El festival de invierno
El festival de invierno
Narración en 3ra persona.
Composición: 8 Capítulos.
Género: Comedia romántica con capítulos de drama repleta de ficción, acción y leyendas.
Base de la obra: La obra está basa en el mundo/lore de mi propio hack, Pokemon Lost Dogs. Siendo una de sus regiones, Serpentina, el lugar dónde se desarrollan los hechos con la intervención de otros personajes.
Agradecimientos:
Varios agradecimientos a @BLAx501![/MENTION], por ayudarme a recuperar la mayor parte del relato que tenía escrito y borrado de la papelera de reciclaje y por sacar a delante los nicks para el evento.
Y también agradecimientos a @Tyren Lannister[/MENTION], por animarme a interesarme por la literatura pese a no ser yo un amador de leer obras literarias ni un buen escritor. Espero que la obra tenga tu aprobado
Ésta obra os la dedico a ambos.
Un abrazo y espero que os guste a todos
[Capítulo 1] Empieza el festival
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Es navidad y es de costumbre que los lugareños de los poblados de Serpentina, tanto humanos como pokemon, se reúnan alrededor del fuego. En dichas festividades, los ancianos cuentan las leyendas populares de la región y celebran las fiestas con una reverencia a sus héroes de guerra. Niños, jóvenes, adultos y ancianos; todos ellos reunidos como cada año.
Nos situamos en Serpentina “la región del frío”, ubicada en el norte de Isla Iris. Isla Iris se divide en tres regiones; la cálida y desértica región de Taronte, la costera y verde región de Catelania y la fría Serpentina que se distancia de todo lo demás. Serpentina es una región de invierno llena de glaciares y montañas heladas y sus poblados montañosos se encuentran resguardados de las nevadas bajo grandes precipicios que cortan el aire gélido.
La capital de la región es Zélida; una ciudad inmensa resguardada del frío dentro de un gran agujero ubicado en la montaña. Zélida es una belleza de edificios rústicos de baja altura, calles de piedra adornados de símbolos antiguos y todo tipo de monumentos que honran a grandes héroes del pasado. La capital se ubica bajo el techo de la montaña y termina en un precipicio. Para acceder a ella solo hay dos formas; mediante dos escalinatas gemelas que suben el gran pendiente que representa el risco del precipicio o aprovechando una ruta segura que atraviesa la montaña en forma de cuevas.
Es navidad y eso significa que la capital y sus poblados situados alrededor se coordinen para montar el gran festival que se dará lugar en la ciudadela antigua de la misma capital. Las calles son adornadas con distintos tejidos e iluminadas con pequeños obeliscos de piedra acompañados de una antorcha. Las grises calles de Zélida se pintan con las pinturas que honran la región; los colores que la representan son el blanco y el azul. Todos los lugareños ayudan, los comerciales proveen provisiones, las posadas abren sus puertas a los vecinos de la capital y sus artistas se reúnen para ensayar los grandes actos que tendrán lugar durante la noche.
Dado los conflictos pasados entre regiones son pocos los visitantes extranjeros que acuden al gran festival de invierno. Además, es extraño ver extranjeros ya que cada región cuenta con sus propios festivales y la capital es difícil de acceder si no se conocen bien los caminos. Aun así, dichos problemas no fueron un obstáculo alguno para Kael, hijo de Taronte, habitante del desierto. Kazel atravesó el cálido desierto, las grandes montañas y finalmente el gran glaciar para llegar a esa fría región; todo ello para cumplir su sueño de conocer otras culturas y paisajes desconocidos. Kazel, nuestro protagonista, llegaba a Zélida, la capital del frío y de la noche.
Las miradas de los habitantes no tardaron en ponerse todas encima de él. Kazel, al igual que cualquier habitante de Taronte tenía una piel bronceada, un pelo oscuro como la noche y los ojos verdes. De unos 23 años de edad, el joven era delgado, alto y fuerte. Para protegerse del frío llevaba unos abrigos de pieles anaranjadas como la arena y para cubrirse las extremidades un buen par de botas y guanteletes.
Mientras la gente de la calle se apartaba dando paso y observando a ese hombre extraño, Kazel avanzaba por las losas de piedra de la calle disfrutando de cada rincón que pudiera ver: esas calles adornadas de azul y blanco, esa cantidad de símbolos extraños y esa gran iluminación que hacía cálida la noche. De repente Kazel se paró en medio de la calle y, mirando alrededor, se le alegró la cara; tenía una amplia sonrisa. Estaba asombrado de aquél lugar tan distante al seco desierto.
Kazel llegó a una de las posadas y, a cambio de unas monedas de más, pudo escoger una de las mejores habitaciones del lugar. El dinero no le importaba, él quería disfrutar de la estancia lo mejor posible de aquellos majestuosos festivales. La habitación tenía una gran cama, una buena mesa de madera, un sillón, un espejo y varias estanterías repletas de libros de interés general. Kazel cayó cansado en la cama debido al largo viaje, se estiró un momento y del bolsillo de su abrigo sacó su pokeball. De su pokeball liberó a su Eevee y éste, desorientado debido al lugar, empezó a dar vueltas por la habitación. Kazel se levantó dejando la cama atrás y abrió la ventana que daba a la calle. Entonces volvió atrás y agarró suavemente a Eevee para poder hacer que viera el exterior.
- Mira Eevee, hemos llegado al festival ¿Te gusta? – dijo Kazel mientras asomaba al pequeño pokemon por sus patas.
El pokemon hizo un aullido y se refugió en los brazos cálidos de su entrenador. Kazel cerró la ventana y, acompañando al pequeñín con los brazos, dejo a su Eevee en el suelo. Kazel se fue a la ducha de su habitación y, mientras tanto el Eevee saltó a la cama y se refugió entre los cálidos cojines de la misma. Al terminar su descanso, se preparó para disfrutar del festival junto a su pokemon.
Salieron de la posada, debido al frío de la calle, Eevee saltó a los brazos de su entrenador y se refugió dentro del abrigo de pieles. Sacando su cabecita por el cuello del abrigo de Kazel el Eevee contempló esas calles de festival y ambos, entrenador y pokemon, disfrutaron del paisaje.
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[Capítulo 2] La belleza del festival
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Siguiendo las indicaciones de los demás residentes de la posada, Kazel llegó a una gran plaza en pleno centro del festival. El festival estaba lleno de gente y la gente se animaba a bailar durante esa noche alrededor del fuego al son de los tambores y otros instrumentos propios de la región. Había una gran hoguera en el centro y a su alrededor varias mesas a modo de círculo dónde la gente comía y se reunía en medio de la plaza. Para acceder a la plaza se debía pasar por debajo de una especie de portal del cual se alzaban unas torres desde las cuales se podía ver la ciudad entera durante la noche.
Kazel, pasó al portal y llegó a la plaza. Después de ello subió a una de las torres de piedra de la plaza y se puso a disfrutar del paisaje. Era asombroso para él ver que esa ciudad de la cual había oído hablar por ser la capital de la región del frío disfrutara de tanta calidez y color. Desde esa torre se podía ver todo el alrededor y fue desde allí desde dónde empezó a mirar por encima las calles iluminadas las cuáles formaban una bella red de luz en medio de la noche. Su Eevee, que ya no tenía tanto frío, salió del abrigo y se puso a andar por el margen del balcón de la torre.
- Es precioso Eevee ¿No crees? – Le dijo con una amplia sonrisa Kazel a su Eevee.
El pequeñín le respondió con un tierno aullido y, de repente, una joven asomó su figura por el pasadizo de las escaleras que hacían llegar a la cima de la torre y miró Kazel, que aún estaba disfrutando del paisaje y no se había dado cuenta de la presencia de la joven.
- Es precioso –Le dijo la joven a Kazel mientras se acercaba al mismo borde en el que estaba con su Eevee.
Kazel se giró al oír esa bonita voz. Se quedó parado. La joven tenía una belleza como ninguna otra mujer de Taronte que Kazel hubiera visto hasta el momento. A diferencia de la bronceada mujer que había visto en el desierto aquella chica, de unos 20 años de edad, era blanca como la nieve y de ojos azules como el cielo. La joven que estaba de pie ante él tenía una melena de un color azulado oscuro y se guarnía con un abrigo oscuro como la noche, de una bufanda y unos guantes; ambos blancos como el papel de escribir. La joven se le acercó más a Kazel. Era una belleza y él lo sabía.
- ¿Es la primera vez que vienes a disfrutar del festival? – Le dijo la joven belleza con una voz dulce mientras acariciaba al tierno Eevee de Kazel que se había parado al borde de la torre.
- Sí –afirmó Kazel- De hecho es la primera vez que vengo a ésta región –dijo mientras alzaba su mano derecha para agarrar un mechón de su pelo.
- Se nota que no eres de por aquí, eso ya lo veo – Dijo la joven con una dulce risilla. – Me llamo Karina –Añadió mientras se refería a si misma apoyando su mano sobre su pecho.
Debido a ése último gesto de la mano de Karina, Kazel se fijó en los pechos quedándose un poco atontado debido a la belleza de la joven que tenía delante de él. Recobró la postura al poco y con una risilla esperando que la joven no se hubiera dado cuenta le dijo:
- Me llamo Kazel. Soy de Birial, capital de Taronte –dijo mientras rezaba mentalmente a Arceus para que aquella chica no hubiera visto tal torpeza.
La joven Karina sonrió. Acto seguido, se apoyó en el borde de la torre con los brazos cruzados y dijo:
- ¿Sabes? Éste es mi sitio preferido de toda la ciudad, cada año me gusta venir y ver las fiestas desde aquí –Dijo Karina con los ojos cerrados y una sonrisa de oreja a oreja.
- Es un lugar precioso – Afirmó Kazel. – La verdad es que como más tiempo estoy aquí menos frío noto y más cálida se me hace la estancia. Serpentina es una belleza –Dijo mientras también se apoyaba en el borde de la torre.
- Eres un hombre extraño – Respondió Karina. – Un habitante del caluroso desierto que se emociona con el invierno –Dijo con su dulce risilla mientras habría los ojos para mirar a Kazel.
Karina tenía unos ojos azules muy bonitas y la mirada que le hacía a Kazel le hacía a este que sus pulsaciones empezaran a aumentar de ritmo. Estaba claro, el joven se estaba enamorando de esa belleza exótica de invierno. Se hizo una larga y emotiva pausa. El Eevee de Kazel, que continuaba en el borde de la torre, se puso a dar pasitos de lado a lado del borde dando saltos por encima de la mano de Kazel y los brazos de Karina cada vez que tenía que cruzar. Entonces en uno de los últimos saltos se quedó en medio de ambos y aulló con ternura.
- ¿Te gustaría acompañarme durante el festival? – Dijo Karina con su dulce voz.
Kazel no tardó en afirmarlo. Estaba muy emocionado. De repente, Karina le tendió la mano para que él la cogiera. El joven aceptó la proposición y se la cogió. La mano de Karina era suave y cálida y aquellos finos guantes blancos que llevaban no lo ocultaban. Eevee saltó desde el borde al hombro de Karina bruscamente y desde allí dio otro salto a la cabeza de Kazel, dónde se quedó parado. -¡Ey Eevee! –dijo Kazel. El joven se giró para ver cómo había reaccionado Karina pero la joven estaba sonriendo así que no importaba.
Ambos cogidos de la mano, empezaron a bajar por la escalera de la torre para después disfrutar del festival que se daba lugar en la plaza. Al llegar a la mismísima plaza, Kazel vió aumentado el número de gente que había visto anteriormente. Eso sí, la gente seguía bailando alrededor del fuego siguiendo el ritmo de los tambores. Karina le dijo:
- ¿Por casualidad tienes hambre? –pausó. – Conozco una pastelería de aquí en la que sirven bollos calientes para el invierno.
- ¿Bollos calientes? Tiene buena pinta, aún no he comido nada y Eevee tampoco, así que sería estupendo – Dijo Kazel con una sonrisa.
- Pues vamos. – Dijo Karina con una sonrisa. – Por cierto, ¿Éste pequeñín… -Dijo refiriéndose a su Eevee que se encontraba asomando por el cuello del abrigo de Kazel otra vez. – es tuyo, no? ¿Hace mucho tiempo que lo tienes? – Añadió mientras cogía la mano de Kazel y caminaban hacía el lugar dónde estuviera la pastelería.
- Sí –respondió. – Lo tengo desde que nació hace dos años. Es mi fiel compañero de viaje.- Añadió mientras que acariciaba la cabecita de su Eevee.
- Es una monada de pokemon –dijo Karina.- ¿Eres entrenador entonces? – Añadió con una sonrisa.
Kazel respondió que, pese a entrenar a Eevee en varios aspectos, no le apasionaba hacer que el pokemon combatiera, que simplemente viaja con él para ver sitios nuevos e interesantes. Lo único que quiere para Eevee es que él también pueda viajar y que descubra lugares inimaginables. De repente, Kazel se paró y se dio cuenta de algo mirando alrededor. Los lugareños les miraban sonriendo; parecían la parejita joven del barrio. Karina seguía como si nada, parecía que no se había dado cuenta.
- Por cierto, ¿Tú eres de aquí, Karina? – preguntó de repente Kazel.
- ¿Eh? ¿Yo? –reaccionó. – Bueno, se podría decir que sí, pero de hecho soy de un poblado vecino. Vivo sola y me gusta venir cada año para disfrutar de las fiestas. –Dijo mientras que giraba la cabeza en lado contrario. – ¡Mira! ¡Es aquí! – Dijo señalando la pastelería.
Karina le acaba de decir que vivía sola -¿Y su familia?- se preguntaba Kazel a sí mismo. Ambos entraron en la pastelería y Karina, como parecía conocer a la dependienta se quedó hablando un rato. Mientras tanto, Kazel se sentó en un banco y se puso a jugar con su Eevee. Sentado, el joven puso al Eevee en sus piernas y le cogió las patitas delanteras para ponerlo de pie como si el pokemon bailara.
La pastelería olía bien y tenía una gran variedad de alimentos bien presentados. De un pequeño altavoz se sentía una canción de jazz tranquila y con ella Kazel basaba el ritmo de los pasos del pequeñín. Gracias a la carisma de Karina y a su amistad con la dependiente; les regalaron unos bollos de más. Bollos de carne calientes, típicos de la capital. Era el momento de volver a la plaza y Kazel se preguntaba sobre la situación familiar de Karina. Salieron de la pastelería y Kazel no quiso preguntarle sobre el tema; por si acaso.
Ya de vuelta a la plaza el ambiente había cambiado; la euforia se había desatado en el baile y los niños y pokemon jugaban por la plaza. Había una gran multitud de gente y de pokemons, todos reunidos para un solo fin, disfrutar de la primera noche del festival. Pokemons y personas bailaban en torno al fuego que había en el centro de la plaza, los niños y otros pokemons de menor tamaño correteaban jugando a todo tipo de juegos; y otros, en cambio, se agrupaban para beber, comer, hablar y reír sobre sus experiencias. El ambiente era muy agradable y a Kazel todo aquello le fascinaba.
Eevee hizo un pequeño gruñido y dio un saltito al suelo desde el interior del abrigo de pieles de Kazel, quería salir. Al frente de Kazel y de Karina había un grupo de pokemons y de niños pequeños con ganas de jugar. Entre los pokemon había un vulpix y un growlithe. Un niño contaba y debía buscar y atrapar a los demás del grupo si quería ganar. Los demás, tanto pokemon como niños se escondían por la plaza. Eevee miró a su amo, hizo una vuelta en círculo andando y le hizo un tierno aullidito a su amo.
- Ve a jugar Eevee. Pásatelo bien – Le dijo Kazel mientras se agachaba a acariciar al pequeñín.
Eevee respondió moviendo la cola y se fue dando brincos hacía aquel grupo de infantes. Karin, por su parte, dejó la mano de Kazel y dio unos cuantos pasos hacia la fogata que había en el centro de aquella animada plaza. Se giró, sonrió con una bella sonrisa y dijo:
- ¿Bailamos Kazel? – Dijo Karina con su dulce voz mientras le guiñaba un ojo.
Kazel no se lo pensó dos veces y fue a por ella. Le cogió de la mano y fueron ambos hacia el fuego. Kazel fue el primero en bailar de aquella pareja, tenía un baile y ritmo diferentes a todos los otros lugareños; tenía un estilo propio de los hombres del desierto. Entonces, se añadió Karina a bailar. Ella era un ángel, pensó Kazel. Los movimientos circulares de cintura y las manos alzadas de aquella belleza hacían pensar que de aquella hermosa chica le iban a brotar un par de alas angelicales.
Kazel empezó a mostrar su gran variedad de bailes. De tanto en tanto hacía algún que otro movimiento cómico y Karina se reía con ello. Ambos estaban en su propio estilo pero, al mismo tiempo, aquella pareja empezaba a sentir que algo empezaba. Los ojos de Karina observaban a Kazel y la mirada de esa bella mujer hacía sonrojar al hombre del caluroso desierto. Kazel era como el Sol y Karina como la Luna. Había una atracción y ambos lo sabían. La noche se animaba, pero esto tan solo era el inicio del festival de invierno y muchos otros eventos iban a tener lugar.
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[Capítulo 3] El conflicto entre regiones: La guerra a tres bandas
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Era la hora de terminar el baile y de empezar el primer evento esperado del festival. La música paró y los lugareños dejaron de bailar para sentarse a una cierta distancia del fuego; lo sabían muy bien, era la hora de que el maestro anciano de Zélida hiciera su aparición.
Karina cogió de la mano a Kazel y lo llevó a una zona elevada de la plaza en forma de escalinata para que pudieran apreciar el evento que iba a dar lugar. Eevee, despidiéndose con la cola de los amigos que había hecho se fue detrás de Kazel que ya estaba sentado junto a Karina en la escalinata. Dio varios brincos mientras subía la escalera y se refugió sobre las piernas de su amo. De repente, se dividió en dos la gran multitud de gente que había en la plaza para dejar pasar al viejo anciano que iba acompañado con personas de diferente vestimenta.
- Mira Kazel, está a punto de empezar la obra. –Le dijo Karina mientras apoyaba su cabeza en el hombro de Kazel. – Ése de ahí es el gran anciano de Zélida.
- ¿Actores? ¿El evento para ésta noche es una obra de teatro? – Preguntó Kazel.
- Exacto Kazel, de hecho, cada año es así. Se adornan las calles y la gente baila, come y ríe. Entonces, por la noche, alrededor de la fogata, empieza una obra dónde los actores interpretan las leyendas que el anciano cuenta en voz alta –Pausó. – Cada año que vengo miro la misma obra. Me gusta mucho el festival. –Sonrió.
El anciano se puso delante del fuego y los actores de la obra se pusieron en los márgenes del fuego para preparar el evento de la noche. El anciano, llevaba un ropaje con pieles y adornado con plumas de color. Su cabeza estaba calva y su frente y sombra de ojos se habían adornado con un par de líneas de pintura facial azul y blanca y sus labios estaban marcados de color azul. El anciano llevaba un largo bastón adornado en el cual se apoyaba con una mano. Dicho bastón era delgado, de color dorado y tenía una empuñadura en forma redonda. El anciano dio un paso al frente, dio un golpe con la punta de su bastón al suelo y se puso a hablar.
- Bienvenidos a Zélida. – Empezó el anciano. – Veo que hay varias caras nuevas y espero que todas ellas estén disfrutando del festival tanto como los lugareños que llevamos años haciéndolo. Esto no hubiera sido posible si no hubiera terminado el conflicto entre regiones. Como ya sabrán ustedes… -Dijo mientras alzaba la mano con la palma abierta señalando a los espectadores. – Serpentina siempre fue una región hostil y conflictiva. Nuestra región pese a formar parte de la gran isla Iris, tenía unas costumbre propias y, a diferencia de Taronte o Catelania, nosotros no queríamos compartir nuestra cultura.
El viejo avanzó otro paso. Tenía a los espectadores en el bolsillo. Entonces, los actores de la obra se dividieron en tres grupos y ocuparon el centro de la plaza. Cada grupo era distinto respecto a los demás y usaban pinturas faciales y ropajes diferentes. El primer grupo, con pinturas faciales se habían bronceado la piel y llevaban unos ropajes muy livianos; el segundo, tenía los pelos teñidos de color rubio y los ojos sombreados de rojo; y el tercero, ostentaban unos largos abrigos y con sus caras pintadas con las misma pinturas y formas que el viejo anciano. El anciano continuó narrando.
- Las diferencias entre las tres regiones eran evidentes; Taronte, la región del sol y el desierto; Catelania, la región de las flores y los arboles; y Serpentina, nuestra región, con su clima frío y su relieve montañoso. – Dijo el anciano mientras señalaba cada grupo con el pomo redondo de su bastón. – Las diferencias se convirtieron en discriminación, la discriminación en conflictos y los conflictos en odio y dolor que acabaron afectando a una gran multitud de personas.
Cada grupo liberó a sus pokemon y se pusieron a interpretar una ardua batalla. Ambos, actores y pokemon estaban bien coordinados. Se podía apreciar que la obra había sido bien diseñada y organizada. Ataques de hielo, rayos eléctricos, lanza llamas, chorros de agua… una gran cantidad de movimientos bien coordinados dignos de cualquier concurso pokemon. Los movimientos eran bellos y refinados y todos los representantes de la obra actuaban de una manera asombrosa. Los niños se animaban y la muchedumbre los seguía. Le gente aplaudía y se impresionaban de tal función.
Entonces, de entre el público, unos hombres con capa se descubrieron y se unieron a la función. Eran actores de la misma función que, sin que el público se hubiera dado cuenta se habían mezclado entre los espectadores. De ese grupo de actores salieron varios con tambores y empezaron a hacer sonar una estruendosa marcha militar. Kazel, que se había asustado por un momento ya que uno de ellos estaba justamente sentado a su lado, recobró la postura y miró a su alrededor. Los actores que salían de entre el público representaban la misma región y aquella sonata militar la conocía muy bien. “Taronte” - pensó.
Los nuevos actores que habían salido de entre el público se añadieron al grupo de la gente del desierto. Con esos refuerzos era muy claro quién vencería la batalla entre las tres regiones. El anciano continuó.
- Serpentina y Catelania nunca podrían ganar la guerra. –Dijo el anciano señalando a los actores que representaban Taronte. – Taronte, con su gran ejército demostró que era la principal fuerza en toda la isla. El final de la guerra parecía cerca y Isla Iris ya tenía a un vencedor. Pero entonces… ¡Algo inimaginable ocurrió! – Exclamó alzando el bastón con las dos manos.
En ese momento, los actores que representaban a los hombres del desierto empezaron a dar vueltas entre ellos y a separase en grupos para volverse a unirse y otra vez separar. Sus movimientos eran confusos. De entre ellos uno se acercó al público y sacó una daga para que todo el público lo viera. De repente, los actores pararon el combate y dejaron parte de la zona de interpretación libre. Entonces, otro de los hombres del desierto también se dirigió hacía el público. Éste era algo diferente, además de tener ropajes parecidos a los hombres de la arena ostentaba una corona de joyas y se adornaba los hombros con unas plumas rojas y doradas.
- No puede ser, es… – Dijo Kazel impresionado.
Karina miró a Kazel. Ella sabía que Kazel, al igual que la mayoría del público, había reconocido el papel que interpretaba aquel actor. Era el mismísimo príncipe del desierto, el heredero del trono de Taronte. Entonces, sin previo aviso, el actor que se había presentado con la daga anteriormente representó hacer una cuchillada en la espalda del príncipe y con el príncipe en el suelo, el asesino salió del espectáculo. El público se sorprendió y el anciano siguió narrando.
- Sin previo aviso, las gentes del desierto fueron traicionadas por su propia gente. Un régimen hostil que conspiraba contra la realeza empezó un conflicto interno en Berial, la capital de Taronte. – Dijo el anciano con un golpe de bastón y, acercándose al cuerpo del príncipe, añadió: - El príncipe, que estaba al cargo de la capital mientras el rey dirigía su ejército en la frontera, no pudo percatarse a tiempo. Su vida terminaba en dicho golpe de estado.
Entonces, los actores que representaban a Taronte recogieron el cuerpo del fallecido príncipe y salieron corriendo de la plaza. Dejando un gran vacío en la obra. Kazel, entendía perfectamente lo que representaba todo aquello. Pese a que el anciano continuara narrando no hacía falta escuchar para saber la historia.
Kazel lo sabía muy bien; conocía perfectamente que las tropas de rey regresaban a la capital dejando así la guerra para terminar con los conflictos internos. Esa historia la había escuchado mil veces, la familia del rey y la población de Berial fue asesinada cruelmente para cuando el rey llegó a su hogar. El rey, pese a que tenía el corazón roto fue capaz de recuperar la capital pero a causa del desgaste que le provocó el viaje perdió muchos hombres para recuperar su ciudad. La traición del régimen anarquista provocó una gran cantidad de muertes y debilitó la fuerza del la comunidad del desierto.
- La guerra, que parecía haber terminado volvió a su terrible curso. Solo que esta vez sería una guerra cara a cara, región contra región, ¡Serpentina contra Catelania! –Gritó el anciano mientras daba un duro golpe con el pico de su bastón.
- ¡Mira Kazel! – Exclamó Karina mientras señalaba un lado de la plaza.
De aquel lado empezaron a surgir actores que representaban refuerzos de Serpentina. Al mismo tiempo, en el lado contario de la plaza, surgían las de Catelania. Eran los actores de Taronte, que se habían cambiado de ropas y maquillaje para interpretar su papel como refuerzos de cada lado. Una nueva etapa del conflicto iba a tener lugar.
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[Capítulo 4] El conflicto entre regiones: La leyenda de Yelos e Ikari
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Los actores volvieron a liberar sus pokemon y a interpretar una lucha. Serpentina contra Cantelania. Norte y Sud. Los actores y pokemon iban cayendo al suelo. El espectáculo era asombroso y el público se impactaba con aquel enfrentamiento tan igualado. Entonces todos los actores acabaron el suelo. Ambos bandos estaban al límite. Entonces, en ese mismo instante, un actor de cada bando fue hacia el centro de espectáculo.
A diferencia de los otros soldados que iban cambiando de rivales, esos dos personajes se habían enfrentado cara a cara en cada confrontación. El público sabía que ellos eran diferentes y que su papel era mayor en la historia. Ambos llevaban una capa y unas plumas de colores vivos en la cabeza. El soldado de Catelania tenía el pelo teñido de rubio y usaba unas lentillas azules. En su cara había una cicatriz en forma de cruz en la mejilla y llevaba unas prendas de un color rojizo y unos guanteletes. En cambio, el oponente de Serpentina tenía el pelo de color azul oscuro y unos ojos verdes como las esmeraldas. Al igual que el anterior, éste tenía una cicatriz, pero en este caso en la frente, cortándole una ceja. Éste, llevaba unas mallas de plata debajo de su abrigo en forma de aros y una liviana armadura que le salía del cinturón con un texto en símbolos grabado en la misma. El anciano continuó narrando.
- El enfrentamiento era igualado y ambos bandos habían perdido una gran cantidad de tropas. Aún así, ninguno paró ya que sabían que la victoria de uno representaría la derrota completa del otro. En ese mismo momento dos héroes de guerra aparecieron. –El anciano blandió su bastón y con el pomo señaló a los dos luchadores que se habían presentado anteriormente. – Ellos eran Yelos e Ikari los héroes de cada región y en ellos se decidiría el vencedor de la confrontación.
Entonces el actor que representaba a Yelos se acercó al personaje que interpretaba a Ikari y ambos se dieron la mano. Se voltearon, dieron varios pasos hacia atrás formando una línea entre ellos y se volvieron a girar para verse la caras. El ambiente estaba muy tenso.
- En ese mismo instante Yelos le hizo una oferta a Ikari. – Dijo el Anciano. – Yelos quería terminar la guerra y le propuso a Ikari un enfrentamiento final entre ellos. Lo que quería era no inmiscuir a ambos ejércitos y evitar de esta manera más muertes. Ikari, que sabía que la guerra debía terminar aceptó. Ikari y Yelos, que habían mantenido combates a muerte cara a cara desde el inicio de la guerra ahora se enfrentaban en una simple competición. En la montaña más alta de la frontera ambos ejércitos esperaron que el combate terminara – pausó. – El reto consistiría en un combate pokemon. Con tan solo uno. Solo el que hubiera entrenado con las mejores técnicas y supiera cooperar mejor con su pokemon ganaría el combate…
Ambos, Yelos e Ikari hicieron que su pokemon diera un paso al frente. Yelos tenía un Arcanine y Ikari un Ninetales. Kazel se sorprendió, nunca había visto aquella especie. Eran pokemon gigantes, no como su pequeñín Eevee. Ambos eran enormes pero diferentes en cuanto a aspecto.
Arcanine era una mezcla entre perro y león y tenía dos pelajes; uno que cubría el cuerpo de color naranja con rayas negras y otro que sobre cubría el pelaje anterior como si fuera una nube pero de un color mucho más claro. Su apariencia era majestuosa. Por otra parte, el Ninetales era parecido a un zorro y su pelaje era de un claro color dorado. Dicho zorro tenía 9 colas y cada una de sus puntas era de un color más intenso que el pelaje. Los ojos de Ninetales tenían un bello brillo de rojo rubí; “Ambos parecen divinidades” – Pensó Kazel.
Entonces empezó un combate pokemon entre ambos. Arcanine corrió hacia Ninetales a una velocidad increíble. Era extremadamente veloz. Antes de que fuera golpeado, el Ninetales dio un salto en el aire. Fue majestuoso; por unos momentos parecía que pudiera volar por el cielo. Entonces, desde aquella altura, el Ninetales saco varios proyectiles de fuego hacía la posición de Arcanine. Aun así, aquél enorme canino las pudo esquivar con su norme agilidad y preparar un rápido ataque esperando la caída de Ninetales. Arcanine fue a por el Zorro y éste rechazó el ataque usando la cabeza.
¡El golpe fue tan demoledor que lo oyeron hasta los espectadores! Era todo un espectáculo. La obra parecía tener al fin un desenlace, pero ambos pokemon estaban igualados. Entonces, tras el golpe entre aquellos enormes cuerpos ambos fueron desviados cada uno a una dirección. Los pokemon se levantaron. Ikari corrió hacia Ninetales y Yelos hacía Arcanine.
- Arcanine ¡LLAMARADA! – gritó Yelos.
- Ninetales ¡LANZALLAMAS! – gritó Ikari respondiendo a Yelos.
Ambos pokemon empezaron a gruñir y de sus fauces una bola de fuego se empezó a formar. Entonces ambos rugieron con un estruendo y de ambos salió un cañón de fuego. Ninetales lanzó un chorro de fuego inmenso y Arcanine un inmenso proyectil de llamas en forma de asterisco gigante.
Ambos ataques se encontraron y hicieron una gran explosión. Fue asombroso, en un instante la plaza se iluminó y la onda expansiva hizo que el viento hiciera empujar a los espectadores hacia sus asientos. Fue tal la luz del encuentro que dejaba de banda la oscura noche que acompañaba el festival.
El encuentro había terminado. El público, mientras una gran parte intentaba recobrar su sitio, miraban el escenario que se había llenado de una neblina que mantenía el suspense sobre quién había sido el vencedor. La neblina se despejó y en su lugar, Yelos montado en su arcanine.
- ¡Mira kazel! – Le dijo Karina mientras señalaba a Yelos.
- Impresionante… - Kazel estaba sin palabras ante el espectáculo pirotécnico que había tenido lugar esa noche.
Ya con la neblina disuelta. Ikari, que había perdido fue en dirección a Yelos. Ikari, apenas se podía mover representando así que el encuentro había terminado con sus fuerzas para continuar. Avanzo paso a paso hacia Yelos y éste bajó del lomo de su pokemon y esperó a Ikari. Entonces, ya uno en frente del otro, Ikari se arrodilló y le entregó su puñal. Yelos cogió el puñal y, en vez de usarlo para rematar la tarea, lanzó el puñal al suelo y le tendió la mano a Ikari. Tras una pausa, Ikari cogió la mano de Yelos y se levantó.
- ¡Uah! – Gritó un niño de entre el público.
Ante aquel desenlace de esperanza y sin violencia el público estremeció y gritó. Una gran multitud de gritos de apoyo galardonaban a ambos héroes. El combate había sido fantástico y el desenlace digno de la leyenda de los dos héroes. El público estaba eufórico y aplaudían con toda la fuerza de sus manos. Tal eran los aplausos que parecía que se hubiera soltado un petardo de cadena por el escenario. Los actores se reunieron y hicieron una reverencia y el anciano se dirigió hacía el público.
- Después de tantos años la guerra tenía un final. Yelos venció a Ikari – El anciano dio otro paso al frente y continuó…. – Debido a la experiencia de los años de odio entre regiones se decidió no tomar represalias y no hacer pagar a nadie por los daños. En su lugar, Yelos le tendió la mano a Ikari y éste aceptó. Ikari, que era un buen hombre decidió colaborar en la restauración de ambas regiones. Taronte, a su vez, recuperó su estabilidad y de esta forma las tres regiones volvieron a tomar una época de paz.
El viejo se apoyó en su bastón y miró al público. Estaban todos muy emocionados y, antes de que se fueran el anciano quería transmitir su mensaje, al igual que cada año. Karina agarró por el abrigo el brazo de Kazel para que pusiera atención a las palabras que ese fuerte anciano iba a decir para terminar el evento.
- Seamos de dónde seamos todos compartimos ésta bella e inmensa Isla. La historia de Yelos e Ikari ha ido cambiando con los años pero lo que ellos quisieron transmitir me gusta pensar que aún está vivo en todos nosotros. Yo siempre he creído en éstos héroes desde que era un niño hace ya unos miliares de años. – Bromeaba el anciano de poco más de cien años, que no son pocos.
- ¡Usted aún es un jovencito! – Bromeaba otro espectador.
- Bueno… a lo que iba – Continuó. – Me gusta interpretar ésta obra cada año y no es solo por amor al arte. Me gusta reunir gente nueva y caras de otras regiones. Viendo a los espectadores puedo alegrarme de que los héroes de antaño han conseguido mantener la idea que ellos más deseaban: las tres regiones juntas, cooperando y ayudándose entre sí, conociéndose, relacionándose y hasta amándose.
Las palabras del anciano fueron muy emotivas. Los más sensibles entre el público soltaron alguna que otra lágrima. Y las parejas y familias se abrazaron.
- Yo tan solo era un niño cuando todo aquello ocurrió. Vi personas que se iban y no volvían y familias llorar por sus seres queridos. Para que la oscuridad no vuelva, los habitantes de la luz debemos permanecer unidos.
Kazel no comprendió la totalidad de aquellas palabras pero pudo hacerse una idea del sentimiento que aquel hombre curtido en años quería transmitir. El público aplaudió y la fiesta continuó hasta la hora de irse a dormir. El primer día de aquellas fiestas había terminado pero el festival de invierno no hacía nada más que empezar…
* * *
[Capítulo 5] La noche del Festival
* * *
* * *
Era de noche y Kazel acompañaba a Karina hasta el lugar que esa hermosa joven se hospedaba. Desde que había llegado a Zélida todo había sido maravilloso para el hombre del desierto. Había descubierto un lugar nuevo y conocido a una bella chica con la que había paseado por la ciudad, bailado y disfrutado de una obra de teatro espectacular. El joven Kazel había disfrutado de la mejor forma el festival y se sentía lleno de alegría.
Ambos iban por una cálida y estrecha calle iluminada del festival cogidos de la mano. Las manos de Karina eran suaves y la chica abanicaba un agradable perfume con su cabello azul oscuro. Karina tenía una belleza única, su piel era blanca como la nieve y sus ojos eran de un color azul claro. Debido al ambiente los mofletes de la chica habían ganado color y tornado algo rojizos. La joven se giró notando que Kazel se había quedado como un pasmarote mirándola. Sonrió y siguió como si nada. Kazel, que vio la sonrisa de la chica hizo lo mismo y siguió el ritmo de los pasos de Karina.
- ¡Mira Kazel! ¡Es aquí! – indicó.
- ¿Eh? – pensó Kazel en voz alta.
No tuvo problemas para identificar aquél lugar.
- ¿La vieja posada? – pausó. – Karina, yo también me hospedo aquí – Dijo Kazel impresionado por tal casualidad propia de los cuentos de hadas.
- ¿A sí? ¡Qué casualidad! Entonces conocerás a mi abuela. Ella es la propietaria. Cada año, para las festividades me deja una buena habitación con…
- …vistas de toda la ciudad – Continuó Kazel impresionado. – Yo he cogido una de esas habitaciones.
- ¡Oh! … ¿Sí? Pues mira que son caras – Dijo mientras le golpeó con el índice en el pecho. - ¿En qué habitación estás? Yo estoy en la tercera. La que tiene la puerta azul y está adornada con un tablón de madera con el dibujo de las bayas meloc. ¿Y tú?
Kazel contestó y siguieron hablando hasta llegar al portal. A partir de ahí permanecieron en silencio hasta llegar a la habitación del joven.
- Buenas noches Karina.
La joven no dijo nada. No respondió. Se quedó parada, mirándole con sus ojos de aquél azul tan brillante y hermoso. Karina dio un paso y se acercó a Kazel como si le fuera a susurrar algo. Entonces le dio un beso en la mejilla. Los labios de Karina eran suaves y fríos.
Kazel se sonrojó y Karina dio un paso atrás. Ella sonreía con esos pequeños labios y también estaba algo sonrojada.
- Buenas noches Kazel – Se fue. Volteó la esquina del pasillo y desapareció.
El hombrecito se quedó parado en medio del pasillo como una estatua, dio un giro como un robot y articuló para abrir la puerta de su habitación. Ya con la puerta abierta, dio un paso, la cerró y dio tres pasos hacia el centro de la habitación. Ahí se recogió de piernas y volvió a ponerse de pie de golpe como si hiciera una celebración. El movimiento fue tan rápido que asustó de golpe al pobre Eevee que se había quedado dormido hacía rato en su abrigo.
- Oh ¡Perdona Eevee! Jajaja.
Eevee salió del abrigo, saltó al suelo y dio unas vueltas por la habitación. Mientras tanto Kazel bailo como si se tratara de un mankey en celo. El eevee, se paro en una esquina de la habitación observando las burradas que hacía su entrenador. Kazel se sentó delante del respaldo de la cama apoyando en él su lomo. Cruzó las piernas y llamó a Eevee para que viniera. El pokemon fue hacia su entrenador tranquilamente y se aposentó entre sus piernas cruzadas.
- A veces me gustaría ser un pokemon. Qué cómodo vives.-Dijo Kazel mientras empezó a acariciar al ser vivo que se refugiaba entre sus piernas de forma tan relajada.
- Ivi… - Aulló el pequeñín.
- ¿Te gusta Karina? Es muy guapa, ¿No crees?
- Ivi- repitió con ese bonito sonido.
- A mí me gusta. ¿Tú crees también le gusto yo?
- ¡Ivi! – Aulló con fuerza.
- ¿Tú crees?
- ¿Iviii? – Repitió el pobre Eevee confuso.
- “Ivi”, ”Ivi”, ”Ivi” ¿Solo sabes decir eso? – Dijo Kazel bromeando mientras sonreía.
No parecía que el pokemon fuera a ponerse hablar. Eevee que miraba a su entrenador con sus brillantes ojos parecía intenta entender lo que su entrenador le quería decir. El solo veía lo que era el rostro de su amo, rojo como una baya tamate y con una alegre sonrisa de oreja a oreja.
Entonces Kazel cogió al pequeñín y lo dejó en el suelo para poder levantarse. Se dirigió hacía la ventana y la abrió. Entonces miró a fuera. Subió un pie al marco de la ventana y con el impulso del otro se sentó en el mismo marco apoyando el trasero en él y los pies en las tejas del plano tejado. El marco de la ventana era de mármol y era bastante amplio como para que cupiera de lado. Eevee se sumó a observar la noche, dio un salto a la mesa de noche y en ella se impulsó con otro brinco hacía el borde de mármol de la ventana. Kazel recogió al pequeño y lo puso dentro de su abrigo para que no tuviera frio.
Zélida de noche era muy hermosa, las antorchas iluminaban las calles y hacían de ello una red inmensa de luces. Las casas terminaban en la montaña, la misma que cubría con su techo parte de la ciudad. Aquella ciudad, que dormía en la boca abierta de una extraña montaña era majestuosa. El techo de la montaña era perfecto ya que cubría a Zélida del gélido aire del norte y daba una gran visibilidad del cielo.
- Mira Eevee. El cielo está lleno de estrellas – Dijo Kazel con una sonrisa. Es como en Berial, ¿Te acuerdas de aquellas noches llenas de estrellas? ¿De aquellos cielos iluminados? Estamos lejos de casa sí, pero las estrellas nos acompañan.
Eevee aulló mirando la Luna. Kazel sabía que su pokemon tenía una forma de ser muy característica. A ese pequeñín desde que nació le encantaban las estrellas. Cuando ve el cielo estrellado se queda ensimismado. Una cosa que le fascinaría al joven sería poder preguntarle qué opina Eevee sobre las estrellas. Es algo tonto, pero a Kazel le hacía ilusión pensar en hechos relacionados con el tema. “¿Qué sienten los pokemon realmente hacía los humanos? ¿Qué piensan ellos sobre el mundo? ¿Si pudieran hablar que sería el primero que dirían?” cuestiones que se planteaba el joven hombre del desierto y al cuál le emocionaba pensar que algún día serian respondidas.
- Ay Eevee. Me alegro que me acompañes en este viaje.
El joven se apoyo con una mano en el marco de la ventana y con la otra acarició otra vez al pequeñín. Entonces, de repente se oyó una voz femenina.
- Que tierno eres hombre del desierto.
Era Karina que venía por el tejado apoyando ambos brazos en la pared. Parecía una flor delicada y Kazel se levantó a ayudarla para que alcanzara el marco de su ventana. Karina puso una mano en marco y se sentó.
- He escuchado el aullido de Eevee y me he asomado para ver lo que pasaba.
Hubo un momento de silencio. Ambos no sabían que decir. “¿¡Un momento!?” – Pensó Kazel. “¿Podría ser que Karina estuviera realmente enamorada de mí y viniera a visitarme por la noche?”. Volteó la cabeza mirando al lado contrario para ocultar su sonrisa un tanto pervertida y su sonrojada cara digna de una roja baya tamate.
- Oye… – Dijo Karina dulcemente.
Kazel se giró y observó a aquella chica que por suerte del destino tenía tan cerca de él. La pálida piel de esa hermosa chica de pelo azul marino se había vuelto rojiza. Karina estaba sonrojada ¿Podría ser que…?
- Dime… – Dijo Kazel.
Karina miró las estrellas, sonrió y le dijo:
- ¿No tienes frío? – Y entonces le tocó el brazo: – ¡Oh! ¡Estás ardiendo! ¿Todos los hombres del desierto sois así? – Rió.
La belleza de la joven era digna de una princesa, es más, de una divinidad. Kazel alzó el dedo índice un instante para indicar que le esperara por un momento y se fue dentro de la habitación. Eevee se quedó en el tejado y Karina lo cogió.
- No vayas a tener frio tu también Eevee. – Dijo dulcemente.
Entonces, de repente, un edredón cubrió a Karina. Era Kazel, que había cogido el suyo para que la joven no pasara frio.
- Ponte esto, no vayas a coger frío. ¿Te gusta?
- Es muy cálida – respondió Karina sonrojada.
Kazel se volvió a sentar en el margen de la ventana junto a Karina y la joven se cubrió con la manta. Entonces la joven le dio la manta a Kazel para que también la usar y después se apoyo en su hombro.
- Las estrellas de invierno son muy bonitas – Pronunció Karina. – Me encanta el invierno.
Entonces, Kazel con un brazo abrazó a Karina, que seguía con su cabeza apoyada en el hombro de Kazel. Entonces, la joven se deslizo sobre el mármol y cogió el brazo que le abrazaba. Kazel sonrojado se quedo mudo. Ambos, que se veían como una pareja enamorada, se quedaron en la ventana un buen rato, guarnidos con aquella cálida manta y con los pies sobre las tejas del tejado del piso de abajo.
- ¿Mañana también te gustaría acompañarme durante el festival? – preguntó la joven.
Kazel miró aquella chica que esperaba una respuesta y afirmo moviendo la cabeza hacia abajo y cerrando los ojos. Eevee aulló.
- Me gusta la tranquilidad de la noche – Pronunció Karina. – Es bonito ¿No crees?
- A mí también Karina. – respondió.
Ambos entraron en silencio. Se miraron. Pero no hablaron. No sería hasta la hora de dormir hasta que volvieran hablar, en ese caso, para despedirse. Pero la noche era larga y ese silencioso ambiente; muy agradable.
* * *
[Capítulo 6] La alegría del invierno
* * *
* * *
Kazel notó una brillante calidez. Una semilla de oro brotaba como una bonita flor en el horizonte. Era el sol, cuyo esplendor iluminaba la inmensa ciudad de Zélida por la mañana. Los rayos de luz penetraron en la habitación de Kazel a través de la ventana y, como si de una linterna se tratara, enfocaron la cama donde él se acostaba.
Kazel abrió los ojos con pereza y miró al techo. Era un color beis bastante relajante pensó. Entonces recordó la noche con Karina y se sonrojó. Estaba feliz. En aquel momento, desde la misma posición encima de la cama, movió la pierna para estirarse y así desentumecerse. Al hacerlo le dio una floja patada a una bola de pelos. Se trataba de Eevee el cual se había quedado dormido con él. El pokemon se despertó bajo la manta y al no reconocer donde se encontraba se dirigió hacía la almohada dónde reconoció el rostro de Kazel entre los rayos de luz.
- Bueno días Eevee.
Entonces recordó que Karina le había dicho de volver juntos al festival. Se levantó y se puso manos a la obra; se duchó y cambió la ropa. Pensó que quizás Karina ya se hubiera levantado y estaría esperando en el pasillo. Como el día parecía que iba a ser cálido cogió un abrigo más fino y unos pantalones menos invernales. Después, abrió la puerta y volteó la cabeza para observar si Karina estaba en el pasillo.
Nadie. El pasillo estaba completamente vacío. Kazel pensó en bajar a recepción y hablar con la abuela de Karina, la propietaria, para preguntarle si Karina ya había salido de su dormitorio. La abuela se encontraba en la entrada con su escoba limpiando. Tenía un moño recogido por un palillo, el pelo blanco y los ojos de un azul parecido al de su nieta. Sus cejas, algo caídas, hacían de ella un rostro amable.
- Disculpe… – pronunció Kazel.
- Dime joven – contestó la abuela. – ¿Qué quieres?
- Eh… – dijo mientras pensaba sus palabras. – ¿Sabe si Karina ha salido? Soy un amigo suyo.
- ¡Oh! ¿Un amigo de Karina? – exclamó la anciana. – Pues que yo sepa no. Debería estar en su habitación.
Kazel le dio las gracias y se volteó para subir otra vez las escaleras pero al dar un paso la anciana le volvió a dirigir la palabra.
- ¿No eres de por aquí verdad? – tartamudeó la anciana. – Tienes la piel muy bronceada. Muy colorida para ser de ésta región.
- Soy extranjero señora. De Taronte, la región del desierto; ahí todos somos así.
- Qué amigo más curioso se ha hecho la niña, un hombre del sol – añadió. – Ve arriba joven, Karina debe estar esperándote – sonrió.
La abuela parecía ser una persona cálida, amable y bastante familiar. Kazel, le dedicó una sincera sonrisa y volvió a subir para ir a la habitación de Karina. Cada paso hacía dicha habitación se traducía en pequeños gruñidos de la vieja madera del suelo.
- ¿Eres tu Kazel? – era la voz de Karina, detrás de la puerta.
- Sí. Soy yo, Kazel.
- Pasa, está abierta – respondió la joven.
El hombrecito giró el pomo, abrió la puerta y entró en la habitación. Era una habitación espléndida igual que la suya, con vistas de toda la ciudad y muebles de todo tipo. Era algo más estrecha pero estaba impregnada de la misma fragancia que la joven usaba. Kazel había mirado a su alrededor pero no había avistado Karina. Ésta entonces, asomó la cabeza desde el marco de la puerta del aseo y le indicó con el índice que en un momento ya salía.
Salió de inmediato, vestida de camisón blanco como si de una hada se tratara. Kazel, apartó los ojos, avergonzado. No podía tratar de hablar con ella cara a cara porque su mirada hacía los senos se dirigiría.
- Gírate un momento Kazel que me cambio de ropa.
Kazel se giró y cerró los ojos. Hecho que le ponía un tanto más nervioso al recrear mentalmente la hermosa figura de la joven. Se puso rojo como un tamate y del cansancio se apoyó a la pared.
- Ya he terminado – dijo Karina. – ¿Eh? ¿Te encuentras bien? Pareces cansado.
- No pasa nada… – respondió contento.
Kazel y Karina se despidieron de la abuela y salieron de la posada para dar pie a un paseo juntos por la ciudad de buena mañana. Eevee, como siempre, se escondió dentro del abrigo de Kazel sacando el rostro por el cuello del mismo. Karina le guiaba el camino y le contaba historias sobre la ciudad. El viejo Jazino de la taberna, el disparatado doctor Semaina y sus extraños inventos o la joven peluquera Netsune loca de las tijeras y soltera amante de los hombres propios de cuentos de hadas.
A mida que iban visitando la ciudad Kazel veía una parte de Karina que no conocía; sus amistades en la ciudad y su verdadera forma de ser. Era una chica amable y dulce, sin problemas para hablar con todo tipo de gente extraña o desconocida. En resumen, una chica mucho más sociable y extrovertida de lo que su delicada apariencia escondía. Sin darse cuenta Kazel y Karina habían llegado a uno de los puntos más elevados de la ciudad, en el pie del techo de la montaña. Desde ahí se podía apreciar los cálidos rayos de luz y el horizonte como un eje que marcaba la dirección de las lejanas montañas.
- ¿Has escuchado la leyenda de Zélida, Kazel? – preguntó la joven.
- Mmm, creo tener un libro en la habitación, me gusta leer pero con tanto movimiento no he pensado en ello.
- Te explico Kazel, se trata de la leyenda sobre el origen de Zélida, ésta ciudad; la mismísima capital de la región de Serpentina.
Karina cogió la mano de Kazel y se sentó en el borde de una roca de la montaña pidiendo al joven que la acompañara. Eevee, por su parte, salió del abrigo y estiró sus patas para dar unas vueltas y después volver. Karina, con la palma, tapó el sol y continuó.
- Era una noche intensamente oscura y una gélida corriente de aire congelaba todo aquello que permanecía en la montaña. Entonces, en la misma montaña una explosión enorme tuvo lugar. Dicha explosión partió la montaña dejándola en forma de luna menguante. Se dice que después de que la neblina se disipara se logró distinguir a dos gigantes pokemon uno negro y otro blanco, ambos dragones. El pokemon negro permaneció en la oscuridad de la noche mientras que el gigante blanco se paró delante de él, bajo la luz de la luna. Era un dragón de más de 3 metros de altura, recubierto de un plumaje blanco y con unos ojos azules y brillantes. De su cabeza le salían un par de nubes y sus alas se abrían de forma angelical. El pokemon negro desapreció y después el blanco tras un destello azul. Nunca más se supo de ambos – pausó, tomo aire y continuó marcando lo que decía con las manos. – Ambos desaparecieron pero en su lugar dejaron una extraña montaña en forma de luna. Eso es Zélida, una ciudad en el interior de una montaña en forma de luna menguante gigante. Seguro que te habías fijado Kazel – añadió Karina sonriendo.
- Zélida está ubicada de una forma interesante sí. En el borde de la montaña, goza del techo, pero está al aire libre.
- Exacto, la montaña es un escudo para el natural viento del norte y las nevadas pero recibe de pleno el cálido aire del sud y deja pasar los rayos del sol por la mañana. Se dice que aquél pokemon dio origen a ciertos rasgos en nosotros, los habitantes de Serpentina, ya que ambos somos de piel blanca y ojos azulados.
- Es una historia muy hermosa – sonrió Kazel.
- Me alegro que te guste Kazel – dijo y, acto seguido, apoyó su cabeza en el hombro del joven.
- Mucho – añadió Kazel. – ¿Se supo algo más sobre aquellos pokemon? – preguntó.
La joven lo negó con la cabeza. Y continuó apoyada en Kazel. Él la abrazo y estuvieron un rato mirando el horizonte sin decir nada. No hacía falta. Entonces Kazel rompió el silencio.
- ¿Te gusta alguien Karina?
Karina se sobresaltó, se sonrojó como un tamate, se volteó juntó las puntas de los dedos y se quedó callada. Estaba algo nerviosa, un hecho poco común en ella.
- Eeeh… ah… ¡No me preguntes esas cosas así! – exclamó avergonzada. – Eh… ¿Y tú?
- Eh ¿Yo? – respondió. – ¡Eso no vale! Yo te pregunte primero… – silenció.
- Eh… ¡Tengo sed! ¡Vamos!
Y ahí terminó el tema.
Bajaron la cuesta y entraron en el barrio viejo propio de la ciudadela. En una de las callejuelas de piedra había una gran cantina y entraron un momento para ver como era. Era algo rústico pero estaba lleno de gente y había buen ambiente. Kazel y Karina, cogidos de la mano, llegaron a la barra y pidieron algo para beber. Entonces, ya sentados en la barra, Karina le agarró del brazo del abrigo para llamar su atención. La joven desvió la mirada hacia las otras personas del local. Kazel se dio cuenta. Miró alrededor. Todos les observaban. Entonces acarició el brazo de Karina y le dijo.
- ¿Se nota mucho que no soy de aquí, eh? – sonrió.
- Bueno, estás algo bronceado y colorido – le rió la joven.
Kazel tomó una cerveza y Karina una clara. Brindaron, apoyaron la jarra en la barra, se miraron y tomaron un trago. Karina parecía muy familiarizada con el tema.
- Karina, ¿Te gustan los bares? – preguntó Kazel un poco brusco.
- ¿Eh? Bueno… verás ¿Ya te dije que vivía sola no? –pausó, apoyó el codo en la barra y colocó su mejilla en la palma abierta de su mano. – La verdad es que a veces trabajo de camarera.
- ¿De veras? – “Quién lo podría imaginar”; pensó. – ¿Por qué?
- Tengo que trabajar en algo. Vivo sola.
- ¿Por qué vives sola? Podrías vivir en la capital, con tu abuela ¿No?
Karina enmudeció. Bajó la mirada hacía la barra y dibujó un círculo con la punta del dedo índice.
- Me gusta mi pueblo. Ahí vivía con mis padres. Ellos ya no están, pero no quiero dejar que mi casa sea de alguien más. No quiero.
- ¿Qué pasó? – dijo mirándola a los ojos.
- Ambos murieron en una tormenta. Odio las tormentas. No las soporto – Karina le devolvió la mirada y continuó. – Mi abuela y tú tenéis razón, esa casa es muy solitaria. Yo lo sé, pero no es fácil. Pero es mi hogar, el recuerdo de mi familia. ¿Cómo es tu hogar Kazel?
El joven enmudeció. Entendía muy bien lo que le decía la joven. Entonces empezó a explicarle sobre su hogar en Berial, la capital del desierto. Era una casa de cemento y barro, con forma parecida a una muela gigante y adornada con todo tipo de tejidos de color. Tenía un bonito balcón de hierro que le permitía una amplia vista desde la altura de Berial.
Descrito su hogar, empezó a narrar sobre su familia. Vivía con una gran familia; sus abuelos, sus padres, sus tíos y con sus sobrinos. Su padre era un profesor de historia bajo y delgado, que usaba un par de anteojos y un gorro llamado turbante. Su madre tenía los ojos verdes como Kazel, era una hermosa mujer madura que se dedicaba al negocio textil junto al abuelo, el cual estaba algo loco y cuya persona soltaba muchas burradas y anécdotas graciosas. La abuela, por su parte, era una experta cocinera al igual que sus tíos. Ellos tres llevaban un restaurante no muy popular pero muy cálido. Para finalizar, sus tres sobrinos eran unos infantes que no paraban de jugar y a los cuáles les encantaban la pirotecnia y todo aquello relacionado con el fuego. Más de una vez Kazel los tuvo que parar para que no incendiaran el hogar. Eran como mankeys salvajes.
- Qué familia más cálida Kazel. Qué suerte tienes. – dijo Karina.
- Por suerte salí a mi madre y no a mi padre. Alto y guapo – presumió Kazel.
- Ay, cómo eres joven del desierto… – pronunció Karina con una bella sonrisa.
Entonces un hombre joven se levantó de una de las mesas. Tenía un sombrero marrón con la corona pinchada. Era una persona algo corpulenta y vestía con un chaleco blanco. No tenía buen aspecto, una barba descuidada y las cejas se le unían en el entrecejo. Hacía rato que no paraba de observarlos de forma molesta. El barbudo puso el brazo entre medio de Karina y Kazel y dirigió su palabra a la joven.
- Hola chavala, me llamo Ingul ¿Quieres que te invite a algo? He visto que te acompañaba éste hombre del desierto y me he preocupado.
- Gracias pero no – respondió Karina.
- ¿Ingul, no? – dijo Kazel. – ¿Te importaría apartarte? – añadió Kazel, pero Ingul le ignoró.
- Enserio belleza, deja a ésta rata. No te conviene. Te llevará a sus extrañas costumbres.
- Por favor, apártate. Ella no quiere estar contigo. – repitió Kazel enfadado y con una mirada intensa.
Ingul se giró y frunció el ceño. Cerró el puño y destrozó de un puñetazo la jarra de Kazel. Entonces gritando le acertó un puño en la cara de Kazel. El joven cayó llevándose los altos taburetes de la barra por encima. Karin apartó con la mano a Ingul para poder pasar y así dirigirse hacía kazel. La nariz del chico sangraba pero no había perdido la consciencia. La gente del alrededor se quedó callada. El débil tabernero, se quedó petrificado, sin decir nada.
- ¿¡Quién te crees mierdecilla de la arena!? – gritó con el puño alzado.
- ¿¡Qué has hecho bruto!? – exclamó Karina. – ¿Por qué lo has golpeado? El tiene razón, estorbas. – dijo mientras hizo un gesto con la mano como si cortara el viento para indicar que se apartara.
- Tranquila Karina, estoy bien. No me lo esperaba – susurró Kazel sangrando.
Ingul golpeó la mesa con la palma abierta. Era un hombre robusto pero ello no intimidó a nadie.
- ¿Quién te crees rata del desierto? Vienes a nuestro territorio y nos arrebatas las mujeres. ¡Serás aprovechado! Por mucho que el viejo os deje acampar a vuestras anchas yo no lo haré.
- ¿Todo es por esto? ¿Por qué es de Taronte? ¿Por eso le odias? – dijo la joven.
Eevee salió del abrigo dando un brinco y se puso en medio de Ingul. El pequeñín gruñó. Ingul se agachó y lo miró. Se levantó y rió fuertemente.
- Jajaja. ¿Y éste pokemon? ¿Tan débil eres que me envías a ésa bola de pelos?
- Eevee, no vayas; déjalo. – dijo Kazel.
Ingul se rió y otro hombre también lo hizo. Se trataban de los compañeros de mesa de Ingul. Eran dos hombres, algo más jóvenes como de la misma edad que Kazel. El que se había reído llevaba un gorro negro de lana y una chupa marrón. Tenía un piercing en la ceja; que estaba cortada y llevaba unas gafas rojas. El otro era más elegante, de apariencia bella y fría; tenía los ojos rasgados y de color azul y el pelo largo azulado de un tono claro. Éste último no rió pero hizo una mueca de superioridad.
Ingul alzó los brazos y junto los puños. Entonces se abalanzó sobre Eevee con la intención de aplastarlo. La madera del suelo se quebró pero Eevee no fue herido. Kazel logró saltar a por él y así evitar que el pokemon fuera dañado gravemente. Ingul se giró para ver a Kazel, que se había puesto a su espalda. A Kazel se le había cambiado la cara; su ceño se fruncía y los dientes apretaba. Con una mirada seria dejó a su Eevee encima de una mesa y se dirigió dando unos pasos hacía a Ingul.
- ¿Qué? ¿Te has hecho daño nenaza? Ven a por mí si tienes huevos. – Dijo Ingul.
Ingul y el hombre del gorro y gafas rojas rieron. Pero el elegante chico rubio que les acompañaba no, él se dio cuenta. El rostro de Kazel mostraba una ira y unas ganas de matar aterradoras. Kazel avanzó hacia Ingul hasta tenerlo cerca. Ingul entonces con su brazo le dirigió un puñetazo bajo hacia las costillas, el cual Kazel paró con su antebrazo apoyado a su mano. Entonces el joven del desierto le asestó un duro y penetrante puñetazo en la caja torácica de Ingul dejándolo al instante sin respiración.
Kazel apretó ambos puños de las manos y le asestó una derecha directa a la cabeza de Ingul pero antes de que éste cayera le propinó una dura izquierda para que se mantuviera de pie. Entonces Kazel no paró y aumentó el ritmo con una serie de puñetazos precisos en la dura cabeza de aquel hombre. Parecía una extrema metralleta asesina. Ingul cayó al suelo, inconsciente. Las manos de Kazel estaban ensangrentadas con la paliza que le había dado.
Fue impresionante, en pocos segundos había tumbado a aquél gigante. Aquél pedazo de cavernícola. Entonces el amigo de las gafas rojas se levantó corriendo para ir en busca de Ingul. Cogió una silla y le apropió otro duro golpe a la espalda de Kazel.
- ¡Argh! – exclamó Kazel que se estremecía de dolor.
- ¡Kazel! – gritó Karina llorando.
Entonces Eevee saltó desde la mesa y le dio un mordisco a aquél hombre que había golpeado a su entrenador. Eevee se abalanzó sobre él y apretó los dientes en el antebrazo. El joven gritó y aún sacudiendo el brazo no se pudo quitarse de encima a aquel pokemon.
- ¡Cuidado Yakin! ¡Detrás de ti! – avisó el compañero de aquellos gamberros.
- ¿Qué dices Zack? – respondió aquel hombre que respondía al nombre de Yakin.
Era Kazel, con un taburete de hierro. Yakin no tuvo tiempo de esquivar el golpe y cayó al suelo. Eevee se apartó y se puso a un lado de su amo. Entonces aquél hombre elegante reconocido como Zack se levantó y fue hacía el. Kazel, de reflejo, agarró el taburete.
- Tranquilo amigo, solo voy a recoger a éstos dos. Impresionante, me dejas sin palabras les has dado una buena paliza – sonrió Zack agarrando a Yakin y levantándolo del suelo.
- ¿Son tus amigos? – preguntó Kazel enfurecido.
- Sí – respondió Zack. Entonces Zack se fue a la barra, ayudando a Yakin a ponerse de pie. Dejó caer unas monedas en la barra y dijo; –por los destrozos.
Ingul estaba vivo pero malherido. Zack cogió un vaso de agua y se lo tiró a la cara. Ingul se despertó, pero desorientado. Le costó ponerse de pie pero lo logró. Tenía la cara magullada.
- ¡Ésta me la pagarás, rata! – gritó sangrando.
- Vámonos Ingul – pronunció Zack.
El local estaba hecho una pena. Kazel cogió a Karina y salió a la calle buscando una zona iluminada por los rayos del sol. Encontraron un banco. Kazel cansado se sentó. Karina le acompañó.
Kazel estaba en mal estado y no paraba desangrar por la nariz. Sacó un trapo y se limpió la cara. Entonces la joven se estremeció y empezó a llorar desconsolada.
- ¡Lo siento Kazel! – pronunció entre llantos. – ¡No pensaba que éstas cosas aún pasaban! ¡Lo siento mucho! – sin parar de llorar.
Kazel no dijo nada, estaba tumbado en aquél banco, disfrutando del sol. Abrió los brazos y agarro de Karina para tirar de ella y abrazarla. Kazel cansado dejo caer su cuerpo sobre el banco dejando a la dulce joven apoyada encima de él. El joven la abrazó fuertemente sin decir palabra. Ambos corazones latían fuertemente uno junto a otro como si de dos tambores entre lazados se combinaran.
- Kazel, yo…
Kazel subió ambas manos hacía las sonrojadas mejillas de Karina. La joven soltó otra lágrima y entonces él cerró los ojos y le besó la mejilla. Karina dejándose llevar respondió. Cerró los ojos. Kazel le dio otro beso en la otra mejilla y levantó el cuerpo. Karina abrió sus dulces labios pretendiendo decir algo pero se silenció. Kazel se retiró la mejilla y se le acercó a la nariz frente a frente de Karina. Sus cabellos se entrelazaron. Kazel cogió de la barbilla a la joven e inclinó la cabeza… la besó.
Los latidos de Karina y empezaron a relajarse dejando de llorar. Los labios de Karina eran suaves y fríos pero su fragancia dulce y bella. Fueron unos instantes mágicos. Kazel recobró la postura.
- No llores Karina. No quiero que lo hagas.
Karina le abrazó. No dijo nada más. Ambos se quedaron callados delante del sol. A Kazel poco le importaban aquellos golpes si tenía a Karina de su lado. Ella era el motivo por el cual alegrarse y no sentir pena. Él no quería pensar en el horror de aquéllos hombres, solo quería pensar en la persona que él más quería de todo aquello, Karina, la chica del festival de invierno.
El incidente cayó en el olvido. Los días del festival pasaban y Kazel y Karina seguían uniéndose más y más. Eran una pareja hermosa y cada día se conocían mejor entre ellos. Ambos sentían muy unidos e iban a todos los eventos juntos. Eran la alegría del festival invierno.
* * *
[Capítulo 7] Declaración de guerra
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- ¡Vamos Kazel! ¡Acelera! ¡Acelera! Nos estamos quedando atrás ¡Jajaja! – exclamaba Karina riéndose mientras galopaba a Kazel.
Era el penúltimo día del festival y por las calles de Zélida centenares de parejas corrían. Entre los participantes estaban Karina y Kazel; ella galopaba en la espalda del joven como si de un ponyta se tratara. Ambos se habían inscrito a un evento de carrera en parejas que consistía en dar una vuelta entera a la ciudad. Kazel era rápido sí, por encima de la media, pero había participantes experimentados en aquel evento.
- ¿Doceavos?...Ah… Hemos quedado doceavos… –pausó Kazel para recuperar el aliento. – Lo siento Karina, he corrido más que en toda mi vida.
- Tranquilo Kazel, doceavo es muy buena posición. Lo más importante es que me lo he pasado muy bien – sonrió y cerró los ojos.
La sonrisa de Karina era preciosa, dientes blancos como la más pura nieve y mofletes coloridos y rojizos. Perder en aquél evento no importaba, lo más propio de ello era participar y disfrutar. Kazel tenía las piernas muy cargadas y estaba agotado y fueron a un banco para descansar.
- Uuah, estoy molido Karina, que cansancio... me muero – pronunció Kazel en plan burlesco alzando una mano mientras con la otra palma se tapaba el pecho.
- Uy, no te mueras ahora, me sentiría muy triste – dijo Karina abalanzándose sobre Kazel para abrazarlo. – Aún no ha acabado el evento, quiero que me lleves hasta la posada, ¡Hasta la posada! – ordenó Karina riéndose y agarrando al joven.
- Bueno, si es por ti, podría hacer una excepción – respondió.
- ¡Gracias señor del desierto! ¡Usted es muy amable! – soltó Karina bromeando.
Habían pasado pocos días desde que se besaron. Con ello habían iniciado una hermosa relación de pareja, iban cada día a los festivales juntos y participaban en todos los eventos que podían. Estaban muy unidos. Kazel siempre bromeaba y Karina le seguía sus bromas.
Karina llegó galopando sobre Kazel hasta la posada. Su abuela, la propietaria, estaba limpiando con su escoba, como de costumbre. Como el suelo se oscureció porque algo le tapaba el sol, la anciana hacia arriba miró. Era Karina, que le tapaba el sol, Kazel debajo de ella, de pie, intentaba que esta no se cayera.
- ¿Pero qué hacéis? – peguntó la abuela sin entender bien lo que pasaba.
Karina cruzo las piernas y los brazos para agarrase a la espalda y cuello de Kazel. Apoyó su barbilla encima de él y rió.
- ¡Hola abuela! Hoy me ha llevado a la carrera por parejas, hemos quedados doceavos, ¿Impresionante eh?
- Karina… me ahogas… – pronunció Kazel dando palmadas con la mano al brazo de Karina declarando que se rendía ante tal agarre de lucha libre.
- Hay estos jóvenes… – dijo la abuela pasándose su mano por la cara.
La abuela era muy consciente de la relación. Sabía que aquellos dos eran una pareja y les veía felices; hecho que no le importaba. Al contrario. Le alegraba ver que su dulce nieta era tan feliz con aquel chico tan decente y bien educado.
Había llegado la hora de acostarse, Kazel estaba muerto de cansancio, en su habitación, sobre su cama. Era de noche. Había pasado un día muy movidito y todo el cuerpo le pesaba, era como si algo gigante se hubiera sentado sobre él y no pudiera levantarse. Estaba exhausto, al igual que Eevee, que dormía plácidamente sobre un sillón que previamente el joven había acompañado con una mantita y un pequeño cojín.
Pese a ello, Kazel se levantó. Quería desearle unas buenas noches a Karina. Se dejó el pijama y se guarnió con una larga y gris bata. Abrió la puerta silenciosamente y se dirigió al pasillo. Conociendo que el suelo rugía paso a paso, el joven siguió el borde de la pared para intentar no hacer demasiado ruido ¡Solo faltaría que despertara a la propietaria! – pensó. El joven llegó a la puerta de Karina…
- ¿Karina, estás despierta? – pronunció.
No respondió y entonces el joven repitió. Pese a ello Karina no respondió. “Está muy cansada. Se habrá dormido al instante” – pensó. Kazel volvió con discreción a su habitación, tocó la cama y exhausto sobre ella cayó. Cerró los ojos sobre su almohada y se estiró plácidamente sobre aquella enorme cama. Escuchaba sus latidos, le calmaban. Se durmió.
El sol brillaba fuertemente por la mañana y aquella misma luz calcinaba la cara de Kazel desde hacía un buen rato. Pese a ello éste no quería despertarse ya que aún estaba algo exhausto y quería recuperarse. Eevee, por su parte, había madrugado y revoleteaba la habitación dando brincos esperando que su amo se levantara. Entonces dio un salto y se puso encima del pecho de Kazel. El pequeñín aulló y el joven abrió por fin los ojos. La luz le cegó pero no le hacía falta ver bien para distinguir que aquello era su pokemon.
- Buenos días Eevee. ¿Has dormido bien?
El joven tranquilamente se duchó y se cambió de ropa. Esta vez, en lugar de un abrigo de pieles usó su chaqueta. Había aprendido que las mañanas en Serpentina eran cálidas. Llamó a Eevee para que le acompañara y dejó la habitación atrás para dirigirse hacia el dormitorio de Karina. Llamó a la puerta pero con un golpecito la abrió. Estaba abierta.
Entonces la volvió a llamar. Pero al no oír respuesta abrió completamente la puerta. Karina no estaba allí. Por ninguna parte. Entonces miró en el tocador, había un pedazo de papel, él no quería fisgonear pero estaba abierto de par en par por lo que hizo una mirada.
La expresión de la cara de Kazel cambió, se quedó en silencio y de repente salió corriendo disparado de la habitación con desesperación.
“Tenemos a tu preciosa Karina, yo si fuera tu me apresuraría, rata del desierto, lo que le ocurra depende de ti. Ven solo. Hoy nosotros seremos los que nos vamos a divertir. Búscanos. Me imagino ya tu agonía buscándola por toda la ciudad.
Atentamente Zack”
* * *
[Capítulo 8] El fuego del corazón
* * *
* * *
Una luz tenue cruzaba el marco de una ventana. Eran unas luces blancas en torno de un fondo helado cubierto por la nieve. El amanecer.
Karina abrió los ojos y miró alrededor desorientada. Estaba algo confusa y sentía un tremendo dolor en la cabeza, se mareaba. Pese a ello, observó aquel rústico lugar. Cuatro paredes con una única puerta como salida y una ventana de vidrio desde la cual no podía ver nada, tan solo una tenue luz que cruzaba la neblina. La joven se levantó pero algo tiró de ella hacia el suelo. Eran unas cadenas de hierro alrededor de su pie las cuáles se sujetaban a una chimenea de cobre oxidado.
- ¿Do-dóndes estoy? – pronunció.
El suelo y las paredes eran de madera y la habitación carecía de decoración. Había 3 sillas, una mesa y nada más que distinguir. La madera estaba podrida y el ambiente era lúgubre y húmedo. La joven intentó recordar qué había pasado pero no podía, todo estaba oscuro y tenía la memoria borrosa. Entonces la puerta se abrió y una silueta desde la neblina entró. La joven recordaba a ese hombre. Se trataba de Zack.
- ¡Oh! La princesa se ha despertado – dijo.
Karina estaba confundida, no entendía por qué estaba allí… con aquel hombre. Zack entró y dejó su abrigo en una de las rústicas sillas de madera. Se sentó y se quedó observándola. Apoyó sus brazos en sus piernas abiertas y dejo caer las manos.
- Eres nuestra carnaza. Estamos esperando una presa mayor, no te preocupes, cuando todo esto acabe te liberaré.
- ¿Una presa mayor? –murmuró; entonces entendió. – ¿Te refieres a Kazel? – preguntó la joven.
- ¡Bingo! – dijo Zack haciendo una gesto de pistola con las manos.
- ¡Estás loco! ¡Esto no es un juego! – exclamó Karina. – ¡Déjame irme!
A Karina le invadió la furia. Zack se levantó y fue dando pasos hacía ella. Se agachó hacia dónde ella estaba y le dijo:
- Esto es mi juego, yo dicto las normas. – le dijo mientras le agarraba de la barbilla.
- Kazel vendrá y recibirás la misma paliza que recibieron tus amigos ese día – amenazó Karina.
- Tienes parte de razón, Kazel vendrá, eso no te lo niego – entonces sonrió. – Pero él no me conoce, cuando venga será él el que sufra. Él es una amenaza y no lo quiero tener en mi ciudad.
- ¡Estás enfermo! ¿¡Tu ciudad!? – respondió la joven mientras giraba la cabeza apartando las manos de Zack.
- ¡Es mi hogar estúpida! ¿No viste lo que hizo el otro día? ¡Casi mata a Ingul y a Yaquin! – exclamó Zack. – ¿Qué no lo ves? Es una amenaza, el desorden.
- ¡Fuisteis vosotros los que nos amenazasteis! – gritó Karina.
- ¡Eh! ¿Lo amas? ¿Tanto para no verlo? El poder es como un buen explosivo, se maneja con cuidado, o estalla. Esa rata del desierto es un problema. ¡Quiero que se largue! Si no escarmienta, volverán más. ¿Le gustó nuestro festival, nuestra comida, nuestras mujeres? ¿Sabes la cantidad de extranjeros que hemos aguantado cada año? – exclamó. – Y eso no es lo peor, va en aumento ¡Esta gente quiere ocuparnos!
- ¡Kazel no es así! Ama al prójimo, es amable… es gentil. El nunca causa problemas, es bueno con todos, cuida de los suyos. Él es una gran persona, es alegre y llena de ganas de aprender sobre todo lo demás. ¡No le conoces! ¡No tienes por qué hacer esto! ¡Tu imagen de él es equivocada!
- Un hombre tiene que hacer lo que debe hacer. Haré que él se arrepienta de haber venido. No tengo nada que demostrar ahora, pronto lo verás… por tu bien, yo me quedaría calladita. Si no nos obedeces no puedo asegurar que salgas de aquí sin ningún daño – río vilmente.
Karina, agotada, agachó la cabeza y la refugió entre sus piernas esperando que llegara Kazel, que, a una gran distancia de ellos se encontraba, deambulando por las calles de Zélida. Escalaba la ciudad y no paraba de seguir los pasos veloces de su Eevee.
- ¡Eevee! ¿Encuentras su rastro? – gritó Kazel desesperado.
El pokemon aulló y moviendo la cola para que su amo le siguiera continuó hacia delante. Kazel estaba exhausto pero ello no le impedía seguir adelante. Estaba desesperado y por su mente se desarrollaban todo tipo de atrocidades y no paraba de culparse por ello. “¿Se la habrían llevado por la noche? ¿Me están esperando desde entonces?” – pensaba. El joven tenía el alma rota y llena de furia. El corazón le ardía y el tambor del pecho le dolía. Entonces llegaron a los límites de la ciudad, enfrente de él se alzaba una gran cueva oscura.
Kazel ignorando todas las advertencias de los carteles entró; no le importaban ni un mínimo las criaturas salvajes que habitaban en esa caverna. Tampoco llevaba ningún objeto, nada, ninguna herramienta para esquivarlos de alguna forma. El joven corrió en la oscuridad, eufórico, intentando reducir aquella horrible travesía. Entonces tropezó y cayó por un pendiente de la cueva siendo golpeado varias veces. Era una cueva oscura y solo podía ver unos pocos pasos delante de él. Pese ello, una tenue luz bajaba de la cima; en la misma dirección Eevee aullaba. Kazel se puso manos a la obra, Karina le esperaba ¡No podía perder más tiempo! Se levantó, agarró duramente las resbaladizas rocas y trepó por aquella ladera de piedra por la cual se había desplomado. Las rocas eran afiladas; se le clavaban en la piel de las manos y las rodillas y Kazel llegó a la cima duramente dolorido. Pese a aquello, no le importaba. Karina le esperaba en alguna parte.
¿Una luz? – pensó. Y de repente travesó un arco de piedra saliendo al exterior de la montaña. Delante de él un bosque nevado y blanco. Eevee confundido dando vueltas sobre su eje parecía haber perdido hacía rato el rastro de Karina. Pero no hizo falta, el joven vió en la lejanía de la niebla del bosque una floja luz y decidió guiarse por ella. Paso a paso, Kazel se abrió paso entre la nieve. En los límites, las criaturas del bosque le observaban pero no le hicieron nada.
El frio era intenso y la nieve le quemaba. Estaba sin respiración y la niebla era como un aire cargado para él. Algo en aquella altura le cegaba y le extenuaba más de lo normal. Aún así, Kazel continuó poco a poco, hasta que al final llegó. Entre la nieve logró distinguir una pequeña cabaña de madera. Cansado, se apoyó en un árbol. Entonces recobró la respiración y se acercó silenciosamente a aquel establecimiento.
- Parece que ya ha llegado – dijo Zack.
Kazel giró el pomo de la puerta y abrió flojamente aquella puerta. Delante suyo estaban Ingul y Yakin de pie, detrás suyo Zack sentado. Pero eso no le importó ya que más atrás se encontraba Karina.
- ¡Kazel! –gritó Karina.
- ¡Karina! – respondió.
Kazel corrió hacia ella ignorando a Ingul y a Yakin que estaban en medio. Pero Ingul le asestó un tremendo golpe con su brazo tirándolo al suelo. Zack se levantó y se acercó hacia él.
- Bienvenido al juego. –empezó. – ¡Vaya! ¡Parece que te has divertido solo! ¿Y esas heridas? Las cavernas son oscuras y traicioneras para aquellos que no saben el camino, deberías saberlo. ¿Sabes lo que eres Tarontiano? ¡Una rata del desierto! ¡Una asquerosa rata!
- Déjalo Zack, a él no le afectan los insultos ni ningún otro tipo de ofensa. Mira su mirada –dijo Yakin.
Kazel se encontraba en el suelo, con la mirada llena de furia, como la otra vez. Estaba a punto de levantarse y darles una paliza a los tres. Se levantó y se dirigió a Ingul y a Yakin. Entonces Zack dio un paso atrás y agarro a la joven por la melena haciéndole daño.
- ¡Serás cabrón! ¡Déjala! – gritó Kazel.
- Tsk –chasqueó Zack riéndose de él. – Parece que no lo entiendas estúpido, tu solito has caído a la boca del lobo. Eres mi presa, sufre.
Zack sacó una daga y con ella apuntó a Karina para amenazar a Kazel. Kazel dió un paso adelante pero Zack reaccionó punzando de refilón el cuello de Karina. Solo había sido un pinchazo y una gota de sangre cayó pero con solo eso le bastó a Kazel para entender la situación. No podía acercarse pero tampoco volver atrás. Entonces Zack miró a sus hombres.
- ¡Vamos Ingul! ¡Yakin! ¡Destrozadle!
- No hace falta que lo digas Zack, le debo una muy gorda a ésta mierdecilla. – gruñó Ingul. – Me voy a quedar a gusto rompiéndole todos los huesos del cuerpo.
- ¡Yo me adelanto! ¡Jajaja! ¡Esto va por dejarnos en ridículo! – saltó Yakin.
Kazel fue golpeado en el pecho con la punta del zapato de Yakin, cortándole así la respiración. El joven cayó hacia atrás y se incorporó hacia delante con las rodillas en el suelo. Entonces Ingul, gruñendo, le cogió del pelo y le soltó un rodillazo en la cara. Eevee se abalanzó sobre él cavernícola barbudo pero de un manotazo lo envió a un rincón de la habitación.
- ¡Nooo! ¡Kazel! – gritó Karina soltando sus lágrimas. – ¿¡Por qué hacéis esto!? ¡No sois hombres! ¡No sois nada! ¡Sois unos malditos cobardes! – gritó a todo pulmón llorando.
- ¿Eh? – pronunció Yakin girándose. – Zack procura que se calle.
- Si no se calla la golpearé – soltó Ingul.
Kazel estaba sangrando por todas partes, aquello podía ir a peor. Pero aquello no hacía perderle aquella mirada de furia y amenazante hacía Zack. La mirada del hombre del desierto era la misma que la de un asesino antes de matar. Kazel se levantó.
- ¡Dejadla! Me queréis a mí, no a ella. ¿No es de Serpentina ella también?
- ¿Te levantas para decirme eso? Serás ignorante… ella está enamorada de ti; eso ya lo sabes. Mientras sea así, es una buena forma de hacerte daño. ¿Molesto eh? Además sé que si ahora la dejáramos nos matarías a los tres ¿Verdad? ¿Quieres hacerlo, eh? ¿Ves? ¡Eres una amenaza! – exclamó. – ¡Ingul! Termina con él ¡Que no se vuelva a levantar!
Ingul agarró el cuerpo magullado de Kazel y lo levantó. Yakin delante de él le arreó una serie de puñetazos, tan duros que se oyeron los huesos de Kazel crujir. Yakin paró y Ingul con las dos manos lo empezó a estrangular. Antes de que se ahogará el bruto sonrió y paró de estrangularlo; no quería matarlo, sino que sufriera. Con sus dos manos en el cuello de Kazel, Ingul lo cogió y lo lanzó bruscamente contra el suelo haciendo que su torso impactara de lleno con la dura madera. Karina lloraba desconsolada, todo aquello le rompía el alma y cada golpe lo podía oír por mucho que cerrara los ojos. Ingul y Yakin rieron pero pararon enseguida. Kazel se volvió a levantar.
- ¿Cómo es posible? ¿¡Por qué se levanta!? – se asombró Yakin. – ¡Le he roto las costillas Zack! ¡No debería ni de moverse!
- ¿Por qué paráis? – dijo Zack. – ¡Continuad hasta que no se pueda levantar!
- Pe-pero… –tartamudeó Yakin. –… si continuamos morirá.
- Zack tiene razón Yakin– dijo Ingul. – Mientras se levante querrá decir que está bien ¿no?
Zack se paró a observar a Kazel. Él estaba ahí, de pie y conservaba esa mirada ardiente, llena de ira y de ganas de matarle. Él nunca dejaría de luchar, pensó. Entonces cogió a Karina y le quitó el abrigo. Las intenciones de amenaza de Zack eran claras.
- ¿Qué? Ahora no me dirás que no te afecta lo que le pueda hacer ella. Quiero verlo, a ti suplicar y agonizar. Si le hago algo a ella dudo que vuelva a estar contigo sin recordar todo esto. Por dónde empiezo… ¿Quieres que la desnude delante de ti?
- ¡Maldito cabrón! – soltó Kazel. Sin saber qué hacer.
Kazel estaba al límite, las palpitaciones de su corazón le hacían arder el pecho y quería devolverles todo aquel daño. De sus labios sangraba y su cuerpo golpeado por todas partes no le respondía bien. Pero aún se podía mantener de pie. Pese a ello, no podía hacer nada mientras que Karina estuviera en medio de todo aquello. Ingul se acercó a él. Parecía enorme.
- ¡Ríndete imbécil! – Gritó Ingul golpeándole duramente a la cara.
Kazel cayó otra vez al suelo, pero esta vez fue diferente, le costaba levantarse y estuvo un rato más comiendo el polvo. Entonces, miró a Eevee. Ahí, en el rincón. Eevee le miró y ambos cruzaron miradas. Kazel se volvió a levantar, pero esta vez era diferente.
- ¿Aún te levantas? – dijo Yakin. – Deberías rendir-¡!
¡BAM! Kazel dirigió un duro golpe hacía el mentón de Yakin en tan solo un instante dejándolo inconsciente en un santiamén. Ingul y Zack se quedaron sin palabras, observándolo. Entonces Zack agarró la daga y la alzó.
- ¿Acaso no te importa lo que le pase a ella? – gritó Zack. – ¡Te demostraré que no voy de bromas!
- ¡Ahora Eevee! ¡Mordisco!
Eevee estaba frente de Zack y solo le hizo falta un salto para morder la muñeca de Zack haciéndole soltar la daga. Kazel aprovechó la agitación y golpeó con el codo en la barbilla de Ingul con la fuerza necesaria para partirla, entonces le empujó abalanzándose sobre él. El golpe fue tan directo que Ingul tropezó con el marco de la ventana, destrozándola en centenares de cuchillas de cristal. Zack aun se estremecía del dolor del mordisco y Kazel aprovechó la ocasión para apartarlo de Karina de una patada. El puntapié fue brutal y envió Zack a darse un duro golpe con la pared. Zack enfurecido, tenía el labio partido y empezaba a sangrar de él.
- ¡Hijo de puta! ¡Mi labio está sangrando!
- Esto acaba aquí Zack – afirmó Kazel agachándose a por Karina. – pasaste por una línea que nunca se debe pasar. El golpe que le di a Yakin solo fue para que te distrajeras lo suficiente como para que mi Eevee se acercara a morderte.
- ¿Qué estupidez es esa? ¿¡Te compinchaste con la bola de pelos!?
- Solo me bastó cruzar miradas con él para saber lo que tenía que hacer. El lazo que me une a mi pokemon es más fuerte que cualquiera que hayas tenido tú en tu vida. Fue un error pensar que estaba solo en esto.
- ¡Mierda! – dijo Zack, que salió corriendo.
- ¡Urgh! ¡Me hubiera gustado darle una buena paliza! – exclamó.
De repente, notó una mano fría que le acariciaba la mejilla. Era la mano desnuda de Karina, suave y delicada. El tiempo se paró y todo se calmó. El brillo de los ojos de la joven hacían calmar el atormentado y encendido fuego del corazón de Kazel.
- ¿Te duele mucho? – pronunció Karina. – Tenemos que ir a un hospital…creo – dijo intentando bromear para calmarle.
- Solo tengo un par de costillas rotas, nada que no se cure jejeje – respondió sonriendo. – venga, volvamos.
Entonces Eevee aulló fuertemente, algo iba mal. Kazel se giró y vio que unas altas llamas se iban formando en las paredes; estaban impregnadas de aceite. Zack gritaba desde fuera, les maldecía y les quería muertos ambos, tanto al joven del desierto como a la joven que lo acompañaba. Ingul entró pero solo fue para llevarse a Yakin lejos de ahí. Kazel no le dijo nada, estaba ocupado intentando quitarle las cadenas a Karina.
- Tranquila Karina, romperé estas cadenas que te mantienen presa.
- Apresuráte Kazel, las llamas… ¡Ay! – gritó.
Un trozo de madera en llamas había caído del techo. Aquella vieja cabaña estaba envuelta de llamas y no iba a durar de pie mucho más. Kazel estaba preocupado, las llamas corrían por la habitación y aquellas cadenas no se rompían. “¡Malditas cadenas!” – exclamó. Entonces Kazel vio la daga de Zack, en el suelo. La cogió y metió el cuchillo entre los grilletes formando una palanca. Se rompió. Karina era libre pero no tenían mucho tiempo para celebrarlo. Kazel atravesó las llamas con la joven y rompió la puerta de madera desecha de una patada. Ambos salieron. Zack estaba enfrente de él. Era extraño, estaba calmado, con una sonrisa.
- ¿Qué eres hombre del desierto? ¿Cómo puede ser que te sigas moviendo? – preguntó. – Aún así, no me engañas ¡Estas en las últimas!
Zack saltó sobre Kazel pero fue en vano; éste le asestó un duro puñetazo en las costillas de Zack; rompiéndolas. “¡Éste golpe es por secuestrar a Karina!” entonces recogió el puño y le propinó con la izquierda en el otro lado de las costillas.
- ¡Esto es por hacerla llorar! – gritó Kazel pateándole duramente la barbilla. Entonces arrancó a correr hacía él y le propinó una serie de golpes sobre el cuerpo de Zack, magullándolo – ¡Y esto por tocarla! –pausó. Y esto… va ¡de mí parte y la de Eevee!
Zack estaba sangrando y suplicando de rodillas pero Kazel no iba a perdonarle. Su corazón ardía como si de fuego se tratara. Nunca le perdonaría a Zack todo aquello. Eevee dio un brinco delante de Kazel, apoyó las partes delanteras y rugió. Entonces algo extraño ocurrió, la piel de Eevee se iluminó y su pelaje creció, volviéndose más salvaje por un momento. Los brillantes y negros ojos del pokemon se iluminaron de luz y una esfera resplandeciente se formó entre los dientes del pequeñín. Kazel sabía lo que iba a hacer su pokemon. Solo le hacían falta las indicaciones como si de un entrenador se tratara.
- ¡Eevee! ¡HIPERRAYO! – exclamó.
Entonces Eevee miró hacia el cielo reuniendo energía y volvió a mirar a Zack. El pokemon rugió y de aquel rugido surgió un potente rayo de luz. El bosque se iluminó en un instante y el ataque rozó a Zack, quemando su torso e hiriéndole gravemente. Eevee volvió a la normalidad y entonces Kazel notó que las fuerzas que le quedaban no eran suficientes para mantenerse de pie pero antes de caerse Karina le ayudó.
- ¡Déjame ayudarte Kazel! Salgamos de aquí.
La pareja se dirigió hacía Zélida, el joven necesitaba un médico.
* * *
Kazel permanecía calmad ya que el ambiente era tranquilo. Los parpados le pesaban pero no hacía falta ver para saber dónde se encontraba. Notaba el tacto de las sabanas del hospital, la fragancia y el silencio propios de las salas del quirófano y el tintineo de las llamadas de la recepción. Entonces de repente algo suave rozó su mejilla, era frío y húmedo pero agradable. Abrió los ojos y vio a Karina con los ojos cerrados besándole en la mejilla.
- Ey… – dijo Kazel. – no te aproveches de mí mientras me duermo – bromeó.
- ¡Kazel! – respondió alegremente Karina abrazándole.
- ¡Ay! ¡Mis costillas! ¡Mis costillas! – soltó Kazel gritando de dolor.
- Eh… perdonad. – dijo otro.
Kazel se fijó en la silueta que asomaba por la puerta. Se trataba del mismísimo maestro anciano de Serpentina en persona. El anciano tiró un paso atrás mirando si era la habitación correcta. Entonces lo confirmó y se alegró. Acto seguido se dirigió a Kazel y le preguntó que como se encontraba.
- Me encuentro bien señor… –se quedó Kazel sin saber que más añadir.
El anciano se volteó y vio el rostro de Karina:
- ¡Oh! Karina. ¿Eres tu verdad?
- Hola anciano – sonrió.
- ¿Qué haces tú con él? Espera… ¿Eres la novia del chico del desierto que me decían? – dijo el viejo haciendo sonrojar a la joven. – ¡Oh! ¡Así que era verdad! – Entonces miró a Kazel y pronunció: – Qué suerte tienes chaval, te quedas con la más guapa.
- ¡Anciano! – exclamó Karina sonrojada.
- Jajaja – sonrió Kazel.
- Ahora entiendo por qué no me viniste a saludar a mí Karina, que triste estoy. Debería darte vergüenza…. – bromeó el viejo.
- ¡Anciano! ¡Cállese! – repitió Karina avergonzada. – Sea serio. ¿A que ha venido? Pronto será la noche del último día del festival, usted debe tener muchos asuntos que atender como para estar paseándose por aquí.
El anciano se rascó su vieja calva. Se dirigió hacia la ventana de aquella habitación blanca del hospital y miró las estrellas. Se paró ahí un rato. Entonces, pronunció.
- Lo siento chicos. Siento todo lo que os ha ocurrido. En cuanto a Zack y sus compinches, los tenemos presos, claro está. Me siento mal por no haberme enterado antes del asunto. Estaba demasiado entusiasmado con el festival que he dejado sin juzgar acciones como éstas. Problemas como éste suelen ocurrir, aunque no a gran escala como lo vuestro… claro está.
- No pida disculpas anciano, usted es un buen hombre – pronunció Kazel. –Lo sé. Gracias por preocuparse.
- Gracias joven, tus palabras me dejan tranquilo – respondió. Entonces se alejó hacía la puerta y dijo. – He escuchado que eres un joven viajero. ¿Te gusta viajar verdad? – preguntó; y después de la afirmación de Kazel continuó: –Ahora tienes otra región de Isla Iris por visitar. Catelania ¡Te sorprenderías de las magníficas ciudades que tienen! – Exclamó. – ¡Ohh! Sabré yo … ¡Una capital con grandes edificios que sacan su calva entre las nubes, un gran pueblo que se oculta bajo el gran árbo y una gran metrópolis que se alza sobre las cataratas! ¡Catelania es una belleza de región llena de árboles verdes y bonitos campos! –paró. – Tienes que ir ahí Kazel. Nos vemos…
El anciano se despidió con una sonrisa y se fue. Los dos jóvenes se quedaron en silencio ante las maravillas a las que se refería. Entonces Kazel se levantó. Karina le quiso frenar pero la respuesta de Kazel fue clara:
- Solo quiero ver el final del festival Karina. Tranquila. No me escaparé. Acompáñame a la azotea por favor.
Karina no se negó y ayudó a Kazel a levantarse. Eevee, por su parte, se levantó de un sillón de la habitación y dio un brinco para llegar al suelo. Escalón a escalón el pokemon bailaba dando saltitos siguiendo el ritmo de un sonido distante. En la lejanía, unos estruendos se escuchaban. La pareja subió la alta escalinata y llegó a la azotea del hospital. Era impresionante. Estrellas de color azul, rojo y verde se hacían añicos en el aire. Aquellos fuegos artificiales eran espectaculares.
Ambos jóvenes se sentaron en la pared de la azotea. Karina le abrazó y su pelo se abanicó sobre el hombro de Kazel. Entonces, en ese lugar y momento perfectos, él besó su mejilla y sonrió. Karina miró el cielo lleno de luces.
- ¿Sabes Kazel? Las antiguas leyendas de Serpentina dicen que el brillo de los fuegos artificiales de isla Iris se pierde en un instante pero que su llama nunca muere y perdura para siempre.
Entonces Kazel se giró y la miró sonrojado. Alzó su mano y le acarició dulcemente la mejilla. Después de ello, le apartó el flequillo y le besó en la misma. Karina respondió y rozo su nariz con la de Kazel. Ambos se miraron fijamente y cerraron los ojos. Kazel besó los blandos y sumisos labios de Karina.
- Entonces espero que mi corazón esté formado por la misma llama y que ésta nunca se apague... ya que… yo te quiero Karina. Desde el primer instante que te vi.
- Yo también te quiero Kazel… me alegras cada día. Eres mi sol y me encanta girar a tu alrededor. Eres alegre, amable y tierno. Me acuerdo del primer día, ahí, en la torre de la plaza. Me miraste el pecho y te quedaste embobado – sonrió.
- ¿Eh? ¿Te diste cuenta? Vaya…. Yo pensé.
- Eres un pervertido – bromeó Karina.
- Sí – respondió Kazel. Sonreía.
Karina se levantó de golpe dejando a Kazel caer como un tonto. Entonces miró al cielo. La silueta de Karina era hermosa pero algo bueno había cambiado en ella. Su piel había ganado color y su alegría era algo mayor. Mucho más apreciable.
- ¿Te gustaría viajar con una acompañante?
- ¿Eh? – pronunció Kazel.
- Me refiero a que si te gustaría viajar conmigo ¿No lo habías pensado? Como si fuera una larga luna de miel – bromeó. – Será divertido, hay muchas lugares por descubrir y también tenemos a Eevee ¿No?
Kazel se levantó y la abrazó y ambos contemplaron los últimos fuegos del cielo. El festival de invierno había acabado para la pareja pero el fuego del corazón de ambos continuaba ardiendo en alegre sintonía…
* * *
¡Espero que os haya gustado mi obra! :blush:
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