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Invitado
Hubo una vez en una aldea un tipo que era tomado por loco, se la pasaba gritando cosas poco agradables y criticando a la gente, la cual empezó a ignorarlo y a tomar sus palabras por disparates.
Allí en la misma aldea vivían dos hombres, uno era sordo y el otro no quería oír.
El sordo al no poder escuchar nada, prestaba atención al comportamiento del loco, mientras que el segundo hombre, perteneciente al buró de los aldeanos, ni se molestaba en mirarlo.
Esa misma noche, se formó una trifulca, los aldeanos, guiados por el hombre que no escuchó nada, se alzaron en armas y tomaron por la fuerza al loco, primero le quitaron las pocas prendas que tenía y seguidamente lo quemaron en una hoguera.
Al rededor de tan terrible escena, la gente reía, cantaba y competía por quien bebía más vino. Las mujeres callaban y los niños no dijeron una sola palabra. “Es lo correcto”, pensaron, respetando la desicion de los ancianos del pueblo.
Al día siguiente la gente dormía, sintiendo la calma de no tener más al loco gritando cada mañana.
“Era peor que un maldito gallo”, dijo el Hombre que pretendió no oírlo, sobando su cara para mitigar el sueño.
Era esa misma mañana, cuando de repente, las nubes se oscurecieron, y una fuerte lluvia empezó a caer.
Estruendosas trompetas resonaban a lo lejos, tanto que incluso el sordo pegó un salto debido a la conmoción.
Esa misma tarde un ejército de 1000 hombres arrasó el pueblo, ultrajando consigo a niños y mujeres por igual.
Se les coció las bocas y se les corto las orejas, uno por uno sin distinción. Hasta que llego el turno del sordo, quien portaba consigo una hoja de papel.
En ella ponían las palabras del tipo que fue tomado por loco:
“Este hombre, es igual que el resto, sin embargo, a pesar de su condición, fue el único que oyó mi mensaje”
Allí en la misma aldea vivían dos hombres, uno era sordo y el otro no quería oír.
El sordo al no poder escuchar nada, prestaba atención al comportamiento del loco, mientras que el segundo hombre, perteneciente al buró de los aldeanos, ni se molestaba en mirarlo.
Esa misma noche, se formó una trifulca, los aldeanos, guiados por el hombre que no escuchó nada, se alzaron en armas y tomaron por la fuerza al loco, primero le quitaron las pocas prendas que tenía y seguidamente lo quemaron en una hoguera.
Al rededor de tan terrible escena, la gente reía, cantaba y competía por quien bebía más vino. Las mujeres callaban y los niños no dijeron una sola palabra. “Es lo correcto”, pensaron, respetando la desicion de los ancianos del pueblo.
Al día siguiente la gente dormía, sintiendo la calma de no tener más al loco gritando cada mañana.
“Era peor que un maldito gallo”, dijo el Hombre que pretendió no oírlo, sobando su cara para mitigar el sueño.
Era esa misma mañana, cuando de repente, las nubes se oscurecieron, y una fuerte lluvia empezó a caer.
Estruendosas trompetas resonaban a lo lejos, tanto que incluso el sordo pegó un salto debido a la conmoción.
Esa misma tarde un ejército de 1000 hombres arrasó el pueblo, ultrajando consigo a niños y mujeres por igual.
Se les coció las bocas y se les corto las orejas, uno por uno sin distinción. Hasta que llego el turno del sordo, quien portaba consigo una hoja de papel.
En ella ponían las palabras del tipo que fue tomado por loco:
“Este hombre, es igual que el resto, sin embargo, a pesar de su condición, fue el único que oyó mi mensaje”