La sangre mancha y tiñe el pasado de este viejo maestro, cuyo lápiz desangró enemigos, torturó a los débiles y sonrió al ver a grandes caer. Mis enseñanzas son de quienes las busquen, pero deberán probar estar a la altura primero, a la altura más pequeña que sus orgullosos corazones sean capaces de llegar, e incluso, más allá. Esa humildad tan pura que llegue a ser fraterna y tiña de rojo amor los campos que otrora se tiñeron con la sangre de competencias inútiles por recompensas de reyes falsos.