bien -- termino y me sonrió --.

Sube a mi habitación a cambiarme de ropa y coger algunas cosas, me coloque ropa abrigada más que nada por que hacia frió, cogí mi mochila en donde tenia puesto algo de comida, vendajes y una linterna. Dicho esto, salí de casa por la puerta principal hacia el bosque.

Llegue a ese lugar... ese bosque que prohibía la entrada con unas enormes rejas, pero aun así yo conocía un pequeño agujero en el que podía entrar a este bosque, buscando entre los arbustos encontré el agujero y entre al bosque lo más rápido que pude. Hacia mucho frió pero podía soportarlo, por ahora mi misión es ese tesoro.

Llevo caminando 40 minutos en el bosque y parece no haber ningún puto rastro de la mansión, en fin, supongo que era mentira después de todo, sera... mejor volver a casa, me doy la vuelta para desprender mi camino a casa, pero resulta, que al estar un rato caminando apareció... esa mansión, apareció de la misma nada esa mansión! No me lo puedo creer!. Corrí rápidamente hacia la entrada y pude ver una palabra rayada en la madera que decía "Ilusión", meh, básicamente no le tomo importancia y entro, se veía bastante antigua la mansión, muchas telas de araña y algo apagado, pero aun así lo único que quería era ese tesoro. Empece a buscar puerta tras puerta, pero no en ninguna estaba el tesoro, uff... como puede ser que en ninguna este... en eso, veo un extraño marco que era muy gigante, el tamaño de una puerta, la corrí de un lado un poco y efectivamente había una puerta detrás de esta, sin pensarlo la abrí y allí estaba... EL GRAN TESORO!!.

Entre y enserio era demasiado, tan... brillante...

- Así que... te gusta mi tesoro? -- oí una voz detrás de mi, giro y veo a... ¿¡JHOANNA!? ¡¿QUE DEMONIOS HACE ELLA AQUÍ!? aunque... se veía muy diferente... --.

- ¿Tu-Tu... tesoro? -- pregunte tímidamente --.

- Pues claro primor, y ¿te gusta? puedes tomarlo si quieres...

No podía creerlo, ¿en serio es ella? ¿Y en serio este tesoro es suyo? Y ahora que hago... me dijo que podía coger el tesoro sin problemas... así que le haré caso... alce mi mano hacia el tesoro, pero antes...

- Mmm... ¿Que pasa? -- me pregunta ella --.

- Responderme algo... ¿Como se que eres la verdadera?

- Acaso tienes desconfianza de mi idiota!

- Vale... creo que con ese insulto ya confió en ti, jeje...

- Bueno, ya que estamos... por que antes de coger ese tesoro me besas eh? -- se acerca lentamente ella a mi boca y me besa... pero, sentí algo raro, no sentía nada... se sentía... como si fuese aire... --.

Empece a coger algo del tesoro y lo guarde en mi mochila, alfin! alfin lo he encontrado!... pero mientras recogía el tesoro vi un pedazo de papel, lo cogí y decía "Sea lo que estés viendo, no dejes que te toque y no recojas el tesoro! es solo una ilusión de algo que amas! si te hace algo... no hay escapatoria" ... ¿¡Que!? ¿¡Que era esto!? Y en eso... veo detrás del montón de oro esqueletos... varios esqueletos reales! No lo podía creer... estaba... impactado...

- Siiii, ahora estaremos juntos -- dice Jhoanna atrás mía, abrazándome en la espalda y haciéndome caer al suelo --.

En verdad... no podía creerlo... me quedare aquí para siempre? Esto no puede ser verdad! Me paro y empujo a Jhoanna y me dirijo a la puerta, pero... estaba atascada! no abría ni de golpes!.

- Jejeje... lo siento amor... pero no hay escapatoria... estaremos juntos tu y yo para siempre aquí...

No... mi familia... mis amigos... mierda! Tuve que hacerles caso...

Y el tiempo fue pasando... la nieve cubría el bosque... cubría la casa... y yo aquí encerrado... ni se cuanto tiempo llevo aquí... Total... creo que por eso mismo se llama esta leyenda "Codicia Invernal"... ya que... las almas codiciosas que despiertan en Invierno y quieren tener de todo son perdidamente dominados por la codicia de quererlo todo y los lleva hasta aquí... para solo arruinarles las fiesta navideña...
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El primer copo de nieve cayó sobre los tejados del poblado.

Aquello acabó por confirmar los peores temores de los Ancianos. Hacía ya varios meses que el clima de la sabana se estaba volviendo anómalamente frío. Todo había comenzado a principios de verano, sin embargo, en un principio no le habían dado ninguna importancia, simplemente pensaron que la primavera se alargaría más este año. Caso error.

En un principio las cosas fueron bien. Había sido el mejor verano que vio la tribu en décadas. Las reses crecieron, los pastos aumentaron y los depredadores se marcharon. La aldea festejó esos días como si de la boda de un jefe se tratase. Se hicieron bailes, se cantaron las antiguas canciones y los cuentos tradicionales zirpal fueron contados de ancianos a niños durante días. Nadie prestó atención a la inminente amenaza que se cernía sobre ellos.

Los meses pasaron y el frío comenzó a notarse cada vez más. Eventualmente llegó el otoño, y la gente ya no festejaba. Ahora aún a mediodía hacía tanto frío como en una noche invernal, y por las noches la temperatura bajaba hasta el punto que la tribu empezaba a expulsar humo por sus hocicos como si tuviesen hogueras en el estómago. La vendita lluvia que siempre anhelaban tras cada verano esta vez caía sobre ellos tan fría que ni siquiera intentaban recogerla. Las reses ya no comían, los pastos ya no daban frutos y el “mal del frío” empezaba a extenderse por la tribu.

Pero la peor parte fue cuando una mañana recibieron la visita de la aldea vecina. Había venido casi toda la tribu, con sus reses y todas las pertenencias que pudieron traer consigo. Según les contaron, ellos no eran los únicos que acuciaban aquel problema. En la aldea vecina, situada al pie de La Gran Montaña, las cosas habían sido aún peor. El frío había caído sobre ellos con la velocidad de mil flechas, cogiéndoles totalmente desprevenidos. La mitad de las reses murieron de frío en una sola noche y los cultivos fueron insalvables, sepultados y arruinados por una capa de algo que los Ancianos llamaban “nieve”. Hicieron equipaje con lo poco que les quedaba y habían venido con la esperanza de que pudiésemos darles refugio.

La relación entre ambas tribus siempre había sido bastante buena, por lo que no hubo inconveniente. Sin embargo, aquello había acabado de hundir por completo la moral de todo el mundo. Acababa de empezar el otoño, y los Ancianos estaban seriamente asustados por lo que podría ocurrirle a la aldea en cuanto llegase el invierno. Si es que sobrevivían al invierno.

Una noche, los Ancianos y los mayores guerreros de ambas tribus se reunieron en la choza del chamán. Dos días más tarde se organizó un pelotón con los guerreros más experimentados y los jóvenes mejor capacitados con el objetivo de emprender una expedición a la Gran Montaña. Según la tradición oral zirpal, en la cima de aquella montaña habitaba un gran gigante hecho de hielo, que se despertaba tras cada verano y cuyo aliento formaba las grandes nubes de otoño que llovían sobre la sabana como una bendición de los dioses, para irse a dormir después al acabar el invierno. El objetivo de la expedición no era otro que tratar de averiguar qué le ocurría al gigante y clamarlo en caso de ser necesario.

Pero de aquello hacía ya más de un mes, y todavía no habían recibido noticia alguna de la expedición. Akil estaba especialmente preocupado por esto. Entre los hombres que partieron a la montaña se encontraba Lagú, su viejo amigo de la infancia. Él podía soportar su ausencia hasta cierto punto, pero le preocupaba lo que le ocurriría a Miri, su hermana, si no volvía pronto. Hacía dos semanas que ella no comía apenas nada, no hablaba apenas y se limitaba a observar la silueta de la Gran Montaña en la lejanía, como si esperase a que su hermano acudiera de un momento a otro.

Los tres se conocían prácticamente desde que nacieron, y aunque Lagú era un par de años mayor, siempre habían sido buenos amigos. Akil llevaba años enamorado de Miri, y aunque jamás lo dijo, era evidente que su hermano lo sabía, y que apoyaba en secreto su posible relación. Hacía bastante que akil pretendía declararse, pero nunca se había atrevido. Él no era como Lagú: alto, fuerte, hábil con la lanza y gran cazador, no, él era solo Akil, el pequeño debilucho que apenas si sabía un par de movimientos del “arte de la lanza” y que jamás se atrevía a atacar una presa grande si no era en grupo.

Pero a pesar de ello lo que sí tenía era determinación. Puede que no le hubieran escogido para la expedición, pero sabía perfectamente que si se encontraban en problemas él sería el único que acudiría en su ayuda. Ya estaba cansado de esperar. Había tomado finalmente una decisión: iría a ver al Gigante de la Montaña.


Aquella misma noche le contó su decisión a su padre. Decisión que fue rápidamente respondida con un manotazo en pleno hocico que le estampó de bruces contra el suelo. Su padre era muchísimo más fuerte y grande que él, y su temperamento irascible le daba el aspecto de una bestia sarnosa que intentara abalanzarse sobre su presa. Precisamente por eso no le habían escogido para la expedición, sospechaba, jamás se le había dado bien el trabajo en equipo. A Akil siempre le había dado miedo su padre, pero esta vez había decidido no volver a acobardarse nunca más.

— ¡No seas estúpido! _Le dijo_ Si ni el chamán ni los ancianos te escogieron, es porque sólo serás un estorbo. Quédate en el lugar que te corresponde, cuidando las reses ¿O es que no ves lo famélicas que se están volviendo por culpa de este maldito frío?

— ¡Precisamente por eso quiero ir con ellos! La aldea morirá si no calmamos al Gran Gigante de la Montaña. Sé que no soy fuerte, pero sabes perfectamente que siempre he sido un buen mediador. Para una vez que mi único talento puede ser útil a la tribu ¿pretendes que me quede sin hacer nada?

— ¿El Gran Gigante de la Montaña? Encima de inútil, crédulo. El Gigante no es más que un cuento de viejas para explicar por qué llueve en otoño. Escúchame bien, la única razón por la que no hemos abandonado ya este lugar es por los rumores que nos han llegado de que los klingon están invadiendo aldeas del centro de la sabana. Sino, hace bastante que habríamos abandonado a esos locos a su suerte.

¿Abandonados a su suerte? ¿Lagú y los demás abandonados a su suerte? ¿Qué clase de monstruo sería capaz de hacer algo así? La clase de monstruo que era su padre, pensó. Ningún miembro de su familia había sido enviado a la montaña, por lo que no tenía realmente motivos para quedarse. Pero eso iba a cambiar. Su decisión ya estaba tomada, y si antes de desafiar a la montaña tendría que desafiar a su propio padre, que así fuera. Se levantó despacio, sin prisa, irguiéndose ante su padre como jamás lo había hecho.

— Mi decisión ya está tomada. _Respondió mirándole a los ojos, demostrando un valor que jamás supo que tenía_ En ningún momento te pedí permiso para marcharme, tan solo te lo comuniqué por simple cortesía. Voy a ir a la Gran Montaña, y cuando regrese el frío habrá desaparecido. A partir de ese día, nunca más volverás a levantarme la voz. He dicho.

Lentamente comenzó a caminar hacia la entrada. No miró a su padre en ningún momento, pero estaba totalmente pendiente a algún posible movimiento. Sabía perfectamente lo que acababa de hacer, y sabía perfectamente las consecuencias que ello le acarrearían. No le importaba. Faltaban solo un par de semanas para que cumpliese los dieciséis ciclos. Para cuando regresase a la aldea ya sería un adulto, y no tendría por qué seguir aguantando a su padre.

— Si sales por esa puerta, nunca más te dejaré volver a entrar.

Akil se detuvo en el umbral. Por un segundo estuvo tentado de detenerse y suplicar perdón. Pero entonces recordó a todo aquellos hombres abandonados a su suerte, a Lagú, y a Miri. Pensó especialmente en lo que le ocurriría a ella si su hermano nunca regresaba. No, aquello no debía suceder jamás. Se permitió soltar una risa despectiva antes de girar la cabeza y mirar a los ojos al hombre que le había atemorizado toda su vida.

— Que así sea.


Emergió a la helada noche como un hombre nuevo. Sabía perfectamente que ya no había vuelta atrás. Por un segundo estuvo tentado de despedirse también de Miri, pero sabía perfectamente que ella no soportaría ver marchar a su único amigo. Del mismo modo, se conocía a sí mismo lo suficiente como para saber que si ella le rogaba que se quedase, cosa que sin duda haría, no sería capaz de marcharse. No, debía partir pasara lo que pasase, aún si eso significaba romper el corazón de la mujer a la que amaba.

Estaba ya lejos del poblado cuando una sombra le interceptó en la oscuridad. No sentía miedo, pues la luz de las lunas le permitía perfectamente ver de quién se trataba. Era su madre. Trató de explicarse, pero ella lo interrumpió antes de que comenzase la lluvia de excusas.

— No hace falta que digas nada. Escuché toda la conversación con tu padre desde fuera de la choza, y sé que diga lo que diga no podré detenerte. Por eso te he traído esto. _Dijo mientras extraía una gran bolsa de entre sus ropas_ Dentro hay comida para varias semanas, un abrigo recio para el frío y este regalo. Por favor, ábrelo.

Akil comenzó a desliar el largo paquete que su madre le había dado. Dentro descansaba una lanza corta de recia madera de canoabó acabada en una punta alargada de brillante metal. Era sorprendentemente ligera, pero sabía perfectamente que las lanzas zirpal eran capaces de acabar incluso con un behemot.

— Es… es preciosa, madre. _Fue lo único que acertó a decir.

— La estaba guardando para regalártela el día de tu mayoría de edad, pero como parece que no voy a estar ahí para verlo, te la regalo ahora _Dijo, no sin un deje de tristeza en su voz_

Su madre siempre había sido distinta a su padre. Ella siempre le había tratado bien aun cuando todos los adultos del poblado dijeran que era un inútil. Siempre que su padre le regañaba, ella había estado allí para consolarle. Su madre era la única que le amaba de verdad.

— Ahora escúchame bien, Akil. _Continuó_ El viaje que estás a punto de emprender es peligroso. No solo es el frío, tampoco sabes qué clase de bestias pueblan la Gran Montaña. Incluso los grandes guerreros de la aldea albergaban dudas en su corazón sobre si regresarían algún día a casa. Por eso tú… _Entonces abrazó a su hijo con todas sus fuerzas, y este a su vez le devolvió el abrazo, consciente de que aquella podía ser la última vez que se vieran_ Tú tienes que regresar a casa ¿Lo entiendes? Prométeme que regresarás _Dijo mientras las lágrimas le anegaban los ojos_

— Te lo prometo, madre. _Respondió su hijo, ya llorando en silencio_
La despedida fue corta, no quedaba mucho hasta el amanecer.


Akil caminó casi sin descanso durante los tres días siguientes. Caminaba en silencio, intentando pasar desapercibido a la vista de posibles depredadores. Aunque realmente no lo necesitaba, pues la sabana había quedado completamente desierta, habitada únicamente por una ligera brisa que portaba los vientos más helados que ningún mortal pudiera imaginar jamás.

Al mediodía del tercer día sin embargo, se detuvo. No le retenía realmente ningún obstáculo, pero quería pararse a observar algo que jamás habría imaginado. Se encontraba frente a una extraña sustancia blanca que cubría todo cuanto abarcaba la vista, convirtiendo el pardo color de la sabana e un lienzo del blanco más puro que jamás había visto. Cogió un poco. Era blando, maleable, como si fuese simplemente barro de un color diferente. Pero estaba frío. Muy, muy frío, tanto que le hacía daño a las manos. Sin embargo, lo más asombroso era que se convertía en agua al tocarlo. Aquel extraño barro de agua sólida debía ser sin duda lo que los Ancianos llamaban “nieve”.

Pero había algo más que le jamaba la atención en aquel paisaje. No parecía una roca, ni una acumulación de matorrales, de hecho, incluso se atrevió a pensar que parecía una choza. O lo parecería, si fuese porque estaba totalmente congelada. Akil se acercó un poco más a la extraña formación. Ahora que la examinaba de cerca, se dio cuenta de que, en efecto, se trataba de una choza, solo que no estaba congelada, sino que estaba completamente hecha de hielo. Pero ¿Quién demonios viviría en una choza tan helada, que además ni siquiera estaba terminada?

Fue entonces cuando se dio cuenta de su error. La verdadera pregunta no era quién habría vivido allí, sino cuanto tiempo hacía de ello. La choza no estaba a medio construir, sino que esta se estaba convirtiendo lentamente en agua; señal inequívoca de que su propietario la había abandonado. A partir de ese punto no volvió a subestimar la nieve, pues si en ella habitaban seres tras extraños como para habitar chozas como aquella, solo los dioses sabían qué encontraría más adelante.

Al caer la noche de ese mismo día encontró los restos congelados de la aldea de la que provenían los refugiados. Le sorprendió ver en ella una luz saliendo de una de las chozas más alejadas. Se acercó a ella despacio, con la cautela que había aprendido en sus años de cazador. Quizá no fuese fuerte, pero sí sigiloso. No necesitó estrenar la lanza de su madre, pues lo que encontró en la choza no fue más que una anciana, la cual le explicó pacientemente que no tenía familia ni razón por la que vivir, por lo que había decidido quedarse a morir en la tierra de sus ancestros.

La anciana le ofreció con toda la buena voluntad del mundo un lugar donde dormir, así como un fuego y una comida caliente que había preparado. Le entristeció pensar que una persona tan bondadosa como aquella había perdido la fe en sobrevivir. Le confesó también que la expedición de Lagú había pasado por allí un mes atrás, por lo que se encontraba en el camino adecuado si pretendía interceptarlos. Pero, más importante aún, le contó también los secretos de la montaña. Según la anciana, los zirpal, a pesar de tener pelaje, no estaban hechos para soportar el frío, por lo que no era prudente internarse en la montaña sin tener de antemano un plan para subsistir al clima. Pero si aquel lugar ya era helado para él, estaba por ponerse mucho peor. Al parecer el frío aumentaba cuanto más se ascendía en la montaña, llegando a pasar incluso el “mar de las nubes”. Una vez pasado ese punto, el frío era simplemente inconcebible. Esa noche no durmió bien en absoluto. Estaba bastante preocupado por Lagú y por su situación, perdido en el rincón más inhóspito de la sabana y el empeorarlo todo como única posibilidad de avanzar.

A la mañana siguiente se despidió de la anciana y comenzó finalmente ascender por la Gran Montaña. El trayecto, a pesar de ser helado, era sorprendentemente fácil, debido sin duda a la gran agilidad natural de su pueblo. Pero al llegar a mediodía se dio cuenta de su error. Apenas un par de kilómetros de camino después el camino comenzaba a pronunciarse de forma sorprendentemente rápida. Pero lo peor de todo era sin duda el frío. Aquello estaba muy por encima de todo cuanto hubiese experimentado hasta entonces. Ya no solo era un viento helado, sino que el frío se introducía dentro de su propio cuerpo, atenazando sus músculos. Ya no sentía la cola, y apenas era capaz de mover los dedos.

Pero cuando empezaba a caer la noche el frío se convirtió en la peor de sus preocupaciones. No había sido más de un segundo, probablemente ni siquiera eso. No lo había visto, ni olido. Tampoco había visto sus huellas ni escuchado su voz. Pero “algo” lo estaba acechando, de eso estaba seguro. No se oía el más mínimo ruido, incluso el viento parecía haberse calmado, pero estaba ahí, sin duda. Algo le estaba observando, y si ese algo tenía aunque fuera un mínimo de conocimiento de caza, esperaría a cuando su presa, él, bajara la guardia, es decir, al caer la noche.

Caminó en silencio, despacio, aferrando fuertemente la lanza de su madre, preparado para que su enemigo se abalanzase sobre él en cualquier momento. Eventualmente cayó la noche, y Akil había dejado de moverse. Ahora estaba en guardia, alerta a cualquier movimiento que viera o escuchase entre la nieve. Pero no ocurrió nada. La presencia seguía allí, eso estaba claro, pero por alguna razón no se atrevía a salir de su escondite.

Ya era noche cerrada cuando un grupo gigantesco de nubes logró tapar por completo las lunas. Fue entonces cuando la criatura salió de su escondite. Atacó de pronto, sin ningún tipo de aviso, y era inmensa. Fácilmente podía medir cuatro veces el tamaño de Akil. Tenía forma humanoide, a juzgar por su silueta, y unos brazos largos y gigantes acabados en unas garras que resplandecían con el brillo de sus ojos.

Akil trató de defenderse como buenamente pudo. Era sorprendentemente rápido aún para un zirpal, pero la colosal criatura era mucho más veloz y ágil de lo que aparentaba, llegando incluso a igualarlo; y su dura piel impedía propinarle alguna herida mínimamente seria aun cuando le acertaba a cortarle con su lanza. Nuevamente, su carencia de fuerza le estaba pasando factura. La lucha se prolongó durante unos minutos que al muchacho le parecieron una completa eternidad. Finalmente el cansancio y el frío hicieron meya en él. Pudo ver como la bestia preparaba un zarpazo, sin duda con la intención de despedazarlo, pero era inútil tratar de esquivarlo, sus músculos simplemente no respondían. Como último acto de desesperación trató de interponer la lanza entre la zarpa y su pecho, pero la fuerza del impacto se la arrancó de golpe, lanzándole por los aires.

Aterrizó mansamente sobre la blanda nieve, consciente de que ése era su final. El cuerpo no le respondía, y podía sentir que tenía una brecha de parte a parte del pecho. Hasta ahí había llegado, nunca más vería a Lagú, a Miri y a su madre. De pronto se percató de algo extraño. No sabía si era por la falta de sangre o porque realmente estaba ocurriendo, pero por un segundo le pareció que la nieve había comenzado a brillar. Fuera lo que fuese, no viviría para averiguarlo, por lo que simplemente cerró los ojos y se preparó para afrontar a Marethyu.


Estaba vivo. Akil se despertó de golpe con la luz de los soles. Recordó lo ocurrido la noche anterior. Recordó a la criatura. Recordó el dolor. Incluso recordó la sensación de caer a la muerte, pero no estaba muerto. Sin embargo, no sentía dolor, ni frio, cosa que solo podía ocurrirle a un muerto. Trató de levantarse, ero descubrió que tenía una costra de hielo ahí donde debería haber estado la herida.

— Yo de ti no me levantaría todavía. La herida aún no ha sanado del todo, y podría reabrirse si te esfuerzas mucho.

Enfocó la vista para averiguar quién había dicho eso. Sentada sobre una roca se encontraba la criatura más extraña que Akil hubiera visto en su vida. Era una figura esbelta y más alta que él. No tenía pelaje salvo en la cabeza, donde un pelo corto blanco como la nieve incorrupta ondeaba con la suave brisa de la montaña. Su rostro estaba tenso, serio, de ojos azules y labios finos. Era pálida, tanto de hecho que no parecía natural, vestida únicamente con una larga túnica del blanco más puro que jamás hubiera imaginado que ocultaba sus rasgos, aunque dejaba entrever que, aunque poco, tenía pecho, denotando que se trataba de una mujer. Una humana, pensó Akil, recordando como los describían los viajeros.

— ¿Quién… Quién eres? _Preguntó_

— Mi nombre no es importante. Ni tampoco me importa el tuyo, francamente _Fue la seca respuesta_

— ¿Esto me lo has hecho tú? _Preguntó, refiriéndose a la costra de hielo que tapaba la herida_

— En efecto. Pero no pienses que te he salvado únicamente por la bondad de los dioses. La única razón por la que sigues vivo es porque necesito información.

Entonces recordó a la criatura que lo había atacado. Inmediatamente se levantó de un salto que amenazó con arrancarle la costra de hielo, haciéndole emitir un gemido de dolor.

— ¡Ten cuidado! La bestia que me atacó debe seguir todavía por aquí, y en cualquier momento puede abalanzársenos encima.

— ¿Ese yeti? Tranquilo, ya me encargué de él.

Akil miró en la dirección a la que apuntaba la mujer. Se trataba de un bloque gigantesco de hielo que no se encontraba ahí la noche anterior. Al mirarlo detenidamente se percató de que había algo en su interior, y un escalofrío le erizó el pelaje al percatarse de que se trataba de la bestia gigante, congelada por completo y aún con sangre a medio escupir. Se giró inmediatamente y se puso en guardia como buenamente pudo ante la mujer.

— ¿¡Qué clase de brujería es esta!? ¿Cómo demonios has logrado hacerle eso a semejante animal?

— Eso no te incumbe. Dime ¿Sabes el camino a la cima de esta montaña?

— Ni idea. Era mi primera noche en la montaña cuando me atacó esa cosa.

— Entonces no me sirves. Adiós.

La mujer bajó de la roca y comenzó a caminar cuesta arriba, pero Akil empezó a correr y logró interponerse frente a ella.

— ¿Por qué no siento frío? ¿Eso también es cosa tuya?

— En efecto. Tranquilo, se te pasará en un par de días. _Dijo, mirándole como quién mira divertido a un niño asustadizo.

La mujer siguió su camino sin apenas detenerse. Pero Akil era testarudo. Buscó su lanza entre la nieve, y cuando la encontró salió corriendo tras el rastro de la mujer. No tardó en encontrarla, pues se movía extrañamente despacio, como si no temiese al frío ni a la montaña, pero con una sorprendente gracilidad, como si la nieve se hubiese fundido con su túnica y ella no fuese más que una ola de nieve desplazándose a contracorriente.

— ¡Espera! ¡Por favor, espera!

La mujer se dio la vuelta, y nada más verle enarcó una ceja. La primera expresión que veía en su rostro.

— Eres bastante terco ¿Verdad?

— ¿Puedes al menos decirme tu nombre?

La mujer siguió caminando casi sin prestarle atención, pero antes de marcharse se detuvo, ladeó la cabeza y reveló finalmente su identidad.

— Kiora.

— ¿Por qué quieres ir a la cima?

— Eso no te incumbe.

Kiora siguió su camino sin mirarle siquiera. Akil aprovechó para examinar su lanza. Estaba astillada, y ahora tres grandes surcos la recorrían horizontalmente. Sin duda si no fuese por la lanza de su madre, él habría muerto partido en dos mucho antes de que kiora le salvase. ¿Qué debía hacer ahora? Estaba perdido en mitad de un mundo que no era el suyo, con un arma medio rota y sin idea de cómo lograr su objetivo. Pensó en seguir a Kiora, pero no tenía ni idea de adónde se dirigía ella, ni si le dejaría acompañarla. Además, no le agradaba en nada la idea de seguir a una bruja. Pero, al fin y al cabo, había logrado que pudiera cumplir la promesa que le hizo a su madre. Y tampoco tenía una opción mejor.


Continuó siguiendo el rastro de kiora durante varios días. Era evidente que ella se había percatado de su presencia, sin embargo, no hizo el más mínimo movimiento ni dio señales de estar molesta. Durante ese tiempo la herida había logrado cicatrizar, aunque todavía sentía molestias al hacer movimientos bruscos, mal del que acaecería por el resto de su vida. Hacía ya dos días que la blanca nieve había dado paso a un bosque de árboles tan altos y gigantescos que a Akil le parecía imposible que lograran mantenerse erguidos y cuyas copas se perdían entre un sin número de ramas. Ya no sentía frío, eso era cierto, pero eso no incluía la falta de oxígeno. Ya no podía mantener ni de lejos el ritmo del que había hecho gala en un principio; si volvían a recibir un ataque, sin duda no estaría en condiciones de presentar batalla. Para colmo, el hechizo estaba perdiendo efecto, y cada vez le costaba más mover las articulaciones. Pensó en Lagú, y en lo difícil que tuvo que ser para él llegar hasta allí sin magia. Esperaba encontrarlo pronto.

Sin embargo, Kiora no parecía notar en absoluto la falta de aire. De hecho, había comenzado a moverse con mucha más agilidad que entre las rocas y la nieve profunda. Puede que fuera una humana, pero Akil debía admitir que se sentía maravillado por la gracilidad de sus movimientos. Flotaba entre los árboles mecida por la suave brisa como un espíritu de las nieves que vaga por el mundo esparciendo el invierno allá por donde pasa. Fue entonces cuando ocurrió lo que fácilmente podría considerarse un milagro.

Kiora comenzó a bailar. Era una danza silenciosa, sin cantos, sin música, pero aun así capaz de maravillar a cualquiera que la contemplase. Danzaba despacio, como si temiera sobresaltar al propio mundo, pero aun así lograba danzar al son de la nieve, al son del bosque, al son de los vientos y al son de la vida, convirtiéndose en uno con un mundo que, aunque helado, se antojaba innegablemente hermoso. Una pequeña niebla helada emergía bajo sus pies fundiéndose con su túnica y creando una vez más la ilusión de ser uno con la nieve. La niebla crecía y se arremolinaba a su alrededor siguiendo el compás marcado por las pequeñas vueltas de la mujer, como si el mismo invierno se hubiera encarnado y éste hubiera decidido danzar junto a su amada. Era un espectáculo sobrecogedor, digno de maravillar al más estoico de los hombres. Sin embargo, no era un baile de alegría. Kiora no parecía feliz en ningún momento. Su rostro era una máscara impasible, pero aun así sus ojos reflejaban sin temor a dudas sus verdaderos sentimientos, y Akil fue capaz instintivamente de comprenderlos por la simple razón de que él también los sentía. Melancolía. Melancolía y añoranza.

Kiora se detuvo, haciendo que la niebla se desplomara en espiral a su alrededor como el gran telón tras una obra grandiosa, contemplando un punto en la lejanía. El muchacho aguzó la vista y vislumbró sobre una roca una extraña criatura que él jamás había conocido, pero que instintivamente relacionó con un antílope de gigantescos cuernos. Observaba a la mujer en silencio, erguido cual rey sobre una gran roca, y en un completo silencio ausente del más mínimo gesto, como el público sencillamente incapaz de perder detalle de una obra fascinante. Por un momento todo permaneció en completa calma, como si la bestia y la mujer estuvieran conversando solo con la mirada.

Pero aquel silenció desapareció para siempre en el momento en que un ser humanoide gigantesco apareció de la nada y atacó a traición al animal. El yeti le propinó una herida mortal antes siquiera de que tuviera tiempo de defenderse. Su sangre quedó derramada por todas partes, mancillando por siempre el lienzo de paz del que habían disfrutado hasta entonces. Kiora permaneció completamente atónita por unos instantes. Pero el resto del mundo no tenía unos instantes. Akil reaccionó justo a tiempo de evitar el manotazo de otra de esas criaturas. Esta vez estaba prevenido. No intentó contraatacar, simplemente se limitaba a esquivar cada envite que la bestia le lanzara, procurando en todo momento que su lanza dejara una prudencial distancia entre él y las garras de su adversario, esperando el momento en que éste se cansara. De poco le sirvió. Su estrategia funcionaba bien contra un solo oponente, pero a los pocos segundos se hallaban rodeados por casi una docena de aquellos seres, de los cuales la mayoría se habían lanzado a por la desprevenida joven. Trató de advertirla con un grito, pero en cuanto vio su rostro se percató de quienes eran los que estaban verdaderamente en problemas. Furia. Furia en estado puro.

La espiral de nieve emergió una vez más de la tierra. Pero esta vez no deseaba bailar. Había acudido incrementado por la ira y con una única intención: matar. Pero no fue solo la nieve la que acudió al llamado de la bruja. De todo su cuerpo comenzó a manar una luz tan pálida que oscurecía la nieve y fluía alrededor de su cuerpo como un torrente de agua desbocado por la ira. Akil sintió instintivamente un miedo mil veces superior al que hubiera sentido en toda su vida unido a una sensación de inminente y ominosa muerte que superaba con creces al de su casi fallecimiento apenas unos días atrás. Ignoró a los yetis y se abalanzó a riesgo de zarpazo sobre la cobertura de un árbol justo a tiempo de que Kiora convocase un viento huracanado que arrancó la piel de las desprevenidas bestias que se abalanzaban sobre ella. Menos de un segundo después estacas de hielo comenzaron a manar en todas direcciones, empalando a todo ser vivo que encontró a su paso.

Akil abrió los ojos cuando sintió que el viento se había detenido. Descubrió asombrado que había sobrevivido de milagro. No solo todos los yetis estaban muertos, sino que la mayoría habían sido encerrados en columnas de hielo cuyo tamaño rivalizaba con el de los árboles, congelando para la eternidad el momento de su sangrienta muerte. Incluso algunos de los portentosos árboles con los que tanto se había maravillado, aquellos cuyo grosor superaba incluso la choza de un jefe, habían sido arrancados de cuajo. Kiora estaba de pié sobre la capa de hielo, observando la luz de los soles que se filtraba por entre las ramas partidas. Era increíble pensar que una criatura de facciones tan delicadas fuese tan poderosa.

La joven continuó su camino sin pararse siquiera a mirar la masacre que acababa de provocar. Akil trató de seguirla, pero esta vez ella sí que raccionó. Se dio la vuelta y por primera vez el zirpal vio algo que creía imposible en ella: trazas de tristeza.

— ¡Déjame en paz, vale! Hasta ahora te he aguantado porque no me molestabas, pero ya estoy harta de que me observen continuamente. Así que ahora márchate si no quieres acabar como ellos. _Fue su seca y absoluta amenaza_

— No, no me iré. El que está harto soy yo. Quiero que me expliques de una vez como demonios haces eso con la nieve y por qué has venido a la montaña.

— Eso no te incumbe. No te incumbe ni a ti, ni a nadie.

— ¡Qué lástima! Porque resulta que a este “nadie” le interesa muchísimo saberlo. Pero le importa más todavía saber quién coño sois y qué hacéis en su montaña.

Ninguno de ellos había dicho eso. De hecho, la voz parecía provenir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo, como si la misma montaña hubiera despertado tras el estruendo. Por un momento Akil pensó que se trataba del mismísimo gigante que exigía identificarse a los dos intrusos que vagaban por la tierra helada. Pero Kiora ni siquiera pestañeó, simplemente giró los ojos y habló con la frialdad que la caracterizaba, pero debando bien claro un deje de ira en su voz.

— Sal de ahí. Me importa bien poco quien seas, “nadie”, pero creo haber dejado bastante claro que no me gusta que me observen.

De entre la nieve comenzó a emerger una figura humanoide. En un principio parecía que la nieve hubiese cobrado vida, pero al observar con mucho más detenimiento Akil comprendió que se trataba simplemente de ropa. La figura iba completamente ataviado de pies a cabeza con abrigos tan blancos que si no hubiese sido por su movimiento habría sido imposible de detectar incluso para el cazador con la mejor visión su tribu. Estaba apuntando a Kiora con un objeto extraño, parecido a un arco pequeño, pero extrañamente sostenido por una tabla de madera. No estaba solo. El muchacho sintió como tras él comenzaba a acercarse una criatura que jamás hubiera creído. Se dio la vuelta para encarar al animal. Su apariencia era extrañamente similar a la suya, pero era gris y caminaba a cuatro patas. Y era grande. Muy, muy grande. Les tenían rodeados. Sabía perfectamente que la bruja era capaz de despecharlos sin problemas, pero temía seriamente acabar empalado también.

— Me sorprende que te atrevas a apuntarme con una ballesta después de haber visto de lo que soy capaz. _Continuó la joven_ Puede que seas más sigiloso que las sombras, pero no eres muy sensato.

— Puede que sea un insensato, pero lo que no soy es estúpido. Sé perfectamente que por muy auramante que seas un hechizo de semejante nivel te va a dejar incapaz de usar magia por un rato.

— Chico listo. _Respondió la joven, soltando una risa seca_

¿Auraqué? Pensó Akil mientras trataba de pensar un plan de acción. Estaba claro que el animal no iba a dejar que se marchase, y por lo poco que había entendido, tampoco podía contar con la magia de Kiora. Estaban entre el arco y los colmillos. Debía tratar de ganar tiempo pasara lo que pasase.

— ¿Cómo te llamas? _Le preguntó_

— ¿Cómo has dicho?

— Que cómo te llamas. Ya sabes, simple curiosidad.

— Debes de ser estúpidamente curioso para preguntar algo así en semejante situación. Mi nombre es Ronah. _Acto seguido el hombre se quitó la bufanda, dejando al descubierto un rostro totalmente distinto al de la joven. Era humano, como ella, pero de un tamaño mucho mayor. Su piel era bastante más oscura. Su pelo era negro, y éste no solo le cubría la cabeza, sino que se prolongaba alrededor de su cabeza como una melena de león para cubrir buena parte de su cuello. Su rostro mostraba unas facciones mucho más duras y pronunciadas, y una cicatriz de recorría la mejilla de parte a parte. Sus ojos eran verdes y apagados, pero aún su mirada bastaba para comprender su fuerza. El chico no pudo evitar pensar en lo sorprendentemente diferentes que eran los humanos respecto a machos y hembras.

— Akil ¿Qué demonios estás haciendo? _Respondió la joven, visiblemente sorprendida de que por una vez fuese el muchacho quien tomara las riendas_

— ¿Salvarte? Escúchame bien, Ronah, si este territorio pertenece a tu tribu, por favor, perdónanos, no teníamos ni idea. Ahora bien, me temo que nos encontramos perdidos, por lo que nos es imposible marcharnos por nuestros propios medios. Si pudieras ayudarnos, no solo saldríamos de tu territorio, sino que estoy seguro de que habrá algo en lo que nuestra presencia te beneficie. Como ya has visto, soy bastante ágil, además, es imposible que una magia tan poderosa como la de Kiora no te sea beneficiosa de algún modo u otro.

— ¿Kiora? Jamás pensé que encontraría un nombre meriano en mitad de La Cumbre de los Cielos.

— Y yo jamás pensé que me encontraría con un jinete de lobo titán tan lejos de Las Tierras del Norte ¿Qué? ¿De verdad pensabas que no me iba a dar cuenta? _Añadió al ver la expresión de asombro de éste_ Puede que fuéramos de reinos distintos, pero estoy bien informada.

— De todos modos para qué demonios quiero yo magia de hielo. Menos frío es lo que precisamente necesito, este lugar se está volviendo más inhóspito por momentos.

— Kiora no solo puede helar las cosas, también sabe magia curativa. A mí, sin ir más lejos, me salvó de una herida mortal hace apenas unos días. Y en cuanto al aumento del frío, nosotros, o al menos yo, también tratamos de evitarlo. Estoy seguro de que si has sido capaz de adaptarte a estas tierras hasta el punto de volverte uno con ellas sabes bien como llegar a la cima de la montaña. Piénsalo ¿No podemos beneficiarnos los uno de los otros?

El cazador permaneció en silencio por unos instantes que parecieron una vida entera. La bestia a la que Kiora había llamado lobo titán permanecía en guardia, alerta al mínimo movimiento, mirando a los ojos a su señor, como si tratara de implorarle órdenes que seguir. La tensión podía palparse en el ambiente. Incluso la brisa de la montaña había desaparecido. Ronah agitó los dedos sobre el gatillo de su arma, pero finalmente decidió bajar la guardia y mirar a la bruja a los ojos.

— Dime ¿Hasta qué punto eres capaz de usar magia curativa?

— Depende de lo que quieras sanar.

— ¿Puedes curar enfermedades?

— Como he dicho, depende. Si se trata de una enfermedad simple, no tengo problema, pero aquel al que cure permanecerá criogenizado durante varios días.

Por un segundo la calma reinó de nuevo, pero esta vez era distinto. Esta vez la muerte había dejado de flotar en el ambiente.

— Te propongo un trato. _Dijo finalmente_ Tú curarás a alguien importante para mí, y a cambio yo te mostraré el camino a la cima ¿Hay trato?

— Por mí, bien.

— Seguidme.


Ronah les guió a través del bosque durante horas. Por un momento temió que les guiara hacia una trampa, pero se calmó al descubrir que les estaba llevando a una gran choza semienterrada bajo la nieve. El interior era sorprendentemente cálido, de paredes de gruesas pieles de animales que un zirpal simplemente no podría maginar, un gran fuego sobre el que descansaba un caldero un sin número de objetos adornando las paredes. Akil ni siquiera podía imaginarse para qué demonios servirían tantos objetos.

— ¿Y el resto de tu tribu? _Preguntó_

— Vivo solo en esta montaña desde hace ya varios años. Yo no soy un zirpal, chico, yo no tengo tribu.

— Eso a mí me da absolutamente igual. Dime ¿A quién quieres que cure?

— A él. _Dijo, señalando un gran fardo de piel y cojines. Al mirarlo de cerca Akil descubrió que había algo tumbado en ella. Por un momento le pareció que se trataba de un zirpal, pero al mirarlo detenidamente se dio cuenta de que se trataba de una versión más pequeña del lobo titán que acompañaba al cazador. Una cría, supuso._

— Creía que te referías a un humano, no a un simple animal. _Respondió la bruja con aspereza.

— Yo de ti cuidaría tus palabras. Te recuerdo que esta es mi casa, y tú no eres más que una extraña. _Dijo el cazador con un claro deje de ira en su voz. Incluso la bestia había enseñado los colmillos. _

— Se trata de la cría de Fenrir, mi lobo. _Continuó diciendo_ Desgraciadamente su loba no sobrevivió al alumbramiento. Como es natural, la ausencia de leche ha provocado que se debilite hasta el punto de enfermar de frío aun siendo una criatura de las nieves. Dime ¿Puedes curarlo?

— ¿Un simple resfriado? Por supuesto, pero te advierto que pasará criogenizado por lo menos una semana.

— Que así sea.

La bruja colocó sus manos sobre el animal. Segundos después, un manto de luz blanco la recubrió por completo, fundiéndose con sus ropas dando la ilusión de que se desvanecía. Apenas un segundo después Ronah se sacó un cuchillo del cinturón y amenazó en el cuello a la joven.

— Te lo advierto, si le pasa algo, juro por los dioses que te abandonaré el risco más helado que encuentre para que mueras lenta y agónicamente de frío. _Fue su sincera amenaza_

— No me das ningún miedo ¿Sabes? Tranquilo, jamás se me ha merto nadie. Además, ya estoy acostumbrada a los abandonos. _Añadió tras unos segundos de vacilación, no sin un halo de tristeza en su voz._

La luz volvió a brotar de su cuerpo. En ese momento Kiora comenzó a pronunciar unas palabras que a Akil le resultaban incomprensibles, pero que estaban cargadas de un carácter innegablemente mágico. De sus manos comenzó a brotar una capa de escarcha que se apresuró a recubrir lentamente al animal, reduciendo sus constantes vitales y dejándolo en un estado casi idéntico a la muerte. Ronah trataba de calmar a su lobo mientras todo esto ocurría, como si la bestia en verdad comprendiera el lenguaje de los hombres. Cuando el hechizo hubo acabado el cachorro parecía más un cadáver congelado que un ser vivo. Sin embargo sí podía percibirse como exhalaba un ligero humo por su hocico, señal de que estaba vivo.

— Bien, yo ya he terminado mi parte. Ahora, cumple tú la tuya. _Exigió la bruja tras levantarse._

— De acuerno, pero no lo haré ahora. La noche está a punto de caer, y créeme, no quieres saber cómo son las noches aquí arriba.

Las horas siguientes el cazador y el muchacho las pasaron moviendo pieles, cerrando ventanas, recogiendo leña y encendiendo un fuego que ardía con una fuerza inusitada. Para cuando el primer sol comenzó a ocultarse en el horizonte los cuatro estaban ya a buen recaudo dentro del refugio, cubiertos con pieles entorno al fuego. Fue Ronah quien empezó a hablar.

— Bien, un trato es un trato ¿Qué queréis saber?

— Antes que nada quiero que me respondas a dos preguntas ¿Cuál es el camino a la cumbre de la montaña? Y ¿Por qué eres un fugitivo? Tranquilo. Francamente me da igual, simplemente quiero asegurarme de que no nos traicionarás mientras dormimos. _Añadió al ver que éste echaba mano inmediata de su ballesta_ Además, yo no soy precisamente quién para juzgar.

— Los motivos que me llevaron a esta montaña no son de tu incumbencia. En cuanto a tu primera pregunta, el camino es bastante fácil, simplemente sigue ascendiendo hasta llegar al Mar de Nubes. Desde ese punto ya puede divisarse la cima.

— Yo quisiera saber también si viste a un grupo de Zirpals pasar por aquí hace poco. _Añadió Akil, albergando todavía la vana esperanza de reencontrarse con Lagú._

— Me temo que no. De hecho, me sorprende que un zirpal haya sido capaz de alcanzar esta altitud, con o sin magia. Más todavía teniendo en cuenta como están las cosa ahora.

— ¿Qué quieres decir?

— Desde hace unos meses el clima de la montaña se está volviendo anómalamente frío. Los animales han comenzado a descender montaña abajo.
El mar de nubes desciende a un ritmo de días. Incluso los yetis, que nunca bajan de la cima, han comenzado una migración hacia zonas más cálidas. De hecho, estaba intentando cazar uno cuando os encontré. Yo ya me habría ido, pero el cachorro no sobreviviría al viaje. La verdad, temo lo que ocurra al llegar el invierno.

— Pues créeme, deberías temerlo. _Añadió Kiora con aire misterioso_

— Tú sabes lo que está ocurriendo ¿Verdad?

Akil miró de reojo a la joven. La verdad era que él también sospechaba desde hacía bastante que la bruja estaba ocultando algo, pero no se lo había recriminado por miedo a acabar encerrado en un pilar de hielo. La aludida reposó las manos sobre su regazo, miró al techo, cerró los ojos e inspiró profundamente. Cuando agachó la cabeza y los abrió finalmente, no había ni rastro de la frialdad que la había caracterizado hasta entonces.

— Decidme ¿De verdad queréis saberlo?

— Sí. _Respondieron ambos al unísono._

— En fin ¿Por dónde empiezo? Supongo que por el principio de todo.

<<Mi nombre es Kiora Raven. Nací hace dieciocho años en el reino de Meria, en las Tierras del Norte. No nací en una familia convencional. Mi padre era un Mago de la Corte, el cual se especializaba en La Magia del Frío. Él fue quién me Despertó y transmitió sus conocimientos ya desde muy temprana edad. Mi madre, sin embargo, era una humana normal y corriente. Eventualmente, ésta murió de una enfermedad causada por el frío. Yo afronté su muerte aprendiendo la Sanación del Hielo, pero mi padre nunca fue capaz de superar del todo su pérdida. Se encerró en su estudio de magia, hasta tal punto en que no salía de allí si no era para alimentarse. Los años continuaron pasando, y su salud tanto física como mental se fue deteriorando cada vez más al tiempo que mis poderes iban en aumento. Eventualmente estalló un conflicto interno en la corte, y mi padre fue retado a duelo por su título. Perdió.

Aquello no solo nos despojó de todo cuanto poseíamos, sino que acabó por volverle loco de una vez por todas. Se obsesionó con hacerse más y más fuerte, llegando al punto de robar grimonios prohibidos en el bajo mundo mientras yo trataba de mantenernos con el dinero que ganaba como curandera. Después de todo, seguía siendo mi padre. Pero un día, hace aproximadamente medio año, sencillamente se pasó de la raya. Asesinó a traición al hombre que le derrotó, asaltó su laboratorio y robó un secreto guardado bajo llave desde hacía siglos. Ni siquiera se molestó en ocultarse. Regresó a nuestra pequeña cabaña, agarró todo lo que pudo y se marchó sin ni siquiera mirarme. Los hombres del rey llegaron en tropel poco después. Logré escapar de milagro.

Tuve que ocultarme en el bosque durante semanas hasta que por fin se calmaron los ánimos. Una noche de niebla logré infiltrarme entre los guardias y sacar toda la información que mi padre no logró llevarse. Ellos no la entendían, por supuesto, y el único mago de hielo lo bastante poderoso como para hacerlo estaba muerto. El único además de mí, por supuesto.

Dos semanas atrás logré cruzar sin ser vista la Puerta Telúrica que conducía al reino desértico de Marban. Crucé aquellas tierras hasta bordear La Gran Cordillera y me dispuse a ascender por la ladera de la sabana, la cual mi padre especificó en uno de sus diarios que era la entrada que él necesitaba. Pocos días después me encontré con Akil, y el resto ya lo sabéis.

¿Qué estoy haciendo aquí? La verdad, puede que os sorprenda, pero he venido aquí con la intención de matar a mi propio padre. Ya estoy harta. Ya estoy harta de sentirme abandonada, ya estoy harta de que todos crean que estoy tan loca como mi padre, ya estoy harta de que todos susurren a mi paso, ya estoy harta de tener que ocultar los delitos de mi padre; pero sobre todo, ya estoy harta de tener que soportar a un loco venido a menos desesperado por recuperar un estatus que nunca tuvo realmente.

Pero me temo que este tema tiene implicaciones más allá de una simple riña familiar. De entre los escritos que rescaté se encontraban pasajes de antiguas legendas zirpal, y de entre todas ellas, una está marcada. Hablaba sobre una gran montaña en cuya cima habitaba un gigante dormido. Ese mismo gigante aparece reflejado en varios mitos de diversas culturas. Finalmente logré hilar suficiente información como para descubrir qué es lo que está tramando y por qué ha venido al culo del mundo para lograrlo. Ese maldito logo a crado un hechizo de control elemental de alto nivel, y está tan desequilibrado que cree que podrá usarlo con fuerzas de la naturaleza. El “Gran Gigante de la Montaña” no es otro que el titán Ymir, uno de los heraldos del mismísimo Dios Menor Indael. Ese maldito lunático pretende despertar de su prisión a la bestia y provocar así otra glaciación. Eso es lo que está provocando el descenso anómalo de temperatura. El coloso está resurgiendo. >>

Todo había quedado en absoluto silencio. Incluso el viento y el fuego de la hoguera habían quedado conmocionados al escuchar el relato de la bruja. Akil no podía creerse que algo así estuviera pasando ¿Un hombre tratando de controlar a un Dios? Pero, más importante aún ¿Toda su aldea se estaba muriendo por culpa de un desequilibrado? ¿Lagú estaba arriesgando su vida en algún lugar de aquella montaña solo porque un loco venido de una tierra que ni siquiera comprendía tenía un hambre de poder ridícula? No, aquello era demasiado. Pero, por una vez, vio a Kiora como lo que realmente era: una obre muchacha desamparada que buscaba justicia por una vida injusta.

— ¿Me estás diciendo que ha empezado una nueva Glaciación? _Preguntó el cazador, pálido por primera vez desde que le conociera_

— No. Ymir no puede despertar del todo hasta que no llegue el punto más frío del segundo invierno. Sin embargo, esta bajada anómala de temperatura es un indicativo inequívoco de que está regresando.

— ¿Cómo demonios vamos a detener algo así?

— ¿Vamos? ¿Desde cuando eres un héroe? ¿Qué te importa a ti lo que ocurra?

— Una cosa es ser un proscrito, y otra muy distinta ser un monstruo.

— Bueno, en cierta forma vuestra ayuda me vendrá bien. Veréis, para poder despertar al titán mi padre debe crear un círculo de runas cerca de él, el cual no debe romperse pase lo que pase o el gigante dormirá de nuevo. El problema es que dicha runas están hechas con un material mágico irrompible que se regenera en caso de ser arrancado un pedazo. Sin embargo, logré recuperar esto de entre los restos del estudio. _Acto seguido buscó bajo su túnica, y de ella extrajo un pequeño recipiente de cristal que contenía un líquido del azul más puro que jamás nadie había visto._ Esta es la pintura sobrante que mi padre preparó. Si se hecha sobre el círculo, el flujo de energía se desestabilizará y éste se destruirá solo. Lo que debéis hacer es destruir el círculo mientras yo distraigo a mi padre.


No hubo nada más que hablar aquella noche. Todos sabían lo que estaba en juego. Emprendieron viaje a la mañana siguiente nada más salir el primer sol. Ascendieron a través del bosque en completo silencio. Pero no solo ellos permanecían ajenos a cualquier ruido. Nada se movía entre la nieve. La brisa había dejado de soplar. Las nubes ya no avanzaban. Todo estaba quieto, expectante, atento al devenir de la expedición que decidiría el destino del mundo. Akil no pudo evitar preocuparse por Lagú ¿Habría descubierto él lo que estaba ocurriendo? ¿Se habría encarado con el brujo loco? La verdad, estaba aterrado.

Poco después lograron atravesar una densa niebla a la que Ronah denominaba el “Mar de las Nubes”. Más allá de ese punto el frío era infernal aun con los múltiples hechizos anticongelación de Kiora. En cuanto la niebla se disipó pudieron al fin contemplar a lo lejos la silueta de la cima, difusa por el horizonte, pero real como nunca antes lo había sido. Ya casi lo habían logrado.

Pero algo llamó la atención del muchacho. A pocos metros de la linde del bosque se hallaban extraños bultos con figuras imposibles para una roca. Akil se dirigió hacia ellos y comenzó a escarbar. Rogó a los dioses que sus temores instintivos fuesen infundados, pero, en efecto, allí se encontraba lo que acabaría por destrozar su vida para siempre. Cadáveres. Lo que se ocultaba bajo la nieve no era otra cosa que un sin número de cadáveres despedazados de zirpals. Y entre ellos el muchacho encontró el medallón que él mismo había tallado para su amigo años atrás. Lagú estaba muerto.

— Tres semanas, a juzgar por su estado, puede que más, es imposible saberlo con este frío. Las madrigueras de los yetis se encuentran no muy lejos de aquí. Probablemente se tátara del mismo grupo que despachasteis hace unos días. Lo siento. _Añadió finalmente Ronah_

Akil lloró. Lloró como solo aquel que lo ha perdido todo sabe hacerlo. Lagú estaba muerto, y Miri había muerto en vida junto con él. Todo cuanto él había amado se había perdido para siempre. El llanto se convirtió en aullido, y el aullido se convirtió en el retumbar de la montaña. El lamento del miserable ascendió a los cielos y descendió hasta los infiernos, retumbó en cada lugar de la tierra y descendió por la montaña como una avalancha de miseria. Pero se sobrepuso. Lagú ya no estaba, y eso le convertía a él en el último de los enviados de su aldea, en el último de los bravos guerreros de la sabana, y en el último que podría salvar a los suyos. Se alzó ante el cadáver de su amigo no ya como un joven, sino como un verdadero hombre. Los ojos le brillaban con la furia de todas las vestías del averno. Por un instante pareció incluso la reencarnación de un guerrero de las leyendas. Aulló a los cielos con un grito que desafió el rugir de mil tormentas, y se dirigió a la cima sin ni siquiera pararse a enterrar a los suyos.

El ambiente había cambiado. Esta vez era el zirpal quien llevaba las riendas. Y esta vez ya no había miedo en sus corazones, sino un soplo de auténtica determinación por enfrentar los peligros del destino. Apenas unas horas después ya estaban en la cima. En ella se encontraban un sin número de cavernas aparentemente horadadas por el viento. Esta vez fue Kiora quien tomó las riendas. Indicó a sus compañeros que debían dirigirse a la entrada que más magia rezumaba. Entraron en silencio, en guardia, preparados para cualquier ataque. Dentro les aguardaba un laberinto de túneles gigantesco, perla bruja parecía saber perfectamente qué camino tomar. Jamás supieron cuánto tiempo pasaron en el laberinto, pero lo que sin duda sabían era que estaban cerca. Los instintos más primitivos de Akil le estaban gritando peligro cada segundo que corría, pero el no solo los ignoraba, sino que los usaba como estímulo para seguir avanzando.

No pasó mucho tiempo hasta que hallaron su destino. Se trataba de la caverna más inmensa que ninguno de ellos hubiera visto jamás, que hacía parecer a los grandes árboles de la montaña como simples briznas de hierba. Aquel lugar apestaba a poder en estado puro. Pero lo más sobrecogedor de todo era su único habitante. Se trataba de un colosal pilar del hielo más cristalino que jamás hubiera podido ser imaginado, el cual ocupaba casi la totalidad de la estancia. En su interior se hallaba la criatura más sobrecogedora que hubieran visto en su vida. Se trataba de un ser de tamaño antediluviano, de forma humanoide y cuatro gigantescos brazos, hecho de hielo ancestral de mil colores distintos. Pero lo más imponente era su rostro, el cual sin duda era digno de aparecer las pesadillas del más cruel de los demonios.

Se hallaban en un gran saliente que daba cara a cara con el rostro del gigante, como si este les estuviera mirando a los ojos y les desafiase a detener su despertar. Abajo, rodeando el pilar de hielo, se hallaba el círculo que tanto ansiaban destruir.

— Hermoso ¿Verdad? _Dijo una voz tras ellos._ Dime, hija mía ¿Has venido a ver como tu padre se convierte en el hechicero más poderoso del mundo?

Al darse la vuelta Akil miró finalmente a los ojos al hombre que había causado no solo la devastación de su aldea, sino la muerte de su mejor amigo. Era alto y esbelto, de piel pálida y pelo completamente blanco. A simple vista debía tener la misma edad que Ronah. Sin embargo, lo más llamativo de él eran sus ojos, de un azul tan puro que era imposible apartar la vista de ellos. Sin embargo, estos dejaban entrever un innegable rastro de locura en su portador.

— No papá. Esta vez has ido demasiado lejos. He venido a cobrarme mi venganza por todos esos años de miseria que me hiciste pasar. Se ha acabado, papá. Simplemente se ha acabado. _Respondió su hija, dejando bien claro el odio en estado puro que sentía hacia el hombre que la había criado._

— ¿De verdad? Qué lástima. Me hubiera gustado que estuvieses a mi lado en mi momento de mayor esplendor, pero si no se puede, no se puede. Me temo que tendré que matarte. _Dijo sin el más mínimo ápice de emoción en su voz_

Ronah le apuntó inmediatamente con la ballesta, pero el mago automáticamente levantó una mano y un gigantesco rayo de luz azul emergió de ella directo hacia el cazador. Por una fracción de segundo todo fue resplandor y caos, pero cuando sus ojos volvieron a ver un muro de luz blanca los estaba protegiendo. Kiroa flotaba a escasos centímetros del suelo, envuelta en un manto de luz nevado que emitía poder en estado puro. De sus ojos manaban rayos de color blanco.

— Aquí tu oponente soy yo. _Dijo. Y acto seguido se abalanzó a una velocidad imposible sobre su oponente, pero este ya había empezado a adquirir un estado similar al de ella. Ambos se perdieron en el interior de los túneles._

Ronah miró directamente al chico. No hicieron falta palabras, pues sus miradas bastaron para comprender cuál era la tarea de cada quién. Le entregó el frasco de pintura, montó en su lobo y se dirigió a la carrera en busca de su oponente. Akil, por el contrario, observó el reto que tenía entre manos. Descender trepando era imposible, y una caída lo destrozaría. No tenía opción. Él no era fuerte, ni hábil con la lanza, pero lo que sí tenía era velocidad. Mucha velocidad. Tomó aliento, recordó a Lagú, a Miri, a su madre, incluso llegó a recordar a su padre. Todo por lo que había luchado se decidía en aquel momento. Debía lograrlo. No había alternativa.

Cogió impulso y se lanzó al vacío, colocó los pies sobre la pared y corrió por ella como jamás había corrido en toda su vida. Los segundos en los que desafió a la gravedad le parecieron una completa eternidad, pero lo estaba logrando. Ya no sentía sus pies, ya no sentía el peso de su propio cuerpo, ni siquiera sentía su respiración, pero iba a conseguirlo. Finalmente se desplomó a poco más de un metro del suelo. Rodó por la superficie helada hasta finalmente detenerse frente a las runas que lo habían ocasionado todo. Estaba vivo. Lo había logrado. Se levantó con todo el cuerpo dolorido, extrajo el frasco de su abrigo, lo abrió e inmediatamente vertió con furia su contenido, tratando de abarcar la mayor superficie posible.

En cuanto las runas comenzaron a desdibujarse el aire comenzó a cargarse de aura primigenia en su estado más puro. Su pelaje se estaba erizando, una presión extraña le estaba oprimiendo el pecho y su corazón ardía con el fuego de mil soles. Su cuerpo estaba reaccionando al poder residual. Una corriente eléctrica le recorrió de parte a parte la espina dorsal, disparando todos sus sentidos. Miró el saliente. Lo lograría. Esta vez estaba seguro de que podría lograrlo. Cogió impulso y comenzó a trepar por la pared a una velocidad imposible aún para el más rápido de los zirpal, dejando una estela naranja tras su paso. Segundos más tarde alcanzó la plataforma y se lanzó por los túneles en busca de sus compañeros.


El choque de fuerzas era simplemente salvaje. Padre e hija entrechocaban sus auras como si se tratase de dos demonios salvajes que tratasen de aniquilarse el uno al otro. Cada impacto generaba una racha de viento huracanado capaz de volcar un edifico. Se movían por la helada superficie de la montaña a una velocidad sencillamente imperceptible para el ojo humano, dejando únicamente una estela del color de sus auras tras su paso. Cada ataque de aquellos monstruos generaba inmensas olas de hielo cuyos choques formaban estructuras de tal tamaño y de formas tan caprichosas que el conflicto había acabado por modificar el paisaje.

Aunque poseyeran las mismas habilidades, era evidente que su estilo de lucha era muy diferente. El poder del adulto era innegablemente superior, sin embargo Kiora no solo era más rápida y ágil, sino que su hielo se formaba mucho antes que el de su padre, provocando que éste tuviera que retroceder para poder lanzar sus ataques. A pesar de todo, la lucha estaba sorprendentemente igualada. Sin embargo, había algo trascendental que sí les separaba: la experiencia. Poderosa o no, aquel seguía siendo el primer duelo realmente serio de la joven, mientras que el hombre había tenido que luchar por su título en numerosas ocasiones.

Eventualmente la experiencia del veterano acabó imponiéndose al ímpetu del novato. Kiora recibió un serio puñetazo envuelto en aura en pleno pecho que le hizo caer de espaldas sobre la helada nieve, jadeante. Su padre se acercó a ella, despacio, con la tranquilidad del que se sabe vencedor. Levantó una mano y concentró su aura, listo para rematarla. Pero en ese momento una sombra blanca emergió de entre la nieve cuchillo en mano dispuesto a rebanar a traición la garganta de su objetivo. Sin embargo éste se giró a una velocidad imposible y propinó a su atacante un golpe en la boca del estómago con más fuerza incluso de la que había recibido la joven, el cual le hizo soltar el cuchillo y doblarse sobre sí mismo aullando de dolor.

— ¿De verdad pensabas que no me iba a dar cuenta de tu presencia? _Dijo con un tono burlón_ Da gracias de que estoy agotado, o ya estarías muerto. Aunque de todos modos tan solo te has ahorrado una muerte rápida. _Explicó mientras se colocaba despacio tras el cazador._

Alzó su mano y se preparó para dar el golpe mortal, pero en ese mismo instante un destello naranja emergió de las entrañas de la tierra envuelto en un grito de guerra de júbilo salvaje. El mago giró la cabeza durante un segundo. Solo un segundo. Suficiente. Unos colmillos emergieron de entre las columnas de hielo y fueron a clavarse con precisión en el costado el costado de su víctima. El grito de dolor del mago retumbó bajo los cielos como el rugido de una bestia herida por primera vez. El dolor y la furia le cegaron. Convocó una colosal columna de hielo que congelaría en el tiempo la muerte de Fenrir durante décadas. Las últimas palabras de la bestia no fueron un aullido de dolor, sino de triunfo.

El sacrificio del lobo había logrado crear unos segundos demasiado valiosos como para ser desperdiciados. Eso fue lo que tardó Akil en lograr alcanzar y encarar al hechicero. Ni siquiera se detuvo. Sabía perfectamente que solo tendría una oportunidad. No sabía apenas nada sobre el “arte de la lanza”, pero lo que sabía era suficiente. Cogió la lanza con una mano y la situó en posición inversa mientras que con la otra agarró un poco de nieve. Su oponente todavía tenía la mano apuntando en otra dirección, por lo que al lanzarle la nieve a los ojos su primer impulso fue apartarla con la mano en un movimiento lateral, dejando así una avertura perfecta hacia su pecho. Akil no solo esquivó la ráfaga de aura, sino que con el mismo movimiento del lanzamiento se agachó, giró sobre sí mismo y apuñaló de parte a parte y de espaldas el corazón de su oponente.

El mago quedó conmocionado por unos segundos, mientras un ictus de sangre brotaba de su boca. Instantáneamente de la herida comenzó a brotar un hielo rojizo que envolvió por completo la lanza y el brazo del muchacho, haciéndole chillar del dolor que le provocaba el frío aun aún a través de sus hechizos de protección. Milagrosamente logró partir la lanza gracias a los profundos arañazos que la recorrían, rompiendo así el hielo y liberándolo de su prisión. Jamás recuperaría la sensibilidad en ese brazo. En ese mismo instante Kiora apareció a su espalda y colocó las manos en el torso malherido de su padre. La lucha de auras comenzó de nuevo, pero esta vez no se trataba de un duelo de fuerza, sino una lucha de aguante. Sus auras se arremolinaron a su alrededor como dos gigantescas columnas de fuego de fríos colores. Finalmente, la herida le pasó factura, y Kiora asesinó a su padre empalándolo de dentro hacia afuera con miles de diminutas estacas.

— Adiós, papá. _Fue lo último que alcanzó a decir con los ojos llenos de lágrimas justo antes de perder el sentido._

Lo habían logrado.


No hubo tiempo de celebraciones. Kiora estaba inconsciente y ambos hombres sabían perfectamente lo que les ocurriría si sus hechizos empezaban a dejar de hacer efecto. Se despidieron y mostraron sus respetos al difunto Fenrir, el auténtico héroe de aquel día. Descendieron en completo silencio. Ronah no tuvo más remedio que cargar con la bruja a pesar de sus heridas. Una vez en su choza dejaron a la mujer descansar junto al animal que apenas unas horas antes había salvado. Ronah se encargaría de cuidarla hasta que despertase. Se despidieron con una escueta reverencia, conscientes como estaban de que nunca volverían a verse.

EL viaje de regreso fue bastante más fácil. Apenas dos días más tarde logró alcanzar el poblado vecino, donde la anciana le recibió con los brazos abiertos y un plato caliente. A la mañana siguiente emprendió de nuevo el viaje de regreso a casa. Estaba feliz por volver a pisar su amada sabana, pero no había tiempo para disfrutarla. Tenía una nueva misión que cumplir.

Logró regresar a su poblado ya entrada la noche. Lo primero que hizo no fue visitar a ningún ser querido, sino dirigirse directamente a la choza del jefe, donde, sin ningún tipo de formalismos, le explicó todo cuanto había ocurrido, incluida la trágica muerte de todos los expedicionarios. En un principio no le creyó, pero no tuvo más remedio que hacerlo al mostrarle el medallón de Lagú manchado con su propia sangre. El ambiente se cargó de una tensión silenciosa e inquebrantable. En cuanto llegara la mañana las mujeres de la aldea llorarían por días la pérdida de aquellos a quienes amaban.

Akil salió de la choza en silencio, arrastrando los pies como el que se ve obligado a realizar una tarea que prefería morir antes que cumplir. Pero debía hacerlo. Había alguien que no merecía esperar hasta el amanecer. Se fue a buscar a Miri, y la encontró donde siempre, contemplando la gran montaña. Nada más verle corrió a sus brazos y le abrazó como si hubiesen estado separados durante años. Akil memorizó cada detalle de la hermosa sonrisa de Miri, pues sabía que probablemente jamás volvería a verla. Acto seguido le confesó sin sutileza ninguna el paradero de su hermano. Al principio creyó que estaba bromeando, pero cuando le enseño el medallón su rostro se tornó en la mueca de horror más pura que hubiera visto jamás. La abrazó, consciente como estaba de que eso jamás la consolaría.


Y mientras la lágrimas de dolor de la mujer que amaba caían por su pecho, Akil miró a las lunas, recordando el gran viaje que había realizado, a los amigos que había logrado hacer, y la, en el fondo, maravillosa aventura que había vivido.
Lista de participantes
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Dichos participantes están obligados a participar en la votación.



 
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