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[Historia] En el Festival de la Victoria (secuela de Un Cuento de Madrid/finalizada) [16/7/15]

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Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Respuesta: [Historia] En el Festival de la Victoria (secuela de Un Cuento de Madrid) [22/5/15]

9. Su problema​

Antes de desayunar, Caoimhe fue al baño a darse una ducha. Apenas había movido el picaporte cuando salió la voz de Oren proclamando que el baño estaba ocupado. Así que Caoimhe fue a la cocina y se sirvió el desayuno con las manos desnudas. Ni siquiera temblo la taza.
Tras desayunar, volvió a su cuarto a escoger ropa limpia y fue de nuevo al baño.
- ¿Puedo pasar ya?
- Sí, ahora mismo salgo.
Caoimhe entró. Oren tenía puestos sus eternos vaqueros holgados y se estaba abrochando una camisa a cuadros blancos, rojos oscuros y negros. Solo llevaba la mitad de los botones abrochados, y al mirarle, la chica vio que una cicatriz cubría el lado izquierdo de su pecho.
- ¿Qué…?
Tardó un segundo en darse cuenta. La historia de la noche anterior… ¡Oren había disfrazado su propia historia para contársela!
- ¿Por qué? ¿Por qué la historia de anoche?
- ¿Estás bien?- se acercó y empezó a abrazarla, pero se contuvo.- Lo… Lo siento.
¿Por abrazarla? ¿Por si la cicatriz la había traumado? Eligió la segunda opción.
- Solo es una cicatriz, no pasa nada. Lo de anoche… ¿Era tu historia?- Oren asintió con la cabeza.- ¿Por qué me la cuentas?
- Hace unos días, me preguntaste por qué soy tan frío, por qué no vivo con mis padres y por qué tengo recuerdos que producen pesadillas. Era mi forma de responderte. Eres la primera persona a la que cuento esto. A… a la que aprecio lo suficiente como para contárselo.
- ¿Debería sentirme honrada?
- Eso lo decides tú- la coraza de Oren había vuelto.- ¿No querías ducharte?

Oren no sabía qué le había pasado con Caoimhe. Sabía, por experiencia propia, que la forma más fácil de dañar a alguien era a través de sus seres queridos. Por eso desde hacía cuatro años no se había encariñado mucho de nadie, menos de Traumwald, que era casi parte de él.
Decidió ejercitar un poco el simbolismo para distraerse, y recordó el trabajo del marido de Abuela. Fue a la habitación, cogió las hojas y se puso a trabajar sobre la mesa.
Parecía que lo que ese hombre hacía era escoger un símbolo, y luego separarlos en uno o dos “cuerpos”, conectados de forma simple. También había anotaciones que, cosa rara, estaban en inglés. En una de ellas decía: “Parece que los símbolos simples tradicionales se pueden descomponer en múltiples, de dos o más núcleos de acción, que son más fuertes que los simples. Y esos símbolos múltiples son más fuertes cuanto más escasas y simples son las conexiones entre sus núcleos.”
Oren decidió probar a hacer un símbolo múltiple. Escogió uno fácil: el escudo, el mismo símbolo que tenía en el brazo izquierdo. Lo trazó en una hoja de papel. Después tuvo que emplear dos horas en distinguir, usando todos sus conocimientos de geometría simbólica, cuáles eran los núcleos de acción del símbolo. Tomó otra hoja de papel y trazó la versión múltiple del símbolo con su eterno bisturí. Los conectó con simples líneas y máximo cuidado, y cuando acabó, tocó el resultado.
Hubo un chisporroteo de luz rojiza, y tras ello, nada.
Oren se enfureció: ¿para eso había malgastado media mañana? Con un grito de furia, cogió la hoja de papel y la rompió en dos trozos, que cayeron al suelo.
Necesitaba beber agua, así que se alejó de la mesa medio paso. No pudo dar el paso entero, ya que se encontró con algo como una barrera de cristal. Empujó y la barrera se rompió en trozos amarillos anaranjados que desaparecieron. ¿Qué era eso?
Oren giró para buscar con la mirada la fuente de la barrera. No la vio al principio. Pero cuando miró al suelo, vio la hoja donde había trazado un símbolo múltiple, rota justo por las líneas conectoras. Entre las líneas quebradas había finos hilos de energía, que causaban la burbuja sólida.
“Claro…”, pensó. “Cuanto más finas son las conexiones, más fuerte es el símbolo. ¿Qué mejor que que no las haya?”
Su mente de simbolista empezó a pensar en decenas de cosas que se podían hacer con esos símbolos coordinados.
- ¡Sí, sí, toma ya!

Esa cena era la primera comida a la que Oren podía asistir en el palacio. Tras atravesar los jardines, fue guiado por el laberinto interior del palacio hasta una puerta verde con incrustaciones de oro. El guía le hizo un gesto de invitación con las manos, y Oren entró.
Todo en la sala era grande: las desnudas paredes, que elevaban la altura del techo, las cuatro puertas que desembocaban en ella, las ciento muchas sillas y la mesa redonda alrededor de la cual estaban dispuestas. La mesa, además, era una filigrana: estaba hecha de distintos tipos de piedra, minerales y metales, preciosos o no, que formaban intrincadas formas curvas y abstractas.
En esta sala, por muy fastuosos que fueran los ropajes de los comensales, eran eclipsados y parecían pequeños. Estaban sentados alrededor de la mesa. Allí, frente a la puerta, estaba Tya Ni Cao, el emperador de Aho Shan. Llevaba puesta una austera corona de jade y madera negra, con la escama de dragón dorada engarzada. A sus lados estaban, su propia familia y las Cuatro Familias, lo más parecido a la nobleza ahoshaní: a los diez años, cada miembro de esas familias juraba obediencia absoluta al emperador con el mismo juramento con el que Abuela había prometido a Caoimhe y Oren no dañarles. Después estaban los demás invitados. La mayoría eran ahoshaníes, pero también había algunos extranjeros. Entre todo ese lujo, Oren Sylvan se sentía ridículo con su simple camisa.
Tya Ni Cao se levantó.
- El Festival de la Victoria es feliz porque recordamos la derrota de Sullivan. Pero hace cuatro años fue doblemente feliz porque Sullivan murió. Y hoy es triplemente feliz, porque su asesino acaba de entrar en esta sala. Oren Sylvan- Tya Ni Cao retrocedió,- me inclino ante tu hazaña y tu valentía.
El emperador se inclinó literalmente. A un tiempo, todos los comensales se levantaron y le imitaron. Y de pronto, Oren, el que iba ridículamente vestido, pasó a ser la persona más importante de la sala. Se sintió como si estuviera desnudo, y se ruborizó. Tya Ni Cao soltú una risotada.
- Veo que eres guerrero, y no señor: no te gustan los halagos. ¡Pero a todos nos gusta la buena comida! Siéntate- señaló una silla,- Oren Sylvan, pronto llegarán los que quedan.
Oren se sentó, aliviado, y vio que a sus lados no había más que ahoshanís, que charlaban animadamente en chino. A su lado había una silla vacía, y deseó que ahí se sentara un extranjero; si no, estaría bastante aburrido.
Fueron llegando los invitados restantes. El recibimiento del emperador para ellos no fue ni mucho menos tan solemne, y así supo que el suyo había sido sincero. Lanzó una mirada alrededor de la mesa: T’ang Zhu se la devolvió fríamente, pero ni rastro de Niklaus Thorvaldsen o la tal Ceres.
Entró a la sala un joven que tendría ocho o nueve años más que él. Fue recibido brevemente y se sentó junto a Oren. Por un rato no se hablaron, Oren lanzaba miradas de reojo al joven, que las devolvía en menor medida.
- No pensaba- dijo,- que hubiera gente tan joven por aquí.
- Ya, es raro. ¿Por qué estás aquí?
- Me dieron la invitación. ¿También invitan ingleses?
- Soy madrileño.
- Menos mal, si no tu acento sería completamente británico.
- El americano es peor- replicó.- Y encima en la tele siempre hay algún actor o político vomitando, digo, hablando así.
Tya Ni Cao acabó un discurso en su idioma y apareció un ejército de camareros que sirvieron platos, agua y un licor blanco translúcido en un pequeño vaso. Oren, con un gran esfuerzo, consiguió probar un poco de arroz con los palillos y lo encontró delicioso. Un camarero advirtió su dificultad y le dio cubiertos occidentales. Pudo concentrarse en la comida, y así no tener que hablar con el joven de su lado: no le había caído nada bien.
Entonces, alguien que parecía importante exclamó lo que Oren supuso que sería un halago al emperador, y todos levantaron sus vasitos de licor. Oren los imitó. Vaciaron el vaso de un trago. El líquido abrasó la boca y garganta de Oren, que recordó por qué odiaba el alcohol. Entonces el camarero rellenó el vasito. Poco después, el emperador exclamó algo parecido.
Antes de alzar su vaso, Oren buscó con la mirada a T’ang Zhu. El noble tenía la mirada fija en él, y al adolescente le llegó la revelación: T’ang le tenía algo preparado para cuando estuviera borracho. Así que, esta vez, Oren se llevó el licor a la boca, pero no abrió los labios: parecía que hubiera bebido, pero no lo había hecho. Más tarde, averiguó que eso era una especie de brindis por cada miembro distinguido de la mesa: Tya Ni Cao le dedicó un elogio en inglés.
Intentó conversar con el joven que había a su lado, pero no le soportaba, y no consiguió averiguar más que su nombre: Alex Hawkson.
Empezó a notarlo. Estaba en el ruido de platos y copas, en las animadas conversaciones, en el movimiento de la gente. Era el mismo agobio, el mismo miedo a la multitud que le había asaltado días atrás en el Club Magyk. Tenía que salir. ¿Dónde estaba Traumwald? La había dejado en casa de Abuela, recordó, porque quizá no fuera bien recibida en palacio.
Se levantó. Un hombre le preguntó qué le pasaba. Fue a contestarle, pero recordó que T’ang le quería borracho.
- Tengo que irme- dijo, hablando como si estuviera lleno de aquel asqueroso líquido blanco.
- Puede dormir aquí.
- No, no no, me esperan.
- Hasta la vista, entonces. No es correcto faltar a una cita.
Fue a salir, y recordó súbitamente algo que había oído.
- Hawkson- susurró Oren,- estás en peligro.
- ¿Es eso una amenaza?- el joven había bebido algo más que Oren.- No me das miedo, ¿sabes?
Inútil razonar con él. Además, Hawkson y Ceres no eran su problema. Su problema era T’ang Zhu, cuyos ojos sentía en su espalda.
Dando fingidos tumbos, salió de la sala. Una vez fuera, en el laberinto de pasillos, respiró hondo para calmarse y repasó mentalmente el camino seguido para llegar allí. Empezó a desandarlo. Entonces se preguntó cuál podría ser la razón por la que T’ang le observara así. Oyó algo cuando iba a torcer una esquina. Intentó frenarse, pero ya era tarde.
- Aquí está- dijo Niklaus Thorvaldsen a través de una especie de microcomunicador de radio.- Pero parece sobrio.
Podría estar asustado, o mentalizándose para luchar Pero Oren estaba molesto. Sí, porque acababa de estar en una cena agobiante, sintiéndose amanazado, con un único compañero de conversación que era insoportable, ¿y ahora esto?
Sopesó sus posibilidades. No tenía a Traumwald con él, pero si las cosas se ponían feas podía usar la lengua dracónica.
La transformación de Thorvaldsen en licántropo acabó, y Oren activó su escudo. El lobo humano se lanzó a por él. Oren bloqueó los zarpazos con su escudo, e intentó infructuosamente herirle con la espada.
Aunque la fuerza de Thorvaldsen era grande, el escudo era muy resistente, y Oren lograba bloquear todos los golpes. Lo único que conseguía el escandinavo era que Oren retrocediera, y el adolescente ya pensaba en el mejor contraataque.
Entonces su espalda tocó algo, y giró la cabeza. Una pared. Un pasillo sin salida. Comprendió que Thorvaldsen no quería dañarle. Quería conducirle a donde quisiera haciéndole retroceder. Tenía que rehacerse. Contraatacar. Demasiado tarde. Un zarpazo en la cabeza hizo que su vista se nublara.

Abrió los ojos. Forzó a su cuerpo a reanimarse. Vio una luz. Vio que la luz llegaba a través de unos barrotes. Vio que estaba en una pequeña habitación. Vio que los barrotes formaban una puerta. Vio a Thorvaldsen entre la puerta y la luz.
- Cinco minutos- gruñó el hombre.- Has tardado solo cinco minutos en despertarte. Sí que eres duro.
Empezó a irse, pero cambió de opinión.
- Por si te interesa, T’ang Zhu ha dicho que quizá te saque para ejecutarte, pero viendo lo cabrón que eres, quizá te deje ahí a morir de inanición.
- Estás… Estás en peligro.
- Mira quién lo dice.
- Empezar… una pelea en el Palacio del Emperador es una gran deshonra. Espero que T’ang te proteja bien, porque se castiga duramente.
Thorvaldsen sacó una fuerte risotada del fondo de su pecho.
- ¿Te parece que me importa esa honra? Además, nadie lo sabrá, aparte de nosotros tres.
Se fue.
Oren se puso a trabajar. Murmuró “apocaliptei”, y la protección simbólica de la celda se hizo visible a sus ojos.
Se le cayó el alma a los pies. Había símbolos grabados en la celda, sí, pero estaban cubiertos por piedra en las paredes y metal en las rejas: no podían ser destapados. Era una protección perfecta, a prueba de simbolistas y reverberadores.
“Cálmate. Piensa. Tiene que haber una salida. Si has podido entrar, puedes salir.”
Oren empezó a pensar. Tenía el resto de su vida para hallar la forma de salir.
Alguien salió de la celda contigua y se puso frente a la de Oren. Llevaba utensilios para limpiar. Vio que estaba ocupada y pasó a la siguiente.

Por Thannaselanye pasan todos los vientos del mundo. Y esos vientos guardan recuerdos de todos los sitios por donde han pasado, olores y sonidos. Escuchando el viento se pueden saber muchas cosas.
Rachye había decidido buscar ella sola al humano del que su padre le había dicho que era la única manera de salvar a las Bestias. Para ello, tendría que escuchar el viento.
Hay en Thannaselanye una antigua y grande ruta, en la que se conservan, en constante movimiento, todos los vientos que alguna vez han pasado por el reino.
Algunas leyendas dicen que es natural, otras, que la construyeron las Bestias del Viento. Pero, fuera lo que fuera, ese era el mejor sitio del mundo para escuchar el viento.
Al entrar, Rachye buscaba la voz de su padre, para saber quién era su amigo muerto. Escuchó muchas conversaciones suyas, pero no era ninguna.
- No, Zaren, no. Es tu hija. Además, no soy de tu raza. No soy yo quien debe escoger su nombre.
- Dornem, por favor… Ya sabes que no soy bueno para eso. Dime algo. Lo que sea. Al fin y al cabo, puede que no lo use.
- Está bien…
Hubo una pausa. Rachye empezó a buscar otra ráfaga de viento, pero el humano siguió.
- Rachye.
¿Rachye? ¿La estaba llamando? ¿Cómo?
- ¿Rachye? ¿Sigues queriendo a Rachel? ¡Perdona! Lo siento, no quería tocar ese tema, pero… ¿la recuerdas?
- Cómo olvidarla, Zaren. Cómo olvidarla.
Rachye no se lo creía. ¡Un humano había escogido su nombre! ¿Qué debería sentir?
Recordó la frase de su padre: “Aquél que te nombró según su amor.” ¿Era ese Dornem el amigo muerto de Zaren? Entonces, ¿quién era su aprendiz? Cambió la voz que buscaba.
De esa voz no escuchó mucho, pero la mayoría eran conversaciones con otro humano, que parecía muy pequeño. Supuso que ese sería su aprendiz.
Y otro viento, mucho más reciente, le dijo su nombre: Oren Sylvan. Esa ráfaga era tan reciente que pudo incluso, por su olor, saber su procedencia: un reino humano famoso incluso entre las Bestias, Aho Shan.
 

Karlsetin

Leyenda de WaH
Respuesta: [Historia] En el Festival de la Victoria (secuela de Un Cuento de Madrid) [4/6/15]

Excelente capítulo, me ha gustado y me pregunto como serán las cosas ahora D: Hubiera sido emocionante si Rachey hiciera lo primero que pensé u-u pero me temo que no será así... *abucheos*

Sigue así hermano mio, un fuerte abrazo desde el nuevo mundo.
 

BLAx501!

A veces comento en temas :3
Miembro de honor
Usuario de Platino
Respuesta: [Historia] En el Festival de la Victoria (secuela de Un Cuento de Madrid) [4/6/15]

Aplausos por favor...

Ya, suficiente.

Para variar, un capítulo excelente. Mucha acción, mucho detalle, y se empieza a fortalecer cada vez más la relación entre Caiomhe y Oren.

De todas formas, me esperaba un pelín más de extensión en la escena del banquete. Me parece demasiado apresurada. Todo sucede demasiado rápido, la presentación de Hawkson y lo mal que le cae a Oren en ese mismo momento... Es quizá la única pega que le podría poner al capítulo xD.

Pero da lo mismo, un trabajo excepcional, para variar, así que adelante :D
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Respuesta: [Historia] En el Festival de la Victoria (secuela de Un Cuento de Madrid) [4/6/15]

Cada vez recibo más apoyo, ¡es genial! A ver si ahora con las vacaciones voy más rápido con todo.
10. Contra Aviro​

- Deja de preocuparte por Oren, Caoimhe. Seguramente aún le dure la resaca.
- Lleva desde anoche ahí… No sé, no le veo capaz de quedarse hasta tan tarde en una fiesta, una cena, no sé, lo que sea eso.
- ¿Tan bien le conoces?
Traumwald empezó a maullar de nuevo. Llevaba toda la noche inquieta.
- Tya Ni Cao debería dejar entrar a los animales- se quejó Abuela.- Los berserkers y sus parejas no se pueden separar, si no, pasa esto.
- ¿Sabías que es berserker?- Caoimhe estaba sorprendida.
- ¡Soy vieja, pero aún no estoy ciega! Tanto apego entre una persona y un gato es imposible sin el berserk. Si fuera un perro, me lo pensaría, ¡pero un gato…!
Caoimhe trató de tranquilizarse. ¿Tranquilizarse por qué? ¿En serio se estaba preocupando por Oren? Además, seguramente no le pasara nada…
Siguió quitando el polvo a la estantería de madera. Llevaban desde que se despertaron sacando brillo a esto, lavando lo otro… ¡Era el Día de la Batalla!
Un rato más tarde, Abuela le dijo a Caoimhe que salieran. Acababa de salir de su habitación, y llevaba ropajes más ornamentados, pero aún así, simples.
Salieron. Las calles, excavadas en la pared de la montaña, se estaban llenando de gente que miraba hacia abajo, a los jardines. Caoimhe miró también. No había nada.
- ¿Por qué todos miran abajo, Abuela?
- Es la Batalla de los Quinientos. Debe de estar a punto de empezar.
- ¿La Batalla de los Quinientos?
- Sí. Es una recreación de una batalla que ocurrió en esta misma fecha, en el año que para vosotros es… 1945, creo. Entonces, un ejército se enfrentó a Harold Sullivan, un mago oscuro que quería destruir Aho Shan.
Poco a poco, las calles-balcones que rodeaban los jardines empezaron a llenarse de gente. Sin embargo, el espacio que rodeaba el palacio estaba vacío. Y ese vacío atraía todas las miradas.
De las puertas del palacio salieron uno, dos, cinco, incontables personas. Eran de distintas edades y estaturas, y de ambos sexos. Pero todos iban vestidos igual, un simple traje rojo con un dragón amarillo bordado. Eso y sus ordenados movimientos…
- ¿Es el ejército?
- Son actores. Pero en Aho Shan no existe vuestro concepto de ejército. Como la mayoría tenemos magia, todo el que pueda luchar tiene la obligación de hacerlo si se necesita.
De debajo de ellas salió un solo hombre. Llevaba puesta una compleja armadura. Todos se pusieron en tensión.
- ¿Quién es?
- Harold Sullivan. Un mago oscuro y malvado que halló el secreto de la inmortalidad. Lleva puesta la Armadura del Sol.
Oren ya había mencionado a ese Harold Sullivan, pero Caoimhe no sabía cuál era su relación con el chico.
Los soldados empezaron a atacar a Sullivan. Pero el mago oscuro se sacó de algún sitio una espada y telas negras que representaban sombras. Con ellas iba derribando a los magos sin esfuerzo. El sufrimiento de los ahoshaníes era evidente. Por más que lo intentaban, y a pesar de su enorme ventaja numérica, morían, morían a decenas. Y pronto no quedó ni uno en pie.
Sullivan soltó una risa maniática y empezó a caminar sobre los cadáveres vestidos de rojo hacia el palacio. Pero uno, un hombre particularmente grande, se levantó cuando tenía a Sullivan encima, derribándole.
- ¡El Silencioso!- exclamó Abuela.
“¡El padre de T’ang Zhu!”, pensó Caoimhe.
Sullivan intentó levantarse, pero el Silencioso se lanzó sobre él y abrió la armadura. Se desprendió, dejando al mago oscuro al descubierto. Sorprendido, Harold Sullivan retrocedió. El Silencioso se puso algunas piezas de la armadura, le dio unos cuantos golpes a su oponente, que huyó derrotado.
Hubo un segundo de silencio. Dos. Tres. Y, sin previo aviso, todo el centro de Xin Qu estalló en aplausos y vítores. Los quinientos soldados caídos se levantaron, Sullivan volvió de bajo la colina, se pusieron los quinientos uno en formación, e hicieron una reverencia al unísono. Todos seguían aplaudiendo, así que hicieron otra. Tras la décima, los aplausos cesaron paulatinamente y los actores entraron al palacio.
- ¡Ha sido increíble!- exclamó Caoimhe.
- ¿A que sí? Cada año me gusta más.
- Oren se lo ha perdido.
- Lo habrá visto desde algún balcón del palacio.
- Abuela... ¿Por qué se celebra el Festival de la Victoria?- preguntó Caoimhe.
- Es una fiesta de este país, como la Navidad en Irlanda. Lo que importa son las vacaciones, ¿no?- sonrió Abuela, y la chica rió.
- Pero- preguntó de nuevo cuando paró de reír,- la Navidad se celebra por el nacimiento de Cristo. El Festival de la Victoria, ¿por qué se celebra?
- Es algo mucho más reciente... Supongo que Oren ya te habrá hablado de Harold Sullivan. Pues, hace unos setenta años, desapareció. Muchos se alegraban, pero otros, los más pesimistas, decían que sólo estaba bien escondido. Por desgracia, fueron ellos los que tenían razón. Como estaba tan buscado, había huido a Prioterra, un mundo cercano a este y mucho más mágico. Allí, como aquí, cometió crímenes indescriptibles e incontables. Pero uno destacó sobre los demás. Profanó un templo llamado la Torre del Sol matando a cuantos allí había y robó una poderosísima arma, la Armadura del Sol. Entonces volvió a nuestro mundo, y lo primero que hizo fue aliarse con Japón. Estamos hablando del principio de 1945. Los japoneses pensaron que con él podrían darle la vuelta a la guerra, pero se equivocaban. Lo único que quería Sullivan era destruir Aho Shan, por venganza, ya que siglo y medio atrás la emperatriz de entonces había puesto precio a su cabeza. Se formó un gran ejército de magos para vencerle. El encuentro entre Sullivan y el ejército es lo representado por las Batallas de los Quinientos.
- ¿Allí murieron los quinientos magos menos uno, que puso en fuga a Sullivan?
- Pasó lo que se representa, en efecto, pero a la batalla verdadera se la llama la Batalla de los Quinientos Mil.
De repente, aunque Harold Sullivan estuviera muerto, a Caoimhe le entró un miedo irracional.
- El superviviente, el Silencioso, pudo comprender cómo funcionaba la Armadura del Sol en medio de la batalla, y se hizo el muerto para poder destruirla. Y Sullivan se fue.
- ¿Por qué le llamáis el Silencioso?
- Porque había visto tanto sufrimiento y muerte en esa batalla que jamás volvió a hablar-tomó aire.- En el Festival de la Victoria no solo celebramos la victoria, también recordamos a los que dieron sus vidas por impedir el avance de la oscuridad.
Estuvieron calladas un rato.
- Es una historia triste- dijo finalmente la adolescente.
- Pero tiene un final feliz- repuso la anciana.- ¿Quieres oírlo?- Caoimhe asintió.- Hace cuatro años, Harold Sullivan murió. Su asesino era un niño de no más de diez años.
- hizo una pausa.- Tienes suerte de ocupar un espacio en el corazón de Oren.
De repente todo encajó. Quién era el gran demonio de la historia de Oren. Quién era su antepasado, mencionado por T’ang. Por qué había sido invitado al palacio. Por qué algunos ahoshaníes le reconocían. Sin embargo...
- En realidad... Me ha dicho mil veces que no le importo mucho.
Abuela soltó una carcajada.
- Qué joven eres. Qué poco sabes- calló un momento.- Qué poco ves. ¿Pero no tienes hambre? ¡Vamos a casa, te he preparado algo delicioso!
Pero, a dos pasos de la puerta, Abuela se detuvo. Tenía la vista fija en una mujer de veintitantos años, alta, delgada, castaña y de ojos azules.
- Perdona- la paró,- ¿qué quieres?
- ¿La conozco, señora?
- No. Y yo a ti, tampoco. Pero sé reconocer a una Bestia del Viento cuando la veo. ¿Qué es lo que te trae aquí? ¿Por qué estás en forma humana?
La Bestia las miró con recelo, pero cedió.
- Busco a Oren Sylvan.
Abuela y Caoimhe se miraron, sin saber qué hacer.
- Pasa- dijo finalmente Abuela.- Te invito a mi hogar.

Hambriento. Sediento. Esperando. La combinación perfecta para que saltara la impaciencia. Había intentado descifrar la protección de la celda por diversión, aunque no pudiera abrirla. Pero no podía ver bien los símbolos, ya que estaban cubiertos. Había grabado en su cuerpo los símbolos coordinados del escudo, y eso le había mantenido entretenido. Pero no lo suficiente. Ahora solo esperaba. Y estaba hambriento. Y sediento.
Por fin, oyó un ruido en el pasillo. Se puso la máscara de Dornem y rezó para que el limpiador no recordara que esa celda estaba ocupada.

A Alex Hawkson le fascinaba ese palacio. No solo por su gran belleza, sino por su impenetrable seguridad. La noche anterior le había asustado ese Oren Sylvan, pero no lo había visto desde entonces. Dobló una esquina, subió una escalera y…
- Buenas noches, Alex.
Allí estaba, con su pelo rojo y su sonrisa de cocodrilo. ¿Cómo podía ser? ¿Acaso Aviro había entrado hasta en Aho Shan? ¿Qué coño hacía Ceres allí?
- Qué sorpresa- se puso en tensión.
- Sí, ¿verdad? Te presento a mi compañero, Niklaus Thorvaldsen.
Era un hombre grande y de densa barba. Pero a Alex no le preocubaba tanto como Ceres. Sabía de qué era capaz. Tenía que ganar algo más de tiempo para poder pensar.
- Pensaba que el agente de Aviro aquí era Oren Sylvan.
- ¿Ese? Ni de coña… Es poderoso, pero tonto. No tuve que ir ni yo a por él.
- Me ofendéis.
Todos se giraron. Allí estaba, apoyado en la pared, en una pose de relajación completa. Si ya estaba en esa sala, ¿por qué no le habían visto? Y si había entrado, ¿por dónde? Entre los tres podían ver las dos puertas a la estancia.
- ¿Íbais a pelear? ¡Seguid, seguid, yo ya me iba!- pausa. Nadie se movió.- Así que ahora tengo que intervenir, ¿no? Pues a ver… Hawkson, no me caes nada bien. Pero como son dos contra ti, y como Thorvaldsen me ha intentado matar dos veces, lucharé contigo. Le ruego me disculpe, señorita Ceres- mascó el nombre.

Media hora antes, Oren había presionado el símbolo de invisibilidad que había sobre su capucha. El limpiador llegó frente a su celda, la vio vacía. ¡Abrió! Abrió y Oren salió corriendo. Pasó un rato buscando las cocinas, pero cuando llegó, bebió y comió cuanto quiso, ya que nadie le veía. Una vez estuvo satisfecho, pasó a buscar la salida. Y había llegado a la sala donde estaban Niklaus Thorvaldsen y Ceres. ¿Qué hacía? ¿Atacaba o huía? Si atacaba, T’ang sabría que había escapado. Pero si no, lo averiguaría tarde o temprano, y perdía una oportunidad de oro para librarse del licántropo. El comentario de Ceres le hizo decidirse.
Los tres se recuperaron pronto de su desconcierto. Thorvaldsen sacó sus cuchillos y se transformó. Ceres creció desproporcionadamente y agarró dos grandes espadas que tenía a su espalda. Los puños de Hawkson se recubrieron de escamas.
Oren miró a Hawkson. Alex miró a Sylvan. Y ambos vieron los ojos del otro, verdes y grises. Sin ninguna razón, se comprendieron.
Alex se lanzó a por Thorvaldsen. Oren sacó la máscara de su bolsillo y se la puso. Activó el escudo justo a tiempo para bloquear el filo de Ceres. Le lanzó una bola de fuego, que prendió en su pernera. Pero Ceres extinguió el fuego rápidamente. Le lanzó la espada por la derecha. Oren no podía bloquearla. Le golpeó las costillas, y el piromante cayó al suelo.
Alex Hawkson miró a su inesperado aliado. Yacía en el suelo, boca arriba, seguramente muerto o agonizante por el golpe que acababa de recibir. La máscara impedía ver su cara, pero seguramente la tuviera crispada de dolor.
- ¿Y esto era Oren Sylvan?- Ceres rió estrepitosamente.- ¡Me has decepcionado, mago!
Oren se levantó de un salto. Ni en el suelo ni en su ropa había sangre. La tela negra no tenía ni un rasguño.
- ¿De verdad?
- ¿Qué?
- ¡Hawkson, no me mires!
Chasqueó los dedos. Saltó una chispita, que encerró en el puño.
- ¡Kial!
Abrió la mano, y la habitación fue inundada por una luz blanca intensísima. Thorvaldsen y Ceres fueron deslumbrados. Oren derribó a Ceres y le dio un fuerte golpe en la nuca. Hizo lo mismo con Thorvaldsen. Volvieron a su estado normal y dejaron de moverse.
- ¿Qué acabas de hacer?
- Un golpe ahí es conmoción cerebral, desmayo instantáneo y posibles daños permanentes.
- No… ¿Qué es esa máscara? ¿Y ese escudo? ¿Y la luz?
- Magia.
El joven abrió los ojos como platos.
- ¿Eres prioterrano?
- ¡No, hombre! Esta magia también existe en la Tierra… ¿No lo sabías? ¡Estando en Aho Shan, no lo sabías!
Echaron a andar.
- ¿Por qué estás contra Aviro?
- ¿Qué es Aviro?
- ¿No lo sabes? ¡No lo sabes, y acabas de pelear contra una de sus mayores agentes! Pues… Es una organización secreta, tiene muchísimo poder… Para que te hagas una idea, el tercer Reich fue un intento suyo de salir a la luz.
- Ya, entiendo. ¿Qué es bastler?
- A ver… Aviro hace experimentos con material genético prioterrano. Y consiguieron el gen bastler, que hace que alguien se pueda transformar a voluntad, como Ceres y ese otro.
- ¿Y tú eres un bastler?
- No. Yo soy algo distinto. ¿Por qué atacaste?
- Thorvaldsen estaba contratado por T’ang para matarme.
- ¡Pero has atacado a Ceres! ¿Tienes alguna idea de lo que has hecho, Sylvan?
- No- se quitó la máscara y le tendió la mano.- Llámame Oren.
- Alex- se la estrechó.
- ¡Aquí estás!
Los dos se pusieron en alerta y miraron al frente. Pero solo era Abuela.
- ¡Abuela! ¿Qué haces aquí?
- Soy invitada de honor en el palacio. T’ang Zhu me ha intentado convencer de que te echara de mi casa.
- ¿No ha empleado la fuerza?
- Emplear la fuerza sería ir contra mí. Y nadie se atreve a ir contra mí.
Un escalofrío recorrió la espalda de Oren. Aquella frase había sonado realmente amenazadora.
- ¿Quién es, Oren?
- Una amiga… supongo. Abuela, Alex Hawkson. Alex Hawkson, Abuela.
- ¡Seguidme! ¡Hay que salir!
Subieron y subieron escaleras. ¿Por qué? ¿No iban a la puerta?
Salieron al balcón del último piso.
- ¡Tiraos!- gritó Abuela.
- ¿Qué?- se sorprendió Alex.
- ¡Soy una maga del viento! ¡Todas las salidas están bloqueadas! ¡Tenéis que tiraros!
Alex asintió y se encaramó a la barandilla. Al fin y al cabo, no era lo más arriesgado que había hecho.
Pero Oren estaba quieto, con la vista en el suelo.
- No- dijo.
- ¿Qué?
-¿Que no, joder! ¡No me tiro en mi vida!
- ¡Tienes a todas las fuerzas de T’ang Corporations pisándote los talones! ¡Es la única manera de escapar!
- ¡Prefiero eso a tirarme!
- ¡Como quieras!
Abuela movió la mano y un vendaval derribó al adolescente y al joven. Acto seguido, se tiró ella.
Y el aire se volvió denso, tanto que los tres cuerpos flotaban en él, y unas corrientes les llevaron frente a la puerta de Abuela.
- ¡Abre!
Caoimhe abrió, entraron, y cerró.
- Dios mío… No vuelvas a hacerlo.
- ¡Si no te ha pasado nada, Oren!
- Sí, pero… Lo odio, Gyan Latzya, lo odio.
El rostro de Abuela se endureció.
- No me llames así. Ya no soy ella.
- Por eso eres invitada de honor en el palacio. Por eso nadie se atreve a ir contra ti. Nadie quiere tener como enemiga a una maga tan heroica y poderosa como Gyan Latzya.
- Como Gyan Latzya maté a demasiadas personas… Por favor, Oren, te lo suplico, no me llames así.
 

BLAx501!

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Respuesta: [Historia] En el Festival de la Victoria (secuela de Un Cuento de Madrid) [4/6/15]

Así me gusta, capítulo rápido, con mucha acción, mucha magia y que me deja con ganas de secuestrarte y tenerte 1000 años escribiendo esto sin parar (?).

En serio, tío, estupendo trabajo. Más te vale correr y sacar el próximo capítulo pronto, que si no... Lloraré u.u
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Respuesta: [Historia] En el Festival de la Victoria (secuela de Un Cuento de Madrid) [4/6/15]

3 to go!

Bueno, entre estos tiempos de offtopic, me abro paso con mi historia. Puede que no sea lo más ontopic de este foro, pero es un proyecto personal serio en el que he puesto mucho esfuerzo, como hace cualquier hacker con su hack. ¡Disfrutad del capítulo y comentad!

11. Más desesperados​

¡Ahí estaba Oren! A Caoimhe no le importaba lo que pasara. Había estado preocupado por él, por eso le abrazó.
- Dios, Oren, me tenías preocupadísima…
Oren no le devolvió el abrazo, pero al menos no la apartó. Cuando se soltaron, Traumwald maulló a los pies de Oren, que la cogió en brazos.
- No estés celosa, pequeña… ¿En serio?- se dirigía a Caoimhe.- ¿Tú preocupada por mí? En fin… Bueno, te presento a Alex Hawkson. Alex, esta es Caoimhe.
- ¿Qué ha pasado, Oren?- preguntó Abuela.
- Thorvaldsen consiguió encerrarme. Pero me escapé. Y también quería atrapar a Alex.
- Si Tya Ni Cao se entera…
Caoimhe entró al recibidor con una chica. Oren no se había percatado de que se había ido.
- Rachye, este es Oren Sylvan.
- Oren Sylvan- dijo ella.- Mi difunto padre me advirtió de que tú eres la única manera de salvar a las Bestias. Tienes que ayudarme.
- No veo que estén en peligro, así que no veo por qué ayudarte.
- ¡Cómo te atreves! ¿Sabes quién soy? ¡Soy Rachye, una Bestia del viento!
- ¿Y sabes tú quién soy? No quién era hace cuatro años, sino quién soy ahora.
Rachye apretó los puños y resopló.
- Tranquila, Rachye, siempre es así- la calmó Caoimhe.
Se instaló entre ellos un silencio. Se sentaron, en el suelo o las escaleras, o se fueron a otras habitaciones. Finalmente, tras una larga reflexión, Oren inspiró profundamente y habló.
- Tengo que colarme.
- ¿Qué?- se sorprendió Abuela.
- Sí… Abuela, tengo que saber qué es tan importante como para que T’ang quiera matarme, corriendo tantos riesgos, incluso antes de que lo descubra. Tengo que entrar en… En donde T’ang tiene la información. Abuela, ¿sabes dónde es?
- Sí, la base de T’ang Corporations está bajo el palacio… Te haré un mapa.
- Escribe también dragón y Daäkar en chino. Probablemente no haya nada en inglés.
Abuela se fue y volvió con papel y un bolígrafo, con el que hizo algunos trazos.
- Toma. Por cierto…- sacó un llavero de su bolsillo.- Es un regalo. Por decirme qué fue de mi marido. Son las llaves del garaje donde guardaba su moto. Seguirá aún allí. Mira, aquí está la dirección escrita.
- Gracias. de verdad, gracias. Bueno…- fue a la puerta. Su gata le siguió.- Hasta luego… supongo.
- Espera- dijo Caoimhe.- Te estás metiendo en un sitio peligroso. Y me salvaste la vida. Voy contigo.
- Vaya… Te dije que no te arriesgaras demasiado por mí. Pero no soy quién para pararte.
- Yo también voy- dijo Alex.- Me advertiste del peligro, no te creí, y aún así me ayudaste. Además, creo que hay algo grande tras ese bastler de T’ang Corporations.
- Mucho cuidado- dijo Abuela.- Si te captura, T’ang podría matarte.
- Creo que tengo la información suficiente como para matarle a él.
- Sí, pero tú no tienes su posición.
Salieron y cruzaron los jardines sin hacer ruido. Se pegaron a la pared del palacio, y allí Oren alumbró la noche con una llama para poder ver el mapa.
- Vale. Caoimhe, tú harás de distracción. En cuanto entremos, ve a la derecha, y sabotea la sala de vigilancia.
- ¿Cómo?
Como respuesta, Oren puso las manos frente a su cuerpo y movió los dedos.
- Y tú, Alex, te vienes conmigo.
Anduvieron unos pasos más hasta llegar a una pequeña puerta. La empujó Alex, pero no se movió.
- ¿La abro?- preguntó Caoimhe.
- Espera…
Oren la alumbró y vio un grabado de líneas.
- Un símbolo de cerrado, genial.
Sacó su bisturí del bolsillo y grabó unas cuantas líneas sobre el símbolo. Cuando acabó, empujó la puerta, que no ofreció resistencia. Bajaron las escaleras y se encontraron en una amplia sala distinta a todo el resto del palacio. La luz era pura, venía de fluorescentes en el techo, y las paredes eran blancas, inmaculadas.
- Nos vemos aquí en veinte minutos- dijo Oren.- Si entran en alerta, o pasa más tiempo, salimos como podamos, solos o no. ¿Entendido?
Asintieron. Caoimhe corrió hacia un pasillo en la derecha, los jóvenes siguieron de frente. Bajaron más escaleras. Se encontraron con un pasillo a la derecha.
- ¿Es por aquí?
Oren miró el mapa.
- Parece que no. El despacho del director de T’ang Corporations está de frente.
Al volver a ponerse en marcha, Alex le pisó la cola a Traumwald, que maulló estrepitosamente. Alex se asustó y se tambaleó. La gata salió corriendo por el camino erróneo.
- ¡Mierda!- exclamó Alex.
- ¿Quién anda ahí?- preguntó una voz.
Vieron una puerta abierta a la izquierda. Entraron. Dentro estaba oscuro. Oyeron los pasos del guardia. Después un estruendo que venía de la derecha. Los pasos se alejaron.
- ¡Maldito gato!- oyeron al guardia.- ¡Vamos, sal, fus!
Oren y Alex respiraron aliviados y salieron. Echaron a correr. Unos segundos más tarde, la gata se les unió.
- ¿Sabes?- susurró Alex.- Eres más lista que mucha gente. Y lo siento.
Bajaron otras escaleras y vieron una puerta. Era metálica, estaba cerrada, y junto a ella había una pantallita.
- Contraseña… Era de suponer.
- Puedo romper la puerta, tenga o no contraseña. La protección si la magia entra en juego es distinta.
- ¿Y si salta la alarma?
- Espero que de eso se haya encargado Caoimhe. ¡Detraï!
La palabra, “arde” en la antigua lengua de las Bestias del Fuego, los dragones, hizo que la puerta se calentara tanto que en ella se abrió un agujero tan grande que permitía la entrada. La alarma no saltó.
- Enhorabuena, Caoimhe- murmuró Oren.
Entraron. El mobiliario de la habitación era sorprendentemente occidental. Parecía la biblioteca de la mansión de alguien adinerado: todo estaba cubierto de estanterías con libros, y nada más entrar había una gran mesa con muchas sillas. De pronto, Oren se dobló y comenzó a respirar hondo.
- ¿Te pasa algo?
- No es nada… Dios, las lenguas de las Bestias son poderosas, pero usarlas cansa… Seguramente si las usa alguien que no sea un protegido…- tragó saliva,- le consumiría.
- ¿Qué buscamos? ¿Cuánto nos queda?
Oren miró su MP4.
- Quince minutos. Si vamos a tener que rastrear todo esto…
- No hace falta. ¡Mira!
Alex había encendido algo que parecía una plancha de cristal, pero que era en realidad una pantalla transparente. Debajo había un teclado finísimo: eso era un ordenador.
- Está bien. Ve a vigilar la puerta, yo busco la información.
- ¿Por qué tengo que vigilar yo?- preguntó Alex con un tono afilado.
- Si puedes deshacer esto- señaló la pantalla,- vigilo yo.
Alex miró la pantalla y vio un símbolo de cerrado.
- Tú ganas.
Se puso tras la puerta fundida, y Oren empezó a trabajar. Era un símbolo simple… ¿Qué? ¡Había estado a punto de caer en la trampa! El símbolo parecía simple, pero incluía algunos detalles que hacían que la forma de deshacerlo fuera completamente distinta. T’ang Zhu debía ser un gran simbolista.
Pensó un poco, trazó algunas líneas con el dedo sobre la pantalla y apareció el escritorio. Tercera sorpresa: todo estaba en inglés. Recorrió los iconos con la mirada y vio una carpeta que le llamó la atención. Se llamaba “Archivos de Aviro”. La tocó y apareció otro símbolo. Pero como Oren ya estaba prevenido, lo resolvió rápido y bien. La carpeta se abrió. Al instante vio un vídeo: “Proyecto Dragón”. Enchufó los auriculares de su MP4 al teclado, se los puso y abrió el vídeo.
Era una sala blanca, en la que se veían muchos cables. En primer plano estaba T’ang Zhu. Parecía más joven, pero iba vestido igual que cuando Oren le había visto.
- Esto es para los miembros de Aviro que no piensen que reclutarme sea una buena idea. Reitero que no entregaré hombres a Aviro, pero os prometo otras cosas. Tecnología, pero eso no es lo mejor. Energía, energía abundante y duradera. A través de especies invasoras: las Bestias, que hace muchos miles de años invadieron la Tierra desde Prioterra. Es fácil, y la tecnología necesaria no es demasiado difícil de hacer. Pero como la fuente de energía es racional, hay que tener su consentimiento para extraer su energía. El verdadero problema es convencer a la Bestia. La primera vez que propuse esta idea, en vuestro año 1985, convencer a la Bestia era imposible. Pero hoy, 30 de abril de 2000, empezaré a solucionar este problema.
Se apartó. Estaba en una especie de balcón. Del suelo al techo de la estancia estaba Daäkar, colgado, con agujas conectadas a cables introducidas entre sus escamas. Estaba inmovilizado.
- La primera fase es la preparación. Hay que ablandarle, de forma metafórica, mediante el dolor. Comienza el Proyecto Dragón.
Las agujas se debieron de activar, porque Daäkar empezó a gritar. Era horrible. Oren quería dejar de mirar, pero no podía.
- ¡No sabes lo que haces, humano!- gritó el dragón.
- Sí sé lo que hago.
- ¡No puedes odiar la magia! ¡Sin la magia, tú no serías tú!
T’ang rió.
- ¡Pero yo soy yo sin magia! Hace veinte años, uno de los tuyos mató a mi mujer, mató a mis hijos, ¡y me quitó mi magia! Lo hizo para que sufriera, ¡pero ahora sois los dragones, sois las Bestias las que vais a sufrir!
Hubo un corte y T’ang envejeció.
- Uno de diciembre de 2008. Daäkar se escapó en mayo. Durante estos meses hemos mejorado nuestra tecnología, así que el retraso será mínimo. Ese dragón no fue inteligente. Fue a esconderse en el mismo sitio en que le capturamos. Tomó un protegido, que sería un problema de no ser por el gran criterio del dragón al elegirlo. Era un niño de ocho años. No nos costó encontrarle y borrar ese fragmento de su memoria. Pronto el Proyecto Dragón habrá finalizado.
Otro corte.
- Veinticuatro de diciembre de 2008. Hoy tengo un regalo de Navidad para ustedes, señores.
Se apartó. Daäkar estaba en la misma posición que antes, pero las agujas eran algo distintas.
- El Proyecto Dragón está en su fase final. Quedan apenas veinticuatro horas desde…- pulsó un botón de un mando a distancia.- Ya.
El grito de Daäkar era desgarrador. Era peor que los anteriores. A Oren le dolía de verdad.
- ¿Qué me haces, humano? ¡Qué me haces!
- Estoy sustituyendo tu sistema nervioso central. Veo que es doloroso. Desde luego no me gustaría experimentarlo yo mismo. Así te estoy creando una nueva identidad. Serás un esclavo a mis órdenes, dragón.
Daäkar gritaba. Oren quería quitarse los auriculares, pero no podía. Y los gritos se hicieron más desesperados. Pero no eran gritos. Era lengua dracónica.
- Oren Sylvan, Oren Sylvan, óyeme. Óyeme… Si nos volvemos a ver, haz que te toque el pecho, ¡y no dejes que me separe! ¡Aaaaah! ¡Aaaaaaah!
- Supongo que no querrán ver veinticuatro horas de este dragón gritando. Así que, sobre todo a los escépticos, feliz Navidad.
Oren por fin desenchufó los auriculares. Rompió la pantalla de un puñetazo.
- ¡Hay alguien!- gritó Alex.
Oren cruzó el agujero. Allí estaba. Su pañuelo en el cuello. Su blanca coleta. Su asquerosa boca.
- ¡Nada!- gritó Oren.- ¡No puedes hacer nada para pararme!
Quería saltar y romperle ese cuello, agujerearle el corazón, arrancarle los ojos. Solo su intenso autocontrol impedía que le cegara la ira.
- Ni borrarme la memoria, ¡ni mandar a mi propio protector contra mí! ¡No podrás pararme!
- Oren, por favor, razona. Desde 2009, tres cuartos de la energía que usó Aho Shan venían de Daäkar. ¡Solo de una Bestia! ¡Con mil, se acabó la crisis energética!
- ¡No quiero razonar con alguien igual a Sullivan! No, ¡eres peor que Sullivan! ¡Él se contentaba con matar!
- Por favor, entra en razón. Si no, tendré que usar la fuerza.
- La primera vez que nos vimos, te llamé ladrón, ¡y tenía razón! Robaste la Armadura del Sol, porque tu padre dijo que se devolviera a Prioterra, robas los diseños de White International para tu compañía, ¡robas identidades y robas la magia de las Bestias!
- Oren...- Alex se le acercó y le puso la mano en el hombro.
- ¡Aparta! Tú no eres más que otra creación de Aviro, ¡un engendro genético!
- ¡Oren, quedan tres minutos!
- ¿Qué? ¿Tres…?
Su mente se despejó y dejó de ver enemigos.
- No tienes magia, T’ang Zhu. ¡Aparta y mostraré contigo una piedad que tampoco tienes!
Lentamente, temblando, T’ang se pegó a la pared.
- Nos volveremos a ver. ¡Traumwald, corre!
Echaron a correr.
- ¿Qué has visto, Oren?
- No quieras saberlo. Por cierto… T’ang Corporations es parte de Aviro. Además… Le he dicho cosas muy bestias a T’ang, y cada una le asustaba más. Seguramente todas sean ciertas.
Subieron las escaleras. Y vieron a los soldados apuntándolos con metralletas. Oren se paralizó. Sacar la máscara sería demasiado lento. El escudo no bloquearía todo, ¿y cómo podía proteger a Alex?
- ¡Hawkson, detrás de mí!
Los soldados dispararon. Oren juntó sus nudillos frente a su pecho. Y las balas produjeron un sonido similar al que harían golpear metal y cayeron al suelo.
Dos símbolos relucían en los dorsos de las manos de Oren, unidos entre ellos por líneas que centelleaban carmesí, generando una burbuja de luz sólida que aislaba a los dos jóvenes.
- ¡Detreï!- “¡Arded!”
Los soldados no tuvieron tiempo ni de gritar antes de que las llamas les consumieran. A Oren le fallaron las rodillas y cayó. No quedó tendido en el suelo. porque logró frenar la caída con el brazo.
- ¡Oren! Oren, ¿estás bien?
El protegido respiró una, dos, tres veces, y se incorporó.
- Sí. Tenemos que seguir.
Siguieron. Al llegar a la primera sala, vieron a Caoimhe y a Abuela en el centro. Rodeándolas, muchos soldados y magos, demasiados. Abuela vio a su huésped y su acompañante.
- Caoimhe, ¡a la pared! ¡Aléjate!- gritó.
Al primer movimiento, se oyó el sonido de armas siendo cargadas.
- Soy Gyan Latzya, la No Protegida, la Brisa de Lhasa. ¿Quién se atreve a matar a aquellos a quienes amparo? ¡A la pared, Caoimhe!
La chica se pegó a la pared, los chicos también. Estaban en distintos extremos de la sala, y Abuela y las fuerzas de T’ang, en el centro.
- ¡Protegeos!- gritó la anciana.
El cuerpo de Alex se cubrió de escamas. Traumwald corrió y se escondió tras una puerta entreabierta. Oren juntó los nudillos, y le volvió a rodear la sólida burbuja.
El aire de la sala se tensó. Empezó a soplar el viento con una fuerza inusitada. Oren miró a Abuela y vio que murmuraba.
- ¡Latzya, no lo hagas!
Abuela le miró y asintió con la cabeza. Trozos de su piel se empezaron a desprender y se unieron al viento. Traumwald estaba a salvo en alguna habitación. Alex estaba cubierto por su coraza. Caoimhe…
Caoimhe estaba pegada a la pared, sin poder moverse, con el terror en su mirada. Daba igual cualquier cosa que le hubiera dicho, no podía dejarla ahí. Separó los nudillos y echó a correr. El viento ya había tomado forma: unas afiladas cuchillas que, rotando, herían a los soldados más cercanos a la maga, cuya cara ya carecía de algunos trozos de carne. Oren se acercaba a Caoimhe. Una cuchilla le cortó profundamente en la mejilla, otra en el brazo, pero Oren ignoró el agudo dolor y siguió corriendo. El vendaval ya desprendía del suelo a algunos magos y los despedazaba, pero Oren siguió corriendo.
Siguió corriendo, y se sacó la máscara de Dornem del bolsillo, y por fin llegó frente a Caoimhe, y se la puso a la chica, y el viento los lanzó volando, y acuchilló a Oren.

El viento amainó. La sala estaba llena de sangre y trozos de personas. En su centro, la ropa vacía de Gyan Latzya, Abuela: había muerto por hacer algo que excedía sus capacidades. Por muy poderosa que fuera, había hablado la lengua de las Bestias del viento sin ser protegida; y no solo palabras, frases enteras.
Alex y Caoimhe se le acercaron corriendo. Se pararon al ver sus heridas.
- Estoy bien- logró articular.
Se llevó los dedos bajo las orejas, ignorando el afilado dolor que le producía cada movimiento. Activó los símbolos de curación y sus heridas se fueron cerrando. Se levantó.
- Caoimhe, dame mi máscara. Gracias. ¡Traumwald! Vamos, tenemos que volver a casa, sería muy maleducado morir después de que Abuela se haya sacrificado por nosotros. ¿Tenéis llaves?
Alex las mostró.
- Estaban entre su ropa.
- Perfecto.- echó a andar.
- ¡Espera!- le paró la chica.- Mírame. Me dijiste que no me mentirías ni te arriesgarías demasiado por mí. ¿Por qué has hecho eso?
- Porque te quiero. ¿Te vale?
Cuando echaron a correr, Caoimhe estaba sorprendida y desconcertada.
Y Oren también.

Entraron atropelladamente a la casa.
- ¿Ya volvéis?- preguntó Rachye.- ¿Y la maga?
- Muerta- dijo Oren.- Habló tu lengua.
- Una pena.
- Rachye, tenemos que hablar.
Caoimhe entró y Oren cerró la puerta. Sacó su bisturí y empezó a grabar un símbolo en la puerta.
- ¿Qué es?- preguntó Alex.
- Un símbolo de cerrado.
Cinco minutos después, lo acabó y grabó otro debajo.
- Hurra si entran- se incorporó.- Ahora, Rachye, tenemos que…
Se desplomó, desmayado por todo.
 

BLAx501!

A veces comento en temas :3
Miembro de honor
Usuario de Platino
Respuesta: [Historia] En el Festival de la Victoria (secuela de Un Cuento de Madrid) [4/6/15]

Genial capítulo :D

Aunque hay un detalle que me ha desconcertado un poco. Cuando tras ver el vídeo T'ang aparece... No sé, es muy repentino y si no estás atento a las descripciones anteriores de éste, no se le reconoce de primeras.

Por otra parte, entiendo que el carácter de Oren es como es, pero no sé... Creo que esa manera de afirmar al lector de que se gustan mutuamente ha quedado demasiado forzada... Hmm, no sé cómo explicarlo bien xD.

Espero con ganas el próximo capitulo; preveo un gran final :D
 

Invert

why so serious?
Respuesta: [Historia] En el Festival de la Victoria (secuela de Un Cuento de Madrid) [4/6/15]

Vale tio, la verdad que apesar que has publicado 11 capitulos no tengo ningun detalle que no me haya gustado.
Todos son buenos (algunos perfectos) ciertamente no tengo nada que decir tio, solo seguir felicitandote por tu trabajo, tambien que al igual que Blax espero un gran final, si llevas este balance con tus capitulos buenos al final debes ~destruir~ cambiar ese balance y hacerlo de bueno a increible.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Respuesta: [Historia] En el Festival de la Victoria (secuela de Un Cuento de Madrid) [4/6/15]

Genial capítulo :D

Aunque hay un detalle que me ha desconcertado un poco. Cuando tras ver el vídeo T'ang aparece... No sé, es muy repentino y si no estás atento a las descripciones anteriores de éste, no se le reconoce de primeras.

Por otra parte, entiendo que el carácter de Oren es como es, pero no sé... Creo que esa manera de afirmar al lector de que se gustan mutuamente ha quedado demasiado forzada... Hmm, no sé cómo explicarlo bien xD.

Espero con ganas el próximo capitulo; preveo un gran final :D
Sobre lo último: es exactamente lo que quería, que fuera lo más forzado e incómodo posible. Además, ¿quién ha dicho que sea mutuo? Sobre el resto, sí, con este capítulo abarqué mucho, por eso hay tantos detalles que fallan. Gracias por la crítica. ^^

2 to go! ¡Gracias a ambos por comentar!

12. Último Golpe​

Oren se incorporó rápidamente. ¿Qué hacía en la cama?
- ¿Por qué estoy aquí?- preguntó a Alex, que estaba sentado en la cama de al lado.
- Te desmayaste. Llevas unas catorce o quince horas inconsciente.
Oren empezó a recordar.
- Sí… Lo que vi… Y tres palabras en lengua dracónica el mismo día… Normal que me desmayara. Tengo que hablar con Rachye.
Oren se levantó y salió de la habitación. Alex lo hizo un rato después. Fue a la cocina, donde Caoimhe estaba cocinando algo.
- Ya se ha despertado. ¿Por qué no querías estar ahí?
- No sé… Es la primera vez que una persona me dice eso… De hecho, ni siquiera- luchó por contener un sollozo,- ni siquiera mis padres me quieren… Me abandonaron por… por mi magia…
- Tranquila. ¿Qué tiene de malo?
- Solo… es Oren. Cambió mi vida, es muy seco conmigo…
- ¿Cambió tu vida a mejor o a peor?
Caoimhe recordó el hambre, el frío de las noches de lluvia sin techo.
- No lo sé.
- ¿Te contó algo sobre él?
Recordó la historia, su historia.
- Sí… Mataron a su padre y al único que le amparaba tras eso en pocos días.
- Entonces, es normal. Que sea tan insensible, digo. Lo sé por experiencia. No soy el más experto en el amor, ni mucho menos, pero… Pero salvó tu vida arriesgando la suya.
- ¡Estáis aquí!- dijo Oren.- Venid, tenemos que hablar.
Rachye estaba extremadamente pálida. Alex se preguntó qué sería lo que había visto Oren para que causara tanta impresión, incluso siendo contado.
- Ya está la comida- anunció Caoimhe.
- Pues que venga la comida también.
Fueron a otra habitación, donde se sentaron a la mesa. Pusieron platos y palillos (cubiertos para Oren) y la chica sirvió la comida.
- Vale- empezó Oren entre bocado y bocado.- Estoy buscando a un dragón…
- Ya me lo ha explicado Caoimhe- le cortó Rachye.
- Gracias, Caoimhe. ¿Alex?
- También, no te preocupes.
- Muy bien. T’ang tiene a ese dragón. Lo que no le he dicho a nadie…- hizo una pausa,- es que el dragón, Llamanegra, y mi primer atacante, Daäkar, son el mismo.
Se hizo el silencio. Dejaron de comer.
- ¡Pero era humano!- dijo Caoimhe.
- Rachye, ¿eres humana?- replicó Oren.
- ¿Y por qué está contra ti?- preguntó Alex.
Oren y Rachye intercambiaron una mirada.
- Díselo, Sylvan. Es mejor.
- T’ang… T’ang le hizo un lavado de cerebro extremo. Sustituyó su identidad. Lo que vi en ese vídeo… era el proceso.
De nuevo silencio.
- Anoche cometí un error. Podría haber amenazado a T’ang, sonsacarle dónde tiene a Daäkar… Pero estaba tan alterado que ni se me ocurrió.
- ¿Hay que volver a entrar?
- No te preocupes, Caoimhe- dijo Rachye.- No hace falta. Oren puede rastrearle.
- ¿Qué?- Oren la miró.- ¿En serio? ¿Cómo?
- No lo sé exactamente. Lo que dicen las leyendas es que… Que escuchando a su corazón, protector y protegido pueden saber dónde está el otro. El ataque en Irlanda tiene toda la pinta de que soltaron a Daäkar y le dijeron que te encontrara.
- Bueno, algo es mejor que nada…
Siguieron comiendo en silencio. Ni siquiera Traumwald, que había estado inquieta toda la noche, se movía. Oren acabó su plato, la gata saltó a su regazo. Empezó a acariciarla. Ya no estaba alterado, pero era incapaz de pensar en nada.

Era un edificio bajo, de cemento y metal, parecido a una base militar. Pero por debajo había mucho espacio. Ahí era donde había estado suspendido sobre el suelo, pero no volando, inmovilizado y sufriendo. Allí era donde ahora estaba encerrado, junto con su necesidad de salir y sus preguntas sin respuesta. Desde ahí podía oír al Hombre, hablando con dos desconocidos: “Vosotros os quedáis aquí, yo volveré a Xin Qu. Impediré que lleguen hasta este sitio.” “¿Se le puede impedir a Sylvan la entrada o salida de algún sitio”, le preguntó una voz femenina a la del Hombre. Oren… ¿Estás bien, Oren?
- ¿Qué te pasa? ¡Vuelve con nosotros!
Oren se despertó, aunque no había estado dormido.
- ¿Qué pasa?
- ¡Llevas diez minutos inmóvil!- exclamó Caoimhe.- Dios, ¿estás bien?
Oren recordó lo que había visto.
- Perfectamente. Sé más o menos dónde está Daäkar.
- ¿Más o menos?
- He visto el sitio, pero… No sé dónde está.
- ¡Pues averígualo!- gritó Rachye.- Vamos, estás cerca, ¡puedes saber el lugar!
Oren puso sus manos sobre la negrura de la gata y respiró hondo. ¡Allí! ¡Allí estaba! ¡Era una dirección!
- ¡Necesito un mapa!
Los cuatro empezaron a revolver toda la casa en busca de un mapa de Aho Shan. No tardaron demasiado en encontrarlo. Cuando Oren lo tuvo, fue a la puerta.
- ¿Ya vas?- preguntó Alex.- ¡Espéranos!
- No, o me voy, tengo que mirar al Sol- vio la cara del joven.- ¡En norte! ¡Tengo que saber dónde está el norte para orientar el mapa!
- Yo te lo puedo decir- intervino Rachye.
Cerró los ojos, murmuró unas palabras y esperó. Al instante, el aire de la entrada empezó a girar lentamente, como aceite.
La Bestia del viento abrió los ojos y señaló.
- ¡Allí!
Oren orientó el mapa.
- Vaya… Es una base militar, pequeña, junto a esta carretera.
- Genial- dijo Alex.- ¿Manera de llegar? Rachye, ¿nos puedes llevar?
- ¿Volando?- Oren palideció.- Los tres… ¿No pesamos demasiado?
- No, no tengo problemas. ¿Pasa algo?
- ¡No voy a ir volando!
- Pues ya me dirás cómo!- exclamó Caoimhe, hartándose.
- Ya se me ocurrirá algo. ¿Salimos ya? ¿Tenéis algo que llevaros?
Los otros tres asintieron y negaron. Oren sí que tenía que llevarse algo: no la investigación del marido de Abuela, porque abultaba demasiado, pero sí las llaves que ella le había regalado.

Caminaban por las calles de la periferia de Xin Qu. Tenían que salir para que la transformación de Rachye no llamara la atención. Aún no les había pasado nada, ni accidentes ni peleas, y cuanto más avanzaban más se inquietaba Oren. Miraba nerviosamente en todas direcciones, y vio que Alex hacía lo mismo. Y probablemente sin esa secuelas, sin ese acto reflejo, consecuencia de su vida, habrían muerto.
- ¡Oren!- llamó Alex en voz baja.- Ven- Oren se le acercó.- Mira hacia detrás disimuladamente. Alguien nos sigue.
Oren miró de reojo. Pañuelo al cuello. Pelo largo y blanco. T’ang Zhu. Pero estaba aparentemente solo… ¿Por qué? Solo daba la cara en los momentos más desesperados, como cuando entraron a su despacho o cuando Oren llegó a Aho Shan…
Pues claro. No necesitaba magia, tenía en su vivienda una de las armaduras más poderosas de la Tierra, y su ropa tenía varios extraños bultos…
- ¡Mierda!- exclamó Oren, y todos le miraron.- ¡Es T’ang Zhu! ¡Tiene la Armadura del Sol!- pensó rápidamente.- Esperadme por aquí cerca. Viene a por mí, voy a hacer de cebo.
- Voy contigo.
- No.
- Pero…
- No, Caoimhe. Te quiero, y no quiero que mueras, y quiero mantenerte a salvo. ¡Adiós!
Oren salió corriendo, perdiéndose entre las callejuelas. Y los demás vieron, como Oren había predicho, que T’ang Zhu echó a correr tras él.

Oren se detuvo en una calle de edificios bajos. Si de verdad T’ang tenía la armadura, sería mucho más veloz, así que no tenía sentido correr.
- ¡Aquí estás!- dijo alguien detrás de él.
Oren se asustó, pero no tanto como si no hubiera reconocido la voz.
- ¡Caoimhe! ¿Por qué vienes? Esto es muy peligroso, escóndete. Si nos mata, no digas que no te avisé.
- No voy a dejar que ese cabrón te mate sin que yo haga nada.
- Por favor. Te lo pido por favor. No sé, pero… Dios…
Caoimhe vio una lágrima en el rabillo del ojo de Oren, y eso la convenció más que cualquier palabra. Se metió en el espacio que había entre una puerta y la calle, y unos segundos después se le unió Traumwald.
- Conmovedor- dijo T’ang Zhu. Oren se volvió para encararle.
- ¿No la adelantaste?
- Vino por una calle paralela. No me di cuenta de que también venía.
- Ayer te llamé ladrón… Y lo eres. Robar la magia de las Bestias es algo muy grande. Antes tienes que robar algo menor… ¿Qué? ¿Quizá un país?
- ¡Calla!
Se despojó de su ropa, mostrando la Armadura del Sol. Ahora Oren podía ver que la armadura fue destrozada en la Batalla de los Quinientos Mil pero luego se reconstruyó. Algunas partes eran de un color dorado brillante, con abundantes adornos, y viéndolas parecía que en un principio toda la armadura estuvo hecha para parecer alguna criatura. Pero las partes reconstruidas carecían de cualquier belleza, aparte de la de su color, blanco marmóreo. Estas partes estaban completamente desnudas, y se veían las junturas entre sus piezas, que eran muchas.
Oren sacó de su bolsillo la máscara negra, y al ponérsela, su propia armadura sustituyó su ropa corriente.
Del brazo de T’ang salió una afilada espada. Se lanzó a por Oren. l mago activó sus símbolos de espada y de escudo. Posicionó el escudo para bloquear el golpe.
Pero el golpe hizo que la hoja se hundiera en el escudo, y sacudió a Oren. ¿Era ese el poder de la Armadura del Sol? Oren pasó a la defensiva y golpeó con la espada el vientre de su oponente. Nada. Ni un rasguño en la armadura. El golpe ni siquiera había producido ningún ruido. Además, sus oídos le molestaban… ¿Por qué? Por un sonido increíblemente agudo y penetrante.
T’ang contraatacó rápidamente: alejó la espada y la lanzó al pecho del enmascarado. Había sido rápido. Oren no podía bloquearlo esta vez con el escudo. Lo detuvo con la espada. Y el golpe fue tan fuerte que rompió la hoja del adolescente.
T’ang no se detuvo. Golpeó otra y otra vez. Oren detenía a duras penas los ataques con el escudo, que cada vez se debilitaba más.
Al quinto golpe se rompió, y a Oren no le quedó más remedio que confiar en su ropa de oscuridad. Sería doloroso, pero aún así, seguro. ¡Pero necesitaba atacar! ¿Cómo?
T’ang volvió a lanzar su hoja hacia el mago, que la bloqueó con el antebrazo.
Dolió.
Demasiado.
Ahogó un grito, miró el área del impacto.
“¡No!”
Bajo la desgarrada tela negra había un profundo corte sangrante. A pesar de que la tela se estuviera arreglando rápidamente… Tenía que hacer algo, pronto.
Saltó hacia atrás y tocó el único símbolo que había en su pecho. Sus manos fueron invadidas por un torrente de llamas que lanzó a T’ang. Cuando las llamas se disiparon, la armadura estaba intacta. Cómo no. Dios, eso era demasiado. ¿Cómo le vencería? No quería acabar como Abuela… ¡Y ese maldito pitido en sus oídos!
- ¿Es eso todo lo que tienes?- dijo T’ang desde el interior del yelmo.- ¡Te enseñaré lo que tengo yo!
Algunas piezas de su pecho se desplazaron revelando un hueco circular. El pitido se hizo algo más grave. El hueco empezó a iluminarse. Oren comprendió qué era y empezó a apartarse. T’ang Zhu disparó el cañón de energía de la armadura. El rayo blanco no alcanzó a Oren de lleno, pero le rozó el pecho. La tela negra logró resistir. Pero el área tocada por el disparo ardía. Y como no estaba causada por fuego, esa quemadura no se le curaría al instante. El pitido volvió a su insidiosamente agudo tono original.
Y Oren comprendió. Supo cómo la armadura se coordinaba consigo misma y con la mente de su portador. Había una manera de inutilizarla.
Cuando T’ang se lanzó a Oren, vio que había desaparecido.
- Un símbolo de invisibilidad, ¿no? Claro, es la única amnera de explicar lo que pasó ayer, cuando te escapaste. Fui simbolista, y sé que con ese símbolo deberías estar ciego. ¿Por qué no lo estás?
Pero T’ang no sabía que Oren se había topado ya con ese problema, y que su símbolo no funcionaba como pensaba T’ang.

Desde su escondite, Caoimhe había visto horrorizada cómo Oren resistía a duras penas, y cómo se había vuelto invisible. ¿Había decidido escapar?
- ¡Caoimhe!- dijo una voz junto a ella.
- ¡Dios, qué susto!
- ¡Shhh! ¡Calla! Tienes que ayudarme.
- ¿Qué? ¿Cómo?
- Puedes inutilizar esa armadura- Caoimhe no se lo creía.- Sí, puedes. De alguna manera, funciona por ultrasonidos. Y tú eres reverberadora, creas vibraciones y ondas. Puedes provocar una interferencia.
- ¡Como el Silencioso! ¿Era reverberador?
- Exacto.
- ¿Qué tengo que hacer?
- Voy a contenerle. Cuando le veas desprevenido, sales, tocas la armadura y haces un vibración moderada.
- ¿Puedes contenerle? Casi ni podías resistir…
- Puedo. Pero no quería. No quería porque- se anticipó a la pregunta,- puede que acabe como Abuela.
Traumwald miró al punto del que provenía la voz de Oren.
- Esta vez no, pequeña.
- ¡Sylvan!- gritó T’ang.- ¡Has huido, cobarde!
Oren se puso frente a él y se quitó la máscara. Su ropa volvió a ser normal y él volvió a ser visible.
- Yo no huyo a no ser que no pueda ganar.
Acto seguido, empezó a hablar en otro idioma. Un extraño idioma de palabras rápidas e inesperadas. Sus iris se volvieron del color de las llamas. Su voz se separó en dos: una rápida y aguda, como el crepitar del fuego, y otra grave y profunda, una sola nota. Su voz era el sonido de un incendio. De su pelo saltaban chispas, porque sus mechones eran llamas. Su piel empezó a desaparecer sustituida por pequeños fuegos. A su espalda, el fuego empezó a despegarse de su piel, y formó dos alas ígneas. La temperatura de la calle subió. Oren Sylvan no estaba ardiendo, Oren Sylvan era fuego.
Paró de hablar en lengua dracónica y miró a T’ang.
- Dijiste que no sería ningún problema. Espero que lo hayas reconsiderado.
Acto seguido, se lanzó a T’ang, que no pudo reaccionar. Le inmovilizó los brazos en hizo que el fuego de sus manos fuera más intenso.
- La Armadura del Sol te protege, pero también te encierra… ¿Sientes el calor? Me pregunto cómo sabrá el ladrón asado…
- ¡No te dejaré!
El cañón de energía se disparó y Oren voló varios metros por el impacto. T’ang fue corriendo hacia él. Pero Oren se había levantado, y lanzó hacia él una inmensa llamarada. T’ang gritó, y Caoimhe pudo ver claramente que la armadura se había recalentado. Volvieron a forcejear, y con un movimiento de piernas, T’ang tiró a Oren al suelo. Del antebrazo de la armadura salió la espada, que puso sobre Oren.
- Te creía capaz de más, Sylvan.
- Y yo. Has perdido, T’ang Zhu. ¿No te das cuenta?
La adolescente supo que ese era el momento. T’ang alzó la espada para asestar el último golpe. Caoimhe salió de su escondite y corrió hacia los combatientes. T’ang se giró hacia ella, pero ya era tarde. Caoimhe se centró en contenerse y puso sus manos sobre la Armadura del Sol.

Se produjo un sonido como de gong, y T’ang quedó inmovilizado. Por un segundo se pudo ver la vibración extendiéndose por la armadura. Entonces el hombre cayó al suelo, haciendo movimientos extraños y gritando: ya no tenía el control de la coraza. Oren volvió a la normalidad.
- ¿Estás bien?
- Perfectamente.
- No te irás a desmayar ahora... - echaron a correr hacia donde estaban Alex y Rachye.
- No, te lo juro, estoy bien. Es raro… Espero que haya sacado la energía de Daäkar. Si no… Si no, me he hecho daño de otra forma.
- ¿Vas a volar?
- Si no se me ocurre nada…

Rachye cortaba los cielos batiendo sus poderosas alas, y sus plumas níveas reflejaban los rayos de sol. Sobre su lomo, Oren y Caoimhe iban sentados. Se oyó un fuerte sonido. Oren miró hacia atrás.
- ¡Rachye, tenemos un caza militar tras nosotros!
- ¡No te preocupes!
El caza empezó a ametrallarlos, pero la Bestia era demasiado rápida como para alcanzarla. Se dio la vuelta y se mantuvo en el mismo sitio, para crear una ráfaga de viento que destruyera el avión.
El misil la alcanzó de lleno.
Cayeron al suelo. Usando su habilidad, Oren pudo resistir el impacto, pero Caoimhe se dio un buen golpe, y Rachye no parecía estar en condiciones de luchar. Dos hombres con metralletas salieron del caza y dispararon contra Oren. Este cubrió su cuerpo de escamas, que impidieron que las balas le agujerearan. Cuando la ráfaga cesó, corrió hacia uno y, con un puño escamoso, le dio un golpe en la cabeza. Cuando se iba a dar la vuelta, notó un metal en su nuca.
- Por fin, Sylvan. Parece mentira que te hayas resistido tanto y finalmente sea yo quien te mate.
- Pero yo no soy Oren Sylvan- dijo este.
- ¿Ah, no?
Se tocó un símbolo que tenía en la clavícula. El pelo rubio se volvió negro y su piel palideció.
- Soy Alex Hawkson. Os habéis equivocado de enemigo.
El hombre agarró un intercomunicador y pidió instrucciones.
- ¿Donde está Sylvan, Hawkson?
- ¿Le crees tan tonto como para decírselo a un cebo?
El soldado pensó un segundo.
- Está bien. Esta vez te salvas.
Volvió a entrar al caza y despegó, dejando allí a su compañero inconsciente. Y Alex se preguntó dónde estaría Oren.

I am an antichrist!
I am an anarchist!
Don’t know what I want
but I know how to get it!
I wanna destroy the passerby
‘Cause I wanna be anarchy,
No dog’s body!​
Con la música de los Sex Pistols en sus oídos y el viento en su cara, el verdadero Oren Sylvan recorría la carretera que llevaba a la prisión de Daäkar. La idea para evitar el viaje aéreo había sido muy simple: usar la moto del marido de Abuela. Aunque Oren no supiera de motos, esa era evidentemente buena: una Harley-Davidson de esas que los rockeros de los años setenta y ochenta tanto gustaban de personalizar. Esa también estaba personalizada, pero con símbolos: para que usara menos combustible, para que fuera más silenciosa, más rápida, incluso había uno para disminuir el rozamiento con el aire. Oren había añadido una burbuja de invisibilidad. El resto había sido fácil. Oren le había grabado a Alex un símbolo fachada, un tipo de símbolo especial y bastante simple que cambiaba la forma en que los demás ven al que lo tiene. Normalmente se usaba para ocultar cicatrices incurables, síntomas de enfermedades o defectos físicos; pero no era difícil con ellos hacer pasar a una persona por otra, como había hecho. Nadie que no se fijara muy bien podría darse cuenta de la diferencia de altura entre Alex y Oren, y eso era lo único que no se podía camuflar.
Los campos pasaban junto a él con una velocidad pasmosa. El motor de la moto ronroneaba, como Traumwald, que encaramada al manillar era acariciada por el viento.
- ¡Esto es genial!- gritó Oren al viento, y soltó una carcajada.
Tras un rato, apareció en la lejanía un molesto punto que creció y creció hasta convertirse en la base militar en cuyo sótano estaba Daäkar. Con una pequeña pena por tener que dejar la moto, Oren frenó y la aparcó junto a la carretera. Sopesó sus posibilidades y decidió la que creía mejor. Abrió los brazos y llamó a su gata, que saltó a ellos. Oren pronunció el berserk y esperó a que su transformación acabara. Después, se acercó a la puerta metálica y la golpeó suavemente con las garras.
- ¡Toc, toc! ¿Hay alguien en casa?- esperó un poco.- Vaya, parece que tendré que abrir yo la puerta. ¡Disculpad!- se alejó unos pasos.- ¡Detraï!
En cuanto apareció un agujero en el metal fundente, por él salieron muchas balas dirigidas al chico felino. Él cerró sus zarpas y las juntó. Los proyectiles fueron bloqueados por la sólida burbuja generada por los símbolos coordinados. Cuando la ráfaga cesó, Oren canturreó:
- Mi turno…- y mostró sus afilados dientes en una blanca sonrisa que contrastaba con su negro pelaje.
Saltó al edificio. Activó la espada de su antebrazo. Atravesó con ella a uno. Asó a otro lanzando una bola de fuego con la otra mano. Arañó al tercero en la cara y le dejó gritando. Por último, varios acabaron ardiendo cuando Oren convirtió sus manos en lanzallamas.
- Niklaus Thorvaldsen, ¿dónde estás?- canturreó.
- Abajo- dijo él subiendo.- No soy tan estúpido como para enfrentarle a ti cuando sé que puedes con él.
- ¡No!- exclamó Oren al verle.- ¡Estabas fuera de combate! ¿Cómo has podido poner la armadura a punto en tan poco tiempo?
- Es prioterrana- T’ang hizo que la hoja saliera de la Armadura del Sol.- Cuando quieras, Sylvan.
Oren se lanzó a él gritando. Apretó los dientes al darse cuenta de que, con su oído de felino, los ultrasonidos de la armadura eran mucho más molestos. Lanzó un golpe, que fue bloqueado. Su mejor opción era traspasar el cuello de T’ang, que no estaba completamente cubierto.
Volvió a dirigir su espada a ese punto. El ruido se hizo grave. Oren se acordó del cañón de energía. Se apartó. No lo suficiente. No hubo impacto, pero la fuerza del cañonazo le tiró al suelo. T’ang le puso el pie en el pecho.
- Vaya, Oren- se regodeó.- Has sido un formidable enemigo. Pero ya sé que no puedo dejarte con vida.
Oren solo tuvo tiempo de pronunciar la palabra que deshacía el berserk. Y, mientras sentía que la unidad entre él y Traumwald se deshacía, T’ang le atravesó con la espada. Y otra vez. Y otra vez. Y otra vez. Y otra...

La acanción que aparece es Anarchy in the UK, de los Sex Pistols. ¡Disfrutad del capítulo!
 

Aguiar

Colega de los colegas
Miembro del equipo
Staff
Respuesta: [Historia] En el Festival de la Victoria (secuela de Un Cuento de Madrid) [5/7/15]

Bueh Tyren, un grandioso capítulo. No podría destacar algo que no me haya gustado, es muy bueno. Lo único es que en ocasiones utilizas los puntos suspensivos mal aunque no es algo que deba quitarte el sueño jajajajajaja.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Respuesta: [Historia] En el Festival de la Victoria (secuela de Un Cuento de Madrid) [5/7/15]

¡Esto se acaba, señores!

13. Lágrimas sin sollozos​

Alex hacía lo posible por ayudar a sus dos compañeras. Al parecer Caoimhe no se había roto nada, pero determinar el estado de la Bestia era mucho más complicado: le había explotado un misil en el pecho.
- Tenemos que ir a ayudar a Oren.
- ¿Estás loca, Caoimhe? Mira cómo estás, tienes golpes por todos lados… Además, nos dijo que no fuéramos.
- Por más que nos diga lo contrario- Rachye se incorporaba lentamente,- Sylvan se preocupa mucho por los demás y poco por sí mismo- su pecho estaba descubierto de plumas y ennegrecido, pero el daño no parecía grave.- Nosotros nos hemos enfrentado a dos humanos. ¿Y qué? Él tendrá que luchar contra un dragón. No pienso dejar que lo haga solo- se arrodilló.- Subid.

Un espacio claro.
No había otra manera de definir dónde estaba Oren. Un espacio claro. Era claro, pero no tenía ningún color definido, de hecho, no había en él ningún color. Sin embargo, tenía que ser así, porque Oren podía ver. ¿O no? No había absolutamente nada en ese espacio, ni siquiera un suelo definido. No había suelo, aunque estuviera de pie. ¿Pero estaba de pie? Eso era lo que sentía, pero no había ninguna clase de gravedad. El silencio era absoluto, pero no se notaba.
- Bienvenido a la frontera- dijo tras él una voz desconocida, aunque familiar.
Oren se giró y vio a su gata, sentada, con la cola enrollada pulcramente alrededor de sus patas y con sus ojos azules fijos en él.
- ¡Traumwald! ¿Qué haces aquí?
- Tanto a los gatos como a los agonizantes se nos permite estar aquí, en la frontera entre la vida y la muerte.
- ¡Hablas!
Traumwald ronroneó, divertida.
- Parece que no…
- ¿Entonces? ¿Sois los gatos racionales?
- ¡Por supuesto!
- ¿Y cuándo he aprendido yo a maullar?
- ¡Ya sabías!- vio la mirada de extrañeza del adolescente.- Tienes cuerpo de humano y magia de dragón, Oren. Pero aquí… Aquí tu alma es lo único que importa. Aquí, tu alma está desnuda.
Oren, por instinto, se miró las manos. No eran manos. Se miró las patas traseras, el costado, movió la cola. Todo estaba cubierto por un pelaje del color de la playa al amanecer.
- ¿Soy… soy un gato?
- ¡Pues claro! Y menudo gato… Si no tuvieras alma de gato, ¿cómo podríamos hacer el berserk?
- Espera… Esto es demasiado.
El nerviosismo le llevó a acicalarse el pelaje con su áspera lengua. Cuando miró su espalda, la vio atravesada.
- ¡Estoy herido!
- Sí. Las heridas que te hizo T’ang.
- Pero no me duelen, ni me impiden moverme… No las siento.
- Porque son de tu cuerpo, no de tu alma.
- La… La otra vez, Daäkar me salvó. ¿Por qué me salvó esa vez? ¿Y por qué esta no?
- Una parte de él vive en ti, por eso te salvó la otra vez, y por eso tuviste ese recuerdo cuando luchabas contra Sullivan. Y esta vez también intenta mantenerte con vida. No estás muerto, estás en la frontera.
- ¿Pero de qué sirve?- Oren lo gritó.- ¡Las heridas empeorarán, y moriré! ¡No puedo volver, sólo seguir!
- Tranquilo, Oren- Traumwald se le acercó y le lamió la mejilla. Suspiró y le miró a los ojos.- Hay una manera de salvarte.
- ¿Cuál?
- El berserk… Es un vínculo a dos bandas.
Oren se imaginó lo que iba a hacer.
- No, no, ¡no, Traumwald!
- Sí. Mi muerte te va a doler menos… que a mí la tuya.
- ¿Qué? ¿Tú…?
En los ojos de Traumwald había un destello triste, causado por lágrimas que luchaban por salir.
- Sí. Y es imposible… Ver cómo ella te mira me hace odiarla, pero ver cómo la miras… Me quita las ganas de todo.
- ¡Traumwald!
Entonces ella empezó a recitar el berserk.
- ¡Calla!- gritó Oren.
Se lanzó a ella, pero Traumwald le esquivó y le derribó, sin dejar de maullar. Pronto había acabado.
- Ve ahí abajo- dijo la gata mientras las heridas de Oren aparecían en ella.- Ve ahí abajo y haz que T’ang muerda el polvo. Salva a Daäkar. Sé feliz con ella… como nunca pude serlo yo contigo.
- ¡No, no! ¡No te vayas!
- Sí. Voy al lugar que me dio nombre. Saludaré a Dornem de…
Cerró los ojos.

Oren abrió los ojos. Estaba tirado en el suelo, y a su alrededor estaban los cadáveres de los soldados. Junto a él estaba tendida Traumwald. O lo que quedaba de ella: su lustroso pelaje negro estaba manchado de rojo. Oren se tocó el torso: la ropa estaba agujereada, pero la piel, intacta.
“¡Tengo que rescatar a Daäkar! No es momento para llorar…”
Pero, por mucho que intentara impedirlo, los recuerdos empezaron a inundar su mente. Esa tarde, en el circo. Esa noche en los tejados. La primera vez que se vieron…
Y sus ojos se llenaron de lágrimas, lágrimas sin sollozos.
Pero no podía dejarse invadir por la tristeza. Se puso en pie. No podía fallar a sus padres, que le habían puesto en la pista del dragón. No podía fallar a Traumwald, que se había sacrificado para salvarle la vida. Sacó la máscara negra de su bolsillo. La miró. Tampoco podía fallar a Dornem… que, durante sus últimos días, había luchado por que Oren no muriera.
Se puso la máscara negra y la notó infinitamente más cálida y protectora que las demás veces. Esta vez su ropa no se había transformado en capùcha, capa, camisa y botas; sino en sombrero, gabardina, pantalones y zapatos. De alguna forma, Traumwald sí había saludado a Dornem.
Oren tocó el ala del sombrero y desapareció.

La sala subterránea era mucho más grande que la entrada. Las escaleras daban a un balcón, desde el cual otras escaleras bajaban al suelo. Al fondo había una puerta de metal, y tras ella, Daäkar. En la gran sala había dos aparatos: el que se había usado para sustituir el sistema nervioso de Daäkar, y la que se usaba para extraer su energía. Sobre el suelo, hablaban Ceres, T’ang y Thorvaldsen.
- Está muerto- dijo T’ang.- Definitivamente. Le he atravesado seis veces. Realmente ha sido una gran amenaza para todos nosotros.
- Yo aún tengo que atrapar a Hawkson- intervino Ceres.
- Pues ve.
- Yo me vi obligada a luchar contra Sylvan. Ahora vosotros dos os venís conmigo.
- Vosotros no vais a ningún sitio- Oren volvió a ser visible.
Era gracioso ver las caras: la de Ceres era de molestia, la de Thorvaldsen, de gran sorpresa, y la de T’ang, de puro horror.
- ¡Estabas muerto!
- Sí. Pero ni siquiera la muerte es un obstáculo para mí, así que, ¿qué serás tú?
T’ang se puso el yelmo de la Armadura del Sol, y con un grito corrió hacia el adolescente. Alzó su espada, y descargó con ella un golpe, que el mago bloqueó con el brazo. Esta vez, la ropa no se desgarró. Oren activó su espada. Tenía que encajarla en el cuello, donde las junturas entre las piezas eran más anchas. Lanzó un golpe, que su oponente desvió.
- ¡Detraï!
T’ang se detuvo. Oren alzó las manos:
- ¡No he sido yo!
Al fondo de la habitación, la puerta metálica cedió, y de ella salió un torrente de llamas. Se disipó, y se pudo ver al joven castaño que era Daäkar, con los ojos burdeos ardiendo de rabia.
- Ahí estás, Sylvan…- rió nerviosamente.
- Daäkar, ¡vuelve ahí!- ordenó T’ang.
- No. ¡No! No tengo dueño, ¡seré libre!
- Mucha suerte- dijo T’ang a Oren, y se hizo a un lado.
Daäkar corrió a su protegido con las manos envueltas en llamas. Le lanzó dos bolas de fuego, que Oren esquivó a la vez que se acercaba al dragón. Cuando estuvo frente a él, Daäkar le lanzó una llamarada que bañó todo su cuerpo. La ropa no ardió, pero Oren sintió su piel quemándose. Cuando el fuego cesó, empezó a curarse.
- Así me haces daño, Daäkar… Pero se necesita algo más para matarme.
- ¡Como quieras!
Y, exactamente como Oren quería, le puso la mano sobre su símbolo. Oren aprovechó el momento antes del dolor para agarrarle el antebrazo.
Y llegaron los millones de agujas perforando su piel, el ácido que corroía sus entrañas. Pero Oren resistió, y apretó aún más el antebrazo de Daäkar, y apretó sus dientes.
- ¡Suéltame!
- Tú… de aquí… no te vas.
Entonces al dolor se le unió una intensa sensación de estar quemándose, y algo cambió, y Oren miró a los ojos burdeos de su dragón protector. Y gritó algo que parecía un grito de dolor, y le soltó el antebrazo. Y cayó inerte al suelo.
Justo entonces entraron al balcón Caoimhe, Alex y Rachye, de nuevo en forma humana.
- ¡Oren!- gritó Caoimhe al verle en el suelo.
- ¡Está muerto!- gritó Daäkar.- ¡Como no tardaréis en estarlo!- se giró hacia T’ang y los bastlers.- Yo me encargo de la Bestia.
- Mantened a la chica alejada de mí- dijo T’ang.
Rachye se tiró del balcón e hizo que el aire bajo ella fuera más denso. En vez de golpearse contra el suelo, se posó suavemente en él. Daäkar le lanzó una cascada de llamas, que ella contrarrestó con una ráfaga de viento. Sin embargo, aprovechando que el fuego aún no se había disipado, el dragón se acercó a su enemiga, y en un movimiento rápido y ardiente, Rachye cayó al suelo y dejó de moverse. Al mismo tiempo, Ceres, que había estado luchando contra Alex, inyectó en su brazo el contenido de una jeringuilla que hizo que se durmiera.
Caoimhe esquivó un golpe del licántropo y vio a sus dos compañeros en el suelo. Consiguió poner sus manos sobre el áspero pelaje. Lo siguiente que se oyó fue un crujido de huesos rompiéndose y un grito desgarrador. El bastler cayó al suelo y Daäkar corrió hacia Caoimhe.
- ¡Le has matado! ¡Has matado a Oren!
- Y tú eres la siguiente.
Un círculo de llamas los rodeó, aislándolos del resto de la habitación. La pelirroja corrió hacia el dragón, pero la piel de este se incendió. Caoimhe dio un paso atrás.
- Oren me dijo algo antes de morir. Quizá te gustaría saberlo.
Avanzó hacia Caoimhe, que retrocedió hasta estar junto al fuego. Daäkar se le acercó mientras reducía el fuego de su piel.
- Me dijo…- el volumen de su voz era bajísimo. Se inclinó y le susurró al oído: - Actúa.
Entonces Caoimhe lo comprendió. Por qué un círculo de llamas les aislaba de T’ang y la mujer. Por qué Daäkar no la freía directamente. Por qué Oren y Rachye estaban en el suelo y no carbonizados. A través del símbolo de su pecho, Oren había hecho que Daäkar volviera a ser el de antes.
Por eso, cuando el dragón golpeó su pecho con la mano llena de llamas, Caoimhe cayó al suelo, como si estuviera muerta. El fuego quemó parte de la tela, pero ni siquiera calentó su piel. El círculo de llamas desapareció.
- Está muerto- dijo Ceres tras buscarle el pulso al escandinavo.
- Ella también- anunció Daäkar.
- Enhorabuena, Daäkar- dijo T’ang. Su voz salía ahogada por la armadura.- Me has impresionado. Pero eso no quita que debas volver a donde estabas antes.
- No. Aún queda uno.
- ¿Quién?- T’ang dio un paso adelante, pasando sobre Oren.
- Tú, T’ang Zhu- pronunció lentamente el nombre.
- ¿Cómo…?
- ¿Sé tu nombre?- le cortó.- A mí me gustaría saber cómo puedes ser tan tonto. Después de que tomara un protegido, ¿no leíste las leyendas?- hizo una pausa.- ¡Ya!
Oren saltó. Agarró a T’ang por la espalda. Protector y protegido miraron a Caoimhe.
- ¡Ponles a salvo!- gritaron a la vez.
Caoimhe se levantó e hizo una onda en el aire que movió a Alex y a Rachye hacia la pared. Ceres empezó a subir la escalera para salir. Dragón y humano se miraron a los ojos y murmuraron la misma palabra. Se convirtieron en los centros de dos explosiones de fuego.
- ¡No podréis dañarme así!- gritó el anciano.
Se oyó un clic. El fuego se disipó. Oren tenía una pieza de la armadura en la mano.
- Era una distracción, ¿sabes?
Le derribó y empezó a quitarle la armadura, pieza por pieza.
- Si me matas, ¡atente a las consecuencias! ¡Soy T’ang Zhu!
- Y yo, Oren Sylvan.
Le quitó el yelmo, y con él se fue enganchado el pañuelo que siempre le había cubierto el cuello. La piel bajo el pañuelo era de color rubí, y tenía un aspecto extraño. Era una quemadura.
- ¿Qué…?- comprendió.- ¡Aviro te prometió Aho Shan! ¡Has traicionado al emperador!
- ¡Piedad, por favor! ¡No me mates!
- No lo haré… ¡Te llevaré a Xin Qu a entregarte a aquél al que traicionaste!
Daäkar se acercó.
- Déjame divertirme con él, Oren.
- Nada de quemaduras.
- Está bien.
Oren fue a hablar con Caoimhe, pero en el camino recordó una oscura noche.
“No es momento para llorar.”
Pero Thorvaldsen estaba muerto, Ceres había huido y T’ang estaba acabado. Habían vencido. ¿Había un momento mejor?
Así que se paró y se sentó en el suelo. Dejó que los recuerdos invadieran su mente.

Era tarde. Estaban en el circo.Tras saludar, el hombre que había hecho el número con un lobo se acercó a donde estaban Oren, Traumwald y Amelia.
- Malchik- dijo.- Chico. ¿Quieres ver algo?
- ¡Claro!- a Oren le había encantado la función, y le entusiasmaba la posibilidad de ver algún truco más.- Enséñemelo.
- Aquí no- se notaba que no era español, sino de algún sitio de Europa del Este.- Ven.
Oren miró a Amelia.
- Ve si quieres, Oren. Si pudiste con Sullivan, para ti ya no hay nada peligroso.
Oren siguió al eslavo hasta un carromato. Traumwald les acompañaba.
- ¿Viene gato?- dijo el hombre.- ¡Bien!
Soltó una enérgica y reconfortante carcajada. Después silbó y el lobo del espectáculo llegó frente a ellos corriendo.
- Tú- se agachó y miró al chico a los ojos,- haces esto con tu gato. Ve y aprende.
Entonces el hombre se giró hacia el lobo, le puso dos dedos en la frente, se los llevó a la suya y repitió el proceso una y otra vez mientras recitaba extrañas frases hechas de cortas palabras. El lobo fue desapareciendo mientras el hombre se volvía cada vez más parecido a un lobo. Oren se asustó.
Entonces el hombre-lobo le miró y, con su hocico lleno de dientes afilados, articuló:
- No miedo. No peligro.
Entonces Oren lo entendió.
- Guay... Pero yo no puedo hacer eso.
- Sí puedes. ¿Has aprendido?

Unos días más tarde, por la noche, Oren y la gata estaban subidos a una azotea.
- ¿Lo probamos, Traumwald?
Ambos tenían los ojos brillando por el entusiasmo. Oren cogió a la gata en brazos, y repitió lo que había hecho el hombre lobo del circo. Y corrió y saltó por los tejados y las azoteas, gritando de alegría.

Algo más tarde, Alex y Rachye habían vuelto a la consciencia. Ahora el que más dañado parecía era Oren. Lloraba, paraba de llorar y empezaba a mirar a un punto fijo inexistente, sin reaccionar a nada, volvía a llorar. Caoimhe no sabía cuál de los dos estados era más triste.
- ¿Qué hacemos?- preguntó a nadie.
- Volver a Xin Qu- respondió Alex.- Aquí ya no hay nada que hacer. Daäkar, ¿sabes volar?
El dragón le dirigió una mirada asesina.
- Repite eso.
- ¡Perdona, perdona! No quería ofenderte. Es que eres el primer dragón que conozco.
- Oren detesta las alturas- intervino Caoimhe.
- ¿Crees que puede conducir la moto ahora? Daäkar… ¿Te importa llevarle? Quizá sobre ti no se sienta tan mal.
- No, claro que no.
El dragón levantó a su protegido, que siguió llorando, sin mirarle. Los cinco subieron la escalera, y cuando estaban a punto de salir del balcón, Daäkar dijo:
- Esperad un momento.
Empezó a hablar en su lengua. En sus ojos, el brillo de la venganza y el de las llamas reflejadas se mezclaron mientras las dos máquinas que le habían torturado ardían y se destruían.

I’m like a cat in a cage,
locked up and battered and bruised.
I am the prodigal son,
a shameful prodigy too.
I am the love of your life,
battering ram and confused.
I turn each day into night,
I stand here waiting for you…​
- Quítate esos auriculares- dijo Caoimhe, y Oren lo hizo.
Habían pasado dos días des de el rescate de Daäkar. Ahora, los dos adolescentes estaban sentados en la terraza del bar donde, días antes, habían estado Niklaus Thorvaldsen y Ceres. Ya se habían bebido sus bebidas, ya habían pagado la cuenta. Pero seguían ahí, sentados, esperando cada uno a que el otro dijera algo.
Fue la chica la que dio el primer paso.
- ¿De verdad me quieres?
- Sí, pero… Es difícil de explicar… No sé.
- No hace falta que respondas- sonrió.- Mi vida ha cambiado tantas veces ya que no me importa que cambie o no una más.
- Pero sí quiero responderte. Mira... Te quiero, pero… Pero parece que estoy condenado a perder a todos los que me importan. Mis padres… Dornem… Y Traumwald. Por eso no quiero acercarme mucho a ti… Tengo miedo de perderte.
- Pero… ¿No sería distanciarte de mí una manera de perderme?
- No lo sé. Lo único que sé es que odio estar así. Supongo que me iré pronto… Porque no soporto estar así contigo.
- ¿De verdad?
- Sí.
- Pero…- Caoimhe puso su mano sobre la de Oren.- Quiero que te quedes.
Oren se puso rojo como una llama.
- ¡Caoimhe! ¿En… en serio?

Llegaron cogidos de la mano a la casa que había pertenecido a Gyan Latzya. Rachye ya se había ido, y Alex y Daäkar habían salido.
- ¡Pues vente conmigo a Madrid!- decía Oren entusiasmado. Caoimhe rió ante la propuesta.- ¡No, en serio! Vivo allí con una amiga. ¡Su piso es enorme!
Subieron al comedor. Sobre la mesa había un trocito de papel. En él había solo cuatro palabras escritas en negro: “Not so easy, boy”. “No es tan fácil, chico.”
Oren lo apartó con gesto despreocupado. Entonces vio que las letras desaparecían. No. Imposible. No quedaban magos oscuros. Y esa letra… No era la de Dornem.
Caoimhe vio cómo el mago palidecía.
- ¿Qué te pasa?
- Sé quién ha escrito esta nota.
- ¿Y? ¿Es malo?
- Ya lo creo. Yo le maté.
La canción es "Natives", de blink-182. Para mí es la canción de Oren: creo que tanto la melodía como la letra encajan perfectamente con él.

Epílogo​
En Palacio, la estructura subterránea que era la base de la organización más grande, poderosa y secreta del mundo, una Ceres bastante alterada hablaba con Mentor.
- Te juro que aparece y desaparece como si nada, ¡y resucita!
- Eso parece difícil de creer, querida Ceres. Si no pudiera leer mentes pensaría que mientes. Sí, puede que sea un problema. Por su culpa, la tecnología de extracción de energía a partir de Bestias está destruida, la Armadura del Sol ya no está en nuestro poder y T’ang Corporations ya no existe- miró su reloj.- ¡Vaya! Si los ahoshaníes son puntuales, T’ang hu ya habrá sido ejecutado.
- Pero eso no es lo peor…
- ¿Y qué es lo peor?
Mentor lo podía intuir a partir de los pensamientos de su compañera, pero estos eran tan turbulentos que prefería una confirmación.
- Lo peor es que es aliado de Hawkson. Hijo- Mentor la miró con horror.- Sí, sabe de nosotros.
Entonces Mentor notó la llamada mental de su superior. Del presidente de Aviro.
- Te tengo que dejar.
Hasta hacía cuatro años, el presidente había sido poco más que una mente comunicadora. Pero, a principios del 2010, ese cuerpo pasó a tener un psíquico completamente operativo. El psicobastler, Mentor, que era capaz de leer las mentes, sospechaba que el presidente tenía por algún lugar otro cuerpo, con otra mente completamente operativa, que había muerto. Sin embargo, la mente actual del presidente estaba seriamente dañada, con fallos en su razonamiento y lagunas en su memoria.
Tras veinte minutos caminando por los largos pasillos, llegó frente a una puertecita que más bien parecía llevar a un cuarto de limpieza. Entró.
A Mentor no le gustaba esa sala, ni ese olor a vejez y a muerte inminente. Pero eran visitas como esa lo que le permitía la mayoría de sus libertades.
Sobre algo parecido a un trono se sentaba un cuerpo. Tenía cerca de seiscientos años. Casi no respiraba, su corazón apenas latía. Pero estaba vivo. La magia hacía que su extrema edad no lo matara, aunque la vejez sí dejara en él su mella.

Llegas tarde, Mentor; oyó el bastler desde esa mutilada mente.
- Palacio es grande, es difícil no demorarse.
Ahora siempre es tarde. Quiero a Oren Sylvan.
- Entiendo, señor. ¿A qué equipo debería mandar?
Todo.
- ¿Le he entendido bien? ¿Todas las fuerzas de Aviro?
Todo Aviro. Para todo y buscad todos y traedme vivo a Sylvan.
- Pero... Los experimentos...- intentó ganar terreno Mentor.
Los experimentos genéticos ya no son importantes. Sois todos intentos fallidos de conseguir lo que quiero. Ya no importáis si no podéis capturarle.
- ¡Pero sin nosotros usted habría muerto completamente!
Y sin mí vosotros no existiríais. Me debéis el hecho de ser lo que sois. Reclamo lo que me corresponde.
- Pero señor, si todo Aviro se moviliza...
No importa mantenerse en secreto. No importan los problemas políticos que podamos causar. SOLO IMPORTA SYLVAN.
Mentor tuvo que contenerse para no retroceder. Aquello había sido el equivalente mental de un grito.
No pierdas más el tiempo. Moviliza todo.

Mentor salió de la sala muy desorientado. Esa era una de las escasas veces en las que no sabía qué hacer. Aquello era inquietante incluso para él.
Invoco a mi amigo Tijeras para que convierta esto a PDF lo antes posible.

Y con esto acaba mi tercera historia publicada en este foro. Releyendo ESDAYA me he dado cuenta de lo mucho que he mejorado desde que empecé a publicar aquí. Tengo que agradecer a tanta gente por esto que prefiero no empezar a decir nombres. Esta mañana hice la suma y descubrí que entre todos mis temas literarios hay más de 4400 visitas. Bien, mis agradecimientos van a todos los que me habéis hecho alcanzar esa cifra, a todos los que me dedicáis algo de vuestro tiempo, de vuestras vidas. No sé cuál será el próximo proyecto largo, ni para cuándo estará. Eso sí, espero que sea tan bien recibido como estos tres.
Se despide,
Tyren Lannister.​
 

Karlsetin

Leyenda de WaH
Bueno Tyren, que decir? Está bien, es un buen final, muchas de sus escenas las había leído casi hace un mes atrás cuando hablabamos de aquello, pero hasta ahora no me imaginé donde estarían y como calzarían con el resto de la historia.

Decirte que eres un ************** por hacer lo que ambos sabemos... aun me afecta aquella muerte y de una manera que no imaginaba. Pero, aceptémoslo, fue genial.

Hay cosas que no entendí (como el hecho de que la quemadura fuera símbolo de traición), pero fue un encanto ver/imaginar lo que vendrá... Submundo Rules <3
 

BLAx501!

A veces comento en temas :3
Miembro de honor
Usuario de Platino
Pues no me deja darte reputación otra vez, así que te tienes que contentar con un comentario y el +Gracias :p

Para variar, un pedazo de capítulo + epílogo impresionantes. Me da mucha penita lo de Traumwald, pero bueno, supongo que alguien tenía que acabar palmando para que Oren pudiese acabar lo que empezó xD. Ese "Not so easy, boy" me ha gustado casi más que el resto del capítulo, ya que junto al epílogo, dejan abierta una puerta a... ¿una tercera entrega? Ojalá xD. En serio tío, pedazo de historias te marcas, hacía tiempo que no me enganchaba a leer algo como con esto, así que felicidades por enésima vez :D

Sigue así de creativo siempre y no dejes que nada te pare ;)
 
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