Esta historia se remonta 8 años atrás, un Viernes por la tarde, a la edad de 13 años. Recuerdo que por aquellos tiempos era un chaval que estaba teniendo una transición desde un entorno inocente en Primaria hacia un ambiente un poco más hostil y distinto en Secundaria. No solía tener muchos amigos, a veces incluso tenía mis encontronazos en el instituto, así que no podía hablar acerca de mis gustos favoritos. Mi esfera personal se fragmentaba, como es habitual al crecer y cambiar de vivienda, así que tan sólo me quedaban un par de amigos cercanos en mi barrio con los que compartir mis aficiones, una de ellas, Pokémon.
Yo era, por así decirlo, un gran fan de la franquicia, tenía de todo: cromos, todas las ediciones principales, todos los juegos para las consolas de sobremesa e incluso diversos artículos de edición limitada, como peluches, consolas y hasta zapatillas. Como cualquier fan Pokémon de aquella edad, quería conseguir hacerme con toda clase de Pokémon raros, presumir de Pokémon shinys, Pokémon al nivel 100 y cajas enteras de Pokémon legendarios. Y con el deseo de hacerme cada vez con más, de superarme a niveles estratosféricos, decidí enviar uno de mis cartuchos, Pokémon Rojo Fuego, a un informático ruso, con el objetivo de hacerme con tickets y objetos raros. Acudí a su tienda, le proporcioné el cartucho y con una mirada inexpresiva, me dio las gracias. Había algo raro en aquel hombre, quizás eran sólo imaginaciones mías o tal vez no estaba acostumbrado a tratar con personas de países tan lejanos, de cualquier modo decidí salir de la tienda cuanto antes y restarle importancia.
Un par de días más tarde, fui a recoger el cartucho y pagué el importe de la mejora. Quizás debería haber llevado la consola en aquel entonces, probar el juego y comprobar que todo está en su sitio, lo que cualquier persona sensata haría en aquella situación, pero era aún un chaval subido en las nubes y no había caído en ello, así que volví a mi casa con los nervios subidos hasta las orejas, hice mano de mi Game Boy Advance SP y encendí la consola con el juego tuneado. Para mi decepción, el juego estaba reseteado por completo y me pillé un enorme mosqueo, así que hablé con mis padres, llamamos por teléfono y acordamos que nos pasaríamos por la tienda el Lunes siguiente, ya que la tienda no abría los fines de semana. Debo decir que al principio estaba mosqueado y dejé el cartucho guardado para evitar cualquier accidente desafortunado, pero por alguna razón, luego creció en mí una curiosidad inaguantable por aquel cartucho. El Sábado, durante el mediodía, no pude resistir la tentación y desobedeciendo las indicaciones de mis progenitores, cambié el cartucho de Pokémon Rojo Fuego por uno de un color similar, Pokémon Rubí. Mis padres podían darse cuenta de que el cartucho tiene un color diferente, pero detalles tales como el nombre de las ediciones era algo que escapaba de su conocimiento, así que di el cambiazo y me puse a hacer lo de siempre, jugar.
Al encender la consola, el juego cargaba de forma normal, la música, la secuencia de inicio y hasta la portada, todo correcto. Sin embargo, empecé a darme cuenta de que algo pasaba con aquel cartucho cuando se mostró la introducción del Profesor Oak. Para empezar, no fue un Nidoran lo que salió de la Pokéball, sino un Marill. Extrañado, seguí pulsando botones hasta que me percaté de que el profesor no había preguntado por mi sexo, y posteriormente, ni siquiera me pregunto por el nombre de mi rival. Yo estaba sorprendido, y como era un chiquillo, la curiosidad me hizo seguir jugando, hasta que llegué al mapa inicial. El comienzo tampoco fue de lo más normal, empecé sentado en una de las sillas del primer piso del Centro Pokémon e incluso allí me percaté de que habían cosas que no encajaban. Al hablar con los personajes del mapa, todos decían que el servicio del Club del Cable no estaba disponible. Más extraño aún es que, para empezar, ya disponía de todas las opciones del Menú, tenía también todas las medallas, podía acceder al PC de Bill, ya contaba con un par de MO's... ¡y hasta con un Pokémon! Irónicamente, como no podía ser de otra manera, el Pokémon que me tocó fue un Marill nivel 15.
Ansioso por ver el resto, fui a almorzar y, tras acabar, retomé la consola y llegué a la Planta Baja del Centro Pokémon. Todo parecía bastante normal, pero sólo fue a simple vista... Comencé a hablar con los personajes de aquella sala y no paraban de decirme cosas extrañas y demasiado realistas, tipo: "Debes recordar que hay Pokémon que son demasiado peligrosos", "Iba a preparar una comida para una señora de clase alta, pero desapareció". Muy extrañado, salí del Centro Pokémon y aparecí en Isla Inta, una de las islas localizadas en las Islas Sete. Traté de acceder a las otras islas, pero el marinero dijo que no podíamos partir aún, así que visité el resto de casas. Una de ellas lucía muy normal, mientras que en la otra los personajes hacían mención sobre una criatura, seguramente un Pokémon, al que se referían como "él". Preferí alejarme de la isla, y como la zona derecha estaba obstaculizada por un pescador, busqué en mi inventario la MO Surf, se la enseñé a Marill y viajé hacia la parte superior del mapa. En cada mapa que visitaba, todos los personajes hacían referencia a "él", unos decían que tenían miedo a un Pokémon gigante, otros insistían en que no le perturbara y hasta habían personajes que parecían traumatizados, repitiendo lo mismo una y otra vez: "fuera".
Las cosas se tornaron tenebrosas cuando accedí a la Cueva Perdida. En la primera sala, donde estaban las distintas entradas, un montañero dijo: "He oído gritos provenientes del fondo de la cueva. ¿No será que...?". Avanzando a través de las entradas, haciendo uso de mi memoria, fui entrando a todas las salas, sin dejar ni una sola. En lugar de encontrarme con objetos, me encontraba con carteles, los cuales decían en letra roja y en mayúsculas: "SE LO HA BUSCADO", "ESTÁ ACABADA", "SE LO ADVIRTIERON". Yo estaba prácticamente con el corazón palpitando, cuando llegué a la sala final, me encontré con una muchacha que estaba de espaldas. Al hablarle, se dio la espalda de repente y metió un grito ensordecedor. Me di un susto de muerte, el grito era demasiado realista, algo así como una chica cayéndose o siendo atacada por algo, su cara y sus manos eran completamente blancas, pensaba constantemente que esto no era normal y empecé a preguntarme qué diablos estaba ocurriendo. La chica sólo me dijo "...", me dio un objeto (una Piedra Dura) y se volvió a dar la vuelta. Tras eso, tratara lo que tratase, la chica no se voltearía de nuevo, siempre respondería lo mismo que la otra vez.
Me calmé, dejé la consola en la cama durante cinco minutos y la retomé. Salí de la cueva, regresé a Isla Inta y ya podía acceder al mapa de la zona derecha. Comprobé que en el mapa no había nadie, ni podía acceder a la Guarida del Team Rocket, así que seguí hacia delante, hasta el Pilar Recuerdo. Los entrenadores del camino no me desafiaban, sino que seguían refiriéndose a "él" todo el tiempo, a que está enterrado y a que no debo molestarle. Llegué al final de la ruta y me encontré con la tumba de un Onix, apodado "Tectonix". Su entrenador, vuelto de espaldas, dijo que ahí yacía su Pokémon y que debía de amar a mis Pokémon lo mejor que podía. Por aquel entonces, yo daba por supuesto en todo momento que esto no era más que un juego, los Pokémon no eran reales y mucho menos tenían sentimientos. Me coloqué delante de la tumba, pulsé el botón para hablar y me apareció la típica descripción "Aquí yace Tectonix, pone en el epitafio. Al lado hay un refresco a modo de ofrenda". Tras aquella frase, sin embargo, apareció una nueva pregunta: "¿Quieres cogerlo?". Normalmente, si jugamos a Pokémon Rojo Fuego o Verde Hoja, la frase terminaba o te preguntaba si querías dejar un refresco, pero nunca te daba la opción a cogerlo. Por suerte, o mejor dicho por desgracia, cualquier chaval pirrado por los Pokémon, un muchacho loco por estos juegos, acabaría aceptando y cogiendo el refresco. Pobre de mí, lo hice...
Al cogerlo, una pantalla extraña apareció en la consola, algo así como unas piedras con una gran brecha en la zona delantera, y una mirada aterradora con dientes mellados me empezó a mirar fijamente. Al retirarse, el entrenador que estaba al lado de la tumba se dio la vuelta... ¡tenía la cara y las manos completamente blancas! Al girarse, se silenció la música del juego y me dijo: "¡¿CÓMO TE ATREVES?! AHORA APRENDERÁS A DESPERTAR A LOS DEMÁS". Una frase, una serie de códigos extraños en la ventana de texto y el juego empezó a hacer sonidos extraños; parecía que se trababa, que se congeló el juego, pero la realidad era que estaba pasando a otro mapa... El mapa en el que aparecí era exactamente como el anterior, estaba en la misma posición, la única diferencia es que los colores eran demasiado rojizos, algo así como un atardecer y que aquel tipo había desaparecido por completo.
Temblando, fui a por un vaso de agua, seguí con la consola y traté de salir de ahí. La música era lenta, parecía propia de una consola más vieja y cuando pasaba alrededor de los entrenadores, me decían "ES TODO POR TU CULPA.". Al dejarlos atrás, aún ocurrían cosas más extrañas, llegado a ciertos pasos, los entrenadores se alineaban formando una fila horizontal y me perseguían. Da igual que andase o que corriese, o que incluso sortease obstáculos, ellos no dejaban de seguirme. Por fin pude dejarlos atrás y llegué a Isla Inta. Entré en todos los mapas, no se reproducía ningún tipo de música y todos me reprochaban, echándome las culpas o tratando de hacer que me fuera. En las casas, todos decían: "¿Por qué lo has hecho?", "Ahora vendrá a por nosotros". En el Centro Pokémon, todas las encargadas, incluído la enfermera Joy me decían siempre las mismas palabras: "Por favor, déjanos...".
Decidí ir al Norte, y una horrible visión me perseguía cada vez que caminaba, un Steelix deforme, con dientes mellados, colores oxidados y unos ojos pequeños y negros, me perseguía. Cada vez que avanzaba, ya sea en Isla Inta como en la Zona de Recreo, Steelix andaba dos pasos más que yo, y siempre parecía que iba a acabar atrapado por ese Pokémon tan aterrador. Sin embargo, siempre me daba tiempo a surfear y Steelix se quedaba en la orilla, mirando... No sabía a donde ir, Steelix siempre aparecía, me perseguía y me escapaba, así que recordé la Cueva Perdida y decidí entrar. Tras pasar por las salas, y llegar a la última de ellas, un texto apareció automáticamente, en él se podían leer las siguientes palabras: "¡¿A DÓNDE CREES QUE VAS?". El mapa comenzó a moverse, como si se tratase de un terremoto, volvieron los sonidos desagradables, como si el juego se trabase, y aparezco en la Guarida del Team Rocket.
Nada de lo que encontré tenía una pizca de normal, todos los miembros del Team Rocket tenían la cara y las manos blancas, sus Pokémon parecían drogados y al final, siempre salían a combatir ellos mismos. Esto parecía una mala broma, ¡cuando quise buscar la salida, no podía encontrarla! Y pobre de mí, fui a la esquina superior de la guarida. Cuando avancé, Steelix estaba en frente y al intentar salir de ahí, varios reclutas del Team Rocket bloqueaban las salidas. Al encontrármelo de frente, y sin ninguna escapatoria, pulsé el botón, un grito lento y fuerte sonó y empecé un combate contra Steelix. Aquel Pokémon parecía una broma cruel y de mal gusto, me miraba de una forma aterradora y aunque aún no había sacado a Marill, ya estaba temblando como un flan y sudando como un pato. Steelix empleó el movimiento Eco Metálico, vi una oportunidad ínfima y le ordené a Marill que ejecutase el movimiento "Surf", pero hiciese lo que hiciese, eligiese el movimiento que eligiese, siempre acabaría apareciendo este mensaje: "No afecta al Steelix enemigo...". Steelix sólo gritaba, una y otra vez, los movimientos de Marill nunca surtían efecto y este combate se tornó el momento más largo y angustioso de mi vida jugona.
Cuando por fin Marill se había quedado sin movimientos, Steelix usó Triturar y la vida de mi Pokémon bajó súbitamente, de un plumazo. Tras aquello, y tras el mensaje de "perdió el conocimiento", la pantalla se tornó negra de nuevo. De repente, oí un sonido, como aquel que se escuchaba cuando se tropezaba con un obstáculo, y después, tras un rato, apareció su cara pixeleada y un tremendo grito que me provocó el mayor susto de mi vida. Enseguida tiré la consola, se tildó y mis padres acudieron de inmediato. Yo en aquel entonces tenía la cara blanca, les había dicho que ese cartucho tenía algo raro, que había aparecido un Pokémon asesino en la pantalla, pero mis padres no veían nada raro. Encendí la consola, se la enseñé, y el juego era prácticamente normal... Mis padres insistieron en que no creyese en fantasías, que dejase un poco los juegos y saliese más como otros chavales.
El Domingo por la mañana no tuve valor para salir de mi propia cama, al mediodía y durante la tarde no quería quedarme solo en casa y por la noche no logré dormirme hasta las tres de la madrugada. A las cuatro, debido a los nervios, volví a despertarme, a las cinco me volví a dormir y me desperté finalmente a las 8. Nada más pudimos, le pedimos a aquel informático que me devolviese el dinero y el cartucho.
Desde entonces, no he vuelto a fiarme de los trucos de otras personas y decidí jugar limpio, o al menos, hacer las cosas por mí mismo...
Yo era, por así decirlo, un gran fan de la franquicia, tenía de todo: cromos, todas las ediciones principales, todos los juegos para las consolas de sobremesa e incluso diversos artículos de edición limitada, como peluches, consolas y hasta zapatillas. Como cualquier fan Pokémon de aquella edad, quería conseguir hacerme con toda clase de Pokémon raros, presumir de Pokémon shinys, Pokémon al nivel 100 y cajas enteras de Pokémon legendarios. Y con el deseo de hacerme cada vez con más, de superarme a niveles estratosféricos, decidí enviar uno de mis cartuchos, Pokémon Rojo Fuego, a un informático ruso, con el objetivo de hacerme con tickets y objetos raros. Acudí a su tienda, le proporcioné el cartucho y con una mirada inexpresiva, me dio las gracias. Había algo raro en aquel hombre, quizás eran sólo imaginaciones mías o tal vez no estaba acostumbrado a tratar con personas de países tan lejanos, de cualquier modo decidí salir de la tienda cuanto antes y restarle importancia.
Un par de días más tarde, fui a recoger el cartucho y pagué el importe de la mejora. Quizás debería haber llevado la consola en aquel entonces, probar el juego y comprobar que todo está en su sitio, lo que cualquier persona sensata haría en aquella situación, pero era aún un chaval subido en las nubes y no había caído en ello, así que volví a mi casa con los nervios subidos hasta las orejas, hice mano de mi Game Boy Advance SP y encendí la consola con el juego tuneado. Para mi decepción, el juego estaba reseteado por completo y me pillé un enorme mosqueo, así que hablé con mis padres, llamamos por teléfono y acordamos que nos pasaríamos por la tienda el Lunes siguiente, ya que la tienda no abría los fines de semana. Debo decir que al principio estaba mosqueado y dejé el cartucho guardado para evitar cualquier accidente desafortunado, pero por alguna razón, luego creció en mí una curiosidad inaguantable por aquel cartucho. El Sábado, durante el mediodía, no pude resistir la tentación y desobedeciendo las indicaciones de mis progenitores, cambié el cartucho de Pokémon Rojo Fuego por uno de un color similar, Pokémon Rubí. Mis padres podían darse cuenta de que el cartucho tiene un color diferente, pero detalles tales como el nombre de las ediciones era algo que escapaba de su conocimiento, así que di el cambiazo y me puse a hacer lo de siempre, jugar.
Al encender la consola, el juego cargaba de forma normal, la música, la secuencia de inicio y hasta la portada, todo correcto. Sin embargo, empecé a darme cuenta de que algo pasaba con aquel cartucho cuando se mostró la introducción del Profesor Oak. Para empezar, no fue un Nidoran lo que salió de la Pokéball, sino un Marill. Extrañado, seguí pulsando botones hasta que me percaté de que el profesor no había preguntado por mi sexo, y posteriormente, ni siquiera me pregunto por el nombre de mi rival. Yo estaba sorprendido, y como era un chiquillo, la curiosidad me hizo seguir jugando, hasta que llegué al mapa inicial. El comienzo tampoco fue de lo más normal, empecé sentado en una de las sillas del primer piso del Centro Pokémon e incluso allí me percaté de que habían cosas que no encajaban. Al hablar con los personajes del mapa, todos decían que el servicio del Club del Cable no estaba disponible. Más extraño aún es que, para empezar, ya disponía de todas las opciones del Menú, tenía también todas las medallas, podía acceder al PC de Bill, ya contaba con un par de MO's... ¡y hasta con un Pokémon! Irónicamente, como no podía ser de otra manera, el Pokémon que me tocó fue un Marill nivel 15.
Ansioso por ver el resto, fui a almorzar y, tras acabar, retomé la consola y llegué a la Planta Baja del Centro Pokémon. Todo parecía bastante normal, pero sólo fue a simple vista... Comencé a hablar con los personajes de aquella sala y no paraban de decirme cosas extrañas y demasiado realistas, tipo: "Debes recordar que hay Pokémon que son demasiado peligrosos", "Iba a preparar una comida para una señora de clase alta, pero desapareció". Muy extrañado, salí del Centro Pokémon y aparecí en Isla Inta, una de las islas localizadas en las Islas Sete. Traté de acceder a las otras islas, pero el marinero dijo que no podíamos partir aún, así que visité el resto de casas. Una de ellas lucía muy normal, mientras que en la otra los personajes hacían mención sobre una criatura, seguramente un Pokémon, al que se referían como "él". Preferí alejarme de la isla, y como la zona derecha estaba obstaculizada por un pescador, busqué en mi inventario la MO Surf, se la enseñé a Marill y viajé hacia la parte superior del mapa. En cada mapa que visitaba, todos los personajes hacían referencia a "él", unos decían que tenían miedo a un Pokémon gigante, otros insistían en que no le perturbara y hasta habían personajes que parecían traumatizados, repitiendo lo mismo una y otra vez: "fuera".
Las cosas se tornaron tenebrosas cuando accedí a la Cueva Perdida. En la primera sala, donde estaban las distintas entradas, un montañero dijo: "He oído gritos provenientes del fondo de la cueva. ¿No será que...?". Avanzando a través de las entradas, haciendo uso de mi memoria, fui entrando a todas las salas, sin dejar ni una sola. En lugar de encontrarme con objetos, me encontraba con carteles, los cuales decían en letra roja y en mayúsculas: "SE LO HA BUSCADO", "ESTÁ ACABADA", "SE LO ADVIRTIERON". Yo estaba prácticamente con el corazón palpitando, cuando llegué a la sala final, me encontré con una muchacha que estaba de espaldas. Al hablarle, se dio la espalda de repente y metió un grito ensordecedor. Me di un susto de muerte, el grito era demasiado realista, algo así como una chica cayéndose o siendo atacada por algo, su cara y sus manos eran completamente blancas, pensaba constantemente que esto no era normal y empecé a preguntarme qué diablos estaba ocurriendo. La chica sólo me dijo "...", me dio un objeto (una Piedra Dura) y se volvió a dar la vuelta. Tras eso, tratara lo que tratase, la chica no se voltearía de nuevo, siempre respondería lo mismo que la otra vez.
Me calmé, dejé la consola en la cama durante cinco minutos y la retomé. Salí de la cueva, regresé a Isla Inta y ya podía acceder al mapa de la zona derecha. Comprobé que en el mapa no había nadie, ni podía acceder a la Guarida del Team Rocket, así que seguí hacia delante, hasta el Pilar Recuerdo. Los entrenadores del camino no me desafiaban, sino que seguían refiriéndose a "él" todo el tiempo, a que está enterrado y a que no debo molestarle. Llegué al final de la ruta y me encontré con la tumba de un Onix, apodado "Tectonix". Su entrenador, vuelto de espaldas, dijo que ahí yacía su Pokémon y que debía de amar a mis Pokémon lo mejor que podía. Por aquel entonces, yo daba por supuesto en todo momento que esto no era más que un juego, los Pokémon no eran reales y mucho menos tenían sentimientos. Me coloqué delante de la tumba, pulsé el botón para hablar y me apareció la típica descripción "Aquí yace Tectonix, pone en el epitafio. Al lado hay un refresco a modo de ofrenda". Tras aquella frase, sin embargo, apareció una nueva pregunta: "¿Quieres cogerlo?". Normalmente, si jugamos a Pokémon Rojo Fuego o Verde Hoja, la frase terminaba o te preguntaba si querías dejar un refresco, pero nunca te daba la opción a cogerlo. Por suerte, o mejor dicho por desgracia, cualquier chaval pirrado por los Pokémon, un muchacho loco por estos juegos, acabaría aceptando y cogiendo el refresco. Pobre de mí, lo hice...
Al cogerlo, una pantalla extraña apareció en la consola, algo así como unas piedras con una gran brecha en la zona delantera, y una mirada aterradora con dientes mellados me empezó a mirar fijamente. Al retirarse, el entrenador que estaba al lado de la tumba se dio la vuelta... ¡tenía la cara y las manos completamente blancas! Al girarse, se silenció la música del juego y me dijo: "¡¿CÓMO TE ATREVES?! AHORA APRENDERÁS A DESPERTAR A LOS DEMÁS". Una frase, una serie de códigos extraños en la ventana de texto y el juego empezó a hacer sonidos extraños; parecía que se trababa, que se congeló el juego, pero la realidad era que estaba pasando a otro mapa... El mapa en el que aparecí era exactamente como el anterior, estaba en la misma posición, la única diferencia es que los colores eran demasiado rojizos, algo así como un atardecer y que aquel tipo había desaparecido por completo.
Temblando, fui a por un vaso de agua, seguí con la consola y traté de salir de ahí. La música era lenta, parecía propia de una consola más vieja y cuando pasaba alrededor de los entrenadores, me decían "ES TODO POR TU CULPA.". Al dejarlos atrás, aún ocurrían cosas más extrañas, llegado a ciertos pasos, los entrenadores se alineaban formando una fila horizontal y me perseguían. Da igual que andase o que corriese, o que incluso sortease obstáculos, ellos no dejaban de seguirme. Por fin pude dejarlos atrás y llegué a Isla Inta. Entré en todos los mapas, no se reproducía ningún tipo de música y todos me reprochaban, echándome las culpas o tratando de hacer que me fuera. En las casas, todos decían: "¿Por qué lo has hecho?", "Ahora vendrá a por nosotros". En el Centro Pokémon, todas las encargadas, incluído la enfermera Joy me decían siempre las mismas palabras: "Por favor, déjanos...".
Decidí ir al Norte, y una horrible visión me perseguía cada vez que caminaba, un Steelix deforme, con dientes mellados, colores oxidados y unos ojos pequeños y negros, me perseguía. Cada vez que avanzaba, ya sea en Isla Inta como en la Zona de Recreo, Steelix andaba dos pasos más que yo, y siempre parecía que iba a acabar atrapado por ese Pokémon tan aterrador. Sin embargo, siempre me daba tiempo a surfear y Steelix se quedaba en la orilla, mirando... No sabía a donde ir, Steelix siempre aparecía, me perseguía y me escapaba, así que recordé la Cueva Perdida y decidí entrar. Tras pasar por las salas, y llegar a la última de ellas, un texto apareció automáticamente, en él se podían leer las siguientes palabras: "¡¿A DÓNDE CREES QUE VAS?". El mapa comenzó a moverse, como si se tratase de un terremoto, volvieron los sonidos desagradables, como si el juego se trabase, y aparezco en la Guarida del Team Rocket.
Nada de lo que encontré tenía una pizca de normal, todos los miembros del Team Rocket tenían la cara y las manos blancas, sus Pokémon parecían drogados y al final, siempre salían a combatir ellos mismos. Esto parecía una mala broma, ¡cuando quise buscar la salida, no podía encontrarla! Y pobre de mí, fui a la esquina superior de la guarida. Cuando avancé, Steelix estaba en frente y al intentar salir de ahí, varios reclutas del Team Rocket bloqueaban las salidas. Al encontrármelo de frente, y sin ninguna escapatoria, pulsé el botón, un grito lento y fuerte sonó y empecé un combate contra Steelix. Aquel Pokémon parecía una broma cruel y de mal gusto, me miraba de una forma aterradora y aunque aún no había sacado a Marill, ya estaba temblando como un flan y sudando como un pato. Steelix empleó el movimiento Eco Metálico, vi una oportunidad ínfima y le ordené a Marill que ejecutase el movimiento "Surf", pero hiciese lo que hiciese, eligiese el movimiento que eligiese, siempre acabaría apareciendo este mensaje: "No afecta al Steelix enemigo...". Steelix sólo gritaba, una y otra vez, los movimientos de Marill nunca surtían efecto y este combate se tornó el momento más largo y angustioso de mi vida jugona.
Cuando por fin Marill se había quedado sin movimientos, Steelix usó Triturar y la vida de mi Pokémon bajó súbitamente, de un plumazo. Tras aquello, y tras el mensaje de "perdió el conocimiento", la pantalla se tornó negra de nuevo. De repente, oí un sonido, como aquel que se escuchaba cuando se tropezaba con un obstáculo, y después, tras un rato, apareció su cara pixeleada y un tremendo grito que me provocó el mayor susto de mi vida. Enseguida tiré la consola, se tildó y mis padres acudieron de inmediato. Yo en aquel entonces tenía la cara blanca, les había dicho que ese cartucho tenía algo raro, que había aparecido un Pokémon asesino en la pantalla, pero mis padres no veían nada raro. Encendí la consola, se la enseñé, y el juego era prácticamente normal... Mis padres insistieron en que no creyese en fantasías, que dejase un poco los juegos y saliese más como otros chavales.
El Domingo por la mañana no tuve valor para salir de mi propia cama, al mediodía y durante la tarde no quería quedarme solo en casa y por la noche no logré dormirme hasta las tres de la madrugada. A las cuatro, debido a los nervios, volví a despertarme, a las cinco me volví a dormir y me desperté finalmente a las 8. Nada más pudimos, le pedimos a aquel informático que me devolviese el dinero y el cartucho.
Desde entonces, no he vuelto a fiarme de los trucos de otras personas y decidí jugar limpio, o al menos, hacer las cosas por mí mismo...
