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Historia | La Dama de Hielo - 2da Parte

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Cheve

MoonLover~
Miembro de honor
La Dama de Hielo - 2da Parte
(La primera se puede encontrar aquí: FB Página o en WaH: Link



¡Ah! ¿Me preguntas de aquella noche? ¡Ja! La recuerdo muy bien, querido amigo:


-Nevaba, extremadamente fuerte. Hacían unos 6 o 7 grados bajo cero, un frío que calaba los huesos.
Tenía en mis manos una taza de café, podía oír el viento pegando contra la ventana de la cabaña, en la montaña. Las ramas se rompían afuera, las hojas de los árboles volaban por todos lados y se escuchaban varios animales que corrían a guarecerse, luego de que el lugar en el que estaban terminara destrozado.
La tormenta parecía que iba a durar toda la noche, y que yo no iba a pegar un ojo.
Pero, por unos segundos, se detuvo. Oí pasos afuera - algún animal, pensé - pero pronto reconocí con mi agudeza de cazador.

- ¡Espera, espera! ¿Cual agudeza de cazador?

- ¿Me dejas terminar?

... reconocí que eran pasos humanos, en la nieve, a la madrugada. Eran cerca de las 1:30, 2:00 am. Los pasos se detuvieron frente a mi puerta. Estaba temblando. Un ruido seco, como de quien mueve algo rápido en el aire, un gemido muy agudo y unos arañazos a mi puerta fueron suficientes para no asomar el hocico.
Luego de lo que me pareció una eternidad, tomé mi escopeta, la cargué tembloroso y salí fuera. Cuando abrí la puerta me encontré con el cuerpo sin vida, y sin pierna, de aquella muchacha.
No había sangre, pero tampoco había pierna. El corte se había hecho con suma precisión por encima de la rodilla.

Luego llamé a la policía que vino a registrar el lugar.

-¿Y qué te dijeron?

-¡Já! ¡Eso es lo más gracioso! ¡Qué había sido la "Dama de Hielo"!

-¿El cuento para niños?

-¡El mismo! Sólo mi abuela creía en él.

_________

Marisa era una chica rubia, tenía ojos verdes como hojas de pinos en primavera. Le gustaba esquiar, tenía piernas fuertes y ágiles que desarrolló con los años.
El invierno estaba cerca pero ya había nevado lo suficiente en partes altas de la montaña como para ir a pasar el rato ese domingo.

El sábado tenía ya todo listo en su camioneta familiar cuatro por cuatro para ir a lucirse en sus esquí antes de que empiece la temporada oficialmente.
Su padre vendría de vacaciones en una semana y quería asegurarse de haber practicado un poco para demostrarle cuánto había entrenado.

El domingo, ni bien amaneció, partió Marisa en su vehículo. Tendría todo el día para ella y la nieve.
Descubrió gratamente que, a pesar de los meses sin ponerse sus esquí, se encontraba en excelente forma.
Con una sonrisa en el rostro y el sol empezando a calentar cada vez menos, guardó todo su equipo en la camioneta y se dispuso a bajar la montaña lentamente por el camino sinuoso de tierra por el que había ascendido.
Más veloz que un rayo, el cielo se oscureció por unas nubes muy amenazadoras, se levantó un viento fuertísimo, que sacudía ramas y levantaba hojas por doquier. Tuvo que aminorar la marcha muchísimo, apenas veía por donde iba el camino.
La rama de un pino cayó en el capó del vehículo, el cual se detuvo y, a pesar de los esfuerzos de la chica, no quiso volver a arrancar.
Los grados disminuían con extrema rapidez y unos copitos de nieve empezaban a caer. No podía quedarse dentro de la camioneta, un pedazo de la rama caída había perforado el parabrisas y el frío se filtraba por allí.

A lo lejos, Marisa vio una luz, que pertenecía a una cabaña o una casita, por lo que podía distinguir entre los pinos del bosque. Realmente se la veía muchísimo más cerca que el pueblo, que estaba a varios kilómetros, mientras que la cabaña estaría a entre medio kilómetro y kilómetro y medio.
Decidida, se puso su traje para la nieve, sus botas, y salió rumbo a la cabaña-casa.
Cuando iba a mitad de camino entre la abandonada camioneta y su destino, los copos de nieve se hicieron más pesados y más abundantes, y la golpeaban a cada segundo que pasaba.

Sintió un extraño ruido detrás de ella. Nunca había sido una mujer cobarde, así que se dio vuelta y gritó -¿Quién está allí?- solo el viento le respondió.

Siguió su camino, cada vez estaba más y más cerca. Pequeños animalitos corrían por aquí y por allá y el viento se arremolinaba y silbaba en las copas de los pinos que la rodeaban.
Estaba a unos metros de la puerta de la cabaña cuando un tumulto de nieve cayó de las ramas del pino por encima de ella y le tapó la visión. Cuando se quitó la nieve, notó que el viento se había detenido. Y también notó que había una figura alta frente a ella, parada en la puerta.
Era una mujer, delgada, con el cabello ceniza y la piel blanca, no pudo ver sus ojos, puesto que una capucha cubría su cara, pero sí vio que su mentón era muy marcado y delgado.

Con voz aguda la mujer preguntó: "¿Oh? ¿Qué haces afuera querida? ¡El Invierno está llegando!" - Rió - "¡Ya está aquí en realidad! Pero dime ¿Tienes frío?"
Marisa, ansiosa por entrar a la cabaña, contestó que sí.

Solo escuchó un ruido seco, proveniente de todos lados y ninguno al mismo tiempo, y luego calló al piso.
No sentía su pierna izquierda por debajo de la rodilla. Recostada en la nieve, boca arriba, notó que no la tenía y emitió un gruñido agudo.
El frío se metió por sus venas y congeló sus miembros, sus pulmones y luego su sistema nervioso. observó el lugar donde estaba la mujer, y ya no había nada. Sólo estaba la puerta, con unos cuantos rasguños.
Su mente se enfrió, y su vida se congeló.

Un viejo cazador la encontró quince minutos más tarde, y llamó a la policía.
 
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