Estoy aquí, perdido, alguien rescateme... pierdo el control y no puedo parar, caigo y caigo en un espiral que parece nunca acabar.
Los círculos que dibujo mientras caigo se hacen grandes y luego pequeños, y un gran vértigo se apodera de mi estómago. De a ratos parece que choco contra algo,
aunque no se con certeza que sea. Lo único que veo son colores y luces brillantes, escucho gritos, voces y ruidos que se alejan y se acercan.
Alguien me toma de la mano y gira con migo, su mano es suave, cálida y pequeña, un atisbo de realidad me permite sentirla, entre tanto ruido escucho su risa.
El espiral se detiene, al fin, parece que toco tierra, aunque aún estoy mareado y las cosas giran, yo ya no lo hago.
Los ruidos y las voces paran y empiezo a desnublar mi vista. Me doy cuenta que llevo un rato caminando. Mi cuerpo está entumecido, pero su mano, la siento, cálida, suave.
Las cosas ya no giran a mi alrededor, de pronto, distingo qué es arriba, que es abajo y que es a los lados.
Miro hacia arriba, una luz roja cambia a verde, miro hacia la derecha, dos luces aparecen, un ruido fuerte.
Ya no escucho nada, no veo nada, y su mano, está ahora fría.
Si lo hubiera sabido, si hubiera entendido antes que no reía, sino que me gritaba que no me matase, si hubiera entendido que las voces eran ruidos de la música de fondo del antro donde me encontraba, si hubiera escuchado los gritos de mis amigos, diciendo que me olvide de la locura de quitarme la vida, quizá ella no se hubiera sacrificado inconscientemente como lo hizo.
Ahora estoy en ésta cama de hospital, recuperándome, escribiendo lo que puedo recordar y reconstruir luego de aquel choque de automóvil.
Los círculos que dibujo mientras caigo se hacen grandes y luego pequeños, y un gran vértigo se apodera de mi estómago. De a ratos parece que choco contra algo,
aunque no se con certeza que sea. Lo único que veo son colores y luces brillantes, escucho gritos, voces y ruidos que se alejan y se acercan.
Alguien me toma de la mano y gira con migo, su mano es suave, cálida y pequeña, un atisbo de realidad me permite sentirla, entre tanto ruido escucho su risa.
El espiral se detiene, al fin, parece que toco tierra, aunque aún estoy mareado y las cosas giran, yo ya no lo hago.
Los ruidos y las voces paran y empiezo a desnublar mi vista. Me doy cuenta que llevo un rato caminando. Mi cuerpo está entumecido, pero su mano, la siento, cálida, suave.
Las cosas ya no giran a mi alrededor, de pronto, distingo qué es arriba, que es abajo y que es a los lados.
Miro hacia arriba, una luz roja cambia a verde, miro hacia la derecha, dos luces aparecen, un ruido fuerte.
Ya no escucho nada, no veo nada, y su mano, está ahora fría.
Si lo hubiera sabido, si hubiera entendido antes que no reía, sino que me gritaba que no me matase, si hubiera entendido que las voces eran ruidos de la música de fondo del antro donde me encontraba, si hubiera escuchado los gritos de mis amigos, diciendo que me olvide de la locura de quitarme la vida, quizá ella no se hubiera sacrificado inconscientemente como lo hizo.
Ahora estoy en ésta cama de hospital, recuperándome, escribiendo lo que puedo recordar y reconstruir luego de aquel choque de automóvil.