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La Biblioteca Olvidada

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Me he dado cuenta de que...

¡¡¡LA BIBLIOTECA OLVIDADA HA CUMPLIDO UN AÑO!!!
Aunque no voy a hacer nada para celebrarlo, pero bueh.

He aquí los distintos 23 ocultos en mi relato:
- Acaba a las 11 de la noche (23:00).
- La nota final de los Veintitrés tiene 23 palabras.
- Todos los números distintos de 23 que hay en el relato suman 23.
- La 23ª letra del alfabeto cirílico es la J (escrita X). La 23ª palabra de mi diccionario ruso-español que empieza por J se traduce como "calendario judicial". Y las palabras "calendario judicial" ocupan los puestos 23º y 24º del relato.

Ahora demos paso a lo que estábais esperando:
Un trocito más del Submundo con el que, a la vez de crear un nuevo personaje, entran en escena Ileas Aisstrom y un misterioso villano...

1. Detonada​

La sala era blanca. Flotaba. Ardía. No podía moverse.

Se había levantado con la certeza de que algo malo iba a pasar. Sin embargo, ese día parecía normal. Katy Rogers fue al instituto como cualquier día y tras ello comió. Después fue a casa de su amiga Samantha, Sam, para hacer un trabajo. Era sabido de todos que el padre de esa chica había sido mafioso, pero se había alejado de ese mundo. Había pagado multas. Saldado sus deudas. Devuelto favores.
Ese día Katy descubrió que no fue así.
Mientras hacían el trabajo, llamaron a la puerta. Sam fue a ver quién era. Katy la siguió. El padre abrió la puerta. Era el cartero, con un paquete. El ex-mafioso lo cogió y fue al salón. Las chicas le siguieron. Entonces el hombre gritó algo y tiró el paquete al suelo.
El piso neoyorquino explotó.

Se ahogaba en un líquido negro, denso. Si intentaba gritar la oscuridad penetraba en sus pulmones. Si se movía para salir a flote sus músculos se cansaban antes de la primera brazada. Cuanto más intentaba salvarse más se hundía. Pero más se fortalecía. Sus huesos, sus venas, su piel, su carne se hacía metal. Y cuando dio otra brazada hizo un gran esfuerzo, pero no acabó extenuada. Se movía. Ascendía. Vio algo de luz que atravesaba la densidad negra y fue hacia ella, su cuerpo ardiendo, deseando una bocanada de aire.
Salió a flote.
Abrió los ojos.
Su vista tardó en acostumbrarse a la luz, pero cuando lo hizo, vio que estaba en una habitación de hospital. Su cuerpo estaba cubierto por sábanas blancas. Las paredes eran blancas y la puerta era blanca. A su izquierda, oyó los inconfundibles pitidos del aparato que monitorizaba sus constantes vitales. Al desviar la vista a la derecha, vio en las sillas destinadas a las visitas unos zapatos y unos pantalones, por eso intentó mover el cuello para ver a la persona que llevaba esas prendas.
Sintió el fuego consumiendo sus entrañas. Reduciéndola a cenizas. Quiso gritar. No pudo. No movió la cabeza; era mejor quedarse inmóvil.
- Eres muy fuerte, Katherine- dijo esa persona. Su voz tenía un acento extraño que le resultaba imposible de identificar.- Pero aún estás débil. Sería mejor que no te movieras ni hablases.
Estuvo en silencio un rato.
- Tu amiga murió. Su padre también, claro. Pero tú estabas más cerca de la bomba que ella, por eso no deberías estar viva.
Katy sabía que tenía que sentirse mal. Llorar. Pero no podía.
- Puedes intentar llevar una vida normal. Pero el que puso la bomba irá a por ti, y tú misma eres especial. Nos veremos de nuevo, Katherine Rogers.
Notó que se levantaba, pero no lo vio, porque sus párpados empezaban a cerrarse.
Ese sueño fue menos agitado.

- ¡Aaah! ¿Por qué estoy así? ¡Quitádmelo!
Cuatro días después, Katy había empezado a hacer pequeños movimientos y a comer por la boca. Poco antes, un médico le había ofrecido mirarse al espejo. “Las quemaduras eran horribles, pero los transplantes de piel marchan bien”, había dicho. Katy había aceptado. Por desgracia.
Su piel tenía un asqueroso color rosado. Aquí y allá se extendían algunas manchas de un color más sano. Pero no, eso no era lo peor. En muchas zonas la carne estaba hundida, y en el centro, una línea plateada de metal reptaba por la cicatriz. Moviendo el espejo vio que el metal formaba una red irregular por la parte frontal de su cuerpo, la que había estado expuesta a la bomba.
- Katherine… La bomba… El metal derretido del explosivo cayó sobre ti. No podemos quitarlo. Te provocaría daños irreparables.
- Entonces no podré moverme…
- Ese hombre que vino hizo algunas cosas… No sé cómo, pero articuló el metal. Podrás moverte bien.

Le dieron el alta tras una semana. Sus padres la recogieron en el coche. No podía mirarles a la cara. Estaba mutilada, manchada. Era una abominación. Sam era un cadáver…
Empezó a llorar. Las lágrimas caían sobre sus pantalones.
- Tranquila, Katy- le dijo su madre.- Estás viva, y es lo que importa.
No respondió.
Cuando llegaron a casa, ella fue a su habitación, se encerró, se desnudó y se miró en el espejo de cuerpo entero de su armario. Su piel ya se había recuperado, pero eso solo hacía que el metal y las cicatrices de su alrededor destacaran más. Un trozo de metal partía en dos uno de sus pechos. Otro se metía en su cuero cabelludo… Era horrible.
Intentó apartar su vista del reflejo, pero no pudo. Se quedó allí, mirando sus propios restos. Apenas oyó a su madre decir que tenía visita. Y no lo comprendió hasta que oyó a alguien llamando a su puerta.
- ¿Se puede?- preguntó una suave y sedosa voz.
Katy no respondió hasta que recordó esa voz y ese acento. Se vistió apresuradamente y abrió.
Al otro lado estaba un hombre alto y rubio. Iba vestido con un anticuado gabán color azul oscuro.
- Buenas tardes, Katy.
- Usted es el que habló conmigo en el hospital.
- Es bueno que lo recuerdes. No deberías.
- Por… Por su culpa estoy viva.
- ¿Por mi culpa? ¿No me lo agradeces?
- Mírame. So un resto monstruoso.
- Todos somos monstruos, Katy. Hasta la mujer más bella del mundo oculta deformidades en su interior, maldades, sombras. Que no se vean no quiere decir que no las haya.
Katy volvió a llorar.
- Pero… ¡soy horrorosa! ¡Mi mejor amiga ha muerto!
- Lo que temía… Te entristece. Te está manipulando para que te suicides.
Katy alzó la vista y le miró.
- ¿Qué…?
- Si lo que te apena es tu aspecto…
Se tocó la clavícula. Su cara se fue transformando y su pelo, desapareciendo, hasta que solo quedó acero gris oscuro, liso, con dos lentes oscuras por ojos.
- ¿Qué eres?
- Una abominación, como tú. Debajo de esta máscara hay una gangrena que debo contener. No me la puedo quitar, o desaparecería- se sacó los guantes.- Mira mis manos.
Eran casi piel sobre huesos. Piel amarilla. Aquí y allá había bultos irregulares, y de algunos de ellos salían mecanismos.
- En el mundo en que acabas de entrar todos somos abominaciones. No hay norma. Dicho esto, vayamos a lo importante. ¿Sabes por qué estalló esa bomba?
- Ese hombre fue mafioso…
- No. Bueno, podría ser, pero eso implicaría que soy tonto, y no lo creo. Ha puesto esa bomba por algo que esa familia tenía en su sótano. Lo quiere robar, y no es muy conveniente que lo haga. La bomba era para que nadie lo echara en falta. Pero tú has sobrevivido, y ahora quiere que mueras. Quiere matarte.
- Pero…
- ¿Quieres morir? Bueno, no me extraña. Pero si me ayudas descubrirás la causa de tu muerte. Lo cual está muy bien. Debe ser horrible que tu último pensamiento sea: “¿Por qué?” Bueno, piénsalo. Volveré el sábado.
Salió por la puerta tras tocarse la clavícula de nuevo.
 

BLAx501!

A veces comento en temas :3
Miembro de honor
Usuario de Platino
Uhuhuhuhuuuhuhuhuhuhuhuhuhu... Me gusta por dónde va esto, este nuevo estilo me gusta mucho. No puedo comentarte demasiado porque ya sabía algo. Personajes misteriosos, se intuye bien los sentimientos de Katy... Me gusta, me gusta...
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
2. Neyaselan​

Decir que no le fue mal al día siguiente en el instituto no sería fiel a la realidad. Entró a clase tapada por una capucha. Vio que estaba llena de papeles negros con fotografías de Samantha. Sus compañeros estaban en silencio. Ella se sentó. Después llegaron los demás y entró la profesora.
- Buenos días. Katherine, ven a la pizarra,por favor.
Ella lo hizo con paso inseguro. Llegó frente al encerado y lo encaró.
- Mira a tus compañeros, por favor.
Agachó aún más la cabeza y se dio la vuelta.
Y sus compañeros empezaron a cantar “It’s my life” a pleno pulmón y a vitorearla. Después empezaron a gritar:
- ¡Que hable, que hable!
Ella no sabía si hacerlo, pero se decidió, alzó la cabeza y se quitó la capucha.
- Sé que no esperabais verme así, chicos. Yo.. tampoco os esperaba así.
Y volvió a llorar, pero esta vez de alivio.
Notó que aunque sus compañeros se incomodaran por su aspecto, intentaban actuar normal y no mencionaban a Samantha. No se animó, pero fue saliendo poco a poco de su estado de ánimo deprimido. Poco a poco fue olvidando, casi voluntariamente, a aquel hombre de cara y manos extrañas. ¿Pero por qué eran extrañas? Ya no se acordaba. Tampoco importaba.
Salió de fiesta ese fin de semana. Fue una noche genial, a pesar de que no la conocían la miraban con miedo o asco. Bailó, bebió e hizo tonterías con sus amigos.
Fue al volver.
Pasaron frente a un edificio medio destruido. Katy había bebido bastante, por eso dijo:
- Voy a ver qué hay ahí.
- Katy, ¿no es peligroso?
- ¡Claro que no, gallinas!
Corrió tan bien como pudo hasta la puerta abierta y entró.
Entonces reconoció la entrada del edificio. Su mente se despejó de golpe. Era el edificio donde ella se había quedado así. Donde Samantha había muerto. Le invadió un terror irracional, se dio la vuelta y quiso salir corriendo.
- Buenas noches, Katherine. Casi pensaba que no vendrías.
Gritó. Empezó a respirar agitadamente. Apoyado en el marco de la puerta estaba el hombre, ese mismo hombre de la máscara de metal por cara.
- Tranquilízate. No soy yo el que te quiere hacer daño- se acercó suavemente.- Ya estás en el punto sin retorno, así que permíteme que me presente. Soy Ileas Aisstrom.
Todos los recuerdos que había desplazado volvieron a la mente de Katy. Pero no dejó que la quebraran.
- ¿Por qué es este el punto sin retorno?
- Porque, Katy, tienes poderes sobrenaturales. Yo… Bueno, digamos que también. Una vez que lo sabes y los aceptas, ya no puedes salir del mundillo mágico.
- He visto cosas inexplicables, sí. Pero no sé si tengo esas capacidades, y no las he aceptado.
- ¿Y cómo has sobrevivido a la bomba, si no es por tus poderes? Las tienes, y por supuesto que las has aceptado. Si no, ¿por qué has venido aquí?
- Por casualidad.
- Casualidad sería si te hubieran vendado los ojos y te hubieran traído aquí. Pero la decisión ha sido tuya. Quizá subconsciente, pero tuya al fin y al cabo. Bueno, ven por aquí.
El tal Ileas Aisstrom echó a andar con movimientos precisos pero fluidos. Katy mandó un mensaje a sus amigos diciendo que ya estaba en casa, después le siguió. Caminaron en silencio por la entrada, después bajaron unas escaleras y se encontraron frente a una puerta. De un puñetazo Aisstrom la abrió. Pasó, y Katy hizo lo mismo.

El sótano estaba oscuro y olía a humedad y moho, como cualquier sitio que lleva mucho tiempo cerrado, y más si está bajo tierra. Aquí y allá se amontonaban objetos variados: muebles, cajas de todos los tamaños, bicicletas…
Aisstrom se encaminó hasta el centro de la sala y echó la cabeza hacia arriba.
- ¡Aquí!
Fue a una esquina.
- ¡Acércate!
Katy se acercó. En la esquina estaba apilado un montón de cajas. Aisstrom desplazó las tres superiores y abrió la cuarta.
- Veo que tienes guantes. Perfecto. Metela mano ahí dentro y sácalo.
- ¿Por qué yo?
- Me aprecio demasiado como para arriesgarme así. Sin mí, él ganaría.
Katy resopló, pero introdujo la mano enguantada en el cartón. Tocó algo compacto, como una piedra. La agarró y la sacó.
Era una especie de joya tallada de color azul cielo. Era parecida a una lágrima, pero hecha de diminutas caras planas. No iluminaba sus alrededores, pero parecía emitir alguna luz. Le dio la vuelta para observar su reverso, pero cuando volvió a mirar el anverso las formas le parecieron extrañas. Volvió a darle la vuelta y volvió a ver aristas desconocidas.
- Dicen que cambia- explicó Ileas.- No sé si es cierto. Pero nunca puedes memorizar los detalles de su aspecto, solamente sus rasgos generales.
- ¿Qué es?
- Se llama Neyaselan. Tenemos que vigilarlo. No conviene que lo encuentre.
- ¿Quién?
- Ya no tiene sentido ocultártelo. Se llama Niels Grenland. Por cierto complicado asunto quiere provocar el apocalipsis. El Neyaselan es importante para ello. Puso la bomba para matar al dueño de estas cajas y así poder robarlo: nadie se iba a preocupar por una simple figurita de cristal tras una explosión. Pero tú sobreviviste. Pensó que eras una enemiga, por eso huyó sin su objetivo. Eso me dio tiempo para llegar. Y ahora estamos en una posición aventajada, gracias a tu poder.
- ¿Y cuál es ese poder?
- ¿Te has quemado alguna vez por el sol? No. Eres inmune a la energía. Podrías caminar por Chernóbil desnuda y no notarías nada debido a ello en tu vida. La onda expansiva de las explosiones no te empuja. Lo único que tienes que temer de las bombas es la combustión.
¿Y ese era su poder? Katy no podía evitar sentirse decepcionada. Se había esperado algo más espectacular.
- Bueno, lo que importa es el Neyaselan. Lo usaremos como cebo para atraerle y vencerle. Llévalo tú. Así no sabrá que estoy contigo.

Durante el domingo, Katy no se pudo relajar. Tras cada esquina, en cada sombra, veía la desdibujada silueta del cartero de la bomba, de Niels Grenland. El Neyaselan quemaba en su bolsillo. ¿Y si atacaba cuando estuviera con sus padres? ¿O cuando estuviera sola, completamente indefensa? Cada vez que cerraba los ojos le veía. Esa negra forma acechaba desde la cara interiorde sus párpados, desde el lugar al que daba la espalda. No la dejaba respirar, no la dejaba tranquila. La aprisionaba. Su mundo se reducía a la silueta que se diluía en sombras, a la joya de cambiante silueta. El Neyaselan brillaba, pero no alumbraba. La cegaba, pero no destruía las sombras. Necesitaba irse. Escapar de la pesadilla. Por eso a mediodía salió de su casa, para buscar por Nueva York un inexistente oasis de paz.
De igual forma que el metal no puede evitar ser atraído por el imán, ella no podía resistir una terrible fuerza que tiraba de sus pasos, aunque la temiera con toda su alma, ya que su centro era el edificio de la explosión. Así que, odiándose por ello, entró en el funesto bloque de pisos y subió hasta la vivienda detonada. Allí esperó.

Katy esperaba en el edificio abandonado. No sabía a quién.
- ¿Por qué no eres tú el que le ataca?- le había preguntado a Aisstrom.
- Porque tú le pillarás desprevenido.
Así que Katy vio pasar las horas y llegar la noche a través de una ventana rota. Se iba pasando la pequeña joya celeste de una mano a la otra. Pero no se hartaba de esperar. De hecho, cuanto más esperaba, más segura estaba de que ese enemigo misterioso iba a venir.
Así que no se sorprendió demasiado cuando alguien habló tras ella.
- Así que el doctor no es tan valiente como para verme cara a cara...
Katy se dio la vuelta, sujetando fuertemente el cristal en la mano derecha. El hombre que la miraba era musculoso, de pelo rubio y ojos de un color azul claro.
- Así que eres la chica que sobrevivió a mi bomba... Había oído algo, pero no pensaba que te hubieras convertido en algo así. Vamos a intentarlo por las buenas. Dame el Neyaselan.
Katy lo pensó. ¿Qué razones tenía para confiar en Ileas Aisstrom? Ninguna...
Pero cuando iba a alargar la mano para darle el cristal, todas las líneas de metal que cubrían su piel empezaron a arder. Se detuvo. Ya había comprobado que sus presentimientos eran ciertos.
- Querías matarme con esa bomba. Acaba lo que empezaste.
El hombre sonrió.
- ¿De verdad? Tú lo has pedido.
La temperatura de la habitación descendió súbitamente. En la mano del hombre apareció una gran espada de lo que parecía hielo. La blandió contra Katy, que saltó hacia atrás justo a tiempo.
- No tienes poder... ¿Por qué pierdo el tiempo?
Con la velocidad del rayo, sacó una pistola de su cinturón y apuntó al corazón de la chica.
Hubo un sonido metálico.
No dolió.
La bala había impactado contra una de las cicatrices metálicas de Katy.
Pero el hombre no se inmutó. Simplemente volvió a cargar el arma.
Entonces una certeza invadió a la chica. Levantó la mano derecha y empujó el aire con ella. Del Neyaselan surgió una afilada cuchilla de viento que se hundió en el vientre del hombre antes de disolverse.
El hombre gritó y se alejó.
Katy miró el Neyaselan. ¿Qué había sido eso?
Su mente trascendió los bordes del cristal. Dentro de él había cientos de tornados y huracanes. La peor tormenta que el mundo había visto estaba ahí dentro.
Y se adentró aún más. Al eje de las ráfagas de viento que giraban. Al ojo del huracán.
Y allí había un ser. Era gigantesco y diminuto. Tenía muchas extremidades y tentáculos. Cambiaba constantemente. No, no cambiaba. Simplemente cada una de sus partes tenía muchos aspectos, demasiados para que la mente humana los pudiera ver todos juntos. No era ese ser lo que cambiaba, sino su mente, que decidía a cada instante fijarse en algo distinto.
Katy desvío la mirada sabiendo por qué no debía dar el Neyaselan a ese hombre.
Oyó un ruido. Miró a la puerta. Ahí estaba Grenland. Pero esta vez era translúcido y parecía intacto.
- Parece que me equivoqué contigo. Tu problema es que tú conmigo también te has equivocado.
Katy no le había escuchado. Con una férrea determinación, alzó el Neyaselan, manipuló el viento y le lanzó decenas de lanzas, que refulgieron, azules, antes de…
Traspasarle.
El Grenland translúcido avanzaba. Ninguno de sus intentos de dañarle daba su fruto. Llegó frente a ella. Alzó su mano helada y…
- Mi querido Niels, ¿te importaría meterte con alguien de tu tamaño?
En la puerta estaba Ileas Aisstrom, sujetando una extraña esfera con exterior de cristal y un interios nebuloso, llena de líneas que la cruzaban en todas direcciones.
- Ya tardabas, hereje…
- ¿Verdad que sí? Lo bueno es que hemos descubierto el potencial de Katy.
Grenland corrió hacia el enmascarado. Le golpeó, y Aisstrom voló por los aires. Pero cuando cayó al suelo, se levantó y giró los hemisferios de la esfera por las líneas que los dividían.
El mundo se silenció y se ralentizó. Una nota amarilla resonó por el edificio. De la esfera que Aisstrom sujetaba salió uuna onda que deformó todos los sitios por donde pasaba. Golpeó an Grenland y le derribó.
El mundo volvió a la normalidad.
Aisstrom sacó dos pistolas llenas de extraños dibujos de sus bolsillos y disparó al translúcido Grenland. Este gritó por los impactos y desapareció.
- ¿Estás bien, Katy?
- ¿Qué ha sido eso?
- Te presento a mi enemigo, Niels Grenland. Aún no sé cómo hace eso.
- ¿Y tu bola?
- ¡Ah, a eso te referías! Es mi mejor creación, mejor incluso que yo mismo. Lo llamo el Explonador. Distorsiona el tejido del espacio.
Katy respiró hondo. Esto era demasiado.
- He visto… lo que hay dentro del Neyaselan. Y puedo manejar…
- El viento. Sí, eso es inesperado. Te has convertido en la guardiana del Neyaselan.
- ¿Qué significa eso?
- Que tienes que impedir que lo que hay dentro salga.
Katy miró por la ventana. Era tarde, y al día siguiente tendría que ir al instituto.
- Bueno, vuelvo a casa.
- ¿De verdad? ¿Quieres exponer a tus seres queridos a todo lo que has visto, incluso aunque no tengan posibilidad de defenderse?
Katy lo pensó. Era cierto, y ella casi lo había pensado horas antes.
- No, pero… ¿Cuál es la alternativa?
- ¿Has oído hablar del Gabinete?

Ella se había esperado la oficina central del Gabinete como una especie de Pentágono mágico, pero su aspecto la decepcionó: parecía la sede de cualquier empresa de poca importancia.
Tras varios minutos de espera después de llamar al telefonillo, abrieron la puerta. Tras ella estaba una mujer de pelo corto oscuro y aspecto atlético.
- ¿A qué has venido?
- Tengo poderes mágicos, y he dejado a mi familia. No quiero que sufran por ello.
- Así que tú eres Katherine Rogers... ¿Qué relación tienes con Ileas Aisstrom?
Katy recordó que el hombre le había pedido que no revelara nada de lo que sabía sobre él (aunque probablemente te lo sacarán, añadió después), y se sorprendió porque le preguntaran por ello tan pronto.
- Ninguna, creo. ¿Quién es?
- El que nos mandó toda la información que tenemos sobre ti. No sirve de nada mentir, Katy. ¿Qué quieres?
- Quiero... Quiero mantener a salvo a mi familia.
- ¿Puedes ampliar ese deseo para incluir a todos los que no conocen la magia?
Recordó a Sam y a su padre. Recordó el dolor de la explosión y los demenciales sueños que la siguieron.
- Sí. Por supuesto.
- Bienvenida entonces al Gabinete. Me llamo Rachel Smithson. Seré tu instructora. Aún tenemos que decidir qué hacer contigo, pero algo que es seguro que no haré es dejarte ahí muriendo de frío. Pasa.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Vuelvo al verso.

Nuestra madre es la tierra
y la hemos de dejar.
Junto a nuestro hermano el viento
hemos de navegar.

Mar, inestable aliado,
hoy nos volvemos a ver.
¡Si no estás de nuestro lado
no pensamos perder!

Viajamos porque debemos
mantener vivo el hogar,
y nosotros allí hemos
de lo que no hay llevar.

¡Vikingos! ¡Nada temáis!
¡Conmigo alegres marchad!
Y sabed: cuando volváis
¡también gloria vendrá!​

Una experimentación con los símbolos y las metáforas extremas.

Ya es tarde. El cristal nos desgarrará.
La madre quiso ser más de lo que era. Por eso despreció a todos los hijos que había tenido e hizo otros de piedra y metal. Les dio el aliento de los dioses y los niños vieron cariño y evolución y destrucción y odio. Ella quiso vestirse de estrella, tener un brillante traje que fuera la envidia del mundo. Qué precio pagó por él.
El viento ha tomado forma, y viene a por nosotros.
Los hijos crecían, maremotos que devoraban insaciables, árboles que extendían sus ramas nutridos de agua y sol. La madre en ellos escuchaba gorjeos de ruiseñor y veía los más hermosos diamantes cristalinos. Ciega de orgullo de rosa ignoraba que obedecían terribles cuentos de filo y sangre y padres, pero no madre. Nadie se preocupó mucho la primera vez que un hijo, alma de urraca, atacó con cristal a un hermano.
El océano nos mira, y viene a por nosotros.
La madre de armiño había sido cegada por las rosas carmesí. Cuando por fin aprendió a ver como la lechuza, le empezaron a doler los agujeros que sus hijos hacían en su carne para devorar sus brillantes huesos. A veces les hacía daño para defenderse ella, pero nunca demasiado. Empezaba a lamentar cultivar rosas, pero no podía arrancarlas.
El relámpago se ha detenido, porque viene a por nosotros.
Y la madre vio dolida fratricidios, vio cómo sus hijos pequeños mataban a sus hermanos mayores y eran para ella sarna y carcoma. Su traje de estrella era el más bello, pero la estaba quemando. Hace poco se hartó de él. No podía quitárselo pues sus hijos matricidas se lo mantenían sujeto con estacas, pero sí pensó fuera de él. Y el poco armiño que le quedaba se hizo lechuza y vio que para cultivar rosas a veces hay que podarlas. Es signo de amor castigar si es necesario.

¡No, madre, por favor, no...!
Ya es tarde. El cristal nos desgarrará.
 
Última edición:

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Esta es una sátira dedicada a una persona que en su momento me jodió mucho.

Mi intención es solo una
en estos versos, puede ser
que de encontrar sea algo dura
pero sé que se puede ver.

Tengo que decirte, amigo,
que eres de muchas cualidades:
actuar a muchos he visto
en todas las grandes ciudades;

pero nadie a tu nivel llega,
nadie es como tú cada día:
creo que una máscara llevas
siempre, pero ¡quién lo diría!

Defiendes con gran elocuencia
opiniones que no son tuyas,
inventas grandiosas vivencias
en tu eterna de amigos busca.

¡Y nadie entiende tu belleza!
¡Pero admiran al gran Dalí
y critican con ligereza!
¿Y por qué no te admiran a ti?

Con tu tez de albo esqueleto,
con tus dientes de ratón suave,
con tu pelo de alquitrán negro
que yo espero que nunca encane.

Ya voy a acabar el poema
porque quiero, pues en tu persona
hay fuente de versos muy buena
que da para otras mil estrofas.​
 

Jaizu

Usuario mítico
Me encanta escribir y llevo años haciéndolo pero sinceramente me da mucha pereza leer. He leído poco pero me ha gustado y se nota calidad, enhorabuena por el año de escritura en este tema.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Desangramiento pseudopoético causado por mi personaje favorito.

Las máscaras bailaban siguiendo un irracional ritmo truncado. Yo caminaba, diminuto entre sus colosales mandíbulas. Necesitaba mi nombre.
Mi nombre.
Mi nombre.
El río me arrastraba desgarrándome en pedazos. A contracorriente trataba de beber del manantial. Pero los cimientos que ahogaban el río me diseminaron hasta el mar. Los océanos se desangraban en el cielo, y yo, como parte de ellos, adquirí alas y la férrea voluntad del viento. Pero tampoco ahí estaba mi nombre.
Claro, vivía en la piedad de un arma cargada, y eso es un espacio pequeño para vivir, demasiado reducido como para encajar ahí un nombre.
Volé y vi las máscaras como eran. Y tras ellas estaban dos hermanas cuyas diferencias herían mi raciocinio. Ambas me maltrataron. Ambas me mataron. Pero solo desde el suelo pude ver que entre ellas, rellenando mis heridas, estaba mi nombre.
Y publicaría más si no estuviera con el móvil. ¡Hasta otra!
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
He visto que este relato toca temas por los que ni siquiera me preocupé al escribirlo. Vosotros decidís cómo queréis tomároslo.

¿Que a qué me dedico? Al trabajo más simple del mundo: soy un artista del yo. Es una profesión tan simple que todos nos acercamos a cierta medida a ella, por ejemplo, al hacernos un "selfie" o cuando hacemos el tonto frente al espejo. Hasta algunas profesiones se parecen a la mía, por ejemplo, los modelos. Pero esta gente es, digámoslo así, "pasiva": se venden a sí mismos, pero los que trabajan con ellos son otros; y normalmente se trabaja con su cuerpo de forma exclusiva. Yo trabajo conmigo mismo, todo lo que hago tiene que ver con mi cuerpo o mi forma de ser.

Cuando abrí mi museo (un gran edificio de dos plantas de demasiados metros cuadrados) los periódicos me ahorraron el gastarme el dinero en publicidad. Bueno, en realidad sí gasté algo, pero fue el módico precio de una buena cena para todos mis amigos periodistas. Pero lo importante es que al día siguiente de la inauguración los periódicos me dedicaron críticas como: "Una expresión extrema de la identidad personal frente a una sociedad deshumanizadora", y cosas así. Una de ellas me hizo mucha gracia, ya que comparaba mi museo del yo al de Dalí en Figueres. Yo decidí incrementar ese posible parecido y extenderlo a campos como el precio de las entradas. De hecho, escribí esa crítica en la taquilla.

¿Que si es rentable? ¡Claro! Por algo dejé trabajos más cansados para dedicarme a este. Las adquisiciones más caras me cuestan ocho libras, menos de la mitad de una entrada y exactamente lo mismo que mi corte de pelo bimensual en la peluquería unisex que hay enfrente de mi casa.

Aunque realmente el número de visitantes ha decrecido en los últimos meses, y parece que la tendencia no cambiará. Sin embargo, no dejaré mi vida de artista. Mi museo está insonorizado, así que lo vaciaré, lo dividiré en varias habitaciones muy grandes y solamente dejaré que entre en cada una una persona a la vez. Me convertiré en un artista de la soledad.

El relato que escribí para el concurso de relatos de invierno.

Los que no supieran que Salvatore Estio era el mayor mafioso de Chicago eran tontos o nuevos en la ciudad. Se decía que cualquier asunto de cierta importancia debía tener su aprobación para salir adelante, y el alcance de su enorme red solo se podía comparar con lo discreto que era en sus operaciones: "Un ciudadano honrado cualquiera no debe pagar por mi torpeza", decía a menudo.
Sin embargo, a pesar de la efectividad de sus muchos subordinados, se ocupaba personalmente de los problemas que más le interesaban.
Ese día estaba haciendo eso. Envuelto en su abrigo hecho a medida, tiritaba en el cruce de dos vías de un gran parque. Los árboles que las flanqueaban estaban desnudos y cubiertos de nieve. Parecían las manos de gigantescos esqueletos que salían de sus tumbas para amenazar al cielo. Un cielo que estaba tapado por nubes, al igual que el suelo estaba cubierto de nieve.
Por fin llegó del otro lado del parque la persona a la que Estio esperaba. Era Leo Frost, un poeta bastante aclamado por la crítica y lo suficientemente leído como para poder vivir de una máquina de escribir marca Underwood y unos folios en blanco. Iba vestido con un gabán oscuro y un sombrero a juego.
Nada más llegar frente a Estio sacó su reloj de bolsillo y miró la hora.
- Disculpe. Le vi aquí y pensaba que llegaba tarde.
- No, señor Frost, soy yo el que ha venido pronto.
- Da igual. Según lo que tengo entendido, esta será la última conversación de mi vida. Espero que sea buena.
- ¿Sabe usted por qué es?
- Eso creo. Hace meses, mi amigo James, ebrio, me contó algo de un plan suyo. Después desapareció.
- Pues está usted en lo cierto.
Hubo una larga pausa.
- ¿Sabe? Yo pienso que para matar a un hombre hay que conocerle, mirarle a los ojos y tener entonces la valentía de apretar el gatillo. Confieso que nunca antes le había leído, pero ahora que lo he hecho, puedo decir que admiro su verso. Lamento no haber podido leerlo por gusto.
- Nunca me explicaré cómo la gente puede admirar los sentimientos de una persona cuya única particularidad es que los escribe... ¿No le resulta incómodo estar aquí de pie? Si quiere, le invito a un quiosco donde hacen un café excelente.
Estio accedió. Andaba con trabajo entre la nieve siguiendo a Frost.
- Odio el tiempo de esta ciudad, ¿sabe? Siempre está tan gris y triste... Creo que me deprime. Cuando voy a Italia en verano, me siento tan feliz como si tuviera cinco años, pero al volver a Chicago pierdo esa felicidad. Claro está, en Italia hace un tiempo como Dios manda: si hace sol, hace sol, y si tiene que llover, llueve bien.
- Quizá no tiene usted en Italia preocupaciones, y al volver aquí vuelve a preocuparse. Le aseguro que yo he sido feliz en Chicago.
Estio soltó una risa rápida.
- ¡Eso es lo que me gusta de usted! Es capaz de reflexionar hojas y hojas sobre detalles sin importancia.
- Sí, me fijo demasiado en cosas que no merecen la atención. Mire, hemos llegado.
El quiosco era bajo y tenía paredes de cristal. Por dentro parecía una cafetería como cualquier otra. Leo Frost entró y pidió un café con leche y uno solo. Se sentaron en una mesa de fuera. Una camarera les llevó los cafés y les cobró dólar y medio por ellos. Frost pagó por el de Estio. Se los bebieron en silencio, y no fue hasta que Frost hubo apurado la última gota de su café negro cuando reanudó la conversación.
- Dígame, si no es indiscrección, ¿qué regalará a sus hijos por Navidad?
- Al mayor un automóvil. Ya estoy harto de que se lo coja prestado a uno de mis hombres- rió como si se tratara de una broma.- A mi hija un vestido de noche, azul como el cielo de mi Italia. Y al pequeño un rifle de aire comprimido, a ver si ya aprende a disparar. ¿Y usted va a regalar algo?
- No creo. Como sabrá, soy viudo y mis hijos murieron en un accidente de coche.
Frost sacó su pipa del bolsillo y comenzó a llenarla.
- ¿Le importaría fumar un habano?
- ¡Claro que no!- Estio rió.
Así que Frost se sacó un habano del bolsillo y se lo dio al mafioso. Después, del mismo bolsillo sacó una caja de fósforos, de los cuales encendió uno. Con él encendió su pipa y el habano que le había dado a Estio. Empezaron a fumar, pero tras la segunda calada el italiano rompió el silencio:
- ¡Su habano sabe a rayos, Frost!
- Eso es porque usted está acostumbrado al mejor tabaco. No todos somos tan ricos.
Frost se calló y permaneció pensativo un rato.
- Yo tengo medios más que suficientes para huir a Europa, o a cualquier otro sitio, y usted no me encontraría jamás. Pero por razones que cada vez comprendo mejor acudí a su carta. Soy como cualquiera de esos árboles, pero no renaceré en primavera. Estoy desnudo, desolado, y nunca aportaré nada más al mundo, excepto algo de tétrica belleza. Y pronto se hartarán de ello.
- Es usted invierno, Frost.
- Y usted verano. Todas sus acciones dan frutos, pero es imposible que las mías los den.
- Discúlpeme, pero no puedo con su habano.
- No importa.
Estio se lo sacó de la boca, lo apagó contra el banco en el que estaban sentados y lo tiró al suelo nevado. Después miró su reloj de pulsera.
- Disculpe, se me hace tarde.
Y son previo aviso sacó del bolsillo de su abrigo un revólver con el que apuntó a Frost.
- No hace falta que me mate, Estio.
El mafioso se asombró: incluso así, ese hombre se mantenía sereno.
- ¿Por qué no?
- El accidente de coche en el que murieron mis hijos no fue tan accidental. Sé que usted quería matar al chófer y lo orquestó todo para que pareciese obra del azar. Si hubieran sobrevivido, quizá le habría perdonado. Pero usted los mató sin razón. Mi habano sí que sabía a rayos: estaba envenenado.
- ¡Qué! ¿Cómo se atreve a...?
- Como usted ha dicho- sonrió,- conociéndole, mirando sus ojos y teniendo la valentía para, con todo eso, darle el habano.
- ¡No puede hacer esto! ¡Tengo mujer! ¡Hijos! ¡Hombres que dependen de mí!
Estio había perdido el color. Su rostro y sus manos parecían la nieve que pisaba. Pero aún sujetaba el revólver.
- Yo también los tenía, y me los arrebató.
De pronto Estio dejó de temblar y empezó a reír a carcajadas.
- ¡Es increíble! Siempre me dijeron que habría alguien más fuerte que yo, ¡y nunca lo creí! ¡Quién diría que sería usted! Me apena que no se apellide Estio. En fin, hasta pronto.
- Hasta la vista.
- ¿No me desea una feliz Navidad?
- Honestamente, no creo que aguante hasta el veinticinco.
- Vamos, por favor, sea optimista.
Frost rió por primera vez.
- Se lo concedo. Feliz Navidad, don Estio.
Estio sonrió y delicadamente apretó el gatillo.

Mi nueva historia larga. Ya iba siendo hora de que la compartiese por aquí, ¿no?

http://whackahack.com/foro/t-36560/historia-hijos-bosque-hijos-viento
 
Primero comentare acerca de "El artista del yo".

En la que personalmente, defines lo que a mi me gusta llamar VERDADEROS artistas.
Cuando el arte emana de la esencia del artista y no de sus dogmas entonces podemos ver el arte en su expresión mas pura.

Por desgracia hoy en día el arte viene de los pseudo-"artistas" que les encanta autodenominarse así: "ARTISTAS".

De cualquier forma, un gran texto!

*Chicago no lo comentare por que ya la había criticado en el reto de relatos de invierno.

Ahora el plato fuerte!

Apenas leí tu historia: Los hijos del bosque.
No puedo creer de lo que me había perdido todo este tiempo, ya tenia planeado leerla pero por una cosa o por otra nunca la había leído.

Es una de las mejores cosas que he leído en mi vida, me encanta las narraciones del tipo medieval (como pudiste ver en mi intento de historia) y algo que realmente aprecio es que cuides el aspecto épico pero que no caigas en clichés de personajes.

Aunque Fellek parece en principio el típico niño elegido o prodigio, terminas dándole un aspecto muy humano que hace que sientas rápidamente empatia con el.

De principio, me pareció confusa por la cantidad de personajes y la rapidez con la que se añadieron a la historia (únicamente en el primer capitulo). Fuera de eso me ha encantado hasta donde he leído.
Mi parte favorita (hasta ahora), es cuando empiezan a contar las historias en la hoguera. La de los segundos hijos y la de Hyul. Están pufff!

Por ultimo debo decir: WOW!

XD jajaja me tuviste en suspenso en mas de un capitulo. Tal vez fue buena idea leer esto hasta ahora, la razón por la cual no he leído el capitulo 7 es por que tengo miedo a quedarme picado y tener que esperar el próximo capitulo
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Sé que a algunos no les gusta que publique aquí. Bueno, pues a ellos y a los que me votasteis para mejor historiador van dedicados estos textos.

Antes de empezar, aclararé algo. El gato de la familia en que se centra nuestra historia duerme sobre el alféizar de la ventana. No tiene cojín, no tiene manta ni caja de cartón.

Ahora sí, empecemos.

Era una tarde de verano, y los últimos rayos de sol acariciaban el lomo del gato a través del cristal mientras la familia ponía la mesa para cenar. Fue la madre la que se dio cuenta primero. Acababa de servir el agua en los vasos de vidrio que había sobre la mesa cuando se dio la vuelta. Lo siguiente que hizo fue dejar que la jarra se escurriera entre sus manos y dar un fuerte y prolongado grito. Acababa de ver la gran mancha carmesí que cubría parte de la pared. El padre, la hija joven y el hijo preadolescente acudieron a ver qué pasaba. Tras ver la mancha, este último fue el primero al que los padres culparon. Su hermana lo desmintió diciendo que la última vez que ella había entrado al comedor esa mancha no estaba; y desde ese momento su hermano menor no había entrado. El padre estaba indultado: acababa de llegar de su trabajo hacía apenas diez minutos, y era la primera vez en esa tarde que entraba al comedor. El hijo menor intentó justificar, de forma algo pobre, que la causante de la mancha era la madre: de alguna manera un tanto oscura, el tomate frito de la cena había acabado sobre la pared.

Los cuatro miraban a las caras de los otros y a la mancha, ignorando las plumas que había sobre el suelo.

Y sobre el alféizar de la ventana, nuestro gato tragó el último bocado del pájaro que se había colado en la casa horas atrás y que por fin había cazado hacía cinco minutos, atrapándolo contra la pared y mordiendo su columna para impedir que se moviera antes de caer otra vez al suelo.

Mi objetivo en estos relatos es plasmar un color con palabras.

Verde oscuro.​

La oscura luz se filtraba a través de las hojas de los árboles. Pronto amanecería. Los ululatos de las aves nocturnas empezaban a desvanecerse. Los reemplazaban los cantos de las aves diurnas.
Sobre una ancha rama se agazapaba el jaguar. Escuchaba el rumor del lejano río. Escuchaba los pequeños insectos bajo la rugosa corteza. Escuchaba todo. La cortina de hojas empezaba a clarear. Las pisadas sordas sobre el suelo de musgo se escuchaban perfectamente desde su rama. Pero eran de animales pequeños. Demasiado pequeños.
Desde el otro lado del claro le llegó un olor. Su respiración se volvió más profunda. Tensó todos sus músculos. Entró en el claro el tapir. Se movía relajadamente. El jaguar liberó sus músculos. Se impulsó con sus patas traseras y se lanzó sobre su presa.

Celeste.​

Las sepias se deslizaban ingrávidas entre las blancas nubes. Tú y yo las mirábamos desde el agua que formaba hojas. Después caímos como cometas de estelas atadas. Desde el cielo el mundo parecía un mosaico de bordes redondeados y piezas fragmentadas. Nos colamos entre dos de ellas y vimos un reino de ríos de cobalto y flores ahogadas, que flotaban orgullosas como sables. Volvimos a casa riendo chispas parpadeantes. Nunca volveremos, pero vivo ese viaje cada noche.
 
¡¡Me encanta!!

Tan solo leí 4 o 5 historias y me gustó cada una de ellas, en especial, la de la casa de tus abuelos. ¡Tenía miedo! Eres muy bueno, tío. Por ahora solo puedo comentar esto, pero cuando tenga tiempo, ¡seguiré leyendo!
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Ya es hora de ir acabando mi inactividad literaria.
Y cuando me muera,
dejadme que me pudra
bajo la tierra.

Apartaré la cruz
de mis labios, el mundo
tendrá mi último beso.

Mis últimas palabras,
poesía o desvaríos,
serán para el viento.

Solamente la luz
mis ojos de botones
entonces mirarán.

Mis arterias ya secas
habrán cedido al agua
ríos de linfa y sangre.

Que algún viejo árbol
devore en sus hojas
el aire que exhale.

Mis recuerdos, al fuego,
nunca querré causar
más pena que la hecha.

Y cuando por fin muera,
dejadme ya en paz
bajo la tierra.​
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Últimamente estoy escribiendo mucho sobre la muerte... Me estoy asustando un poquito.

Era uno de esos espantapájaros viejos, cuyos harapos aleteaban con el viento, que parecía crucificado por los pecados de los ratones que comían el trigo que vigilaba. Era frecuente ver a ese espantapájaros con cuervos posados sobre sus hombros, charlando con ellos en su idioma chirriante. Nadie más fue tan valiente como para acercarse y ver que tenía corazón, aún sin mente, aún sin vida.
Pero ayer se murió. Simplemente dejó de estar ahí. Nadie le lloró, nadie le enterró. No tragó ninguna aceituna para que creciera sobre su tumba un olivo.

Dicen que una golondrina, que volaba hacia el Sur, le vio tirado entre el trigo, lamentándose de no poder retorcerse por el dolor que sentía. Se posó sobre él y escuchó sus últimas palabras antes de aliviarlo.

Ahora el campo es más bonito, el viento sopla más libre y los pájaros no temen volar cerca de él. Pero sobre su tumba crecerán unas flores negras, que al ocaso se teñirán de naranja. Siempre estarán secas. Nadie lamentó la muerte del espantapájaros, ¿a quién le importa hoy que todo sea más frío y oscuro?
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Para este poema mi objetivo era escribir sobre un momento de la vida de Marina Tsvitáieva (una poeta/poetisa rusa que me encanta) tratando de conseguir un estilo parecido al suyo para así salir de mi zona de confort. Os pongo en situación: tras veinte años de exilio, ella está volviendo a su añorada Rusia. Pero mientras ella estaba fuera, la Revolución Rusa y la posterior guerra civil hacían estragos y devastaban el país. No sabe qué va a encontrar.

Vuelvo a las vastas llanuras
de Rusia. Mata la amargura
a la alegría. Mi tierra, mi madre,
cubierta ahora está de sangre.

Cuando pise mi hogar,
¿quién me saludará?
¿Quién seguirá?
¿Siquiera mi hogar aguantará?

Quizá sea mi sangre,
y sea la de otros
la que la tierra bañe.
Serán ajenos llantos.

¿Pero si no conozco
ninguno de los rostros que me miren,
si en mi casa me viste la extrañeza?
¿Si soy nadie a todos?

Tendrá el árbol
raíces cortadas. Arrancado,
roto del suelo,
¡de los bosques donde él creciera...!

O me saludará mi padre,
brazos cerrados, ojos siempre abiertos.
¡Esta vía, sabré, llevaba
a tierra de los muertos...!​
 
Última edición:

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Inspirado por... ¡adivinadlo vosotros!

La libertad y la vida han decidido huir de mí . Todo lo que tomo entre mis manos se vuelve ceniza. Escribí en mis palmas todas las palabras que conocía. No eran muchas, pero a pesar de ello intenté quitarle a algún dios aquello que me había negado. Solamente conseguí que la mitad de mi corazón se hiciera metálica. Estoy hueco. ¿Soy aún humano? He visto a los siervos del padre atormentarme de noche. ¿Son mis pesadillas? ¿Existen? No puedo dar vida. Estoy demasiado muerto. No sé si alguna vez he vivido. No sé si algún día mis pequeños pasos me llevarán a otro lugar. Así podré verles... No sé. Solo sé lo que está en mis manos, y a seis pies bajo tierra.
Ha empezado a llover.
Señor, el cielo está despejado.
Sí, está lloviendo.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Me sorprende que haya posteado cinco veces seguidas, sin comentarios... Pero en fin, qué se le va a hacer.

Una especie de autobiografía muy, muy distorsionada.

Tyren se fue de casa mucho antes de salir de ella. Nació ya en el umbral de la puerta, con un pie en las alas negras de las cuchillas. Sus parturientas gritaron al cielo al ver que tenía más de gato que de niño. Nunca fue pensado, su sangre fluyó por caudales ajenos que purificó con la fuerza de los cuervos. Resistió plagas, cinceles y a la Dama de Hierro, aunque a veces mirara la cruz y se viera a sí mismo más allá.
Y Tyren se fue de casa. No voló con las golondrinas, por mucho que las amara, porque el cielo le provocaba una repulsión ancestral. Al contrario, trenzó el bosque y se embarcó en los rápidos de un río de tinta. Allí se enamoró del joven de las historias, un pequeño dios que había creado un pequeño mundo bajo el nuestro. Arrancó un trozo de su balsa y le mandó una misiva al joven, que respondió con las hojas de plata que fueron de Atenea. A día de hoy siguen con su correspondencia, pero les es demasiado doloroso cruzar a la otra balsa.
Pero su historia está aún inacabada. Su río le llevó, como todos, a la fuerza olvidada de los antiguos, al cielo que no es cielo, al mar. Fue cuando Tyren comprendió de dónde había salido, o dónde quería morir. Pero seguía irremediablemente encadenado a la tierra, y quizá por eso decidió llamarse Sealess. No descubrió hasta más tarde que ese apellido tenía una familia. Les vio sentados en las arrugas cambiantes, un grupo de mentes que se apartaban diabólicamente de la verdad. Uno de ellos exploraba las montañas de la locura. Otro huía del presente, y a fuerza de fugas había robado décadas al Tiempo. Un tercero creía aún en la honradez de los claveles, y nunca asesinó su pulcritud. La cuarta había vislumbrado a los poetas que habían matado la inocencia de los magos. Ahora ella se internaba en la oscuridad, para poder ceñirse con orgullo la corona sangrante del peligro a la vuelta. Había también otros, acurrucados entre los fragmentos de cristal, tan maravillosos acaso como esos cuatro pasajeros de tranvía. Y todos, todos ellos aceptaron al amor al mar y al odio al cielo del gato huérfano que era Tyren Sealess, que se dio cuenta entonces de lo pequeño que era.
 

Tyren Sealess

A fullmetal heart.
Mi boli no sabe aún qué son las vacaciones. ^-^

Siete. Ocho. Nueve. Mal camino. No lleva a ninguna parte. Volver al cruce. Repetir.
El torreón de terrones de azúcar que construía no era nada. Desaparecería con su hambre. El castillo que había en su cabeza no. Ahí estaba la respuesta a todo. Si no, él la fabricaba. Sin bajar los pies de su silla, era el mejor artífice del mundo.
Vaya, la torre se ha caído. ¿Debería comerme uno de estos terrones? Así solo no. ¿Qué hora es? Ya llevo siete aquí. Me haré un té.
El artífice también necesitaba energías y material, al fin y al cabo, era solo humano. Y también necesitaba estar en su taller. Había salido muy pocas veces desde que llegó. El agua ya hervía. La vertió en una taza. Era blanca. Puso la bolsita de té y tres terrones de azúcar dentro. Se quemó un dedo, se lo puso en la boca para aliviarlo. El agua se oscurecía. En el té apareció un joven de pelo desaliñado y mirada afilada: su reflejo.
Soy yo. Claro que soy yo... Y al que busco también es yo. Yo no, pero es como yo. ¿Dos días pensando para esto? ¿De verdad estaba tan claro? Soy tonto.
Sonrió.
 

DeadApolo

A'KERIA'S TRACES
Al principio no tenía muchas ganas de leer, no es como que no me guste leer, es solo que estoy un poco desganado. Al final me he arrepentido y lo he leído ¿El resultado? ¡Que me ha encantado! este estilo me gusta bastante, tú estilo me gusta hermano.
Sigue trayendo estos textos que, la verdad, hace falta ver más escritos como estos por aquí.

Qué más decir, mi más buenas vibras para ti y espero seguir viendo más de estos textos.

Saluda atentamente

ApoloD - DeadApolo.​
 
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