No soy alguien que suela escribir, pero ante la imperiosa necesidad que he sentido en esta ocasión, he decidido compartirlo con vosotros.
Ante esto queda claro que carezco de habilidad para escribir, aunque eso no me impide para nada el poder disfrutar de este método de expresión artística, y quién sabe, quizá incluso aprender y expandir más. En caso de que escriba algunas cosas más y me sienta de acuerdo con compartirlas, es probable que abra mi pequeña biblioteca.
Sin más dilación, aquí está el fragmento que he bautizado como: "La máscara".
Nos vemos. Miau revoir~.
Ante esto queda claro que carezco de habilidad para escribir, aunque eso no me impide para nada el poder disfrutar de este método de expresión artística, y quién sabe, quizá incluso aprender y expandir más. En caso de que escriba algunas cosas más y me sienta de acuerdo con compartirlas, es probable que abra mi pequeña biblioteca.
Sin más dilación, aquí está el fragmento que he bautizado como: "La máscara".
Día a día es igual. Lo mismo. Exactamente la misma horrible y agonizante tortura: despierto en un nuevo día, con la clara, pero no tan esperanzadora, luz del sol, indicando el nuevo aterrador día que me espera. Me levanto con mis últimas fuerzas, con las que ayer no contaba, cojo aire, y me pongo mi máscara. La máscara... que es mi mayor salvación, pero a la vez también, mi mayor perdición.
Esta máscara no es corriente, no es como todas las demás: no se ve, no se nota, no se siente. Es completamente transparente. O al menos, así es delante de la gran mayoría de gente que me rodea, de la gente que no ve más allá de mi piel, de la gente que no ve mi corazón, de la gente que no sabe cómo me siento. La gente ingenua que cree que todo está bien, todo siempre ha estado bien, y todo también siempre seguirá bien. ¡Cuán equivocados están!
Y te preguntarás... Si no se puede ver ni sentir, ¿qué hace esta máscara? Es simple, aunque también terrorífico: me hace ser quién se supone que debo de ser, me hace ser lo que esperan de mí, me hace ver normal, me hace sentirme fuera de peligro. En definitiva: me protege. Pero eso es lo que creía al principio. El problema es que nunca me había hecho una pregunta vital: me protege, sí... ¿Pero a costa de qué?
Está caliente. No puedo más. Necesito descansar. Me la quito. Me refugio en mis actividades relajantes, consigo aliviarme, consigo enfríarme, descanso, durante escasos minutos. No hay mucho más tiempo de margen. Me preparo, vuelvo a coger aire, y me vuelvo a colocar la máscara; no me queda otra.
Es el día a día, sobrevivir hasta que no pueda más. Cada ser vivo adopta sus propios mecanismos de defensa ante una amenaza; aquí está el mío.
Está caliente. No puedo más. Necesito descansar. Me la quito. Me refugio: dibujo, pinto, escribo, me libero... Pero todo esto tiene la misma finalidad de siempre: la de descansar... para volver a coger aire y encerrarme en mi máscara.
Parece que nunca me quedan fuerzas, parece que hoy será el último día que podré aguantar esta tortura. Pero no... siempre hay un día más. Como el que abusa de sí mismo y del único mecanismo de defensa del que dispone para sobrevivir. No puedo afrontar esta amenaza cara a cara.
Está caliente. No... ¡no está caliente! ¿Arde...? ¡Está en llamas! ¿El qué está en llamas? ¿Mi piel? No. ¿Mi máscara? Tampoco. ¡Es mi corazón! Mis sentimientos, mi naturaleza pura, verdadera, pero también oprimida, reclama su libertad. ¿Una vez más? ¡Serás egoísta! Solo aguanta... ¡Un día más, por favor!
Pero como todo, quién abusa de algo... Solo logra desgastarlo. Hasta que llega un punto en el que se rompe... Pero no está en juego mi máscara, sino algo mucho más importante... Lo que se va a romper... ¡Es mi alma!
Aguanta... Aguanta un día más... y dos... y tres...
Esta máscara no es corriente, no es como todas las demás: no se ve, no se nota, no se siente. Es completamente transparente. O al menos, así es delante de la gran mayoría de gente que me rodea, de la gente que no ve más allá de mi piel, de la gente que no ve mi corazón, de la gente que no sabe cómo me siento. La gente ingenua que cree que todo está bien, todo siempre ha estado bien, y todo también siempre seguirá bien. ¡Cuán equivocados están!
Y te preguntarás... Si no se puede ver ni sentir, ¿qué hace esta máscara? Es simple, aunque también terrorífico: me hace ser quién se supone que debo de ser, me hace ser lo que esperan de mí, me hace ver normal, me hace sentirme fuera de peligro. En definitiva: me protege. Pero eso es lo que creía al principio. El problema es que nunca me había hecho una pregunta vital: me protege, sí... ¿Pero a costa de qué?
Está caliente. No puedo más. Necesito descansar. Me la quito. Me refugio en mis actividades relajantes, consigo aliviarme, consigo enfríarme, descanso, durante escasos minutos. No hay mucho más tiempo de margen. Me preparo, vuelvo a coger aire, y me vuelvo a colocar la máscara; no me queda otra.
Es el día a día, sobrevivir hasta que no pueda más. Cada ser vivo adopta sus propios mecanismos de defensa ante una amenaza; aquí está el mío.
Está caliente. No puedo más. Necesito descansar. Me la quito. Me refugio: dibujo, pinto, escribo, me libero... Pero todo esto tiene la misma finalidad de siempre: la de descansar... para volver a coger aire y encerrarme en mi máscara.
Parece que nunca me quedan fuerzas, parece que hoy será el último día que podré aguantar esta tortura. Pero no... siempre hay un día más. Como el que abusa de sí mismo y del único mecanismo de defensa del que dispone para sobrevivir. No puedo afrontar esta amenaza cara a cara.
Está caliente. No... ¡no está caliente! ¿Arde...? ¡Está en llamas! ¿El qué está en llamas? ¿Mi piel? No. ¿Mi máscara? Tampoco. ¡Es mi corazón! Mis sentimientos, mi naturaleza pura, verdadera, pero también oprimida, reclama su libertad. ¿Una vez más? ¡Serás egoísta! Solo aguanta... ¡Un día más, por favor!
Pero como todo, quién abusa de algo... Solo logra desgastarlo. Hasta que llega un punto en el que se rompe... Pero no está en juego mi máscara, sino algo mucho más importante... Lo que se va a romper... ¡Es mi alma!
Aguanta... Aguanta un día más... y dos... y tres...
Nos vemos. Miau revoir~.